Así se posiciona la ultraderecha española en el conflicto entre Rusia y Ucrania

El primo del Adric

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Hay para todos los gustos y con amigos muy variados. Algunos se deshacen en elogios hacia pilinguin y sueñan con un trasnochado imperialismo ruso; otros se derriten ante las imágenes de neonazis desfilando por las calles de Kiev. Los ultraderechistas españoles son hoy prorrusos, proucranianos o incluso las dos cosas al mismo tiempo.

Vox no se sintió jamás lejos de la Rusia de pilinguin, e incluso tuvo amigos en común. Una investigación publicada en 2019 por OpenDemocracy apuntaba que la junta directiva de CitizenGo, una de las pantallas de Hazte Oír –un grupo ligado hasta hace muy poco a Vox– "incluye a un socio cercano a Konstantin Malofeev, un 'oligarca ortodoxo' que ha sido objeto de sanciones por parte de EE.UU y Europa por haber supuestamente apoyado a la república secesionista pro-rusa del Este de Ucrania".

Uno de los principales socios internacionales de Abascal, el primer ministro húngaro Viktor Orbán, es considerado como uno de los políticos que apoya a Rusia. Ahí empiezan los problemas: Vox también mantiene estrechas relaciones con el primer ministro polaco, Mateus jovenlandesawiecki, archienemigo de Moscú.

El partido de extrema derecha español ha tenido que surfear esas agitadas aguas. Este jueves, obligado por las circunstancias, Vox mostró en Twitter su rechazo hacia el ataque emprendido por Rusia.

"En España la extrema derecha se mueve entre dos aguas en lo relativo a su relación con Rusia y Ucrania, dos países que tienen un papel clave en el rearme ideológico de este espacio político en buena parte del mundo", destaca el investigador Pep Antón Ginesta en uno de los apartados del exhaustivo informe De los neocón a los neonazis. La derecha radical en el Estado español, publicado por la Fundación Rosa Luxemburg y coordinado por el periodista Miquel Ramos.

En esa línea, describe que "por un lado está la familia nacional-bolchevique, encarnada en Alternativa Europea, primero, y un sector del Movimiento Social Republicano (MSR) después". Ambos grupos están ya disueltos, mientras que algunos de sus líderes "impulsan hoy el Movimiento Pueblo".

Ginesta subraya que el editor neonazi Juan Antonio Llopart, cara visible de estas tres organizaciones, "ha mantenido durante años una estrecha relación de amistad con el pensador eurasianista Aleksandr Dugin, cuyas obras Llopart ha traducido al español en varias ocasiones".

Tras el desarrollo de la llamada Cuarta Teoría Política (CTP) por parte de Dugin –convertida en una referencia para grupos ultraderechistas europeos–, "un segmento nada desdeñable del tradicionalismo español se acercó a él y, por ende, al área de influencia de Rusia. Algunos sectores muy minoritarios en Vox y su órbita flirtean con esta aproximación", señala el documento.
El investigador recogió además "los vínculos existentes entre el partido
neofascista Democracia Nacional (DN) y el Movimiento Imperial Ruso, el
primer grupo supremacista blanco en ser declarado organización terrorista
por los EEUU, a través del delegado de la organización en España,
Stanislav Sevchuk".

Ultras por Ucrania
Por otro lado, el autor sitúa "un pequeño elenco de grupos neonazis que, a
diferencia de Dugin y sus seguidores, no se han desprendido del
racialismo de reminiscencias hitlerianas". En esa área se ubican "entornos vinculados a la afición radical del Real Madrid, los Ultras Sur y grupos aliados", así como Hogar Social Madrid (HSM).

"Entre estos colectivos existen vínculos más sólidos con los batallones de voluntarios ucranianos, en parte formados por miembros de grupos de hooligans de los principales equipos de fútbol de Ucrania", relata.

En febrero de 2015, Hogar Social Madrid llevó estas diferencias a una mesa de debate que afloraba extremismo por todos sus ángulos: en aquel encuentro, describe Ginesta, participaron "miembros de la representación del partido Svoboda en España, dos militantes del Pravy Sektor y Enrique J. Refoyo, traductor de Dugin al español, en representación de las tesis eurasianistas".

"El debate se desarrolló en un ambiente claramente proucraniano, con banderas de ese país, del Batallón Azov y dibujos de niños ucranianos sobre el conflicto en el este del Estado colgados en las paredes, junto a una mesa para donar dinero a los paramilitares voluntarios", añade
 
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