Klaus María
Fiat iustitia et pirias mundus
La derecha tradicional no había roto el consenso. Hasta hoy. Ahora, la derecha moderada ya dice en voz alta que las nuevas políticas energéticas han dado un inmenso golpe a la industria europea
Durante los últimos diez años, en Europa se ha forjado un consenso alrededor de la lucha contra el cambio climático. Ese periodo, iniciado con la Cumbre del Clima de París en 2015, será recordado como el de un gran triunfo del ecologismo y el progresismo, que consiguieron arrastrar a la derecha tradicional hacia sus posiciones. Cuando Ursula von der Leyen, miembro de los democristianos alemanes, llegó a la presidencia de la Comisión en 2019, convirtió ese consenso en una política concreta, el Green Deal, una serie de medidas destinadas a que la UE dejara de emitir gases de efecto invernadero en 2050. El Parlamento Europeo lo aprobó con una mayoría abrumadora. Todos los países lo aceptaron.
Muchos creían que la pérdida de votos del conservadurismo liberal en casi todos los países se debía a la asunción de los principios de la izquierda, y que la consecuencia lógica de ello era el ascenso de la derecha radical. Muchos conservadores tradicionales denunciaban que la izquierda estaba aprovechando la alarma ante el cambio climático como una excusa para tras*formar de manera subrepticia la forma de vida de las personas.
El consenso climático del centroizquierda y el centroderecha se está desmoronando ante nuestros ojos. Era esperable. Sin embargo, no llegará solo. A partir de ahora también empezarán a relegarse a un lugar más secundario el ESG, el DEI y muchas otras convenciones que durante esta década de consenso progresista han gozado de un enorme predicamento. Estamos en un cambio de ciclo que nos llevará a un mundo más conservador y crudo. Corremos el riesgo de que el péndulo se desplace una vez más hacia el extremo, aunque sea el contrario.