Anónimo222
Madmaxista
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El ladrillo reaparece en Benidorm por todo lo alto
Benidorm redobla la apuesta. Y apunta cada vez más alto. El consistorio alicantino está culminando la tramitación del plan Ensanche Levante, eque urbanizará una gran
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Benidorm redobla la apuesta. Y apunta cada vez más alto. El consistorio alicantino está culminando la tramitación del plan Ensanche Levante, que urbanizará una gran bolsa de suelo de 57 hectáreas (superficie equivalente a 57 manzanas del Eixample barcelonés), una zona llamada a definir la ciudad nueva. ¿Nueva, o será más de lo mismo?
El plan Ensanche Levante prevé la construcción de 2.200 viviendas (un 30% “públicas”), entre 15 y 20 hoteles y tres centros comerciales en torno a un gran parque de 100.000 m2, en un espacio comunicado con paseos peatonales y viales para cicloturismo (bicis y patinetes) y donde se plantarán 9.500 árboles. Es la superficie más importante libre en el Levante de Benidorn.
El plan es una nueva promesa del llamado urbanismo vertical que ha hecho famosa a Benidorm por su concentración de rascacielos. “Queremos que sea un ejemplo de sostenibilidad”, resume Lourdes Caselles, concejal de Urbanismo y portavoz del PP del Ayuntamiento de Benidorm. “En este caso vamos a dar un paso más; vamos a primar la libertad de altura. Se va a exigir que las edificaciones tengan al menos 20 plantas”, explica Caselles, pertrechada con una retahíla de argumentos.
“Se ha demostrado que el urbanismo vertical es un ejemplo de sostenibilidad, es eficiente y reduce los consumos de energía y de infraestructuras, en comparación a un crecimiento expansivo, horizontal”, dice.
Elogiado por muchos y denostado por otros, el urbanístico vertical pide abrirse paso de nuevo en tiempos de crisis climática tras haber recibido elogios y críticas a lo largo de la historia de Beridorm.
Fue bendecido por el Palacio del Pardo y se convirtió en la innovadora apuesta del primer plan español de ordenación urbana tras la ley de suelo de 1956. Fue atacado como símbolo de desarrollismo y del turismo masivo, y sociólogos como Mario Gaviria o José Miguel Iribas mostraron su fascinación y lo prestigiaron como ejemplo de urbanismo eficiente. Y ahora Benidorm presenta sus credenciales como icono de eficiencia en tiempos de sostenibilidad.
Sus partidarios ensalzan la ciudad vertical porque es compacta, concentra actividades y deja espacios libres entre edificios, en contraposición a la visión anglosajona de la ciudad dispersa, que se extiende en horizontal, con lo cual se multiplica la ocupación del suelo y la necesidad de infraestructuras, comunicaciones y servicios.
Lourdes Caselles defiende que el urbanismo vertical reduce la movilidad y, de hecho, el 70% de los trayectos se hacen a pie en Benidorm. “En la nueva zona se construirán pocos viales para el tráfico rodado para unir las distintas parcelas. Vamos a reducir el tráfico rodado a lo estrictamente necesario”, dice.
“La ciudad dispone de 9,5 km de zonas peatonales, todo queda cerca”, remacha Leire Bilbao, directora de Visit Benidorm, encargada de la promoción turística. Hasta la sarama se recoge de forma más fácil, en solo cuatro horas.
Benidorm ha construido su relato, aprovechando los aciertos de su planificación y adornándolo ahora con la muleta de la sostenibilidad, cuya fraseología maneja el gobierno local con soltura y desparpajo. Avala, además, el nuevo plan parcial que sirva para rescatar una zona ahora marginada (Armanello) y que las normas de edificación destinaron los bajos a comercios, lo que explica su exitoso equilibrio de usos donde la “ciudad y vacaciones” se combina con actividades económicas.
Sin embargo, Joaquín Farinós catedrático de Geografía en la Universidad de Valencia recuerda que pese al “modelo idílico” invocado en Benidorm, los espacios abiertos entre edificios, dibujados para que corriera la brisa, se fueron colmatando con los años, de forma que se perdieron esos pretendidos beneficios. “Ahora lo que se hace es una nueva colmatación del espacio que queda por urbanizar. Es construir más, más y más…”, dice Farinós, quien ve en esta acción la filosofía que supuso la ley de Centros y Zonas de Interés Turístico Nacional de 1963 (y la idea de que “todo el monte era orégano”).
En cambio, ni Lourdes Caselles ni Leire Bilbao ven riesgo de que aumente la masificación. “Que se aprueba el plan parcial no significa que se vaya a construir de manera inmediata. Los promotores que quieran construir casas lo harán si pueden obtener rentabilidad. Hay previstas zonas verdes; para nada será una zona saturada. La playa de Poniente no se llena ni se agosto", dice Bilbao. Con solo 38 km2 de extensión, Benidorm es la tercera ciudad en pernoctaciones de España tras Barcelona y Madrid (con 15 millones en 2023), con 142 hoteles y 90.000 camas que se pueden ocupar. Pasa de 75.000 habitantes a mas 400.000 en verano.
Por eso, Farinós alerta de que “la concentración excesiva y las economías de aglomeración hacen a veces inviable el desarrollo sostenible en la ciudad”. Y también apunta que debe examinarse el cumplimiento de la directiva europea que exige un balance de emisiones cero para los nuevos edificios. Y también invoca la meta planteada por algunos países europeos para lograr un balance de crecimiento urbanístico cero para el 2050.
Para la concejal Caselles, agua y energía son obstáculos subsanables. La Confederación del Júcar estima que existen los recursos hídricos necesarios, aunque Caselles admite que “las azoteas de los edificios no tienen suficiente superficie para colocar las placas para dotar al edificio de suficiente energía”, por lo que apunta la posibilidad de que se puedan instalar en los cristales de los balcones. Si embargo, no cree necesario aprobar una ordenanza para hacerlo obligatorio. “Lo promotores son los primeros en ser conscientes de la necesidad de ahorro de energía”, sostiene.
Ante un crecimiento de la población que se multiplica por cinco en verano, crece el riesgo de masificación, según Fernando Prieto, director del Observatorio Sostenibilidad.
“Si se realiza esta operación urbanística, se aumentará el número de habitantes y de hoteles de forma aún más insostenible, por lo que crecerán de forma significativa los problemas relacionados con la congestión, el abastecimiento de agua y depuración, incluidos los vertidos al mar y gestión de residuos”, vaticina.
“Ésta hubiera sido una buena oportunidad para replantearse el uso de esos más de 500.000 metros cuadrados, que no estaban condenados necesariamente al monocultivo residencial vertical”, según opina dice José Vicente Sánchez Cabrera, profesor de Urbanística en el departamento de Geografía de la Universidad de Valencia.
Para él hubiera sido preferible crear un pulmón verde no condicionado al aprovechamiento urbanístico y elevada edificabilidad “al servicio de la promoción inmobiliaria”, pues la tras*formación de ese espacio “va a depender de su amortización económica a base de colocarlo en el circuito inmobiliario de siempre…”
Diversas voces juzgan que el nuevo plan no desvirtuará un paisaje natural ni tendrá un impacto visual, puesto que la verticalidad y su sky line forman parte de la estampa cultural de Benidorm. “Su imagen ya no es chocante ahora; en todo caso debió serlo en los años 60 ó 70. En cambio, ese mamotreto no tendría sentido en Altea, donde sí se taparía un paisaje singular”, dice Sánchez Cabrera.
Es la prueba, para él, de que no todas las tipologías para levantar edificios encajan en cualquier territorio geográfico, ni es posible extrapolar miméticamente el urbanismo vertical. Otras voces resaltan, por su parte, el “daño a la vista” que causa Benidorm a kilómetros de distancias entrando por la carretera desde Calpe.
Por lo demás, el plan Ensanche Levante no aporta novedades al esquema de éxito propulsado por los touroperadores de Benidorm, capaces de llenar los hoteles con un modelo de turismo considerado “masivo, enlatado, artificial y repetitivo” pero también democrático y de éxito, que echa sus raíces en los tiempos de las primeras vacaciones pagadas y capaz de prolongar los periodos ocupación hotelera.
Por su parte, Carme Miralles, catedrática de geografía urbana de la UAB, ve “mucho marketing” en la propuesta, señala que los centros comerciales obligarán a coger el coche y ve como mejor ejemplo de ciudad compacta el Eixample barcelonés, “sin tanta verticalidad”.
“La ciudad vertical es más eficiente en materia de agua y energía que un crecimiento extensivo. Pero el problema en la Comunidad Valenciana es que se quiere volver al boom inmobiliario. Eso es lo que me preocupa: que se haya olvidado la promesa de otro modelo alternativo y se busque el crecimiento rápido y la promoción inmobiliaria acelerada”, dice Jorge Olcina, catedrático de Geografía de la Universidad de Alacant.
José Vicente Sánchez opina que “los gobernantes de Valencia están fomentando la cultura del ladrillo, como en la época del 2007 y 2008; faltan los tipos de interés bajo, pero las condiciones que se crean son parecidas a las ya experimentadas tiempos atrás”, afirma. Los procesos de flexibilidad en la legislación territorial y urbanística del actual gobierno valenciano van en esa línea, interpreta.
Joaquín Farinós estima que ésta es la herencia del modelo que promovió Eduardo Zaplana como presidente de la Comunidad Valenciana (de hecho, fue alcalde de Bernidorm entre 1991 y 1995), y con cuyo mandato se pasó de una pluralidad de actividades (agricultura, comercio e industria) a un predominio de los intereses del sector turístico y hotelero.
Al frente de la comunidad de Valencia está ahora “una persona que no tiene la misma experiencia ni la misma trayectoria, pero es la misma familia política, orientada también a tras*formar el suelo sobre la base del turismo”.
Según su lectura, a medida que pasa el tiempo y queden en el olvido la crisis causada por la burbuja inmobiliaria (así como la el bichito y la guerra de Ucrania) el turismo, junto con el extractivismo agrario y de los recursos naturales, "será una de las patas en el que se asiente el desarrollo económico, es lo que hemos visto en este país”.
Por eso, en su opinión, “el proyecto responde al viejo modelo” protagonizado por los mismos sectores, “lo cual no significa que no pueda haber ciudades sostenibles, con los servicios ecológicos basados en la naturaleza…”.
Fernando Prieto, director del Observatorio Sostenibilidad, opina que “Benidorm debe hacer un gran anillo verde y para la agricultura alrededor de la ciudad y centrarse en las infraestructuras críticas, como el abastecimiento de agua, la depuración o los residuos, así como en aumentar las zonas verdes en toda la ciudad para prepararse a la elevación de temperaturas y los fenómenos meteorológicos extremos, como inundaciones, sobre todo costeras”.
Javier García Breva, consultor en materia de energía, recuerda que los nuevos edificios que se construyan deben ajustarse a la obligación de presentar un balance de energía casi nulo (es decir que generen tanta energía como la que produzcan). Esto significa que pueden recurrir al autoconsumo con renovables, y deben incorporar la recarga para vehículos eléctricos y con aplicaciones para monitorizar el consumo de energía. “Si los ayuntamientos no ponen estas condiciones estaría incumpliendo el Código Técnico de Edificación”, dice. Y cuando el Ayuntamiento otorgue las licencias, debe incluir también los requisitos sobre revestimientos y aislamientos, añade.
Para saldar las necesidades de energía (ante la falta de espacio en terrazas o tejados), una opción sería crear, en una zona relativamente cercana, una planta de generación con fuentes renovables cuya producción se tras*portaría para ser utilizada a los edificios. “La generación de fotovoltaica en balcones se ha iniciado en Alemania, pero aquí en España aún no ha entrado”, recuerda. “En los edificios de levante hay pocas necesidades de calefacción pero sí de aire acondicionado. Lo que se instale debería ser para consumo eléctrico”, sostiene.