Borracha y sola quiero volver a casa, sintiendo el África profunda.

Ptolomeo IX Sóter

Himbersor
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COMUNISMO = MENTIRA
Para abstraernos un poco de la epidemia que monopoliza el foro voy a contar un pequeña historieta que me pasó, hace años ya, antes de la gran esa época en el 2020 de la que yo le hablo, cuando los jóvenes recorríamos el mundo alegres y despreocupados, sin desinfectarnos las manos cada 20 minutos ni pensar en que en el asiento del al lado del avión llevamos a un asintomático contagiando de cobi19 a todo el pasaje.

Había viajado con unos amigos a un país del norte de África, tras un día agotador visitando el Zoco de la ciudad y viendo a amacabras amacabrear por la zona, decidimos buscar el restaurante más famoso del lugar y relajarnos con una buena cena con espectáculo, el sitio era de película y el espectáculo no estaba nada mal, danzas típicas y música principalmente. Aunque el alcohol no es ilegal en el país su venta está muy limitada así que aprovechamos la cena para meternos una buena botella cada uno de un vino kosher sorprendentemente bueno, terminada la cena nos quedamos con ganas de juerga y pedimos otra para el postre, nos habíamos quedado solos en el restaurante, atiborrado antes de familias de turistas con niños y parejas de jubilados alemanes. Únicamente quedamos dentro nosotros y una pareja de chicas, una mulata y la otra rubia que enseguida se unieron a nosotros y nos contaron que venían de Holanda; la mulata había nacido en Curaçao y hablaba un español muy extraño, la otra se entendía con nosotros como podía en inglés, al parecer estaban en el país para visitar a una amiga jovenlandesa que habían conocido en la Universidad, la rubia nos insistía en que quería conocer "handsome boys".

Después de una hora larga de charla y cachondeo terminamos los postres y el vino, pagamos y nos dirigimos a casa, todavía quedaba un buen trecho hasta el hotel y era tarde, a las 10 de la noche el país entero duerme, las calles están desiertas, que no os cuenten películas buenrollistas sobre lo mucho que nos parecemos a los jovenlandeses, salvo alguna discoteca llena de occidentales y pilinguis de lujo traídas de Europa no hay la más mínima vida nocturna, ni bares ni teterías ni nada que se parezca remotamente a España. Las dos chicas iban en la misma dirección que nosotros así es que volvíamos juntos a la zona de los hoteles. Aprovechamos para hablar otro rato con ellas, o más bien con la mulata que era la que se mantenía más o menos sobria, su amiga se había bebido por lo menos un par de botellas y deambulaba alrededor de nosotros, gritaba, daba vueltas y nos retrasaba constantemente, al parecer quería buscar la zona de discotecas, que estaba por lo menos a hora y media de donde estábamos. Al final su amiga, tirando de ella consiguió que entrara en razón y nos siguiera, aunque a distancia. El contraste entre las dos no podía ser más grande, parecían casi un meme viviente, la mulata tenía un cuerpo más bien atlético, vestía con el decoro recomendable en un país de la religión del amor, gestos delicados, mirada modesta..., la amiga rubia era todo lo contrario, la típica vacaburra holandesa de espalda ancha, ojo ciego enorme y piernas que parecían dos columnas de mármol, llevaba un escaso vestido, muy corto, y unas sandalias que perdía constantemente, alcoholizada como estaba sus maneras eran bastante poco femeninas.

Pese a lo que nos ralentizaba la vacaburra estábamos muy cerca ya del hotel cuando nos topamos de frente y en mitad de una callejuela con una especie de campamento improvisado de neցroS, subsaharianos que cruzan el país rumbo al estrecho para llegar a Europa, algunos se establecen por un tiempo en ciudades turísticas del país y buscan empleo vendiendo quincalla a los turistas o trabajando como sirvientes o camareros en los hoteles. En cuanto vimos el campamento giramos y tratamos de pasarlo por un lateral, alejados en lo posible del mismo, la mulata ni se lo pensó y se "refugió" en el centro de nuestro grupito, agarrándome el brazo asustada (instintos sanos y fuertes de supervivencia), su amiga por el contrario se dirigió dando tumbos hacia una hoguera llena de neցros, atraída por la luz como una polilla, cuando quisimos ir hacia ella ya había caído de bruces contra el suelo, aterrizó a cuatro patas y con el vestido levantado hasta más arriba de la cintura, recuerdo perfectamente el bombacha verde pistacho que llevaba. Así quedó unos segundos, gimiendo y en cuadrupedia para asombro de los neցros que la observaban alucinados.

Normalmente los neցros se agrupan por nacionalidades, por un lado los nigerianos, pendencieros y tacaños, los senegaleses, más alegres y extrovertidos o los de Guinea Bissau, supersticiosos obsesionados con el vudú. Estos eran senegaleses, bastante tranquilos para nuestra suerte, pues con todo y eso imaginad lo que debió ser para ellos ver a esa mujer rubenesca caer literalmente del cielo y prácticamente desnuda en mitad de su campamento, sus rostros eran de una expresividad total, ¿alguna vez habéis visto el gesto de un perro, educado con severidad para no comer bajo ningún concepto la comida de sus dueños y que de repente ve caer delante suya un trozo enorme de chuletón? Ese gesto de ansiedad y deseo, mezclado con el temor reverencial al castigo del dueño era exactamente lo que se reflejaba en el rostro de todos y cada uno de aquellos neցros. Uno de ellos, de aspecto más mayor se decidió a levantarse y ayudar a la exótica europea (para ellos una especie de venus de otro planeta), no le dio tiempo ni a tenderle la mano, en ese mismo instante irrumpieron en el callejón cuatro policías armados con varas de madera apaleando y fustigando como dementes a la masa de neցros, se cebaron especialmente con el que había ido a ayudar, que además se rebelaba ante la brutal injusticia tratando de defenderse y de agarrar las varas de los policías chillando como un poseso. Por supuesto nosotros nos piramos a toda prisa y llevándonos a la subida de peso a rastras como buenamente pudimos, la pobre ya no sabía ni dónde estaba, de fondo los neցros chillaban, lloraban y daban alaridos y varios coches patrulla hacían sonar las sirenas. Sofocados conseguimos alcanzar por fin el maldito hotel, estábamos todos acojonados ante la muestra de arbitraria violencia y de crueldad de aquella policía.

Sobra decir que a la mañana siguiente, cuando quedamos con las dos amigas la blanca no recordaba apenas lo que había pasado, entre risas nos enseñaba las heridas de sus manos y sus rodillas, yo no podía dejar de imaginarme como habrían quedado los neցros apaleados..., hablando en privado con la mulata me confesó que habían pasado un par de veranos juntos en España y la gran mayoría de sus salidas nocturnas terminaban con su amiga tirada en la calle, borracha perdida y amada por otros turistas iguales o peores que ella o por algún español desaprensivo que pasaba por allí, alguna mañana la encontraban tirada en el sofá del apartamento agotada y sin ropa interior.

Lo que más me horrorizó fue la última confesión que me hizo, su amiga tenía un novio de hace años, habían alquilado un piso e iban a irse a vivir juntos.

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jorobar, qué ardor de estomago de subida de peso.

La poli le tendría que haber dado de palos hasta adelgazarla a base de bien. :)
 
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