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Tú en mi chalet y yo en una furgoneta: el infierno de un matrimonio por culpa de unos "okupas de guante blanco"
Tras volver de Canarias, José y Ester llevan más de un año intentando recuperar su casa en Tarragona, pero sus inquiokupas se niegan a marcharse.
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Tú en mi chalet y yo en una furgoneta: el infierno de un matrimonio por culpa de unos "okupas de guante blanco"
Tras volver de Canarias, José y Ester llevan más de un año intentando recuperar su casa en Tarragona, pero sus inquiokupas se niegan a marcharse.
Si hay algo que todas las víctimas de la okupación comparten es la impotencia de no poder recuperar algo que es legítimamente suyo. Sin embargo, hay casos que son especialmente sangrantes. El de José y Ester es uno de ellos. Mientras sus "okupas de guante blanco", como ellos les denominan, se niegan a abandonar el chalet que les alquilaron en 2019 en Tarragona, ellos llevan ya más de un año viviendo en una furgoneta camperizada, aparcada en un garaje de apenas 25 metros cuadrados. Allí sobreviven como pueden con un hornillo, un retrete portátil, alguna silla plegable y ropa esparcida por todas partes.
Hace 16 meses les comunicaron que tenían que regresar a Tarragona y que, por tanto, necesitaban recuperar su casa para empezar a rehacer su vida. Sin embargo, tras expirar el plazo estipulado en el contrato, e incluso una vez finalizado el contrato mismo —puesto que ya han pasado cinco años desde su firma—, se niegan a abandonar el chalet que en su día alquilaron por 600 euros. "¿Dónde vamos a encontrar algo así por este precio?", les han llegado a decir para justificar su rechazo. "Pues que se vayan a 40 kilómetros o a donde quieran, pero ese no es mi problema", responde José de inmediato.
Yo soy parado de larga duración y mi mujer tiene un contrato al 24%, así que, como es lógico, nadie nos alquila nada, y lo peor es que, aunque hemos puesto la correspondiente demanda, el juzgado no ha fijado la vista hasta noviembre de 2025. ¿De verdad tenemos que seguir viviendo así hasta entonces?
Lo más escandaloso de todo es que la pareja en cuestión trabaja para el Ayuntamiento de Tarragona y, según la nota simple que José tiene en su poder, cuentan con un piso en propiedad situado justo enfrente de la casa de la discordia. Mientras tanto, él y su mujer se ven obligados a vivir en la mencionada furgoneta porque ni siquiera pueden acceder a un alquiler: "Yo soy parado de larga duración y mi mujer tiene un contrato al 24%, así que, como es lógico, nadie nos alquila nada, y lo peor es que, aunque hemos puesto la correspondiente demanda, el juzgado no ha fijado la vista hasta noviembre de 2025. ¿De verdad tenemos que seguir viviendo así hasta entonces?".
Gracias por ver
Con todo, José y Ester están literalmente desesperados. A sus 63 años, él incluso ha tenido que empezar a medicarse por culpa de esta situación. "La gente se cree que el okupa solo es el de patada en la puerta, pero también hay okupas de guante blanco como los míos, que hasta siguen pagando la renta para no exponerse a una demanda por impago. ¿Y de qué me sirve eso? El caso es que esa es mí casa y yo necesito recuperarla", repite entre la rabia y la indignación.
Traslado a Canarias
Su historia se remonta al año 2013. Por aquel entonces, José y Ester decidieron dar un cambio a su vida y se fueron a vivir a Canarias junto a su hija pequeña. Al enterarse de que se iban, una progenitora del colegio se interesó por su casa y les preguntó si estarían interesados en alquilársela a un familiar. A pesar de que no se lo habían planteado, finalmente accedieron y pactaron una renta de 550 euros al mes. "No nos importaba no ganar mucho dinero, si a cambio eran gente de confianza y nos cuidaban la casa", explica José. Cuando sus primeros inquilinos se fueron en 2019, otros familiares se quedaron con el alquiler y apenas les subieron 50 euros.Mientras tanto, ellos trataban de rehacer su vida en Canarias. "El problema es que nos metimos a comprar un terreno pequeño en Fuerteventura para construir una casita y aquello fue un error brutal, porque no sabíamos que aquel sector era un infierno por culpa del viento", lamenta el propietario. Así que, como a su hija ya le quedaba poco para entrar a la universidad, empezaron a plantearse la posibilidad de volver a Tarragona.
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Regreso a Tarragona
"En junio de 2021, los inquilinos me llamaron para comprarme la vivienda y les dije que era imposible porque no sabíamos lo que íbamos a tardar, pero teníamos claro que íbamos a volver, porque aquello me estaba afectando a la salud —recuerda José—. En todo caso, les dije que no se preocupasen, porque la casa no se iba a vender de un día para otro y que ya les iríamos informando". Pasaron dos años hasta que consiguieron un comprador y ahí es cuando empezaron los problemas."En julio de 2023, mi mujer les llamó y les dijo que ya sabían desde hacía mucho tiempo que íbamos a vender la casa y que, al final, la habíamos vendido y necesitábamos recuperar nuestro chalet porque volvíamos a Tarragona", explica José. Los inquilinos reaccionaron de "muy malas maneras", así que enseguida se dieron cuenta de que, por las buenas, no iban a conseguir nada. "La ley, y el contrato mismo que firmamos, especifican que, si es por necesidad, tienes derecho a recuperar tu vivienda, así que le pedimos a la inmobiliaria que les enviara un burofax para comunicarles que debían abandonarla", explica el propietario.
Obligados a vivir en una furgoneta
Sin embargo, todo les salió mal. En agosto, José y Esther regresaron a la península y decidieron tomarse unas vacaciones en una furgoneta camperizada para dar tiempo a sus inquilinos a entrar en razón. Lo que no imaginaban entonces es que aquella furgoneta se terminaría convirtiendo, a la fuerza, en su nuevo hogar. Al regresar a Tarragona, descubrieron que el burofax en cuestión no se había enviado y, aunque inmediatamente tomaron cartas en el asunto, la comunicación no se envió finalmente hasta noviembre. Además, descubrieron que, en lugar de los dos meses que habitualmente suelen contemplar los contratos para abandonar la vivienda en un caso como el suyo, la inmobiliaria había elevado el plazo a cuatro meses, por lo que, solo de pensar que hasta marzo tendrían que buscarse la vida, el mundo se les vino encima.Nadie nos alquilaba nada. Piensa que yo soy parado de larga duración y mi mujer había pedido la baja voluntaria para volver aquí, así que ni siquiera tenía paro
Su hija, que inicialmente se había quedado en Canarias trabajando, había entrado finalmente en la universidad de Tarragona y tampoco tenía un techo en el que dormir. "Tuvimos que tirar de contactos hasta que le conseguimos un cuchitril, pero a nosotros nadie nos alquilaba nada. Piensa que yo soy parado de larga duración y mi mujer había pedido la baja voluntaria para volver aquí, así que ni siquiera tenía paro", lamenta José. Con todo, no tuvieron más remedio que instalarse en la furgoneta que tienen aparcada en un garaje que habían comprado hace años. "Y menos mal que no me deshice de él", apunta.
Objetivo: apurar los plazos al máximo
En marzo, sus inquiokupas no se fueron, por lo que tuvieron que presentar una demanda por incumplimiento de contrato. "Es evidente que ellos están asesorados y van a alargar los plazos todo lo posible. De hecho, de cinco burofax que ya les hemos enviado, solo han recogido uno, pero es que, por si no fuera poco con su actitud, el siguiente palo nos llegó directamente del juzgado, porque fechó la vista previa para el 8 de noviembre… pero de 2025".Es evidente que ellos están asesorados y van a alargar los plazos todo lo posible. Pero es que, por si no fuera poco con su actitud, el siguiente palo nos llegó directamente del juzgado, porque fechó la vista previa para el 8 de noviembre… pero de 2025
En esta tesitura, quisieron confiar en que, al terminar los cinco años de contrato que marca la ley, se terminarían yendo. Sin embargo, dicho plazo concluyó hace unos días y, aunque nuevamente se personaron en su casa para recuperar las llaves, tampoco consiguieron nada. Aconsejados por su abogada, José y Ester han presentado ahora otra demanda, pero también para esta vista tendrán que esperar. "Yo pensaba que igual eran cuatro o cinco meses, pero me han dicho que esto fácilmente se puede ir a un año, y de verdad que yo ya no puedo más", denuncia.
A los destrozos que ya han identificado en el exterior de su casa, se suman las amenazas veladas. "En julio, él me llamó para decirme que se estaban cayendo los azulejos del baño y que, si quería venderle la casa, podíamos llegar a un acuerdo. ¿Qué me estaba diciendo? Pues que, o le vendía la casa, que es lo que siempre ha querido, o que me la iba a destrozar", concluye José, para el que situaciones como la suya son incomprensibles en un Estado de Derecho como teóricamente en España. "Esto es surrealista y lo peor es que, aunque algún día ellos se irán o les echarán, no les pasará absolutamente nada. Y, mientras tanto, mi mujer y yo estamos en la calle y no le importamos a nadie —lamenta—. ¿De verdad esto es Justicia?".