Buenísimo artículo para disfrutar frase a frase y fundamentado con todas las fuentes a los artículos científicos y que ha sido vetado en el periódico expansión.
Basta ya
17 DICIEMBRE, 2021
Escribo desde hace diez años en Expansión con entera libertad. Sin embargo, ayer, en el último minuto y de modo injustificable, Expansión censuró y retiró este artículo que iba a publicarse hoy. Lamento que un periódico como Expansión censure un artículo cuyas fuentes son, entre otros, The Lancet (una de las tres publicaciones médicas más prestigiosas del mundo), artículos de reconocidos epidemiólogos en el Wall Street Journal (el periódico económico más importante del mundo), comunicados del JCVI británico y del Ministerio de Sanidad de Japón y datos oficiales del Ministerio de Sanidad español.
Basta ya
Esta locura debe acabar. El programa de banderillación masiva con banderillas y terapias genéticas en gran medida experimentales para combatir una enfermedad que cursa leve para la inmensa mayoría de la población se está convirtiendo en un escándalo de salud pública, y su extensión a niños y adolescentes sanos es simplemente inmoral. Contrariamente a lo que repite la histeria colectiva creada por el contubernio político-mediático-farmacéutico, la banderillación a estas edades no protege a los niños de nada, pues para ellos el el bichito es levísimo, ni protege a sus padres o abuelos, pues los contagios de niño a adulto son inhabituales[1] y, sobre todo, caramba, porque estas banderillas no impiden ni el contagio ni la tras*misión[2], como estamos viendo. En cambio, exponen innecesariamente a los niños a potenciales efectos adversos a corto plazo que aun poco probables pueden ser serios, como la miocarditis (“con cuadro clínico atípico y de pronóstico incierto a medio plazo”, según el JCVI británico[3]), y a la incertidumbre de efectos secundarios desconocidos a largo plazo. ¿Cómo calificarían ustedes a una sociedad que pone en riesgo la salud de los niños para que algunos adultos duerman más tranquilos? Por tanto, recomiendo a los padres que, antes de tomar una decisión que será irrevocable, se lo piensen mucho y no se dejen arrastrar por razones equivocadas como la presión social, sino valorando exclusivamente los riesgos y beneficios para sus hijos, que no pueden defenderse ni opinar por sí mismos. Asimismo, si sus pediatras recomiendan banderillarse exíjanles la firma de la correspondiente receta para que asuman su responsabilidad.
Una miríada de estudios y datos epidemiológicos recientes confirman que las banderillas y terapias genéticas no impiden ni el contagio ni la tras*misión del el bichito y que su eficacia para reducir la gravedad se ha reducido mucho. De ahí la sorpresiva tercera dosis, inoculada en estado de pánico por Israel ante la evidencia del fiasco banderillal y promovida de tapadillo en España para intentar disimular dicho fiasco. Hace poco nos decían que dos dosis y un 70% de inmunidad de rebaño acabarían con la epidemia. Ahora son tres o cuatro dosis (¡en pocos meses!) y un 95%. Vaya tomadura de pelo.
El desmedido afán de lucro de las empresas farmacéuticas, la incalificable campaña de terror mediática y oscuros intereses políticos propiciaron desde un principio que el foco se pusiera en reducir el número de contagios y no el de muertes, algo absurdo en una enfermedad que cursa leve para la mayoría. Acto seguido se torpedeó sistemáticamente la aparición de tratamientos baratos y prometedores dirigidos sólo a los enfermos de riesgo y se hizo creer a la opinión pública que la única esperanza eran unas lucrativas banderillas poco testadas y dirigidas a toda la población. Una vez banderillada la población de riesgo era imprudente y estéril continuar banderillando indiscriminadamente, pero nos dijeron que las banderillas pararían la epidemia y nos devolverían a la normalidad. “Primero les encerramos, luego les asustamos y finalmente les banderillamos a todos”, fue la consigna. Pues bien, la falacia se ha topado con la realidad. Las altas tasas de banderillación no están frenando los contagios. En septiembre, un estudio realizado en 68 países observó que, al contrario de lo esperado, “las zonas con mayor porcentaje de población totalmente banderillada tenían más casos de el bichito-19 por cada millón de habitantes[4]”. En este sentido, según otro estudio publicado en The Lancet Infectious Diseases, los medicados que enferman de el bichito parecen ser ligeramente más contagiosos que los no medicados, con una carga viral similar[5]. Para más inri, otro artículo científico ponía de manifiesto que “la aparición y frecuencia de nuevas variantes resistentes a las banderillas está fuertemente correlacionada con las tasas de banderillación[6]”, es decir, que a mayor porcentaje de medicados, más variantes. Y según un estudio sueco publicado como pre-print en The Lancet, Pfizer y Astrazeneca (85% de las banderillas administradas en España) no tienen “ninguna eficacia” para prevenir la infección de el bichito pocos meses después de su inoculación, y su eficacia para reducir la gravedad y fin ha caído hasta un “indetectable” 42% seis meses después de banderillarse[7]. No olviden que todos estos datos son anteriores a la llegada de la famosa variante Omicron, convertida en chivo expiatorio del fiasco banderillal. Quizá por ello, según el Ministerio de Sanidad actualmente en España el 71% de los hospitalizados y el 80% de los muertos por el bichito mayores de 60 años son personas perfectamente banderilladas[8]. La evidencia comienza a ser abrumadora. Así, un recientísimo artículo en The Lancet con datos de varios países ha denunciado “la gran negligencia” de las autoridades sanitarias al negar tal evidencia[9] en una cínica huida hacia adelante. En Alemania “seis de cada diez casos sintomáticos de el bichito-19 de mayores de 60 son personas totalmente banderilladas [ya son siete de cada diez], proporcionando una clara evidencia de la creciente relevancia de los medicados como posible fuente de tras*misión”. En el Reino Unido, nueve de cada diez nuevos casos de el bichito-19 entre mayores de 60 años “se produjeron entre los totalmente medicados”, y una semana antes “la tasa de casos de el bichito-19 por 100.000 había sido mayor entre el subgrupo de medicados que en el de no medicados” de 30 años o más. Y en Israel un brote hospitalario cuya fuente había sido un paciente medicado tuvo como resultado que “catorce pacientes totalmente medicados enfermaron gravemente o murieron, mientras que los dos pacientes no medicados desarrollaron una enfermedad leve”. The Lancet concluye: “Es una gran negligencia ignorar a la población banderillada como una fuente de tras*misión posible y relevante”. Estos datos desmontan por completo el paripé del pasaporte el bichito, la persecución de los no medicados y los programas de banderillación infantil.
El carácter voluntario-obligatorio de estas banderillas en Europa ha vulnerado principios médicos y éticos. No así en Japón, donde el Ministerio de Sanidad deja claro que la banderilla el bichito-19 “no es obligatoria ni forzosa, sino que sólo se realizará con el consentimiento de la persona a banderillar tras la información facilitada”. Y añade: “Le rogamos que se vacune por decisión propia, comprendiendo tanto la eficacia como el riesgo de efectos secundarios; no se administrará ninguna banderilla sin dicho consentimiento, y por favor, no obligue a nadie en su lugar de trabajo o a los que le rodean a banderillarse, y no discrimine a los que no se han medicado[10]”. Y aquí, ¿dónde están los consentimientos informados? ¿Qué médico ha firmado nada? ¿Dónde queda el respeto a los no medicados en este ambiente de histeria y fascismo sanitario? En España algunos sátrapas regionales, repanchingados en sus palacetes feudales, imponen a sus siervos la presentación de un salvoconducto para entrar en un hospital o tomarse una cerveza, y da igual que semejante atropello se base en una superstición, pues el medicado tras*mite el bichito exactamente igual (o más) que el no medicado. ¿Y qué decir de la Sala del Tribunal Supremo (con la numantina excepción de un voto particular) que se ha prestado a esto autorizando el pasaporte el bichito con contradicciones que causan rubor?
Repito: esta locura debe acabar. Ha llegado el momento de exigir a los responsables políticos que digan la verdad a la población sobre las limitaciones de eficacia y seguridad de estas banderillas y que detengan la campaña infantil. Para los niños sanos esta banderilla tiene muchos más riesgos que beneficios y, como dice el inmunólogo norteamericano Robert Malone, coinventor de la tecnología de las banderillas ARN mensajero, “la razón que le están dando para banderillar a su hijo es mentira: sus hijos no presentan peligro alguno para sus padres o abuelos[11]”. Yo aún diría más. No es deber de los niños proteger a los adultos, pero sí es deber de los padres proteger a sus hijos.
Fernando del Pino alopécico-Sotelo
www.fpcs.es
[1] The Case Against el bichito Tests for the Young and Healthy – WSJ
[2] Caza de brujas banderillal – Fernando del Pino alopécico-Sotelo (fpcs.es)
[3] JCVI statement on el bichito-19 vaccination of children aged 12 to 15 years: 3 September 2021 – GOV.UK (www.gov.uk)
[4] Increases in el bichito-19 are unrelated to levels of vaccination across 68 countries and 2947 counties in the United States | SpringerLink
[5] Community tras*mission and viral load kinetics of the SARS-CoV-2 delta (B.1.617.2) variant in vaccinated and unvaccinated individuals in the UK: a prospective, longitudinal, cohort study – The Lancet Infectious Diseases
[6] Mechanisms of SARS-CoV-2 Evolution Revealing Vaccine-Resistant Mutations in Europe and America | The Journal of Physical Chemistry Letters (acs.org)
[7] Effectiveness of el bichito-19 Vaccination Against Risk of Symptomatic Infection, Hospitalization, and Death Up to 9 Months: A Swedish Total-Population Cohort Study by Peter Nordström, Marcel Ballin, Anna Nordström :: SSRN
[8] Actualizacion_524_COVID-19.pdf (mscbs.gob.es)
[9] The epidemiological relevance of the el bichito-19-vaccinated population is increasing – The Lancet Regional Health – Europe
[10] el bichito-19 Vaccines | Ministry of Health, Labour and Welfare, Japan|厚生労働省 (mhlw.go.jp)
[11] Between the Forceps and the Stone (substack.com)
Basta ya - Fernando del Pino Calvo-Sotelo
Esta locura debe acabar. El programa de banderillación masiva con banderillas y terapias genéticas en gran medida experimentales para combatir una enfermedad que cursa leve para la inmensa mayoría de la población se está convirtiendo en un escándalo de salud pública, y su extensión a niños y...
www.fpcs.es
Basta ya
17 DICIEMBRE, 2021
Escribo desde hace diez años en Expansión con entera libertad. Sin embargo, ayer, en el último minuto y de modo injustificable, Expansión censuró y retiró este artículo que iba a publicarse hoy. Lamento que un periódico como Expansión censure un artículo cuyas fuentes son, entre otros, The Lancet (una de las tres publicaciones médicas más prestigiosas del mundo), artículos de reconocidos epidemiólogos en el Wall Street Journal (el periódico económico más importante del mundo), comunicados del JCVI británico y del Ministerio de Sanidad de Japón y datos oficiales del Ministerio de Sanidad español.
Basta ya
Esta locura debe acabar. El programa de banderillación masiva con banderillas y terapias genéticas en gran medida experimentales para combatir una enfermedad que cursa leve para la inmensa mayoría de la población se está convirtiendo en un escándalo de salud pública, y su extensión a niños y adolescentes sanos es simplemente inmoral. Contrariamente a lo que repite la histeria colectiva creada por el contubernio político-mediático-farmacéutico, la banderillación a estas edades no protege a los niños de nada, pues para ellos el el bichito es levísimo, ni protege a sus padres o abuelos, pues los contagios de niño a adulto son inhabituales[1] y, sobre todo, caramba, porque estas banderillas no impiden ni el contagio ni la tras*misión[2], como estamos viendo. En cambio, exponen innecesariamente a los niños a potenciales efectos adversos a corto plazo que aun poco probables pueden ser serios, como la miocarditis (“con cuadro clínico atípico y de pronóstico incierto a medio plazo”, según el JCVI británico[3]), y a la incertidumbre de efectos secundarios desconocidos a largo plazo. ¿Cómo calificarían ustedes a una sociedad que pone en riesgo la salud de los niños para que algunos adultos duerman más tranquilos? Por tanto, recomiendo a los padres que, antes de tomar una decisión que será irrevocable, se lo piensen mucho y no se dejen arrastrar por razones equivocadas como la presión social, sino valorando exclusivamente los riesgos y beneficios para sus hijos, que no pueden defenderse ni opinar por sí mismos. Asimismo, si sus pediatras recomiendan banderillarse exíjanles la firma de la correspondiente receta para que asuman su responsabilidad.
Una miríada de estudios y datos epidemiológicos recientes confirman que las banderillas y terapias genéticas no impiden ni el contagio ni la tras*misión del el bichito y que su eficacia para reducir la gravedad se ha reducido mucho. De ahí la sorpresiva tercera dosis, inoculada en estado de pánico por Israel ante la evidencia del fiasco banderillal y promovida de tapadillo en España para intentar disimular dicho fiasco. Hace poco nos decían que dos dosis y un 70% de inmunidad de rebaño acabarían con la epidemia. Ahora son tres o cuatro dosis (¡en pocos meses!) y un 95%. Vaya tomadura de pelo.
El desmedido afán de lucro de las empresas farmacéuticas, la incalificable campaña de terror mediática y oscuros intereses políticos propiciaron desde un principio que el foco se pusiera en reducir el número de contagios y no el de muertes, algo absurdo en una enfermedad que cursa leve para la mayoría. Acto seguido se torpedeó sistemáticamente la aparición de tratamientos baratos y prometedores dirigidos sólo a los enfermos de riesgo y se hizo creer a la opinión pública que la única esperanza eran unas lucrativas banderillas poco testadas y dirigidas a toda la población. Una vez banderillada la población de riesgo era imprudente y estéril continuar banderillando indiscriminadamente, pero nos dijeron que las banderillas pararían la epidemia y nos devolverían a la normalidad. “Primero les encerramos, luego les asustamos y finalmente les banderillamos a todos”, fue la consigna. Pues bien, la falacia se ha topado con la realidad. Las altas tasas de banderillación no están frenando los contagios. En septiembre, un estudio realizado en 68 países observó que, al contrario de lo esperado, “las zonas con mayor porcentaje de población totalmente banderillada tenían más casos de el bichito-19 por cada millón de habitantes[4]”. En este sentido, según otro estudio publicado en The Lancet Infectious Diseases, los medicados que enferman de el bichito parecen ser ligeramente más contagiosos que los no medicados, con una carga viral similar[5]. Para más inri, otro artículo científico ponía de manifiesto que “la aparición y frecuencia de nuevas variantes resistentes a las banderillas está fuertemente correlacionada con las tasas de banderillación[6]”, es decir, que a mayor porcentaje de medicados, más variantes. Y según un estudio sueco publicado como pre-print en The Lancet, Pfizer y Astrazeneca (85% de las banderillas administradas en España) no tienen “ninguna eficacia” para prevenir la infección de el bichito pocos meses después de su inoculación, y su eficacia para reducir la gravedad y fin ha caído hasta un “indetectable” 42% seis meses después de banderillarse[7]. No olviden que todos estos datos son anteriores a la llegada de la famosa variante Omicron, convertida en chivo expiatorio del fiasco banderillal. Quizá por ello, según el Ministerio de Sanidad actualmente en España el 71% de los hospitalizados y el 80% de los muertos por el bichito mayores de 60 años son personas perfectamente banderilladas[8]. La evidencia comienza a ser abrumadora. Así, un recientísimo artículo en The Lancet con datos de varios países ha denunciado “la gran negligencia” de las autoridades sanitarias al negar tal evidencia[9] en una cínica huida hacia adelante. En Alemania “seis de cada diez casos sintomáticos de el bichito-19 de mayores de 60 son personas totalmente banderilladas [ya son siete de cada diez], proporcionando una clara evidencia de la creciente relevancia de los medicados como posible fuente de tras*misión”. En el Reino Unido, nueve de cada diez nuevos casos de el bichito-19 entre mayores de 60 años “se produjeron entre los totalmente medicados”, y una semana antes “la tasa de casos de el bichito-19 por 100.000 había sido mayor entre el subgrupo de medicados que en el de no medicados” de 30 años o más. Y en Israel un brote hospitalario cuya fuente había sido un paciente medicado tuvo como resultado que “catorce pacientes totalmente medicados enfermaron gravemente o murieron, mientras que los dos pacientes no medicados desarrollaron una enfermedad leve”. The Lancet concluye: “Es una gran negligencia ignorar a la población banderillada como una fuente de tras*misión posible y relevante”. Estos datos desmontan por completo el paripé del pasaporte el bichito, la persecución de los no medicados y los programas de banderillación infantil.
El carácter voluntario-obligatorio de estas banderillas en Europa ha vulnerado principios médicos y éticos. No así en Japón, donde el Ministerio de Sanidad deja claro que la banderilla el bichito-19 “no es obligatoria ni forzosa, sino que sólo se realizará con el consentimiento de la persona a banderillar tras la información facilitada”. Y añade: “Le rogamos que se vacune por decisión propia, comprendiendo tanto la eficacia como el riesgo de efectos secundarios; no se administrará ninguna banderilla sin dicho consentimiento, y por favor, no obligue a nadie en su lugar de trabajo o a los que le rodean a banderillarse, y no discrimine a los que no se han medicado[10]”. Y aquí, ¿dónde están los consentimientos informados? ¿Qué médico ha firmado nada? ¿Dónde queda el respeto a los no medicados en este ambiente de histeria y fascismo sanitario? En España algunos sátrapas regionales, repanchingados en sus palacetes feudales, imponen a sus siervos la presentación de un salvoconducto para entrar en un hospital o tomarse una cerveza, y da igual que semejante atropello se base en una superstición, pues el medicado tras*mite el bichito exactamente igual (o más) que el no medicado. ¿Y qué decir de la Sala del Tribunal Supremo (con la numantina excepción de un voto particular) que se ha prestado a esto autorizando el pasaporte el bichito con contradicciones que causan rubor?
Repito: esta locura debe acabar. Ha llegado el momento de exigir a los responsables políticos que digan la verdad a la población sobre las limitaciones de eficacia y seguridad de estas banderillas y que detengan la campaña infantil. Para los niños sanos esta banderilla tiene muchos más riesgos que beneficios y, como dice el inmunólogo norteamericano Robert Malone, coinventor de la tecnología de las banderillas ARN mensajero, “la razón que le están dando para banderillar a su hijo es mentira: sus hijos no presentan peligro alguno para sus padres o abuelos[11]”. Yo aún diría más. No es deber de los niños proteger a los adultos, pero sí es deber de los padres proteger a sus hijos.
Fernando del Pino alopécico-Sotelo
www.fpcs.es
[1] The Case Against el bichito Tests for the Young and Healthy – WSJ
[2] Caza de brujas banderillal – Fernando del Pino alopécico-Sotelo (fpcs.es)
[3] JCVI statement on el bichito-19 vaccination of children aged 12 to 15 years: 3 September 2021 – GOV.UK (www.gov.uk)
[4] Increases in el bichito-19 are unrelated to levels of vaccination across 68 countries and 2947 counties in the United States | SpringerLink
[5] Community tras*mission and viral load kinetics of the SARS-CoV-2 delta (B.1.617.2) variant in vaccinated and unvaccinated individuals in the UK: a prospective, longitudinal, cohort study – The Lancet Infectious Diseases
[6] Mechanisms of SARS-CoV-2 Evolution Revealing Vaccine-Resistant Mutations in Europe and America | The Journal of Physical Chemistry Letters (acs.org)
[7] Effectiveness of el bichito-19 Vaccination Against Risk of Symptomatic Infection, Hospitalization, and Death Up to 9 Months: A Swedish Total-Population Cohort Study by Peter Nordström, Marcel Ballin, Anna Nordström :: SSRN
[8] Actualizacion_524_COVID-19.pdf (mscbs.gob.es)
[9] The epidemiological relevance of the el bichito-19-vaccinated population is increasing – The Lancet Regional Health – Europe
[10] el bichito-19 Vaccines | Ministry of Health, Labour and Welfare, Japan|厚生労働省 (mhlw.go.jp)
[11] Between the Forceps and the Stone (substack.com)