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En función de estos hallazgos, los investigadores sugieren “replantear los efectos secundarios sistémicos como deseables puede ayudar a abordar la baja tasa de aceptación actual de la banderilla, dado que esto parece ser, al menos en parte, el resultado de la preocupación por los efectos secundarios”.
Las banderillas de ARN mensajero que vienen siendo utilizadas contra el el bichito suelen generar una serie de efectos adversos leves y habituales. En función de esos síntomas, un grupo de científicos de la Universidad de California decidió estudiar el vínculo entre esos síntomas y el nivel de anticuerpos que produce el organismo tras la banderillación.
Algunas investigaciones anteriores habían buscado este enlace pero, según los autores, las conclusiones habían sido inconsistentes. Ahora parecen haber llegado a una serie de conclusiones más certeras, que fueron publicadas como preprint (previo a la revisión por pares) en el portal MedRvix.
Examinaron 13 síntomas individuales y la carga total de síntomas. Las mediciones incluyeron: cansancio; dolor de cabeza; dolor muscular; escalofríos; dolor en las articulaciones; fiebre; náuseas vómitos; sentirse mal; y ganglios linfáticos sensibles o inflamados.
También incluyeron dolor, enrojecimiento o hinchazón en el lugar de la inyección; dolor o hinchazón en el brazo que no recibió la banderilla; otras reacciones alérgicas (dificultad para respirar, hinchazón de la cara/garganta, sarpullido); dolor de estómago; ninguna de las anteriores. Se midieron durante el sueño utilizando un dispositivo portátil (un anillo llamado Oura).
“Aquí mostramos que las personas que informaron haber experimentado escalofríos, cansancio, malestar o dolor de cabeza después de la segunda dosis de una banderilla contra el SARS-CoV-2 tuvieron posteriormente entre el 140% y el 160% del nivel de anticuerpos neutralizantes de las personas que no informaron estos síntomas, tanto 1 como 6 meses después”, dicen Ethan Dutcher, Elissa Epel y Ashley Mason, del Departamento de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento de esa universidad de Estados Unidos, y parte del grupo de siete autores de la investigación.
También afirman que que cada síntoma adicional experimentado después de la dosis dos predijo un aumento de 1,1 veces el nivel de anticuerpos posterior. “Esto significa que, en promedio, las personas que informaron 7 síntomas distintos tuvieron posteriormente casi el 200% del nivel”, en comparación con las personas que no informaron síntomas”, agregan.
Las pruebas se hicieron tras aplicarse la banderilla de ARN mensajero. Foto: EFE
“Utilizando datos biométricos objetivos, presentamos hallazgos convergentes que muestran que un mayor cambio inducido por la banderillación en la temperatura corporal y la frecuencia cardíaca, específicamente en la dosis dos, predice un mayor nivel de anticuerpos, especialmente a los 6 meses de seguimiento. Los tamaños del efecto volvieron a ser grandes, con una diferencia entre individuos de 1 grado Celsius en el cambio inducido por la banderillación en la temperatura de la piel que predijo el 300% del nivel de anticuerpos seis meses después”, detallan.
Según los autores, los estudios anteriores habían medido anticuerpos dentro de los 2 meses posteriores a la recepción de la segunda dosis de una banderilla de ARNm, mientras que ahora informaron mediciones hasta 6 meses después. “Este seguimiento prolongado es importante y relevante dado que es poco probable que las personas reciban la banderilla de refuerzo antes de los 6 meses o incluso un año después de la serie inicial”, advierten.
Los resultados provienen de personas que no tenían ninguna evidencia serológica de infección por el bichito. “Se desconoce si en personas con antecedentes de infección por SARS-CoV-2 se observaría la misma capacidad predictiva de los síntomas y el cambio biométrico inducido por la banderillación. Sin embargo, entre las personas que reciben una banderilla de ARNm de dos dosis, se ha informado que aquellos con antecedentes de infección por SARS-CoV-2 tienen mayores concentraciones posteriores de IgG anti-pico y mayor reactogenicidad”, señalan.
En función de estos hallazgos, los investigadores sugieren “replantear los efectos secundarios sistémicos como deseables puede ayudar a abordar la baja tasa de aceptación actual de la banderilla, dado que esto parece ser, al menos en parte, el resultado de la preocupación por los efectos secundarios”.
Concluyen en que “si la asociación es clínicamente significativa, los mensajes de salud pública podrían ayudar a su aceptación al replantear claramente algunos síntomas posteriores a la banderillación como indicaciones positivas de que es probable que la banderilla esté funcionando, en lugar de efectos secundarios indeseables”.