El Pionero
Alcalde y presidente de Fútbol Paco premium
Pocos reconocen a Beatriz González Rico como Beatriz González Rico. Es Bea la legionaria, participante de la sexta edición de Gran Hermano en 2004. En Getafe, donde reside desde hace siete años, también le saludan como la que fue encargada de una pizzería; la que ponía copas en un bar. "Llevaba yo sola toda la terraza", dice orgullosa a LOC.
Sabe reconocer a un borracho cuando lo ve. "Te lo enciendo yo que llevas una increíble, colega", le suelta a un chico que le pide mechero en el restaurante Lolita. Él le da las gracias arrastrando las palabras y ella continúa contando la historia que más le emociona de su vida.
"Entré a la Legión por mi abuelo. Él fue legionario y él me contó las cosas que hacían... ¿Estás grabando?... No puedo decir qué cosas, pero eran cosas que me gustaban".
Con 18 años decidió entrar en el Centro Militar de Formación, pero no era como cualquiera de sus compañeros. Un año antes había tenido un accidente de moto por el que estuvo 15 días en coma. Tras 12 meses de rehabilitación entró sin ser muy consciente de lo que implicaba aquello que le relató su abuelo: "Era yo misma, 'a mí no me grites, a mí no me tal...' Y me cayeron arrestos por todos lados. En tres meses solo salí un día", explica, en parte orgullosa de su carácter. "Estuve 80 días de arresto antes de jurar bandera (...) Rompí todos los esquemas".
Corría el año 1999 y solo había dos mujeres en la Legión contando con ella. No duró demasiado. La echaron en la instrucción en Murcia. Mes y medio después volvió a probar suerte en la siguiente instrucción. "Y ya me lo sabía todo". La figura del capitán, que no podía gritar... "Pero como veía que me faltaban las fuerzas, le pedía ayuda a mi abuelo [que había muerto unos años antes] y le hice la promesa de que juraría bandera".
A Bea la apodaron "la cinco milímetros" en la Legión porque no llevaba tapón en la oreja derecha cuando disparaba. Ella nunca dijo que dismulaba su sordera, una de las secuelas de su accidente de moto. E.M
La cumplió. El acto solemne tras*currió en Murcia. "Mi padre, nada más salir, me propuso ir a celebrarlo. Me negué, le dije que fuéramos a Madrid". Con el uniforme impoluto (y chapiri incluido) Bea se presentó en el cementerio. "La peña flipaba, una chica vestida de legionaria entrando al cementerio...".
Bea lo cuenta como si hubiera pasado ayer, recuerda cada palabra. Era su rendición. "Le dije textualmente: 'A la orden de usted, se presenta la dama legionaria González Rico destinada al tercer tercio de la Legión, usted muerto, pero yo en la Legión, viva España y los legionarios". Se liberó. "Me quité el chapiri, me solté el pantalón, las botas...". No le cayó una lágrima. "Las promesas hay que cumplirlas... Él me dio la fuerza para hacerlo y yo tenía que ir a agradecérselo. No me podía quitar el uniforme, nada, hasta que no estuviera delante de él".
Cuando se percibe intensa y profunda necesita romper esa imagen: "Y nada, luego me tiré durmiendo todo el día", suelta riéndose. Después de la jura de bandera, tuvo tres semanas de descanso y se fue al cuartel en Almería. Allí se levantaba a las 5 de la mañana cada día. "Viví con todo tipo de gente, luego con un novio que me eché en la Legión... Esa es otra cosa que aprendí: donde metas la olla no metas la p...., fue el principio del fin de todo". Bea se sabe casi todo el refranero español pero para contar lo que vivió ahí dentro no recurre a ninguno. Tampoco quiere contar por qué decidió marcharse: "Se juntaron varias cosas pero nunca diré lo que pasó exactamente". Se lo lleva a la tumba. "Amo la Legión y me fui antes de empezar a odiarla", explica.
Cree que era demasiado joven, señala que quizás debió dejar que pasara más tiempo para recuperarse del accidente antes de entrar. Le da vueltas una y otra vez. Para terminar diciéndose a ella misma que todo pasa cuando tiene que pasar. "Estoy loca, sí, pero esa es la gracia también, ¿no?".
Bea la legionaria posa en Getafe JAVIER BARBANCHO
Decidió pedirse una excedencia para prepararse las oposiciones para Guardia Civil, pero Gran Hermano se cruzó en su vida. "No tenía ni idea de qué iba ese programa", asegura. "Estaba fumando porros con mi novio de ese momento, apareció el anuncio en la tele y me dijo que me presentara. Cuando me terminé el canuto rellené el formulario de preguntas y estuvieron toda la semana llamándome para que fuera a Madrid a hacer el casting". Al final acudió a la cita con el equipo de Gran Hermano en la estación de Chamartín y cambió su vida para siempre. Se despidió de la Legión y de la Guardia Civil. "No puedo hablar de esto, no sé, me pongo mal... Desde que me fui de allí me siento como pez fuera del agua. Nadie me entiende, nadie comparte mis valores", se queja, llorando.
En realidad, sigue unida a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en su sentido más literal. Bea tiene un bombacha con la bandera de España Y un toro en la parte trasera. "Para que me embistan bien", se justifica. "Me acuesto con policías porque son los únicos que no lo cuentan. Es la leche pero a veces se me va de las manos... Uno me puso los grilletes y se me quedó la marca..." El polvo fue hace dos años. "Ahora que me he amado a casi todos los policías de Getafe, si me pasa algo, no llamo al 091 ni de coña".
No teme a la fin, solo a la de su hijo Andrés. "Es lo más bonito que tengo", dice. Tiene su foto en el fondo de pantalla del móvil, casi el único lugar donde no hay una bandera. Deseó que se unieran el 12 de octubre los dos grandes amores de su vida. "Quería que naciera el 12 y estuve toda la noche dando saltos, a ver si provocaba el parto... Nació el 13. Hasta en eso me llevó la contraria".
Bea tiene su vida organizada al milímetro. Bebe al medio día y por la noche, por la tarde solo batidos. No soporta (o no puede) quedarse callada cuando ve algo que considera injusto. De camino al restaurante Lolita de Getafe ve a una pareja paseando a su galgo, cuando este defeca intentan no delatarse mirando el regalito y siguen andando. "¡Que tu perro ha cagao! Pedazo de guarro", les suelta. Él le contesta que no grite. Y entre algún que otro "a que te toco la cara", terminan recogiendo el excremento. "¿Tú lo has visto? Era más grande que mi cosa, será cabrón", explica Bea a los 10 minutos.
Una hora después recuerda el suceso escatológico y lo utiliza como lienzo. Cree que puede resumir su forma de ser: "Creo que a veces soy destructiva, impulsiva, y hablo así porque me da miedo que me destruyan".
Sabe reconocer a un borracho cuando lo ve. "Te lo enciendo yo que llevas una increíble, colega", le suelta a un chico que le pide mechero en el restaurante Lolita. Él le da las gracias arrastrando las palabras y ella continúa contando la historia que más le emociona de su vida.
"Entré a la Legión por mi abuelo. Él fue legionario y él me contó las cosas que hacían... ¿Estás grabando?... No puedo decir qué cosas, pero eran cosas que me gustaban".
Con 18 años decidió entrar en el Centro Militar de Formación, pero no era como cualquiera de sus compañeros. Un año antes había tenido un accidente de moto por el que estuvo 15 días en coma. Tras 12 meses de rehabilitación entró sin ser muy consciente de lo que implicaba aquello que le relató su abuelo: "Era yo misma, 'a mí no me grites, a mí no me tal...' Y me cayeron arrestos por todos lados. En tres meses solo salí un día", explica, en parte orgullosa de su carácter. "Estuve 80 días de arresto antes de jurar bandera (...) Rompí todos los esquemas".
Corría el año 1999 y solo había dos mujeres en la Legión contando con ella. No duró demasiado. La echaron en la instrucción en Murcia. Mes y medio después volvió a probar suerte en la siguiente instrucción. "Y ya me lo sabía todo". La figura del capitán, que no podía gritar... "Pero como veía que me faltaban las fuerzas, le pedía ayuda a mi abuelo [que había muerto unos años antes] y le hice la promesa de que juraría bandera".
A Bea la apodaron "la cinco milímetros" en la Legión porque no llevaba tapón en la oreja derecha cuando disparaba. Ella nunca dijo que dismulaba su sordera, una de las secuelas de su accidente de moto. E.M
La cumplió. El acto solemne tras*currió en Murcia. "Mi padre, nada más salir, me propuso ir a celebrarlo. Me negué, le dije que fuéramos a Madrid". Con el uniforme impoluto (y chapiri incluido) Bea se presentó en el cementerio. "La peña flipaba, una chica vestida de legionaria entrando al cementerio...".
Bea lo cuenta como si hubiera pasado ayer, recuerda cada palabra. Era su rendición. "Le dije textualmente: 'A la orden de usted, se presenta la dama legionaria González Rico destinada al tercer tercio de la Legión, usted muerto, pero yo en la Legión, viva España y los legionarios". Se liberó. "Me quité el chapiri, me solté el pantalón, las botas...". No le cayó una lágrima. "Las promesas hay que cumplirlas... Él me dio la fuerza para hacerlo y yo tenía que ir a agradecérselo. No me podía quitar el uniforme, nada, hasta que no estuviera delante de él".
Cuando se percibe intensa y profunda necesita romper esa imagen: "Y nada, luego me tiré durmiendo todo el día", suelta riéndose. Después de la jura de bandera, tuvo tres semanas de descanso y se fue al cuartel en Almería. Allí se levantaba a las 5 de la mañana cada día. "Viví con todo tipo de gente, luego con un novio que me eché en la Legión... Esa es otra cosa que aprendí: donde metas la olla no metas la p...., fue el principio del fin de todo". Bea se sabe casi todo el refranero español pero para contar lo que vivió ahí dentro no recurre a ninguno. Tampoco quiere contar por qué decidió marcharse: "Se juntaron varias cosas pero nunca diré lo que pasó exactamente". Se lo lleva a la tumba. "Amo la Legión y me fui antes de empezar a odiarla", explica.
Cree que era demasiado joven, señala que quizás debió dejar que pasara más tiempo para recuperarse del accidente antes de entrar. Le da vueltas una y otra vez. Para terminar diciéndose a ella misma que todo pasa cuando tiene que pasar. "Estoy loca, sí, pero esa es la gracia también, ¿no?".
Bea la legionaria posa en Getafe JAVIER BARBANCHO
Decidió pedirse una excedencia para prepararse las oposiciones para Guardia Civil, pero Gran Hermano se cruzó en su vida. "No tenía ni idea de qué iba ese programa", asegura. "Estaba fumando porros con mi novio de ese momento, apareció el anuncio en la tele y me dijo que me presentara. Cuando me terminé el canuto rellené el formulario de preguntas y estuvieron toda la semana llamándome para que fuera a Madrid a hacer el casting". Al final acudió a la cita con el equipo de Gran Hermano en la estación de Chamartín y cambió su vida para siempre. Se despidió de la Legión y de la Guardia Civil. "No puedo hablar de esto, no sé, me pongo mal... Desde que me fui de allí me siento como pez fuera del agua. Nadie me entiende, nadie comparte mis valores", se queja, llorando.
En realidad, sigue unida a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en su sentido más literal. Bea tiene un bombacha con la bandera de España Y un toro en la parte trasera. "Para que me embistan bien", se justifica. "Me acuesto con policías porque son los únicos que no lo cuentan. Es la leche pero a veces se me va de las manos... Uno me puso los grilletes y se me quedó la marca..." El polvo fue hace dos años. "Ahora que me he amado a casi todos los policías de Getafe, si me pasa algo, no llamo al 091 ni de coña".
No teme a la fin, solo a la de su hijo Andrés. "Es lo más bonito que tengo", dice. Tiene su foto en el fondo de pantalla del móvil, casi el único lugar donde no hay una bandera. Deseó que se unieran el 12 de octubre los dos grandes amores de su vida. "Quería que naciera el 12 y estuve toda la noche dando saltos, a ver si provocaba el parto... Nació el 13. Hasta en eso me llevó la contraria".
Bea tiene su vida organizada al milímetro. Bebe al medio día y por la noche, por la tarde solo batidos. No soporta (o no puede) quedarse callada cuando ve algo que considera injusto. De camino al restaurante Lolita de Getafe ve a una pareja paseando a su galgo, cuando este defeca intentan no delatarse mirando el regalito y siguen andando. "¡Que tu perro ha cagao! Pedazo de guarro", les suelta. Él le contesta que no grite. Y entre algún que otro "a que te toco la cara", terminan recogiendo el excremento. "¿Tú lo has visto? Era más grande que mi cosa, será cabrón", explica Bea a los 10 minutos.
Una hora después recuerda el suceso escatológico y lo utiliza como lienzo. Cree que puede resumir su forma de ser: "Creo que a veces soy destructiva, impulsiva, y hablo así porque me da miedo que me destruyan".
Bea la legionaria: "Ahora que me he follado a casi todos los policías de Getafe si me pasa algo no llamo al 091 ni de coña"
Pocos reconocen a Beatriz González Rico como Beatriz González Rico. Es Bea la legionaria, participante de la sexta edición de Gran Hermano en 2004. En Getafe, donde reside desde...
www.elmundo.es