Cada vez hay menos y eso nos pone en riesgo a todos. Amenazadas en el campo... las abejas se mudan a las ciudades.¿Las acogemos?

Thom son

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Cada vez hay menos y eso nos pone en riesgo a todos. Son las abejas. Ellas son responsables de polinizar plantas y cultivos. De ellas depende en buena medida la conservación de la biodiversidad y la garantía de permanencia de muchos alimentos. Pero reciben ataques desde varios flancos en su hábitat natural, el campo, y buscan cobijo en las ciudades. ¿Las acogemos?


Son indispensables, por eso en los lugares en los que este insecto escasea ya se han puesto en marcha alternativas artificiales para polinizar plantas y campos. Un esfuerzo por razones obvias: abejas, mariposas y algunos pájaros trasladan el polen de unas plantas a otras para su reproducción. Según la FAO, de estos animales depende aproximadamente el 75% de los cultivos alimentarios del mundo y la reproducción del 90% de las plantas con flores.


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Rubén Briongos y María Ibáñez.

Y sin embargo, corren peligro de desaparecer. “Las causas de desaparición de las abejas en los últimos años son múltiples: el cambio climático, la falta de biodiversidad, la proliferación de especies invasoras, la mala gestión de la industria apícola, prácticas agrícolas intensivas y los efectos del uso de los pesticidas, entre otras”, explican María Ibáñez y Rubén Briongos, responsables de Abejas en la ciudad, una oficina dedicada a promover la apicultura urbana en nuestro país.


Briongos es un diseñador gráfico que se convirtió en apicultor por un motivo: recuperar el tamaño original de una de las polinizadoras con mayor distribución en todo el mundo, la Apis mellifera. Desde entonces trabaja por visibilizar la importancia de conservar esta y otras especies en un espacio favorable: “los enjambres silvestres en el monte no suelen vivir más de dos años (…)”.

El remedio está en la ciudad, “un reducto sin pesticidas donde se pueden criar abejas más sanas y con una mayor biodiversidad vegetal que en el campo”, explica María Ibáñez. Y el beneficio es mutuo, las abejas pueden ser las inquilinas perfectas: no dan un ruido y cuidan la comunidad.

La colmena española
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Colmenar Viejo, de Oreja o del Arroyo, en Madrid; Colmenar a secas en Málaga, otros en Granada, las Palmas y las dos Castillas. Los municipios con nombre Colmenar se distribuyen por la geografía española con un punto común: la importancia del sector apícola en el país.


España reúne el 16% de las colmenas de la Unión Europea, al 22% de sus apicultores profesionales –aquellos que custodian más de 150 colmenas- e ingresos por 62 millones de euros anuales en miel, cera y polen. Son solo algunos datos, pero la importancia del sector apícola va mucho más allá: conservación del entorno, garantía de cultivos y alimentos.


Valencia tras*formó la 'amenaza' de las abejas en una 'oportunidad' para colocar colmenas por toda la ciudad

Ya podemos encontrar colmenas diseminadas en urbes de toda España. Desde Galicia, donde existe un apiario urbano que el Concello de Culleredo ordenó poner en el jardín botánico de O Burgo (A Coruña) en 2021, hasta Málaga -donde se han instalado colmenas urbanas tanto en el Ayuntamiento como en la Facultad de Ciencias del Campus de Teatinos- pasando por Córdoba, donde se instalaron de forma puntual dentro de un proyecto de monitorización ambiental.


Quizás el caso más llamativo sea el de Valencia: en 2015, “debido a la sequía y al uso de pesticidas en el campo, miles de abejas se “mudaron" a la ciudad. Crearon enjambres en coches abandonados, troncos de árbol y mobiliario urbano. Se recibieron cientos de llamadas a los bomberos en un solo año para que acudieran a retirar enjambres descontrolados. El Ayuntamiento de Valencia, con la asesoría del Observatorio de Árboles de la Ciudad, decidió convertir esta ‘amenaza’ en una oportunidad. Se distribuyeron una serie de cajas por toda la ciudad, que contenían un químico para atraer a las abejas y poder así trasladarlas a colmenas en zonas urbanas”, explica Briongos.


Actualmente hay instaladas por toda Valencia una veintena de colmenas en azoteas como la del Observatorio o la del Museo de Ciencias Naturales en Jardín de Viveros, donde hay ya casi 900.000 abejas. Pero la cosa no queda ahí, el Consistorio valenciano anunció hace unos meses su voluntad de solicitar una modificación legislativa autonómica que favorezca la extensión de la apicultura urbana en la ciudad en vista de “los múltiples beneficios que aportan las abejas, tanto a humanos como al medio ambiente”.
 
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Es una muy mala idea. Con lo delicadas que son las abejas, en una ciudad duran dos telediarios. O acaban chafadas en algún parabrisas o envenenadas por la contaminación o simplemente se mueren de hambre o de cualquier cosa.

Y si a pesar de todo dan algo de miel, no va a ser comestible por toda la cosa que llevará.

Aparte de la cantidad de flores y polen y néctar que necesitan y que en una ciudad no hay por ningún lado.

Además se orientan por el sol y los campos magnéticos, y si hay edificios altos y corriente alterna y subestaciones por todos lados, ya me contarás tú cómo van a saber volver a su colmena.

En el campo están mal, pero en la ciudad es 1000 veces peor, esto tiene pinta de ser algún chanchullo para que alguien se lleve subvenciones porque no tiene ningún sentido.

Bueno, en el caso de la ciudad del Turia sería discutible y habría que matizar lo subrayado si nos atenemos a la letra del pasodoble de J. Padilla:

"Valenciaaaaaa... es la tierra de las flores, de la luz y..."
 
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