MAESE PELMA
me gusta depilarme los huevones y tocármelos
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Por qué me uno a Vox
Como algunos ya saben, hace unas semanas tomé la decisión de unirme a VOX para ayudar en lo que pueda. Lo hice tras meditarlo mucho, porque siempre he sentido una gran sintonía con sus ideas y propuestas, como quien me lee habitualmente quizás haya notado en muchos artículos, pero salí algo cansado de mis experiencias en otros partidos. Lo que me ha hecho decidirme es que últimamente el panorama se está poniendo tan feo que siento la necesidad de hacer todo lo posible por cambiarlo, y espero poder hacer más desde la Vicesecretaría Jurídica de VOX en Baleares que en estos últimos años como Secretario de Sociedad Civil Balear (que continúa siendo una entidad imprescindible por defender el sentido común, la legalidad y la concordia al margen de los partidos, y que animo a apoyar mucho más).
¿Y por qué está tan mal el panorama? Pues miren, hay una crisis larvada desde hace tiempo, que ya se está dejando notar, pero que va a notarse muchísimo más cada año, y a la que apenas se está prestando atención: es la crisis demográfica. Quien quizás sea el mayor experto en la materia, Alejandro Macarrón, estima sobre los datos oficiales del INE que cada generación va a ser, está siendo ya, en torno al 40 o 45% inferior a la precedente. Por cierto, Alejandro es miembro de otra entidad imprescindible con la que colaboro y que también merece mucho más apoyo: el Centro Diego de Covarrubias, que estudia y promueve el liberalismo cristiano.
Semejante caída de la población va a condicionar el resto de nuestras vidas, y la insostenibilidad del sistema de pensiones es sólo el primero de los gravísimos problemas que tendremos que afrontar. Y el único partido que alerta y trata de combatir este problema es VOX. Los demás, o lo ignoran o, aún peor, impulsan o colaboran con políticas que lo agravan.
Porque los motivos son en parte económicos, y las propuestas económicas de VOX son con diferencia las mejores: atajar el despilfarro, frenar el déficit y la deuda públicos, reformas estructurales de calado y en la dirección correcta, facilitar la actividad económica, tomar las medidas necesarias para asegurar energía y alimentos baratos y sin depender de terceros países, y un largo etcétera.
Pero cuando la economía iba aceptablemente bien, antes de la crisis inmobiliaria, tampoco había nacimientos suficientes. Las verdaderas causas son culturales. Y la mayoría de las nuevas leyes y políticas, encuadradas en la funesta Agenda 2030, coadyuvan a la reducción de población, entre otras consecuencias nefastas. Y sólo VOX se opone.
El feminismo radical de tercera ola y la ‘violencia de género’ discrimina a la mitad de la población simplemente por su sesso. Termina con la igualdad ante la ley y la presunción de inocencia. Disuade de formar matrimonios y contribuye a destruir familias, reduciendo así los nacimientos.
El adoctrinamiento LGBTI está elevando los porcentajes de niños gayses y tras*. Una cosa es el respeto que todo ser humano merece, por supuesto, y otra promover con el dinero público conductas dañinas para la sociedad y para los propios afectados. Al mismo tiempo se hipersexualiza a los niños, a través de una educación sensual concebida para animar a la promiscuidad prematura, y, en general, mediante un ambiente cultural inmoral.
El aborto, por supuesto, es indispensable para asegurar que esa frenética actividad sensual banalizada no tendrá consecuencias indeseadas. Por eso lo defienden con furia irracional, sin importar las vidas destruidas. En cuanto a la eutanasia, es una vía que paulatinamente irá ganando fuerza para deshacerse de ancianos y enfermos que no va a ser posible atender, porque no habrá jóvenes para ello. La pedirán libremente, sí. ¡Porque no tendrán alternativa!
El catastrofismo ecologista, exagerando las consecuencias de un cambio climático que siempre ha existido, y que se atribuye arbitrariamente al hombre y a un gas no contaminante, nos aboca a costes enormes que podrían dedicarse a problemas reales. Entre otras cosas, implica el encarecimiento brutal de la energía y de los alimentos, e incluye propaganda para no tener hijos con tal de ‘salvar el planeta’. Como si estuviera en peligro.
La inmi gración de millones de fiel a la religión del amores a Europa, facilitada al margen de la ley, pretende diluir las respectivas culturas e imponer el nihilismo materialista que ha pasado a dominar lo que antes denominábamos ‘Occidente’, y que evidentemente no contribuye a tener hijos, sino todo lo contrario.
Todas estas políticas se imponen en la educación, al tiempo que se está rebajando cada vez más la exigencia, infantilizando a la población. Todas se promueven en unos medios de comunicación que coinciden en lo básico. Todas se financian generosamente con fondos públicos, nacionales e internacionales. Y todas están arruinando nuestra sociedad, convirtiéndonos en seres egoístas que ni siquiera son capaces de reproducirse.
No cabe sino resistir con todas las fuerzas este constante atropello, porque nos conducen hacia una sociedad sin humanidad ni libertad. Y por ello me uno a VOX. Mis ideas están recogidas por escrito en un libro desde 2015: cristianismo y liberalismo. En el momento en que VOX deje de servirlas, no tendré inconveniente en abandonarlo, y animo a todos a hacer lo mismo. Estoy convencido de que éste es el único medio político para conseguir una sociedad mejor: lejos de forofismos, apoyar al partido que en cada momento tenga las propuestas que la sociedad necesita. Y ahora, sólo queda VOX.
Como algunos ya saben, hace unas semanas tomé la decisión de unirme a VOX para ayudar en lo que pueda. Lo hice tras meditarlo mucho, porque siempre he sentido una gran sintonía con sus ideas y propuestas, como quien me lee habitualmente quizás haya notado en muchos artículos, pero salí algo cansado de mis experiencias en otros partidos. Lo que me ha hecho decidirme es que últimamente el panorama se está poniendo tan feo que siento la necesidad de hacer todo lo posible por cambiarlo, y espero poder hacer más desde la Vicesecretaría Jurídica de VOX en Baleares que en estos últimos años como Secretario de Sociedad Civil Balear (que continúa siendo una entidad imprescindible por defender el sentido común, la legalidad y la concordia al margen de los partidos, y que animo a apoyar mucho más).
¿Y por qué está tan mal el panorama? Pues miren, hay una crisis larvada desde hace tiempo, que ya se está dejando notar, pero que va a notarse muchísimo más cada año, y a la que apenas se está prestando atención: es la crisis demográfica. Quien quizás sea el mayor experto en la materia, Alejandro Macarrón, estima sobre los datos oficiales del INE que cada generación va a ser, está siendo ya, en torno al 40 o 45% inferior a la precedente. Por cierto, Alejandro es miembro de otra entidad imprescindible con la que colaboro y que también merece mucho más apoyo: el Centro Diego de Covarrubias, que estudia y promueve el liberalismo cristiano.
Semejante caída de la población va a condicionar el resto de nuestras vidas, y la insostenibilidad del sistema de pensiones es sólo el primero de los gravísimos problemas que tendremos que afrontar. Y el único partido que alerta y trata de combatir este problema es VOX. Los demás, o lo ignoran o, aún peor, impulsan o colaboran con políticas que lo agravan.
Porque los motivos son en parte económicos, y las propuestas económicas de VOX son con diferencia las mejores: atajar el despilfarro, frenar el déficit y la deuda públicos, reformas estructurales de calado y en la dirección correcta, facilitar la actividad económica, tomar las medidas necesarias para asegurar energía y alimentos baratos y sin depender de terceros países, y un largo etcétera.
Pero cuando la economía iba aceptablemente bien, antes de la crisis inmobiliaria, tampoco había nacimientos suficientes. Las verdaderas causas son culturales. Y la mayoría de las nuevas leyes y políticas, encuadradas en la funesta Agenda 2030, coadyuvan a la reducción de población, entre otras consecuencias nefastas. Y sólo VOX se opone.
El feminismo radical de tercera ola y la ‘violencia de género’ discrimina a la mitad de la población simplemente por su sesso. Termina con la igualdad ante la ley y la presunción de inocencia. Disuade de formar matrimonios y contribuye a destruir familias, reduciendo así los nacimientos.
El adoctrinamiento LGBTI está elevando los porcentajes de niños gayses y tras*. Una cosa es el respeto que todo ser humano merece, por supuesto, y otra promover con el dinero público conductas dañinas para la sociedad y para los propios afectados. Al mismo tiempo se hipersexualiza a los niños, a través de una educación sensual concebida para animar a la promiscuidad prematura, y, en general, mediante un ambiente cultural inmoral.
El aborto, por supuesto, es indispensable para asegurar que esa frenética actividad sensual banalizada no tendrá consecuencias indeseadas. Por eso lo defienden con furia irracional, sin importar las vidas destruidas. En cuanto a la eutanasia, es una vía que paulatinamente irá ganando fuerza para deshacerse de ancianos y enfermos que no va a ser posible atender, porque no habrá jóvenes para ello. La pedirán libremente, sí. ¡Porque no tendrán alternativa!
El catastrofismo ecologista, exagerando las consecuencias de un cambio climático que siempre ha existido, y que se atribuye arbitrariamente al hombre y a un gas no contaminante, nos aboca a costes enormes que podrían dedicarse a problemas reales. Entre otras cosas, implica el encarecimiento brutal de la energía y de los alimentos, e incluye propaganda para no tener hijos con tal de ‘salvar el planeta’. Como si estuviera en peligro.
La inmi gración de millones de fiel a la religión del amores a Europa, facilitada al margen de la ley, pretende diluir las respectivas culturas e imponer el nihilismo materialista que ha pasado a dominar lo que antes denominábamos ‘Occidente’, y que evidentemente no contribuye a tener hijos, sino todo lo contrario.
Todas estas políticas se imponen en la educación, al tiempo que se está rebajando cada vez más la exigencia, infantilizando a la población. Todas se promueven en unos medios de comunicación que coinciden en lo básico. Todas se financian generosamente con fondos públicos, nacionales e internacionales. Y todas están arruinando nuestra sociedad, convirtiéndonos en seres egoístas que ni siquiera son capaces de reproducirse.
No cabe sino resistir con todas las fuerzas este constante atropello, porque nos conducen hacia una sociedad sin humanidad ni libertad. Y por ello me uno a VOX. Mis ideas están recogidas por escrito en un libro desde 2015: cristianismo y liberalismo. En el momento en que VOX deje de servirlas, no tendré inconveniente en abandonarlo, y animo a todos a hacer lo mismo. Estoy convencido de que éste es el único medio político para conseguir una sociedad mejor: lejos de forofismos, apoyar al partido que en cada momento tenga las propuestas que la sociedad necesita. Y ahora, sólo queda VOX.