Vlad_Empalador
Será en Octubre
Aquejado de tuberculosis,3637 no supo ver el alcance de la conspiración cívico-militar que había en curso contra la República y se mostró confiado de poder controlar el movimiento subversivo. Al parecer la idea de Casares Quiroga pasaba por esperar al fracaso de la intentona golpista y, entonces, responder al mismo con todos los medios posibles; esta estrategia, de hecho, ya había sido empleada exitosamente por el gobierno Azaña durante la fracasada «Sanjurjada» de 1932.38
Ya en el mes de mayo el director general de Seguridad, José Alonso Mallol, entregó a Azaña y Casares Quiroga una lista de 500 implicados en la conspiración «con la recomendación de que se procediera a su detención».39 Pero nada se hizo en ese sentido y la conspiración continuó su curso. El 15 de junio el gobernador civil de Navarra, Mariano Menor Poblador, avisó a Casares de una reunión de militares subversivos presidida por Mola en el monasterio de Irache, pero desde el gobierno se ordenó que no se tomara ninguna medida.40 El 16 de julio varios miembros de la Unión Militar Republicana Antifascista (UMRA) visitaron al presidente para entrevistarse con él,c advirtiéndole de la inminencia de la sublevación y solicitándole la destitución de los generales Goded, Franco, Fanjul, Mola o Varela, así como otros muchos militares sospechosos (especialmente, africanistas como Yagüe).4142 Incluso un grupo nacionalista jovenlandés avisó al gobierno republicano de la implicación de oficiales del Ejército de África en la trama conspirativa.43 Pero, a pesar de todo, Casares siguió sin hacer nada. Muy al contrario, en una ocasión llegaría a asegurar que el general Emilio Mola —cerebro de la conspiración— era «un general leal a la República».44
En aquel contexto se le atribuye frecuentemente haber pronunciado la siguiente frase: «Si los militares se quieren levantar, yo me voy a acostar».45
Ya en el mes de mayo el director general de Seguridad, José Alonso Mallol, entregó a Azaña y Casares Quiroga una lista de 500 implicados en la conspiración «con la recomendación de que se procediera a su detención».39 Pero nada se hizo en ese sentido y la conspiración continuó su curso. El 15 de junio el gobernador civil de Navarra, Mariano Menor Poblador, avisó a Casares de una reunión de militares subversivos presidida por Mola en el monasterio de Irache, pero desde el gobierno se ordenó que no se tomara ninguna medida.40 El 16 de julio varios miembros de la Unión Militar Republicana Antifascista (UMRA) visitaron al presidente para entrevistarse con él,c advirtiéndole de la inminencia de la sublevación y solicitándole la destitución de los generales Goded, Franco, Fanjul, Mola o Varela, así como otros muchos militares sospechosos (especialmente, africanistas como Yagüe).4142 Incluso un grupo nacionalista jovenlandés avisó al gobierno republicano de la implicación de oficiales del Ejército de África en la trama conspirativa.43 Pero, a pesar de todo, Casares siguió sin hacer nada. Muy al contrario, en una ocasión llegaría a asegurar que el general Emilio Mola —cerebro de la conspiración— era «un general leal a la República».44
En aquel contexto se le atribuye frecuentemente haber pronunciado la siguiente frase: «Si los militares se quieren levantar, yo me voy a acostar».45