Brutal discurso de Jorge Buxadé "los males empiezan en el siglo XVI" acompañado de un obispo

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Jorge Buxadé: «El hombre sin identidad es la nueva figura antropológica hegemónica, promovida y deseada por las élites»
Jorge Buxadé
Jorge Buxadé

Por Redaccioninfovaticana | 14 febrero, 2023
El eurodiputado y portavoz de VOX, Jorge Buxadé, participó el pasado viernes junto con monseñor Athanasius Schneider en la conferencia “La crisis jovenlandesal de Occidente, ¿Hay esperanza?”
Resulta esperanzador que a pesar de este clima de laicidad y rechazo a todo lo religioso, aún queden políticos con valores trascendentales, más allá de lo puramente terrenal.
Es el caso de Jorge Buxadé, eurodiputado de VOX que dio un discurso en el que demostró conocer en profundidad lo grandes males que sobrevuelan por Europa. «No se puede negar o esconder que el sistema imperante en Occidente constituye una causa eficiente de esa crisis jovenlandesal. Si el Estado, no tiende a la satisfacción del bien común y del bien de las personas y comunidades que forman parte, el Estado no puede luego declarase irresponsable de las consecuencias producidas», dijo Buxadé.


El eurodiputado hizo un recorrido por los últimos cinco siglos de historia europea en donde «las élites dirigentes han ido cambiando abruptamente, tanto la evidencia de sus convicciones y argumentos como el contenido de sus intereses espirituales, el principio de su actuar y el secreto de sus éxitos políticos».
Además, el político catalán desgranó un interesante ‘programa’ con el objetivo de rehacer Occidente y arrojar luz y esperanza de cara al futuro.
Les ofrecemos el discurso completo que pronunció Jorge Buxadé:

En un simposio internacional organizado por The Phoenix Institute y la Fundación Konrad Adenauer, en el año 1995, con un título parecido al de nuestra conferencia de hoy «La crisis jovenlandesal de las democracias occidentales», Frans Alting von Geusau, de la Universidad de Leiden (Holanda), imputaba toda la responsabilidad a la conducta y los hábitos de los seres humanos, salvando la responsabilidad de los sistemas políticos, sociales o económicos que imperan en Occidente.

Frente a esa excusa absolutoria de la democracia cristiana europea, en mi opinión, la crisis jovenlandesal de Occidente no es ni solo atribuible a las “estructuras” ni solo imputable a la conducta o los hábitos del ser humano occidental. Vaya por delante que la situación es extremadamente peligrosa y que solo un ingenuo, un imprudente o un fistro podría negar la gravedad de la situación que nos ha tocado vivir.
En cuanto a los hábitos o conductas humanos, cuanto podría yo decir al respecto lo resume el Cardenal Robert Sarah a la perfección cuando afirma[1] “«La Iglesia no está hecha para escuchar, está hecha para enseñar: ella es mater et magistra. Algunos han adoptado las ideologías del mundo actual con el pretexto falaz de abrirse al mundo; sería necesario, más bien, hacer que el mundo se abriera a Dios».”.

Estando aquí junto a monseñor Schneider sería por mi parte una osadía aventurarme en el análisis de la situación de la Iglesia, la confusión post-Vaticano II y el caos actual en que viven millones de católicos en Occidente al ver cómo una parte considerable de la jerarquía ha asumido esa ética de la situación que sanciona la jovenlandesalidad de un acto por sus consecuencias más o menos buenas, más o menos malas, apartándose de la teología jovenlandesal católica; una considerable parte de la jerarquía que ha asumido los postulados del globalismo enunciados en los Objetivos de Desarrollo Sostenible y que permanentemente quiere congraciarse con el mainstream de las élites políticas, mediáticas y económicas.

Lo vivimos lamentablemente en España donde una parte de la jerarquía parece estar al servicio de un determinado partido político que se ha caracterizado, precisamente, por la constante renuncia a la defensa de los más elementales pilares de la Cristiandad. Y es que quizás esa es la primera cuestión a aclarar: cuando hablamos de Occidente hablamos de Europa y de todas aquellas partes del mundo que bajo el influjo de las naciones europeas se construyeron sobre esos pilares: sin duda, toda la América hispana, hoy rebautizada como Iberosfera.
En cuanto a las estructuras políticas, sociales y económicas; no se puede negar o esconder que el sistema imperante en Occidente constituye una causa eficiente de esa crisis jovenlandesal. Si el Estado, no tiende a la satisfacción del bien común y del bien de las personas y comunidades que forman parte, el Estado no puede luego declarase irresponsable de las consecuencias producidas. Si las élites se desentienden del bien personal de los nacionales y del bien común de la Nación, las élites han de responder ante el pueblo, que ejerce el poder soberano delegado por el creador, como descubrió certeramente la doctrina española de Francisco Suárez, Vitoria o Juan de Mariana, como reacción al absolutismo que se impulsaba desde el luteranismo más temprano.

Acudiendo al genio de Carl Schmitt, cabe recordar que en estos últimos cinco siglos de historia europea las élites dirigentes han ido cambiando abruptamente, tanto la evidencia de sus convicciones y argumentos como el contenido de sus intereses espirituales, el principio de su actuar y el secreto de sus éxitos políticos. Y con las élites, ha ido cambiando también la disposición de las grandes masas a dejarse impresionar por una determinada clase de sugestiones.
E
n el siglo XVI se pasa, efectivamente, de la teología a la metafísica. Es Descartes declamando su “cogito ergo sum”; el ser humano es por sí mismo, por el mero hecho de pensar. Una explosión de individualismo y de pensamiento científico se produjo en Europa, arrinconando la verdad revelada y reduciendo la razón “a mi propio pensar”. El hombre se fue achicando, mirándose a sí mismo.
En el siglo XVIII la metafísica, tan cercana a la teología, es desplazada por la Ilustración que impone su laico y vacío humanitarismo con ayuda de las construcciones de una filosofía de la historia que alcanza al mito del buen salvaje, como la de Rousseau o Montesquieu. Citemos esta vez a Kant: “la religión siempre se traduce en el reconocimiento de todos nuestros deberes y obligaciones a través de las escrituras divinas”, de tal forma que la iglesia pasaba a ser una sociedad jovenlandesal que tiene por fin la realización y predicación de preceptos jovenlandesales, al margen de toda trascendencia; de tal modo que no solo se arrinconó la verdad revelada sino que el misterio se postergó y la esperanza de vida eterna.

En el siglo XIX las élites abrazan decididamente la imposición de lo económico-técnico. El hombre seguía achicándose a pesar de que el modelo liberal parece construirse categorías propias de una teología política cristiana: soberanía, distinción de tres poderes que participan de un mismo poder, derechos humanos como exigencias de la dignidad del hombre; una permanente mutación de los principios de una no explicitada Doctrina Social de la Iglesia.

El siglo XX fue finalmente el siglo del consumo en el que lo económico-técnico pasa de la producción y la oferta al consumo y la demanda. Fue el siglo de la gran destrucción, el siglo de las ideologías prefabricadas, el siglo en que las élites decidieron finalmente renegar de su responsabilidad.
En 1968, la sociedad burguesa, liberal y capitalista, pero familiar y religiosa, se rindió. Las élites la habían abandonado, ¿qué sentido tenía ya resistirse al deseo de poder, placer y dinero? ¿por qué seguir defendiendo el matrimonio indisoluble y la familia natural? ¿por qué enfrentarse a una ciencia que nos permite hacer lo que se nos ha dicho no se puede hacer? ¿Por qué mantener la ética burguesa, la disciplina del trabajo y del esfuerzo, del ahorro y la contención si el Estado provee ya de un mínimum de seguridad y protege y garantiza nuestra libertad? ¿Por qué no rendirse a la evidencia de la fragilidad humana y al deseo de lo inmediato? ¿Por qué defender lo propio y no doblegarse? ¿por qué tener hijos si nos vamos a morir mañana?

Sin renunciar al triunfo de lo económico, de la utilidad y la rentabilidad, la sociedad burguesa, capitalista y liberal occidental decidió dejar de luchar. Ser es defenderse, dijo nuestro Maeztu. También Burke advirtió que las batallas que se pierden son las que no se dan. A sensu contrario, Europa, el Occidente pareció decaer “de la carrera de la edad cansado”[2], no compareció en el campo de batalla.
 
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Un casi impecable discurso liberal que podría ser firmado por Dalmacio neցro, salvo por el detalle de que la sociedad liberal capitalista no se rindió, fue asesinada, y hoy dia no hay capitalismo.

El modelo liberal no PARECE construirse sobre categorías propias de una teología política cristiana, sino que se construye directamente sobre ellas.

Por cierto que el Cid era un señor de la guerra mercenario poco de fiar, no sé por qué ensucian la bandera de España así.

Mucho leyenda rosismo
 
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