KUTRONIO
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Cualquier análisis sobre la situación de Israel o su conflicto con el mundo árabe en general y Hamás en particular concluye fácilmente que el punto débil del estado judío es el frente mediático. Militarmente, Israel ostenta una capacidad importante de supervivencia frente a casi cualquier contingencia, más allá de que pueda recibir zarpazos más o menos dolorosos como el de la última ocasión, en todo caso ataques que no afectan la propia supervivencia del estado de Israel. La información y propaganda ya es otra cuestión.
Israel no puede bombardear un hospital, que es justo lo que pareció pasar ayer. Israel no puede destruir un hospital por un deber jovenlandesal, al menos en la medida en que quiera representar al mundo civilizado en su confrontación con Hamás. Pero es que incluso aunque Israel fuera una recua de bárbaros sanguinarios deseando bombardear hospitales no podría hacerlo. O sea, podría hacerlo pero no tendría sentido hacerlo, haría falta ser muchísimo más malvado que inteligente para bombardear deliberadamente un hospital palestino y ofrecer al mundo árabe semejante baza propagandística. No sólo al mundo árabe, todo el apoyo político internacional y diplomático de Israel se podría tambalear. Bombardear deliberadamente un hospital no tiene ningún beneficio militar ni político y en cambio tendría consecuencias devastadoras para Israel. Israel podría bombardear un hospital, pero aparte de malvado sería increíblemente menso.
Obviamente puede darse el caso de que Hamás, precisamente por eso, coloque sus lanzaderas de misiles, sus centros de mando o sus depósitos de armas debajo de o junto a escuelas y hospitales. No es nada que no se haya visto y documentado en el pasado, pero en tal caso primero habría que preguntarse entonces quién es el que pone en riesgo los colegios y hospitales, si Israel o Hamás, y segundo incluso en ese caso sería discutible que a Israel le resultara rentable en términos estratégicos bombardear un hospital. El pequeño beneficio de eliminar una lanzadera no guarda relación con el coste brutal en términos de propaganda y diplomacia de bombardear un hospital.
Tanto Hamás como Israel son perfectamente conscientes de esta situación, por lo que inmediatamente después de la explosión en el hospital el ministro de Salud de Gaza, que no olvidemos forma parte de un gobierno de Hamás, se puso una bata blanca y se fue a dar una rueda de prensa rodeado de aparentes montones de cadáveres y niños heridos en el ataque. Naturalmente consiguió su objetivo, provocando política y mediáticamente, en todo el mundo, una gran conmoción.
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El problema va viniendo conforme se van conociendo los detalles y afloran más y más vídeos e imágenes del ataque y sus efectos. Para empezar, lo que muestran las filmaciones sobre el cielo de Gaza en el momento del impacto sobre el hospital (por cierto un hospital cristiano) es el lanzamiento de misiles de Hamás. Uno de estos misiles de Hamás, como se observa en las imágenes, habría sufrido un fallo durante su ascensión y alguno de sus restos habrían caído sobre el hospital.
En la mañana de hoy, de hecho, se van difundiendo imágenes a la luz del día de la zona del impacto revelándose nuevos detalles, como que donde cayó el misil o un fragmento del misil fue en el parking del hospital, provocando daños menores sobre algunos coches y sólo en un pequeño radio de acción. Sólo unos pocos coches aparecen destruidos por el impacto, el resto de coches parecen quemados por el incendio posterior y aparece intacta la estructura del hospital. A menos de 20 metros del lugar del impacto, los coches aparcados apenas presentan daños. La escasa magnitud de los daños y la ausencia de cráter descartaría el impacto de una bomba o un misil y apuntaría más bien, como señalan los vídeos, a los restos de un misil desintegrado. Se hace por tanto escasamente creíble la cifra de cientos de muertos.
No seamos ingenuos. En las guerras muere gente. En las guerras mueren niños. Es casi seguro que los bombardeos israelíes están provocando la fin de niños. Otra cosa es que un bombardeo busque deliberadamente la fin de niños. Pero la guerra no es como un episodio del Equipo-A en el que, tras cuatrocientos millones de explosiones y disparos, el puro del coronel Hannibal Smith era lo único que realmente mataba un poco. La misma falta de ingenuidad hace inevitable señalar que los muertos y heridos se utilizan con fines propagandísticos. Lamentablemente esto no significa que no haya muertos ni heridos. Sería demasiado fácil que las alternativas fueran no creerse nada o creerlo todo. Requiere más tiempo y esfuerzo pero, a más confusión y propaganda, más contrastación de los hechos y más pensamiento crítico. La inteligencia artificial apenas está abriendo nuevos e inmensos horizontes a la manipulación de las masas (también a la información) y sin embargo todavía seguimos siendo presa fácil de los más toscos y viejos trucos de propaganda e intoxicación.