Paco Dos
Forero Paco Demier
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Felipe González Helguera nació en Rasines, una aldea de Cantabria, en 1909 en el llamado caserío o barrio de la Vega. Sus padres Pío González y Florentina Helguera. Felipe fue el menor de cinco hermanos: Manuel, Pedro, Elisardo y las hermanas María e Isabel . Mientras estudiaba en la escuela del pueblo las primeras letras, ayudaba a la familia en el cuidado del ganado y también en el cultivo de las huertas. A los trece años obtuvo un premio de caligrafía y dio por terminada la escuela. Había aprendido todo lo que allí podían enseñarle. Como la mayoría de los muchachos de su edad, presentía que no iba a quedarse en Rasines porque a principios del siglo pasado, los jóvenes de las aldeas montañesas sabían que terminarían marchándose.
El padre de Felipe González Helguera fue “Pio González Martínez” nació en Valverde de la Sierra (Tierra de la Reina, al noreste de León) el 4 de Mayo de 1874, hijo legítimo de Julián González e Isabel Martínez, abuelos paternos Manuel González y Celestina Casado y maternos Isidoro Martínez y Celestina de Prado, todos naturales de Valverde (Archivo Parroquial, Libro de Bautismos, 1874). Su tatarabuelo paterno figura empadronado como hidalgo en Valverde de la Sierra (León). También, por la parte materna su progenitora fue Florentina Helguera.
Pío González Martínez llegó hasta Villaverde de Trucios (hoy Valle de Villaverde un enclave cántabro en Vizcaya) en busca de trabajo, donde no sólo consiguió colocarse como mozo en una vaquería del pueblo, sino que además se casó con la hija del dueño de la misma Florentina Helguera y, pasados unos años, se trasladó al pueblo de Rasines (Cantabria) donde vivió dedicado también a las vacas y al huerto con la familia que había formado.
Desde muy pequeño Felipe González Helguera seguía el ejemplo y tenía muy buen trato con sus hermanos mayores Manuel, Pedro, Elisardo, aunque con éste muy poco porque murió a los quince años de una pulmonía. La fin de Elisardo hizo que Florentina, su progenitora, cayera en una devota resignación religiosa. Se entregó al fatalismo cristiano, del Dios me lo dio, Dios me lo quitó, y se consolaba confiando en la infinita sabiduría de la Providencia, que conoce la razones.
Los hermanos mayores Felipe González Helguera, Manuel y Pedro, habían ido a probar fortuna a Cuba pero para 1928 estaban de vuelta en Rasines. En 1929.Manuel que tenía algunos ahorros pensó regresar a Cuba saliendo desde el puerto de Cádiz . Su intención era poder pasar por Sevilla y ver la Exposición Iberoamericana de la que tanto se hablaba. Sevilla vivía la euforia del desarrollo económico provocado por la exposición. Cuando llegó Manuel a Sevilla se encontró con un conocido santanderino y hablaron de las posibilidades de trabajo que ofrecía Sevilla. A los pocos días estaba empleado en el pabellón de Argentina. Posiblemente residía en el Barrio de Guadaira muy cerca de la Exposición y donde había alguna familia de santanderinos. La Exposición Iberoamericana era un ir y venir de gente, y en ese ir y venir encontró a Lola, Dolores Cabello, una guapa y alegre muchacha, hija de los dueños de la confitería y el estanco del sevillano pueblo de la Puebla del Río. Siguiendo a Lola Cabello se trasladó a la Puebla a trabajar, ya en asuntos de labranza y ganado. Al cabo de un año de noviazgo hablaron de boda y a primeros de agosto Manuel fue a Santander para comunicárselo a la familia.
A los dieciocho años Felipe González Helguera se fue primero a trabajar en los Astilleros de Santander y luego a Bilbao, en Altos Hornos. Allí formó parte de una cuadrilla de doce hombres haciendo diversas tareas, entre las que estaba cargar hierro.
Manuel se encontró cuando llegó a Rasines con que su hermano Felipe había dejado Altos Hornos y esperaba incorporarse al servicio militar. Manuel regresó a Puebla del Río a principios de septiembre para casarse y unas semanas más tarde, en octubre de 1930, Felipe González Helguera se incorporaba a filas en el cuartel Loyola de San Sebastián. Allí, oyendo a unos y otros y leyendo los periódicos que circulaban por el cuartel, se le fueron metiendo en el pensamiento los aires republicanos que soplaban por toda España, mientras la Monarquía se iba desintegrando.
Manuel consiguió lo que Felipe quería para irse a Sevilla después del servicio militar y no volver a los Altos Hornos de Bilbao. Le decía Felipe que si quería que se fuese con él debería a Sevilla debía arrendar una finquita con siquiera doce hectáreas de terreno para meter vacas y cultivarla con lo que sacarse un buen salario superior al de Bilbao. Manuel rrendó una finca de doce hectáreas en Puebla del Río, en un lugar llamado Puñanilla, muy cerca de la dehesa Puñana, donde estaban los toros bravos de Celestino Cuadri. La finca tenía olivos, no muchos, había un pedazo de viña muy buena con uvas espléndidas, naranjos que daban unas naranjas que se dejaban comer sin ser excesivamente jugosas, y lo demás era tierra de labranza donde sembraban avena y cebada; también tenían vacas, entre diez y quince. El 20 de septiembre de 1932 llegó Felipe González Helguera con 21 años a la Puebla para hacerse cargo junto a su hermano de los cultivos en esa tierra. Inmediatamente comprarían las primeras cinco vacas.
Durante su paso por el cuartel de San Sebastián habían comenzado las inclinaciones ideológicas republicanas de Felipe González Helguera y se encontró que la Puebla, por aquellos años, bullía en apasionados fervores políticos que se dividían en derechas e izquierdas. Allí contribuyó a montar el partido Izquierda Republicana de Azaña, que, de no tener militantes organizados, se convirtió en una sólida formación política con ciento diez militantes que le eligieron a Felipe González Helguera como presidente. El acto público más notable que llevaron a cabo fue trasladarse a Madrid en octubre de 1935 para asistir al gran mitin de su líder Azaña en el campo de Comillas. Los compañeros de la Puebla pasaron tres días de estrepitosa farra política por la capital; se alojaban en una fonda cerca de la Puerta del Sol y entretenían las horas gritando vivas a la República y a Azaña. También Felipe durante ese tiempo fue también miembro del sindicato UGT ocupando el puesto de Presidente de la Casa Del Pueblo de Puebla del Rio (SEVILLA).
El 26 de mayo de 1936 murió de neumonía, a los tres años de edad, su sobrino Felipe, hijo de Manuel y ahijado suyo. Era un torbellino de vida, con unos ojos tan abiertos como si tuvieran prisa por verlo todo. Lo enterraron a las seis y media de la tarde. Lola Cabello , que era creyente, quiso un entierro religioso para su hijo; no hubo misa, el cura bendijo y acompañó el pequeño ataúd blanco hasta el cementerio de la Puebla del Río. Felipe miraba alrededor y le comía la rabia del vacío que le habían hecho sus compañeros de Izquierda Republicana: de los ciento diez que eran no había asistido ni uno.
Felipe se fue a la sede de Izquierda Republicana, entró directamente en el cuarto donde se encontraban varios reunidos, que al verle tan enfurecido le preguntaron: «¿Qué vas a hacer Felipe?» «¿Qué voy a hacer? Darme de baja ahora mismo de Izquierda Republicana.» «¿Qué dices?» «Que me voy a dar de baja ahora mismo, porque ustedes no tienen educación ni sentimientos; no tiene explicación que ninguno haya asistido al entierro de mi sobrino y ahijado.» Entonces uno de los presentes se atrevió a decir: «Es que no lo enterrasteis por lo civil, si lo hubieran enterrado por lo civil hubiéramos estado allí contigo, a tu lado.» Felipe se indignó al oír esas palabras: «¿Y por lo civil por qué? ¿Porque estamos en la República o lo que sea? No señor, su progenitora es católica a más no poder, mi hermano es socialista como sabéis, pero mi hermanó no se interpone a que el niño se entierre por la Iglesia, y yo soy republicano y no me interpongo tampoco, su progenitora lo quiere y se entierra por la Iglesia, ustedes no han ido ni uno, no tienen vergüenza ni sentimientos, no tienen ni una pequeña pizca de humanidad y por eso yo me doy de baja ahora mismo.»
El darse de baja significó cortar toda relación con ellos, con quienes habían sido hasta ese día sus compañeros de ideas políticas. El hecho de abandonar Izquierda Republicana tal vez le salvó la vida. El que entró en su puesto era un muchacho buenísimo –en opinión del dimisionario–, pertenecía a la directiva y le llamaban de apodo el Bote, porque el padre había estado mucho tiempo de encargado en el cortijo El Botinero. A los ocho días del Alzamiento de Franco lo mataron.
El Alzamiento o golpe militar, al fracasar, se convirtió inmediatamente en guerra civil, y ya desde el primer momento puso en marcha un engranaje de represiones y crueldades. La geografía española se convirtió en escenario de las barbaries más descarnadas. Puebla del Río también. A Felipe, como se había dado de baja en Izquierda Republicana, le atosigaban menos, pero continuaba bajo sospecha; los amigos le decían que tuviera cuidado y el padre de su novia de entonces, Amparo Pineda, llegó a recomendarle que se mezclara con algunos falangistas del pueblo, aunque no se hiciera de la Falange, e incluso le comentaba que tampoco le vendría nada mal que se dejara ver por la misa algún domingo.- Más tarde, su novia Amparo Pineda tendría una sobrina por parte de su hermana Lola Pineda la que bautizaron con el nombre de Concha, Concha Romero Pineda de la Puebla del Río también, que sería varios años novia de su hijo Felipe González, sin que el apellido marcase ninguna relación con la futura esposa, Carmen Romero.-
En aquellos días de metralla y odios, en Puebla del Río, como en otros pueblos del entorno, la fin era una posibilidad en cualquier amanecer a orillas del río o en una cuneta. Había un muchacho que trabajaba en las oficinas de la compañía Sevillana de Electricidad en San Juan de Aznalfarache, y este muchacho era un cargo medio de Falange. Él y su mujer tenían una huerta y un pequeño establo con tres vaquillas, una de las cuales se puso mala. La mujer acudió a Felipe González Helguera, que le preguntó por los síntomas y se dio cuenta de que se trataba de la ranilla, la vaca tenía la enfermedad de la ranilla. Le mandó que preparara medio litro de vino blanco y medio de aceite del bueno y lo batiera todo en una jarra o lo agitara dentro de una botella. Él iría pronto, cuando acabara lo que estaba haciendo. Al personarse, no tuvo la menor duda de que la vaca tenía la ranilla trasera. Se trata de una enfermedad en que la sangre se coagula en los riñones, por eso hay que meter la mano y sacársela. Se lavó cuidadosamente las manos con la mezcla de vino y aceite para facilitar el deslizamiento. Lo hizo con rapidez y la vaca quedó limpia, aunque se tumbó retorciéndose en el suelo a causa del dolor agudo e instantáneo.
Felipe González Helguera no quiso cobrarle nada, el Señor Falangista después de comentar los tiempos que corrían, pasó a recomendarle a Felipe sin rodeos: «Váyase usted del pueblo, porque aquí corre mucho peligro, le pueden volar la cabeza; por favor, váyase del pueblo.» Un cuñado suyo, al que llamaban el Caliche, tenía el gatillo fácil y fue de los que participaron en dar «paseos» a gente que no era política ni nada; algunos de los que mataron no habían gritado ni un solo viva a la República, pero no les gustaba Franco ni los falangistas.
Las palabras del muchacho le preocuparon y empezó a pensar que lo mejor era irse a otra parte, a Sevilla por ejemplo, donde no lo conocían. Lo habló con su hermano Manuel y su cuñada Lola, que estuvieron de acuerdo.
Un ganadero de la Puebla le comentó que en Sevilla doña Araceli Benjumea Vázquez (1909-1998) tenía una finca con vacas y necesitaba a alguien entendido que se la llevara, y allí se fue. Era un lugar seguro. Doña Araceli se casó en 1933 y había quedado viuda del torero José García Carranza (1902-1936), el Algabeño hijo, que murió en Córdoba en una misión encomendada por de Queipo de Llano. -Araceli Benjumea tuvo su hijo póstumo José García-Carranza Benjumea (1937-) en 1937. José García Carranza era el mayor de cinco hermanos por tanto Araceli como viuda no podía disponer de la parte que le correspondía a su marido y a su hijo póstumo José García-Carranza Benjumea pues su suegro el rico y afamado torero José García Rodríguez ( 1875-1947) Algabeño I falleció en 1947. Únicamente entonces las propiedades de su suegro fueron repartidas con los también herederos sus cuatro cuñados.-
A partir de la sublevación franquista del 18 de Julio de 1936, Felipe González Helguera pasó la guerra medio escondido, trabajando como vaquero para la joven viuda de Araceli Benjumea, mujer del torero El Algabeño hijo, José García Carranza. La familia García Carranza poseía el cortijo del Alamillo en Sevilla y de la Hacienda de la Estrella de Coria del Rio, entre otras fincas.
Al marcharse de la Puebla cortó con su novia Amparo Pineda . Al poco tiempo de trabajar en la vaquería con Dña Araceli Benjumea movilizaron a Felipe González con unos 28 años para que se incorporase al ejército nacional y lo destinaron al cuartel de Ingenieros Zapadores de la Avda de la Borbolla de Sevilla. Allí se presentó, ese mismo día, el coronel “Sánchez Faure”, que ascendería a general durante la guerra; lo reclamó como asistente y le permitió regresar a la vaquería de Doña Araceli Benjumea.
Felipe consideraba que allí, en un tiempo fin y repruebo desatado por la Guerra Civil en España tuvo la fortuna de conocer a Juana Márquez, con la que empezó a hablar con la convicción desde el principio, que se casaría con ella. Efectivamente tras ennoviarse esta pareja vivió muy unida en un largo y fructuoso matrimonio.
Juana Márquez Domínguez, natural de Villarrasa (Huelva) servía también con la Señora Araceli Benjumea (1909-1998) y en esa familia había mucha gente de estudios sobre todo ingenieros, por eso Juana desearía con todas ganas tener un hijos de estudios y a ser posible un gran ingeniero. Felipe se casó con Juana el 29 de julio de 1939 en Iglesia del Corpus Christi de Sevilla. Habían hablado de casarse antes, pero comprendieron que era arriesgado, porque en cualquier momento a él podían llamarlo al frente y le asustaba la idea de dejarla precipitadamente viuda, tal vez esperando un niño. A los cuatro meses de terminar la guerra celebraron la boda. Ese día, el sol cayó como plomo ardiente sobre Sevilla, e incluso en la iglesia del Corpus Christi hacía un calor insoportable cuando los novios se dieron el sí. Después se fueron a tomar tapas y refrescos al bar La Salmantina para celebrarlo con la familia. Empezaban una nueva vida, aunque él seguiría trabajando un año y medio más (hasta 1941 para la viuda del Algabeño) y Juana se dedicaría a sus labores. Se instalaron en el barrio de Heliópolis, en los bloques llamados Sector Sur recién estrenados. Allí nacieron todos sus hijos primero en una habitación de un piso subarrendado en el numero 13 de esos pisos los dos primeros Maruja (1940) y Felipe (1942). Luego se trasladaron al número 8 de la calle Condesa en el mismo núcleo de viviendas, pero ya dispusieron de vivienda propia que estaba en la primera planta y aquí nacieron los otros dos hijos Lola (1945) y Juan María (1950). Los Pisos Municipales estaban junto al Cuartel de Automovilismo de aquella época. Eran dos bloques de tres plantas, en los alrededores había un amplio descampado y la caseta de un guarda, una caseta de la época de la Exposición.
Detrás del bloque de viviendas municipales donde residían los González había otras viviendas adosadas, conocido como «las Casas Baratas», El Sector Sur o pisos municipales estaba constituido por dos bloques de pisos que formaban un espacio amplio articulando dos patios, aunque le llamaban genéricamente «el patio», donde los niños pasaban gran parte del tiempo; incluso tenían una zona ajardinada y era un lugar abierto y espacioso, muy adecuado para que los muchachos jugaran por ejemplo al fútbol. El territorio fuera de las viviendas municipales era amplísimo, incluso quedaban restos de algunas pequeñas trincheras de los tiempos de la Guerra Civil. Fue un espacio de libertad para los juegos de los hijos de Felipe, un espacio que llegaba hasta el paseo de la Palmera, en la salida de Sevilla hacia Cádiz, un enorme campo vacío donde sólo había el colegio Claret a partir de su inauguración en 1946 donde se educaría Felipe González hijo y todo lo demás era campo.
El padre de Felipe González Helguera fue “Pio González Martínez” nació en Valverde de la Sierra (Tierra de la Reina, al noreste de León) el 4 de Mayo de 1874, hijo legítimo de Julián González e Isabel Martínez, abuelos paternos Manuel González y Celestina Casado y maternos Isidoro Martínez y Celestina de Prado, todos naturales de Valverde (Archivo Parroquial, Libro de Bautismos, 1874). Su tatarabuelo paterno figura empadronado como hidalgo en Valverde de la Sierra (León). También, por la parte materna su progenitora fue Florentina Helguera.
Pío González Martínez llegó hasta Villaverde de Trucios (hoy Valle de Villaverde un enclave cántabro en Vizcaya) en busca de trabajo, donde no sólo consiguió colocarse como mozo en una vaquería del pueblo, sino que además se casó con la hija del dueño de la misma Florentina Helguera y, pasados unos años, se trasladó al pueblo de Rasines (Cantabria) donde vivió dedicado también a las vacas y al huerto con la familia que había formado.
Desde muy pequeño Felipe González Helguera seguía el ejemplo y tenía muy buen trato con sus hermanos mayores Manuel, Pedro, Elisardo, aunque con éste muy poco porque murió a los quince años de una pulmonía. La fin de Elisardo hizo que Florentina, su progenitora, cayera en una devota resignación religiosa. Se entregó al fatalismo cristiano, del Dios me lo dio, Dios me lo quitó, y se consolaba confiando en la infinita sabiduría de la Providencia, que conoce la razones.
Los hermanos mayores Felipe González Helguera, Manuel y Pedro, habían ido a probar fortuna a Cuba pero para 1928 estaban de vuelta en Rasines. En 1929.Manuel que tenía algunos ahorros pensó regresar a Cuba saliendo desde el puerto de Cádiz . Su intención era poder pasar por Sevilla y ver la Exposición Iberoamericana de la que tanto se hablaba. Sevilla vivía la euforia del desarrollo económico provocado por la exposición. Cuando llegó Manuel a Sevilla se encontró con un conocido santanderino y hablaron de las posibilidades de trabajo que ofrecía Sevilla. A los pocos días estaba empleado en el pabellón de Argentina. Posiblemente residía en el Barrio de Guadaira muy cerca de la Exposición y donde había alguna familia de santanderinos. La Exposición Iberoamericana era un ir y venir de gente, y en ese ir y venir encontró a Lola, Dolores Cabello, una guapa y alegre muchacha, hija de los dueños de la confitería y el estanco del sevillano pueblo de la Puebla del Río. Siguiendo a Lola Cabello se trasladó a la Puebla a trabajar, ya en asuntos de labranza y ganado. Al cabo de un año de noviazgo hablaron de boda y a primeros de agosto Manuel fue a Santander para comunicárselo a la familia.
A los dieciocho años Felipe González Helguera se fue primero a trabajar en los Astilleros de Santander y luego a Bilbao, en Altos Hornos. Allí formó parte de una cuadrilla de doce hombres haciendo diversas tareas, entre las que estaba cargar hierro.
Manuel se encontró cuando llegó a Rasines con que su hermano Felipe había dejado Altos Hornos y esperaba incorporarse al servicio militar. Manuel regresó a Puebla del Río a principios de septiembre para casarse y unas semanas más tarde, en octubre de 1930, Felipe González Helguera se incorporaba a filas en el cuartel Loyola de San Sebastián. Allí, oyendo a unos y otros y leyendo los periódicos que circulaban por el cuartel, se le fueron metiendo en el pensamiento los aires republicanos que soplaban por toda España, mientras la Monarquía se iba desintegrando.
Manuel consiguió lo que Felipe quería para irse a Sevilla después del servicio militar y no volver a los Altos Hornos de Bilbao. Le decía Felipe que si quería que se fuese con él debería a Sevilla debía arrendar una finquita con siquiera doce hectáreas de terreno para meter vacas y cultivarla con lo que sacarse un buen salario superior al de Bilbao. Manuel rrendó una finca de doce hectáreas en Puebla del Río, en un lugar llamado Puñanilla, muy cerca de la dehesa Puñana, donde estaban los toros bravos de Celestino Cuadri. La finca tenía olivos, no muchos, había un pedazo de viña muy buena con uvas espléndidas, naranjos que daban unas naranjas que se dejaban comer sin ser excesivamente jugosas, y lo demás era tierra de labranza donde sembraban avena y cebada; también tenían vacas, entre diez y quince. El 20 de septiembre de 1932 llegó Felipe González Helguera con 21 años a la Puebla para hacerse cargo junto a su hermano de los cultivos en esa tierra. Inmediatamente comprarían las primeras cinco vacas.
Durante su paso por el cuartel de San Sebastián habían comenzado las inclinaciones ideológicas republicanas de Felipe González Helguera y se encontró que la Puebla, por aquellos años, bullía en apasionados fervores políticos que se dividían en derechas e izquierdas. Allí contribuyó a montar el partido Izquierda Republicana de Azaña, que, de no tener militantes organizados, se convirtió en una sólida formación política con ciento diez militantes que le eligieron a Felipe González Helguera como presidente. El acto público más notable que llevaron a cabo fue trasladarse a Madrid en octubre de 1935 para asistir al gran mitin de su líder Azaña en el campo de Comillas. Los compañeros de la Puebla pasaron tres días de estrepitosa farra política por la capital; se alojaban en una fonda cerca de la Puerta del Sol y entretenían las horas gritando vivas a la República y a Azaña. También Felipe durante ese tiempo fue también miembro del sindicato UGT ocupando el puesto de Presidente de la Casa Del Pueblo de Puebla del Rio (SEVILLA).
El 26 de mayo de 1936 murió de neumonía, a los tres años de edad, su sobrino Felipe, hijo de Manuel y ahijado suyo. Era un torbellino de vida, con unos ojos tan abiertos como si tuvieran prisa por verlo todo. Lo enterraron a las seis y media de la tarde. Lola Cabello , que era creyente, quiso un entierro religioso para su hijo; no hubo misa, el cura bendijo y acompañó el pequeño ataúd blanco hasta el cementerio de la Puebla del Río. Felipe miraba alrededor y le comía la rabia del vacío que le habían hecho sus compañeros de Izquierda Republicana: de los ciento diez que eran no había asistido ni uno.
Felipe se fue a la sede de Izquierda Republicana, entró directamente en el cuarto donde se encontraban varios reunidos, que al verle tan enfurecido le preguntaron: «¿Qué vas a hacer Felipe?» «¿Qué voy a hacer? Darme de baja ahora mismo de Izquierda Republicana.» «¿Qué dices?» «Que me voy a dar de baja ahora mismo, porque ustedes no tienen educación ni sentimientos; no tiene explicación que ninguno haya asistido al entierro de mi sobrino y ahijado.» Entonces uno de los presentes se atrevió a decir: «Es que no lo enterrasteis por lo civil, si lo hubieran enterrado por lo civil hubiéramos estado allí contigo, a tu lado.» Felipe se indignó al oír esas palabras: «¿Y por lo civil por qué? ¿Porque estamos en la República o lo que sea? No señor, su progenitora es católica a más no poder, mi hermano es socialista como sabéis, pero mi hermanó no se interpone a que el niño se entierre por la Iglesia, y yo soy republicano y no me interpongo tampoco, su progenitora lo quiere y se entierra por la Iglesia, ustedes no han ido ni uno, no tienen vergüenza ni sentimientos, no tienen ni una pequeña pizca de humanidad y por eso yo me doy de baja ahora mismo.»
El darse de baja significó cortar toda relación con ellos, con quienes habían sido hasta ese día sus compañeros de ideas políticas. El hecho de abandonar Izquierda Republicana tal vez le salvó la vida. El que entró en su puesto era un muchacho buenísimo –en opinión del dimisionario–, pertenecía a la directiva y le llamaban de apodo el Bote, porque el padre había estado mucho tiempo de encargado en el cortijo El Botinero. A los ocho días del Alzamiento de Franco lo mataron.
El Alzamiento o golpe militar, al fracasar, se convirtió inmediatamente en guerra civil, y ya desde el primer momento puso en marcha un engranaje de represiones y crueldades. La geografía española se convirtió en escenario de las barbaries más descarnadas. Puebla del Río también. A Felipe, como se había dado de baja en Izquierda Republicana, le atosigaban menos, pero continuaba bajo sospecha; los amigos le decían que tuviera cuidado y el padre de su novia de entonces, Amparo Pineda, llegó a recomendarle que se mezclara con algunos falangistas del pueblo, aunque no se hiciera de la Falange, e incluso le comentaba que tampoco le vendría nada mal que se dejara ver por la misa algún domingo.- Más tarde, su novia Amparo Pineda tendría una sobrina por parte de su hermana Lola Pineda la que bautizaron con el nombre de Concha, Concha Romero Pineda de la Puebla del Río también, que sería varios años novia de su hijo Felipe González, sin que el apellido marcase ninguna relación con la futura esposa, Carmen Romero.-
En aquellos días de metralla y odios, en Puebla del Río, como en otros pueblos del entorno, la fin era una posibilidad en cualquier amanecer a orillas del río o en una cuneta. Había un muchacho que trabajaba en las oficinas de la compañía Sevillana de Electricidad en San Juan de Aznalfarache, y este muchacho era un cargo medio de Falange. Él y su mujer tenían una huerta y un pequeño establo con tres vaquillas, una de las cuales se puso mala. La mujer acudió a Felipe González Helguera, que le preguntó por los síntomas y se dio cuenta de que se trataba de la ranilla, la vaca tenía la enfermedad de la ranilla. Le mandó que preparara medio litro de vino blanco y medio de aceite del bueno y lo batiera todo en una jarra o lo agitara dentro de una botella. Él iría pronto, cuando acabara lo que estaba haciendo. Al personarse, no tuvo la menor duda de que la vaca tenía la ranilla trasera. Se trata de una enfermedad en que la sangre se coagula en los riñones, por eso hay que meter la mano y sacársela. Se lavó cuidadosamente las manos con la mezcla de vino y aceite para facilitar el deslizamiento. Lo hizo con rapidez y la vaca quedó limpia, aunque se tumbó retorciéndose en el suelo a causa del dolor agudo e instantáneo.
Felipe González Helguera no quiso cobrarle nada, el Señor Falangista después de comentar los tiempos que corrían, pasó a recomendarle a Felipe sin rodeos: «Váyase usted del pueblo, porque aquí corre mucho peligro, le pueden volar la cabeza; por favor, váyase del pueblo.» Un cuñado suyo, al que llamaban el Caliche, tenía el gatillo fácil y fue de los que participaron en dar «paseos» a gente que no era política ni nada; algunos de los que mataron no habían gritado ni un solo viva a la República, pero no les gustaba Franco ni los falangistas.
Las palabras del muchacho le preocuparon y empezó a pensar que lo mejor era irse a otra parte, a Sevilla por ejemplo, donde no lo conocían. Lo habló con su hermano Manuel y su cuñada Lola, que estuvieron de acuerdo.
Un ganadero de la Puebla le comentó que en Sevilla doña Araceli Benjumea Vázquez (1909-1998) tenía una finca con vacas y necesitaba a alguien entendido que se la llevara, y allí se fue. Era un lugar seguro. Doña Araceli se casó en 1933 y había quedado viuda del torero José García Carranza (1902-1936), el Algabeño hijo, que murió en Córdoba en una misión encomendada por de Queipo de Llano. -Araceli Benjumea tuvo su hijo póstumo José García-Carranza Benjumea (1937-) en 1937. José García Carranza era el mayor de cinco hermanos por tanto Araceli como viuda no podía disponer de la parte que le correspondía a su marido y a su hijo póstumo José García-Carranza Benjumea pues su suegro el rico y afamado torero José García Rodríguez ( 1875-1947) Algabeño I falleció en 1947. Únicamente entonces las propiedades de su suegro fueron repartidas con los también herederos sus cuatro cuñados.-
A partir de la sublevación franquista del 18 de Julio de 1936, Felipe González Helguera pasó la guerra medio escondido, trabajando como vaquero para la joven viuda de Araceli Benjumea, mujer del torero El Algabeño hijo, José García Carranza. La familia García Carranza poseía el cortijo del Alamillo en Sevilla y de la Hacienda de la Estrella de Coria del Rio, entre otras fincas.
Al marcharse de la Puebla cortó con su novia Amparo Pineda . Al poco tiempo de trabajar en la vaquería con Dña Araceli Benjumea movilizaron a Felipe González con unos 28 años para que se incorporase al ejército nacional y lo destinaron al cuartel de Ingenieros Zapadores de la Avda de la Borbolla de Sevilla. Allí se presentó, ese mismo día, el coronel “Sánchez Faure”, que ascendería a general durante la guerra; lo reclamó como asistente y le permitió regresar a la vaquería de Doña Araceli Benjumea.
Felipe consideraba que allí, en un tiempo fin y repruebo desatado por la Guerra Civil en España tuvo la fortuna de conocer a Juana Márquez, con la que empezó a hablar con la convicción desde el principio, que se casaría con ella. Efectivamente tras ennoviarse esta pareja vivió muy unida en un largo y fructuoso matrimonio.
Juana Márquez Domínguez, natural de Villarrasa (Huelva) servía también con la Señora Araceli Benjumea (1909-1998) y en esa familia había mucha gente de estudios sobre todo ingenieros, por eso Juana desearía con todas ganas tener un hijos de estudios y a ser posible un gran ingeniero. Felipe se casó con Juana el 29 de julio de 1939 en Iglesia del Corpus Christi de Sevilla. Habían hablado de casarse antes, pero comprendieron que era arriesgado, porque en cualquier momento a él podían llamarlo al frente y le asustaba la idea de dejarla precipitadamente viuda, tal vez esperando un niño. A los cuatro meses de terminar la guerra celebraron la boda. Ese día, el sol cayó como plomo ardiente sobre Sevilla, e incluso en la iglesia del Corpus Christi hacía un calor insoportable cuando los novios se dieron el sí. Después se fueron a tomar tapas y refrescos al bar La Salmantina para celebrarlo con la familia. Empezaban una nueva vida, aunque él seguiría trabajando un año y medio más (hasta 1941 para la viuda del Algabeño) y Juana se dedicaría a sus labores. Se instalaron en el barrio de Heliópolis, en los bloques llamados Sector Sur recién estrenados. Allí nacieron todos sus hijos primero en una habitación de un piso subarrendado en el numero 13 de esos pisos los dos primeros Maruja (1940) y Felipe (1942). Luego se trasladaron al número 8 de la calle Condesa en el mismo núcleo de viviendas, pero ya dispusieron de vivienda propia que estaba en la primera planta y aquí nacieron los otros dos hijos Lola (1945) y Juan María (1950). Los Pisos Municipales estaban junto al Cuartel de Automovilismo de aquella época. Eran dos bloques de tres plantas, en los alrededores había un amplio descampado y la caseta de un guarda, una caseta de la época de la Exposición.
Detrás del bloque de viviendas municipales donde residían los González había otras viviendas adosadas, conocido como «las Casas Baratas», El Sector Sur o pisos municipales estaba constituido por dos bloques de pisos que formaban un espacio amplio articulando dos patios, aunque le llamaban genéricamente «el patio», donde los niños pasaban gran parte del tiempo; incluso tenían una zona ajardinada y era un lugar abierto y espacioso, muy adecuado para que los muchachos jugaran por ejemplo al fútbol. El territorio fuera de las viviendas municipales era amplísimo, incluso quedaban restos de algunas pequeñas trincheras de los tiempos de la Guerra Civil. Fue un espacio de libertad para los juegos de los hijos de Felipe, un espacio que llegaba hasta el paseo de la Palmera, en la salida de Sevilla hacia Cádiz, un enorme campo vacío donde sólo había el colegio Claret a partir de su inauguración en 1946 donde se educaría Felipe González hijo y todo lo demás era campo.