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Lo dijo el prestigioso jesuita Jean Claude Hollerich, de Luxemburgo. En Alemania piden permitir que los curas se casen.
Esta semana ha sido rica de novedades que vuelven a agitar los temas difíciles relacionados con el sesso que afronta el Papa Francisco.
“Es errada la evaluación de la Iglesia que considera la gaysidad como un pecado”. Lo dijo en una entrevista el cardenal jesuita de Luxemburgo Jean Claude Hollerich, un liberal con gran prestigio, presidente de las 27 Conferencias Episcopales mancomunadas en la Unión Europea.
Además, el Sínodo alemán que dura dos años y está causando algunos serios sofocones a Francisco con su ansia de reformas, aprobó un documento titulado “reforzamiento y apertura”, votado por el 86% del los obispos germanos y otros participantes.
Allí se invita a la Iglesia alemana a presentar una propuesta al Papa para implantar el celibato optativo de los sacerdotes.
El cardenal Hollerich considera tan amplia la crisis del catolicismo en Europa que el continente que propagó el mensaje cristiano y la Iglesia por América y otras partes del mundo, se ha convertido en tierra de misión, con sus iglesias semivacías y el abandono masivo de las jóvenes generaciones.
El documento del Sínodo alemán destaca el valor del celibato como estilo de vida, pero pide que el Papa admita la presencia de curas casados.
Es más, el Sínodo alemán propone, visto el peso del tema, que sea un Concilio heredero del Vaticano II (1962-65), el que aplique este cambio histórico.
Revelación explosiva
El jesuita Hollerich, que también apoya una apertura a los sacerdotes que quieran casarse, ha hecho detonar otra vez un tema que recurre en la Iglesia posconciliar: el de la gaysidad.
Concedió una entrevista a la agencia católica alemana KNA a raíz de la explosiva declaración de 125 empleados de la Iglesia germana, incluidos algunos sacerdotes, en la que revelaron que formaban para de la comunidad tras*exual LGBT y reclamaron cambios en las enseñanzas doctrinales católicas sobre la gaysidad.
El cardenal luxemburgués dijo que los 125 no debían ser sancionados y fue más allá: “Creo que el fundamento sociológico de las enseñanzas católicas no son más correctas”.
“Es hora de hacer una revisión fundamental de la doctrina. Es importante que la Iglesia sea siempre humana”, añadió.
“Conozco sacerdotes y laicos en mi diócesis de Luxemburgo. Ellos saben que tienen una casa en la Iglesia. Ninguno es despedido por gays, entre nosotros nadie ha sido despedido por esto”, remarcó.
Condición "desordenada"
La condena de las prácticas gayses se encuentra en el Catecismo de la Iglesia Católica, que distingue entre gaysidad y actos gayses.
Ser gays no es incompatible con el catolicismo, aunque se considerada una condición “objetivamente desordenada”, que obliga a la castidad.
En cambio la práctica “no puede en ningún caso ser aprobada”.
Hollerich no detalló que aspectos de la doctrina deben ser revisados, pero aclaró que “estamos pensando en términos que pueden llevar a un cambio”.
Estas palabras son importantes porque la sintonía entre los dos jesuitas, el Papa y el cardenal de Luxemburgo, parece destinada a producir modificaciones epocales.
Hollerich ha sido nombrado por Francisco como relator del Sínodo de obispos que tendrá lugar el año próximo y que forma parte del llamado “Sínodo de los Sínodos” inaugurado por Jorge Bergoglio el año pasado.
En la Iglesia pesa y divide el rígido rechazo de la gaysidad vivida y practicada, cuando en las sociedades civiles más avanzadas se ha llegado a cambiar la legislación con el matrimonio igualitario (Argentina fue el primer país latinoamericano en 2010) y otras normas.de “aggiornamento”.
Teología jovenlandesal
En la Iglesia católica la teología jovenlandesal no ha cambiado desde que Santo Tomás de Aquino elaboró el prohibicionismo porque las prácticas gayses son en primer lugar contrarias a la ley natural, que establece el fin procreativo del acto sensual, que apunta a un proceso de fecundación entre un varón y una mujer.
La práctica gays puede ofrecer solo “placeres carnales”, de allí que quedan asociadas con el pecado capital de la lujuria, afirma la doctrina tradicional hasta ahora blindada.
La Iglesia prohíbe todas las demás conductas sensuales que no permiten la procreación, como la contracepción, el adulterio, las relaciones prematrimoniales, la pronografía y la masturbación.
Tanta rigidez no puede sino ser escasa o nula en las respuestas eclesiales a los que viven otras realidades de género.
Los colectivos de LGBT (lesbianas, gays bisexuales y tras*exuales) calificaron como “una contribución al fanatismo y la violencia al documento de la Congregación para la Educación Católica, uno de los “ministerios” del Vaticano, que en 2019 publicó “Varón y mujer los creó”.
El documento pretendió abrir un diálogo sobre la cuestión del género, al que sólo considera “una ideología”. Para los intersexuales, que tienen órganos de ambos sexos, la Iglesia sostiene que se trata d una “alteración patológica” que debe ser curada con la cirugía.
En cuanto a los tras*exuales, son las características anatómicas que no coinciden con el sesso percibido las que motivan que acudan la tratamientos hormonales y quirúrgicos. En este caso, no hay un pronunciamiento oficial del Magisterio de la Iglesia.
El Catecismo vigente ofrece “respeto, compasión y delicadeza” para los que tienen “tendencias gayses instintivas”.
Acepta que “no eligen su condición gays”, que en el caso de un católico es “una auténtica prueba”.
El Catecismo de la Iglesia sostiene que se debe evitar “todo signo de discriminación injusta”. ¿Y qué más?
Solo un consejo. “Las personas gayses están llamadas a la castidad”. Mediante "virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior”. También pueden acudir “a la oración y la gracia sacramental y acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana”.
El Papa Bergoglio ha maniobrado varias veces para aliviar este callejón sin salida de la Iglesia del siglo XXI, pero las reacciones del catolicismo conservador que conspira contra él y sus aperturas, lo han disuadido de decidirse en favor de una prueba de fuerza.
La doctrina tradicional fue ratificada en 2003 por un documento del Papa Juan Pablo II -ahora santo-, en el que señala que “no se puede establecer una analogía entre el designio divino sobre el matrimonio y las uniones gayses”, contrarias a la ley natural.
Concluye recordando la condena que desde las Sagradas Escrituras existe sobre los actos gayses y que cualquier cambio deberá contener el fenómeno “dentro de los límites que no pongan en peligro el tejido de la jovenlandesalidad pública”.
Esta es la formidable barrera que los sectores conservadores de la Iglesia esgrimen como imposible de violar.
Tal vez sólo un Sínodo podría sacar a la Iglesia del pantano en el que se ha instalado con la cuestión de la gaysidad. Si es así, falta mucho tiempo para que llegue el gran salto adelante, porque el ritmo de los Sínodos es centenario.
Roma, corresponsal
CB
https://www.clarin.com/mundo/-cambi...enal-afirma-gaysidad-pecado_0_ko4kENa7or.html