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Himbersor
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Chesterton avisaba a sus lectores contra quienes les metían miedo con las calamidades que acarrearía un hipotético triunfo del comunismo, a la vez que introducían de matute esas mismas calamidades mediante el consumado triunfo del capitalismo. Un siglo más tarde, esas calamidades han destruido por completo nuestras sociedades; pero todavía hay quienes siguen agitando grotescamente el espantajo del comunismo (que en estos momentos luce coleta y es guapito de cara), anunciándonos que viene a abolir la religión, destruir la familia y arrebatar la propiedad.
Pero lo cierto es que el comunismo no podrá hacernos estas fechorías, por la sencilla razón de que ya nos las hizo el capitalismo. ha sido, en efecto, el capitalismo el que vació las iglesias y llenó los centros comerciales; ha sido el capitalismo el que mandó a los viejos a residencias para que no dieran la murga en casa; ha sido el capitalismo el que enfrentó a las generaciones, destruyendo el respeto reverencial que los hijos deben a los padres; ha sido el capitalismo el que instigó la competencia entre los sexos, convirtiendo los hogares en campos de Agramante; ha sido el capitalismo el que obligó a nuestros ancestros a abandonar la tierra donde habían erigido su jovenlandesada (que el capitalismo se encargó después de convertir en campo de golf o urbanización de adosados) y los enviaron a un suburbio fabril a mil leguas de distancia (para que finalmente, después de malvivir durante décadas en un piso angosto, sus nietos pudieran comprarse un adosado en la urbanización que el capitalismo construyó sobre la tierra que sus abuelos tuvieron que abandonar). No dudo que el comunismo, si hubiese tenido ocasión, habría hecho lo mismo; pero lo cierto es que lo hizo el capitalismo. Los profetas y profetisas también nos dicen, jeremiacos, que el comunismo quiere destruir nuestra 'forma de vida'.
Supongo que se refieren al way of life que nos impuso el capitalismo internacional, arrasando todas nuestras tradiciones y nuestra lúcida manera de entender el paso por este valle de lágrimas, con los pies afianzados en la tierra y la vista clavada en el cielo. Esa 'forma de vida' consiste en vestir como si fuéramos mendigos yanquis, con vaqueros rotos que nos permiten mostrar gallardamente la raja del ojo ciego cuando nos agachamos (y lucir ufanamente en verano chanclas y bermudas); esa 'forma de vida' consiste en trabajar como empleados en una oficina donde se nos obliga a comportarnos como chacales con nuestros compañeros y como gusanos con nuestro jefe; esa 'forma de vida' consiste en comer un sándwich al mediodía (para no abandonar el puesto de trabajo, logrando así que nuestro jefe nos dispense una palmadita cariñosa, como si fuésemos caniches) y una pizza recalentada en el microondas por la noche (porque ya no sabemos cocinar, aunque a veces el recuerdo de los platos que nos cocinaba nuestra abuela nos haga llorar de rabia); esa 'forma de vida' consiste en desahogarnos al modo pauloviano retuiteando exabruptos, trolleando en foros donde se permite el anonimato y haciéndonos gayolas ante el ordenador, gracias al suministro de prono que nos garantiza el 'mundo libre'; esa 'forma de vida' consiste en divorciarnos, amancebarnos y volvernos a divorciar (cuidando de no tener muchos hijos por el camino, porque nuestros sueldos mil veces recortados por la crisis solo nos permiten alguna escapadita low cost con nuestra 'pareja'); esa 'forma de vida' consiste en amuermarnos todas las noches delante del televisor, viendo programas cochambrosos en los que se nos habla de coitos (a ser posible por retambufa), o tertulietas más cochambrosas todavía, donde nos alertan de los peligros del comunismo.
Esa 'forma de vida' amenazada por el comunismo consiste, en fin, en acatar rutinas trazadas por otros para la abolición de nuestra maltrecha humanidad, en aceptar modas creadas por otros para el saqueo de nuestros bolsillos, en amar de forma compulsiva y pasajera, en repetir como loritos las palabras gastadas y perogrullescas que escuchamos en las tertulietas (haciéndonos la patética ilusión de que son brillantes ideas de cosecha propia), en realizar las funciones pasivas que nos asignan y disfrutar de los placeres vicarios que nos conceden. Y esa 'forma de vida' uniformizada, animalizada, impersonal y monótona, querido lector, es precisamente la forma de vida comunista; solo que esa 'forma de vida' tan abyecta, clausurada a Dios, huérfana de amores duraderos, aliviada tan solo por desahogos sórdidos y solitarios, no nos la trajo el comunismo, sino el capitalismo, a cuyo cadáver quieren que nos atemos a toda costa, no sea que vengan los comunistas a jorobarnos una 'forma de vida' tan molona.
Pero lo cierto es que el comunismo no podrá hacernos estas fechorías, por la sencilla razón de que ya nos las hizo el capitalismo. ha sido, en efecto, el capitalismo el que vació las iglesias y llenó los centros comerciales; ha sido el capitalismo el que mandó a los viejos a residencias para que no dieran la murga en casa; ha sido el capitalismo el que enfrentó a las generaciones, destruyendo el respeto reverencial que los hijos deben a los padres; ha sido el capitalismo el que instigó la competencia entre los sexos, convirtiendo los hogares en campos de Agramante; ha sido el capitalismo el que obligó a nuestros ancestros a abandonar la tierra donde habían erigido su jovenlandesada (que el capitalismo se encargó después de convertir en campo de golf o urbanización de adosados) y los enviaron a un suburbio fabril a mil leguas de distancia (para que finalmente, después de malvivir durante décadas en un piso angosto, sus nietos pudieran comprarse un adosado en la urbanización que el capitalismo construyó sobre la tierra que sus abuelos tuvieron que abandonar). No dudo que el comunismo, si hubiese tenido ocasión, habría hecho lo mismo; pero lo cierto es que lo hizo el capitalismo. Los profetas y profetisas también nos dicen, jeremiacos, que el comunismo quiere destruir nuestra 'forma de vida'.
Supongo que se refieren al way of life que nos impuso el capitalismo internacional, arrasando todas nuestras tradiciones y nuestra lúcida manera de entender el paso por este valle de lágrimas, con los pies afianzados en la tierra y la vista clavada en el cielo. Esa 'forma de vida' consiste en vestir como si fuéramos mendigos yanquis, con vaqueros rotos que nos permiten mostrar gallardamente la raja del ojo ciego cuando nos agachamos (y lucir ufanamente en verano chanclas y bermudas); esa 'forma de vida' consiste en trabajar como empleados en una oficina donde se nos obliga a comportarnos como chacales con nuestros compañeros y como gusanos con nuestro jefe; esa 'forma de vida' consiste en comer un sándwich al mediodía (para no abandonar el puesto de trabajo, logrando así que nuestro jefe nos dispense una palmadita cariñosa, como si fuésemos caniches) y una pizza recalentada en el microondas por la noche (porque ya no sabemos cocinar, aunque a veces el recuerdo de los platos que nos cocinaba nuestra abuela nos haga llorar de rabia); esa 'forma de vida' consiste en desahogarnos al modo pauloviano retuiteando exabruptos, trolleando en foros donde se permite el anonimato y haciéndonos gayolas ante el ordenador, gracias al suministro de prono que nos garantiza el 'mundo libre'; esa 'forma de vida' consiste en divorciarnos, amancebarnos y volvernos a divorciar (cuidando de no tener muchos hijos por el camino, porque nuestros sueldos mil veces recortados por la crisis solo nos permiten alguna escapadita low cost con nuestra 'pareja'); esa 'forma de vida' consiste en amuermarnos todas las noches delante del televisor, viendo programas cochambrosos en los que se nos habla de coitos (a ser posible por retambufa), o tertulietas más cochambrosas todavía, donde nos alertan de los peligros del comunismo.
Esa 'forma de vida' amenazada por el comunismo consiste, en fin, en acatar rutinas trazadas por otros para la abolición de nuestra maltrecha humanidad, en aceptar modas creadas por otros para el saqueo de nuestros bolsillos, en amar de forma compulsiva y pasajera, en repetir como loritos las palabras gastadas y perogrullescas que escuchamos en las tertulietas (haciéndonos la patética ilusión de que son brillantes ideas de cosecha propia), en realizar las funciones pasivas que nos asignan y disfrutar de los placeres vicarios que nos conceden. Y esa 'forma de vida' uniformizada, animalizada, impersonal y monótona, querido lector, es precisamente la forma de vida comunista; solo que esa 'forma de vida' tan abyecta, clausurada a Dios, huérfana de amores duraderos, aliviada tan solo por desahogos sórdidos y solitarios, no nos la trajo el comunismo, sino el capitalismo, a cuyo cadáver quieren que nos atemos a toda costa, no sea que vengan los comunistas a jorobarnos una 'forma de vida' tan molona.