Burbus de luto: Murió Rocky, el barbero de El Crack

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Era la imitación made in Garci de Paulie, el cuñado por excelencia del cine. De hecho Garci llamó Rocky a su personaje en un alarde de creatividad. Un brasas de huevones que nunca había ido a Nueva York ni había visto a Rocky Marciano en el Madison.

No sabía de sus incursiones en el periodismo deportivo ni de eso de La Saga de los Porretas.

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El 31 de agosto de 2021 quedará en los anales de la radio como el fin de una época. Quizá la más gloriosa. Ese día murió Manuel Lorenzo,El abuelo Porretas. Un personaje cascarrabias y a la vez entrañable que protagonizó en la cadena SER la exitosa radionovela La saga de los Porretas, el último de los grandes seriales radiofónicos, que fue galardonado en 1978 con el premio Ondas.

Con Manuel Lorenzo -mi padre, por cierto- se extingue también el mítico cuadro de actores de Radio Madrid, ya que las otras dos grandes protagonistas de la serie y damas de la locución, Matilde Vilariño y Juana Ginzo, fallecieron los pasados 20 y 26 de agosto, respectivamente. Así pues, en apenas 11 días, la radio española ha perdido a tres de sus referentes.

Eran los últimos supervivientes de una generación irrepetible, la de Matilde Conesa (protagonista de Matilde, Perico y Periquín), Pedro Pablo Ayuso, José Fernando Dicenta, Julio Varela, Joaquín Peláez, Alfonso Gallardo, Maribel Ramos... A partir de la década de los 50 sus voces emocionaron, entretuvieron, sacudieron y mantuvieron en vilo a la población con aquellos dramas tremebundos que tenían una característica en común: siempre había una mujer que sufría. Lucecita, Ama Rosa o Simplemente María (estas dos últimas del entonces celebérrimo Guillermo Sautier Casaseca) hicieron derramar más lágrimas que la aún reciente guerra.

Sin embargo, poco después de la fin de Franco hubo un cambio de tendencia hacia el humor. La ya mencionada Matilde, Perico y Periquín fue la pionera, pero la que cautivó a más oyentes, la culpable de que durante la titubeante, impredecible y muchas veces trágica tras*ición a los españoles siempre se les despertara una sonrisa, fue La saga de los Porretas.

Tal vez hoy sea difícil comprender aquel fenómeno. Cómo la historia de una familia de clase media, preocupadísima por el chalé, el fin de mes o los estudios de sus vástagos, pudo calar con aquella intensidad entre el público. Tanta, que estuvo en antena 12 años (1976-1988). Tanta, que es el único espacio radiofónico que se ha emitido tres veces al día. Tanta, que una década más tarde aún se reponía en alguna cadena. Tanta, que se ha hecho una serie de televisión y hasta una película. Tanta, que los taxistas o los camareros invitaban a los actores/locutores cuando les reconocían la voz. Y tanta, que el hoy Rey Emérito -seguidor acérrimo- enviaba felicitaciones navideñas a los integrantes del serial. Sólo hubo un lunar: Radio Barcelona no la emitió nunca porque les pareció una serie "muy madrileña".

En cualquier caso fue un éxito colectivo. Del genial Eduardo Vázquez, autor de la idea y guionista; del director José Fernando Dicenta, de los técnicos de sonido, del responsable de los efectos especiales -se llamaba Juan Salas y era digno de ver cómo manejaba sus singulares instrumentos- y, por supuesto, de los actores. Y entre éstos destacaba don Segismundo Porretas, con su voz aguardentosa -que era impostada-, con sus expresiones castizas, con sus blasfemias atemperadas, con sus ingenuos líos amorosos o las efervescentes discusiones con su nuera Candelaria (Juana Ginzo y luego Matilde Conesa, tras la jubilación de la primera). Y la magia era la voz. Sólo la voz. Esos "¡pero, leñe!", esas expresiones si se quiere anticuadas, pero no por eso menos contundentes, que empujaban al oyente a ponerse instintiva y constantemente del lado del tozudo abuelo Porretas. Y ese impulso, ese acento, ese registro, Manuel Lorenzo lo bordaba. Ése fue su gran mérito y con ello hizo feliz a mucha gente.

Nacido en Madrid el 4 de noviembre de 1931 -"me engendraron monárquico, pero nací republicano"-, Manuel Lorenzo entró en la radio en 1947 gracias al humorista Luis Sánchez Polack Tip, que le presentó al ya veterano José Fernando Dicenta. Tras una rápida prueba de micrófono, el dictamen fue categórico: "Venga usted mañana a las ocho". A partir de entonces colaboró en los grandes seriales radiofónicos de la SER y a la vez se introdujo en el periodismo deportivo, compartiendo micrófono con figuras como Vicente Marco, Alfonso Azuara o José María García. Así nació don Criticón, que desde el principio hizo honor a su apodo, lo que a la postre le acarrearía una denuncia del entonces presidente del F.C. Barcelona, José Luis Núñez, y la consiguiente desaparición del personaje.

Pese a ello siguió vinculado al deporte, sobre todo al ciclismo, pues durante una década fue el locutor oficial de la Vuelta ciclista a España. La organización de este evento le ha dedicado la 18ª etapa -la del Alto de Gamoniteiro- en su actual edición.

El éxito de La saga de los Porretas -la gente amoldaba o alteraba sus actividades para escuchar esas pequeñas píldoras de 10 minutos- le impulsó hacia otros trabajos. Dio voz a numerosos cortos y documentales -aún busco el de Gran Vía, donde aseguraba muy chuleta que "era la segunda calle más importante del mundo, porque la primera la están construyendo"- y en 1981 interpretó a Rocky, el barbero, en la película El crack, de José Luis Garci. Colaboración que repitió dos años más tarde en El crack 2. Fue su papel más destacado en el cine, un medio que en realidad nunca cultivó, pues la radio siempre fue su gran pasión. Una pasión con la que, junto a sus talentosos colegas, consiguió emocionar y hacer reír a todo un país.
 
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