Asurbanipal
Será en Octubre
Bélgica regala pastillas de yodo para protegerse de un accidente nuclear
Las farmacias distribuyen el medicamento gratuitamente desde hoy en todo el país
El jarabe para la tos. El paracetamol para la gripe. Y las pastillas de yodo para el accidente nuclear. El botiquín de los belgas tiene desde este martes un nuevo componente. El plan de seguridad nuclear puesto en marcha por el Gobierno incluye a partir de hoy la disponibilidad gratuita en farmacias de pastillas de yodo en un radio de 100 kilómetros en torno a cada central, lo que en el quinto estado más pequeño de la UE significa que en la práctica, todas las farmacias del país regalan las píldoras al que las solicite. Hasta ahora, su posesión solo llegaba a ser habitual en municipios aledaños a los reactores.
Según las autoridades médicas, sirven para prevenir el cáncer de tiroides en caso de fuga radiactiva, y son especialmente necesarias para menores y mujeres embarazadas o en periodo de lactancia. Pueden seguir siendo efectivas durante una década, y deben tomarse en las 12 horas posteriores a un escape. Con el estreno en la distribución de yodo, las farmacias belgas han amanecido equipadas de millones de tabletas en todo el país para cubrir la demanda. Para obtenerlas, cada ciudadano debe entregar su documento de identidad, que será registrado para evitar que se haga un acopio excesivo e innecesario de tabletas.
"Han venido más de diez personas durante la mañana. Preguntaban cómo tomarlo, los grupos de riesgo y por qué la distribuyen ahora", cuenta Dimitrova Jeni, que atiende al público en una farmacia del barrio europeo. Este martes dispensa yodo por primera vez, y han recibido unas 250 cajas con opción a pedir más cuando se acaben. Frente a ella, un funcionario comunitario que prefiere guardar el anonimato extiende su documentación para hacerse con la medicación. "Temo un accidente o que haya un atentado terrorista contra una central", afirma.
La decisión de distribuir las pastillas ha devuelto a la actualidad el debate sobre la seguridad atómica. Bélgica cuenta con una infraestructura nuclear envejecida que se ha visto sometida a continuos parones de seguridad. En sus instalaciones se han reparado numerosas fisuras que aunque no han provocado ningún incidente de gravedad, han despertado inquietud en la agencia federal responsable de su control. El país contempla el cierre en 2025 de sus dos grandes centrales, Doel en Flandes y Tihange en Valonia, que juntas representan el 30% de la capacidad de producción eléctrica y llevan funcionando desde 1975, pero entretanto, los estados vecinos presionan para acelerar los plazos.
La cercanía de los reactores a Holanda, Alemania y Luxemburgo ha generado un importante movimiento de protesta en las ciudades fronterizas con Bélgica. La localidad germana de Aquisgrán es el epicentro de una insistente corriente que lleva años pidiendo su desmantelamiento, cuyo acto principal tuvo lugar en junio con una cadena humana de más 50.000 personas que se extendió a lo largo de 80 kilómetros, la distancia que separa la central belga de Tihange de la ciudad. Como ahora hace Bélgica, toda una serie de territorios cercanos a las instalaciones ha tomado medidas de protección sanitaria. Aquisgrán inició en septiembre el reparto gratuito de yodo ante el temor a un desastre nuclear. Luxemburgo, también vecino de las obsoletas centrales belgas, anunció el pasado año que 182.000 personas habían retirado sus comprimidos desde 2014. Y Holanda llenó sus estanterías en 2016 con un pedido de 15 millones de píldoras.
Las autoridades de los países fronterizos han tras*mitido al Gobierno belga esa incertidumbre ciudadana. Alemania y Luxemburgo han llegado a plantear el cierre de las plantas, y Holanda y Francia han manifestado su preocupación por la falta de garantías de seguridad. Pero la actividad de las nucleares no solo preocupa entre sus vecinos. Hace poco más de una semana el Ayuntamiento de Lieja aprobó una moción para pedir el cierre inmediato de Tihange 2, el reactor más cercano a la ciudad y uno de los más antiguos.
La tragedia de Fukushima reabrió el debate también en la Unión Europea, cuyos miembros no mantienen una posición única sobre el futuro de esta tecnología. Alemania, la mayor economía de la UE, se ha comprometido a suprimirla en 2022. Francia, la gran potencia atómica europea, planea cerrar 17 de sus 58 centrales antes de 2025. El horizonte belga de apagón nuclear se prevé para ese mismo año, aunque algunos partidos y organismos ponen en duda que la fecha sea realmente viable por dos razones: su coste y el impacto sobre los objetivos de emisiones no contaminantes. Mientras llega el momento de echar el candado, el Gobierno belga extrema la prevención. Si en un principio estableció limitar la distribución gratuita de yodo a un radio de 20 kilómetros de cada reactor, desde este martes ha universalizado el acceso al medicamento antinuclear.
Bélgica regala pastillas de yodo para protegerse de un accidente nuclear | Internacional | EL PAÍS
Las farmacias distribuyen el medicamento gratuitamente desde hoy en todo el país
El jarabe para la tos. El paracetamol para la gripe. Y las pastillas de yodo para el accidente nuclear. El botiquín de los belgas tiene desde este martes un nuevo componente. El plan de seguridad nuclear puesto en marcha por el Gobierno incluye a partir de hoy la disponibilidad gratuita en farmacias de pastillas de yodo en un radio de 100 kilómetros en torno a cada central, lo que en el quinto estado más pequeño de la UE significa que en la práctica, todas las farmacias del país regalan las píldoras al que las solicite. Hasta ahora, su posesión solo llegaba a ser habitual en municipios aledaños a los reactores.
Según las autoridades médicas, sirven para prevenir el cáncer de tiroides en caso de fuga radiactiva, y son especialmente necesarias para menores y mujeres embarazadas o en periodo de lactancia. Pueden seguir siendo efectivas durante una década, y deben tomarse en las 12 horas posteriores a un escape. Con el estreno en la distribución de yodo, las farmacias belgas han amanecido equipadas de millones de tabletas en todo el país para cubrir la demanda. Para obtenerlas, cada ciudadano debe entregar su documento de identidad, que será registrado para evitar que se haga un acopio excesivo e innecesario de tabletas.
"Han venido más de diez personas durante la mañana. Preguntaban cómo tomarlo, los grupos de riesgo y por qué la distribuyen ahora", cuenta Dimitrova Jeni, que atiende al público en una farmacia del barrio europeo. Este martes dispensa yodo por primera vez, y han recibido unas 250 cajas con opción a pedir más cuando se acaben. Frente a ella, un funcionario comunitario que prefiere guardar el anonimato extiende su documentación para hacerse con la medicación. "Temo un accidente o que haya un atentado terrorista contra una central", afirma.
La decisión de distribuir las pastillas ha devuelto a la actualidad el debate sobre la seguridad atómica. Bélgica cuenta con una infraestructura nuclear envejecida que se ha visto sometida a continuos parones de seguridad. En sus instalaciones se han reparado numerosas fisuras que aunque no han provocado ningún incidente de gravedad, han despertado inquietud en la agencia federal responsable de su control. El país contempla el cierre en 2025 de sus dos grandes centrales, Doel en Flandes y Tihange en Valonia, que juntas representan el 30% de la capacidad de producción eléctrica y llevan funcionando desde 1975, pero entretanto, los estados vecinos presionan para acelerar los plazos.
La cercanía de los reactores a Holanda, Alemania y Luxemburgo ha generado un importante movimiento de protesta en las ciudades fronterizas con Bélgica. La localidad germana de Aquisgrán es el epicentro de una insistente corriente que lleva años pidiendo su desmantelamiento, cuyo acto principal tuvo lugar en junio con una cadena humana de más 50.000 personas que se extendió a lo largo de 80 kilómetros, la distancia que separa la central belga de Tihange de la ciudad. Como ahora hace Bélgica, toda una serie de territorios cercanos a las instalaciones ha tomado medidas de protección sanitaria. Aquisgrán inició en septiembre el reparto gratuito de yodo ante el temor a un desastre nuclear. Luxemburgo, también vecino de las obsoletas centrales belgas, anunció el pasado año que 182.000 personas habían retirado sus comprimidos desde 2014. Y Holanda llenó sus estanterías en 2016 con un pedido de 15 millones de píldoras.
Las autoridades de los países fronterizos han tras*mitido al Gobierno belga esa incertidumbre ciudadana. Alemania y Luxemburgo han llegado a plantear el cierre de las plantas, y Holanda y Francia han manifestado su preocupación por la falta de garantías de seguridad. Pero la actividad de las nucleares no solo preocupa entre sus vecinos. Hace poco más de una semana el Ayuntamiento de Lieja aprobó una moción para pedir el cierre inmediato de Tihange 2, el reactor más cercano a la ciudad y uno de los más antiguos.
La tragedia de Fukushima reabrió el debate también en la Unión Europea, cuyos miembros no mantienen una posición única sobre el futuro de esta tecnología. Alemania, la mayor economía de la UE, se ha comprometido a suprimirla en 2022. Francia, la gran potencia atómica europea, planea cerrar 17 de sus 58 centrales antes de 2025. El horizonte belga de apagón nuclear se prevé para ese mismo año, aunque algunos partidos y organismos ponen en duda que la fecha sea realmente viable por dos razones: su coste y el impacto sobre los objetivos de emisiones no contaminantes. Mientras llega el momento de echar el candado, el Gobierno belga extrema la prevención. Si en un principio estableció limitar la distribución gratuita de yodo a un radio de 20 kilómetros de cada reactor, desde este martes ha universalizado el acceso al medicamento antinuclear.
Bélgica regala pastillas de yodo para protegerse de un accidente nuclear | Internacional | EL PAÍS