Arlindo 'Relindo' el forzadOR DE PIRÁMIDES VIVE EN Valencia de Alcántara, CÁCERES. 140 víctimas

SeñorDonLoco

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Arlindo Luis Carbalho, condenado a 514 años por violar a 35 mujeres, en cerca de 140 ataques sensuales, ha regresado al pueblo donde pasó su infancia. Las chicas le llamaban "Arlindo Relindo".

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El sábado día 21 de enero recuperó la libertad. Está considerado el mayor forzador en serie de la historia criminal de España. Durante nueve años tuvo en jaque a la policía. Se apostaba a la salida de las estaciones de metro, autobús e hipermercados. Elegía a la víctima y la seguía discretamente hasta el momento del asalto, procurando que fueran lugares poco visibles.

En otras ocasiones aprovechaba para coincidir con ellas en los ascensores y, una vez dentro, las amenazaba con un cuchillo. Lo colocaba a la altura de la garganta, principalmente, o de la espalda. “Si gritas, te mato”, era la amenaza.

Después se las llevaba andando por la calle hasta un parque poco concurrido o un descampado. Las obligaba durante el camino a que le cogieran de la cintura a fin de pasar más desapercibidos. Les decía “agárrame por la espalda, como si fuéramos novios”. Cuando llegaban al lugar elegido las violaba de inmediato.

Pirámides es la zona madrileña en la que cometió sus primeras fechorías, dado que acudía allí a esperar a su mujer. Llegaba tres horas antes de que saliera a las 11 de la noche. Tiempo que dedicaba a elegir a sus víctimas y forzarlas. Tras hacerlo en una veintena de ocasiones y saltar la alarma trasladó su campo de acción a otros barrios y municipios próximos como Getafe, Alcorcón, Leganés y Móstoles.

APRETADO Y VIOLENTO HISTORIAL

Arlindo Luis Carbalho Corbero es un individuo acomplejado desde pequeño. Se crio en un ambiente rural, en una familia humilde dedicada al pastoreo. Convivían en el mismo domicilio abuelos, hijos y nietos. Su era padre alcohólico y propiciaba un ambiente violento.

De complexión normal y pelo castaño, su físico no era muy agraciado. A causa de su pronunciada nariz era motivo de bromas desde sus tiempos de colegial. Uno de sus testículos es más pequeño que el otro, lo que incrementaba su trauma. Sus compañeras le llamaban con sorna “Arlindo Relindo”.

Su despecho le empujó a satisfacer su deseo sensual por la fuerza. A poseerlas, a imponer su autoridad bajo amenaza de fin. De modo despiadado. Sólo debía esperar el momento y el sitio.

Empezó a actuar con 23 años, eran tantos los ataques que llevó a cabo que la policía pensó que había varios forzadores

La capital de España era el lugar adecuado, dada su extensión y carácter de metrópoli. Podría pasar más desapercibido. Llegó a esta ciudad a finales de los años 80. Se colocó como vigilante de seguridad en Mercamadrid. Después trabajó como tras*portista e instalador de gas. Contrajo matrimonio y tuvo dos hijas. Persona de trato agradable, se granjeó simpatías con compañeros y vecinos. La situación ideal para actuar sin levantar sospechas.

Empezó a actuar en 1988, a la edad de 23 años. Procuraba no dejar ninguna pista. Eran tantos los ataques que llevó a cabo que la policía pensó que se trataba de varios forzadores. Se ocultó, en parte, dicha situación, como tantas veces viene ocurriendo con este y otros tipos de crímenes para que no cunda la alarma entre la población. Pero se ignora el principio de que conocer el crimen es la mejor forma de combatirlo.

Es lo que le ocurrió a una chica de 17 años a la que forzó en El Retiro. La muchacha reconoció posteriormente que, de haber estado alertada sobre la existencia de un temible depredador, no hubiera andado a esas horas por el parque.

140 ATAQUES sensuales

Un criminal consciente de sus actos. Al sospechar que la policía le empezaba a seguir de cerca, incluso la prensa publicó los numerosos asaltos que se venían produciendo en Pirámides, cesó su actividad por una temporada. Incluso, para evitar ser reconocido, se dejó barba y se cortó abundantemente el pelo. Actitud que demuestra que podía vencer sus compulsiones sensuales.

Al tiempo volvía a las andadas. De modo incesante. Pero cambiando de escenario geográfico. Muy seguro de sí mismo, como caracteriza a este tipo de forzadores en serie. Actuaba de modo canónico, eligiendo a sus víctimas conforme a unas características. Siempre jóvenes y de buena presencia. A casi todas las víctimas les robaba el dinero y las joyas. Amenazas e insultos completaban su acción.

La fortuna dejó de acompañarle gracias no a los investigadores, sino a una joven de 20 años que actuó con presteza. Ocurrió el día de Navidad de 1996. Cuando accedía al ascensor de su casa en Leganés vio cómo un sujeto, que despertó sus sospechas, entraba apresuradamente a la par que ella. Detectó algo extraño en su mirada. Antes de apretar el botón para ascender preguntó al desconocido a qué planta subía. Le respondió que a la segunda.

Respuesta que le confirmó las sospechas, dado que se trataba oficinas y, por ser jornada festiva, no había nadie. De inmediato pegó una patada a la puerta y salió corriendo. El sujeto, sorprendido por dicha reacción, también huyó en dirección a la calle. Montó en su coche y abandonó disparado la zona. A la joven, que se había escondido en una esquina, le dio tiempo a memorizar la matrícula.

Denunció el hecho en comisaría, pero inicialmente no le dieron mayor importancia. Cómo no había existido el asalto, por una simple sospecha no cabía la denuncia. Al menos es lo que pensaron los funcionarios que la atendieron.

Las pruebas de ADN del leche que les dejó en las prendas íntimas a sus víctimas pusieron fin a su trayectoria criminal

Tal fue la insistencia de la joven que unos agentes salieron en busca del sospechoso. Lógicamente no se encontraba por los alrededores del edificio, pero un hombre que estaba en un parque cercano había visto salir corriendo a ambos. Dio la pista del fugitivo: se fue en un automóvil Opel Kadett blanco.

Las indagaciones policiales condujeron a la localización. Le informaron que debía acudir a comisaría para hacerse unas fotos con destino al Documento Nacional de Identidad. Después, como no había cargos en su contra, le dejaron marchar, pero siguiéndole los pasos.

Los retratos fueron mostrados a la posible víctima. Lo reconoció de inmediato. Similar ocurrió con varias forzadas. “La primera en verlos ni siquiera habló, simplemente se derrumbó y lloró”, recuerda uno de los policías que intervino en el caso.

Al poco era detenido en la vivienda de sus suegros. Ruedas de reconocimiento, testimonio de las agredidas y, sobre todo, las pruebas de ADN del leche que les dejó en las prendas íntimas pusieron fin a su trayectoria criminal. Reconoció 140 ataques sensuales a mujeres.

Alegó que las violaba para vengarse de las humillaciones que creyó sentir por parte de sus compañeras de colegio. Por ello las elegía de 17 a 22 años y de características físicas parecidas.

En 1994 raptó a dos mujeres, progenitora e hija, a la primera la encerró en un maletero mientras violaba a la segunda


Los ataques que llevaba a cabo destacaban por su crueldad y violencia, como el que sufrieron una progenitora y su hija. A principios de 1994 trabajaba como instalador de aparatos de gas a domicilio. Andaba por Alcorcón haciendo unos encargos. Las raptó a punta de navaja en el aparcamiento de un centro comercial. Las obligó a subir al coche en que ellas habían ido de compras.

Fueron hasta un descampado. Metió a la progenitora en el maletero –en el forcejeo ésta se llevó un pinchazo– y al lado del vehículo violó en el suelo a la chica, de 15 años, mientras escuchaba los lamentos de la señora. Dos horas de inacabable sufrimiento para ambas.

Hechos que ponen de relieve una frialdad extrema. Hubo casos en que no consumó la violación. Así, en puertas del verano de 1996 pidió un cigarrillo a una joven. En pleno centro de Madrid. En un descuido de ella le puso la navaja en el cuello. “No grites y agárrame como si fuéramos novios” fue la orden. La obligó a montar en su automóvil y la llevó hasta un descampado, donde comenzó a manosearla. Al ver que oponía resistencia la amenazó con una jeringuilla. La sobó cuanto quiso y después le permitió irse, pero amenazándola de fin si lo denunciaba.

EN EL JUICIO SE DECLARÓ INOCENTE

La vista se celebró en la Audiencia Provincial de Madrid, presidido por la juez Pilar Oliván. El acusado, que entonces tenía 31 años, se mostró arrogante.

–Señoría, me niego a declarar si los periodistas me hacen fotos.


Actitud que se quebró cuando su abogado de oficio, Carlos de la Cruz, le hizo rememorar sus traumas de la infancia, en la que basaba su defensa, entre ellos el miedo que le despertaban las mujeres. Echó a llorar y manifestó que de siempre había sentido una gran timidez en su relación con ellas, aunque indicó que merecen respeto y que nunca pretendió causarles daño. Reconoció que, aparte de los seguimientos, había efectuado llamadas telefónicas “como quien juega a una máquina recreativa y termina enganchado".

No admitió ser el autor de los 43 asaltos. Tan sólo su irrefrenable afición a perseguir a mujeres por las que se sentía atraído.

–Cuando me detuvieron sentí un gran alivio, y me dije: Ya no podré hacerlo más.


–¿Ha tenido usted algún problema sensual?, le inquirió el fiscal, Justino Zapatero.

–No sé. Según he leído en la prensa a los 18 años le toqué el pecho a una chica de mi pueblo *–volvió a recurrir a la ironía.

–¿Qué tiene usted que decir de todo lo oído (del relato de hechos leído por la secretaria del tribunal)? –le preguntó el fiscal.

–Me encuentro como si estuviera en una plaza en la que están tirando bombas. Yo no soy de piedra, tengo hijas y siento dolor.

–¿Pero ha participado usted en esos hechos?

–Que yo sepa, no.

Ante tal negativa el acusador le inquirió sobre sus anteriores declaraciones en las que admitía ser el autor de múltiples asaltos.

–Quiero que alguien me diga cuándo he dicho yo eso. Sólo recuerdo haber seguido a mujeres, nada más.

El fiscal seguía insistiendo. Le mostró documentos.

–Si firmé fue por la situación en la que me hallaba: detenido, con mi mujer a punto de dar a luz. Me dijeron que si reconocía las violaciones me dejarían verla y firmé todo lo que la policía me puso delante.

La estrategia habitual de muchos delincuentes. Decir que han sido forzados física o psicológicamente durante los interrogatorios. Pero las pruebas por violación eran irrefutables.

La sentencia establecía que no era un enfermo mental incapaz de distinguir el bien o el mal, sabía seleccionar a sus presas

Fue condenado a 514 años de presidio como autor de 35 violaciones, entre otros delitos. También a indemnizar a sus víctimas con cantidades que oscilan entre el millón y los tres millones de pesetas, aunque fue declarado insolvente. El máximo tiempo que podía permanecer encarcelado era de 20 años, tope legal establecido para estos delitos conforme al anterior código penal. De ahí que hace unos días recobrara la libertad.

La sentencia establecía que su comportamiento sensual compulsivo no le convierte en un enfermo mental incapaz de distinguir entre el bien y el mal. Sabía seleccionar a sus presas y cesaba en su actividad cuando vislumbraba peligro.

En prisión alardeó ante otros reclusos del casi centenar y medio de agresiones sensuales que había realizado. Algo a veces habitual en este tipo de delincuentes. Así, tiempo atrás Manuel Delgado Villegas, el Arropiero, y José Antonio Rodríguez Vega, el forzador de la Moto, discutían sobre quién de los dos había consumado más delitos.

En la guandoca se jactaba de su historial, el día que llegó a su celda dos reclusos le empujaron dentro dándole abrazos


A raíz del asesinato de este último en la guandoca, que había estrangulado en Santander, en el corto periodo de 1987 a 1988, a 16 mujeres de entre 70 y 80 años, por lo que también era conocido como el Mataviejas, se activó el protocolo de seguridad en la de Valdemoro. Arlindo había llegado dos días antes jactándose de su historial delictivo y, cuando iba a entrar en la celda, dos reclusos encapuchados le empujaron dentro propinándole varios abrazos en la cara.

El pasado fin de semana dejó atrás los barrotes. Vuelve a la calle. Tiene 51 años. Instituciones Penitencias ha comunicado que no se ha tomado ninguna medida preventiva en torno suyo. La prisión permanente revisable, conforme al nuevo código penal, no tiene carácter retroactivo, por lo que no le afecta. Es libre por completo.

Tras abandonar la guandoca ha encaminado sus pasos a Valencia de Alcántara, un pueblecito de Cáceres donde vive su progenitora. Allí tras*currió su infancia y juventud. Se desconoce si se establecerá en dicha localidad, donde ha cundido la preocupación entre un sector femenino mientras que otro se muestra partidario de darle una oportunidad.

De nuevo surge la polémica en torno a la rehabilitación de este tipo de delincuentes, sobre todo a si es posible su reinserción social. A raíz de que unos cuantos asesinos fueran liberados en el año 2013 en aplicación de la Ley Parot, varios fueron detenidos pronto ingresando nuevamente en prisión, alguno de ellos con un nuevo crimen a sus espaldas.

El famoso psiquiatra forense José Antonio García-Andrade, que trató a casi dos centenares de sexópatas y sexodependientes, todos delincuentes, afirmaba que “reinciden más del 77 por ciento, descendiendo esta posibilidad al aumentar la edad”.

El futuro de “el forzador de Pirámides”, gran incógnita. Puede volver, quizá, la pesadilla para muchas mujeres.

Un depredador en libertad: así se convirtió Arlindo 'Relindo' en el forzador de Pirámides

"No necesito la castración química. Puedo contenerme", sostiene el forzador de Pirámides

“Estoy recuperado. No puedo decir que al 100% porque mi proceso de rehabilitación debe continuar de por vida, pero puedo vivir en sociedad" / "La gente de este pueblo, donde siempre viví hasta que con 23 años me mudé a Madrid a trabajar, no tienen que temerme” / "Sé que cometí un error. Pero en aquel tiempo no era yo".

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Eran las 9.20 de la mañana del pasado sábado cuando Arlindo Luis Carbalho, de 51 años, se subía al coche de su sobrino Antonio, que lo estaba esperando a la salida de la prisión de Cáceres. Llevaba un macuto al hombro. Dentro, su ropa y algunas otras pertenencias.

Cuando dio con sus pies en la calle, a su espalda quedaron 20 años íntegros de condena para el conocido como ‘el forzador de Pirámides’, el hombre que agredió sexualmente a 35 mujeres entre 1988 y 1996. Fueron casi nueve años en los que trajo de cabeza a la Policía Nacional en Madrid y sus alrededores, donde cometió todas las violaciones.

Tras subirse en el vehículo de su sobrino, Arlindo se trasladó por carretera hasta el hogar de su progenitora, Rosa. La vivienda está ubicada a la espalda del castillo de Valencia de Alcántara, una localidad cacereña de 5.000 habitantes situada a 12 kilómetros de Portugal, de donde proceden sus padres. Se trata de una casa con de derechasda encalada y con techos de teja.
Valencia de Alcántara es una localidad cacereña a 12 kilómetros de Portugal.

Valencia de Alcántara es una localidad cacereña a 12 kilómetros de Portugal.

Desde hace seis días el expresidiario vive aquí junto a la mujer que la trajo al mundo, una señora menuda y de pómulos encogidos, de 86 años, que viste una bata azul cuando abre la puerta. Sucede este viernes, a la una de la tarde, cuando Arlindo acepta sentarse con EL ESPAÑOL y habla durante 45 minutos con el periodista.

Arlindo, que lleva vaqueros y un forro polar marrón sobre una camiseta azul de cuello alto, se acomoda en un sofá de un pequeño comedor. Hay una mesa redonda vestida con una enagua estufa. A sus pies prende un brasero que ayuda a combatir el intenso frío que hace en la calle. Viene de hacer la compra. Tiene el pelo y la barba encanecidos.
La vuelta de Arlindo a su pueblo

-Siéntate, no te preocupes. Hablemos con tranquilidad.

A la espalda de Arlindo, en un mueble con estanterías, se observan fotos de sus padres, Rosa y Antonio, y también de la juventud de este hombre que está ahí enfrente, a menos de un metro…

A los vecinos de Valencia de Alcántara no les ha sentado nada bien la vuelta de Arlindo al pueblo. En la localidad en la que creció hay miedo. Piensan que puede volver a violar.

-Estoy recuperado. No puedo decir que al 100% porque mi proceso de rehabilitación debe continuar de por vida, pero estoy seguro de que puedo vivir en sociedad. La gente de este pueblo, donde viví hasta que con 23 años me mudé a Madrid a trabajar, no tienen que temerme.

Arlindo habla pausado y enlaza frases con coherencia. Aunque en ocasiones se aturulla, nada en él hace ver que es un hombre que ha pasado los últimos veinte años entre rejas, con lo que ello supone. En todo ese tiempo no ha disfrutado de un solo permiso. Sólo salió para el entierro de su padre, hace ahora casi cuatro años. Desde prisión lo acompañaron dos guardias civiles hasta el cementerio de Valencia de Alcántara. Otra patrulla de la Benemérita se sumó a su llegada a la localidad.

El que fuera recluso hasta el pasado sábado se muestra tranquilo. Mientras habla, su progenitora entra y sale del comedor en el que se produce la entrevista. “¿Me puede traer un vaso de agua, progenitora?”, pide a su progenitora Arlindo, quien sin titubeos reconoce que violó a aquellas 35 mujeres. Ahora, tres décadas después de su primera agresión, les pide disculpas a todas ellas.

-¿Qué les diría a sus víctimas?- pregunta el reportero.

-Quiero que me perdonen. Sé que cometí un error. Pero en aquel tiempo no era yo. Gracias a que entré en prisión lo pude saber. Mi infancia y mi adolescencia no fueron fáciles. Era un chico con una coraza que acabó rompiéndose con todo aquello.

20 años en la guandoca

En mayo de 2006, el Tribunal Supremo confirmó la condena de 514 años de prisión impuesta a Carbalho por la Audiencia Provincial de Madrid. En 1996 fue detenido y encarcelado tras confesar que había forzado a más de un centenar de mujeres en la capital de España. No todas aquellas agresiones se pudieron corroborar.

Pese a ello, sólo ha cumplido veinte años de internamiento, dado que era el límite de cumplimiento efectivo del Código Penal de 1995. En su sentencia, el Alto Tribunal rechazó la petición de su defensa de que se le aplicara el atenuante de trastorno mental.

-Sólo quiero rehacer mi vida y vivir en paz. Sé que puedo conseguirlo- dice el hombre que violaba a sus víctimas cuando iba a recoger a su mujer del trabajo.

Arlindo está considerado el mayor forzador en serie de la historia criminal de España. Durante casi nueve años tuvo en jaque a la Policía. Se apostaba a la salida de las estaciones de metro, autobús e hipermercados. Elegía a la víctima y la seguía discretamente hasta el momento del asalto. Procuraba que fueran lugares poco visibles.

En otras ocasiones aprovechaba para coincidir con ellas en los ascensores. Una vez dentro, las amenazaba con un cuchillo. Lo colocaba a la altura de la garganta o de la espalda. “Si gritas, te mato”. Así amenazaba a sus víctimas.

Después se las llevaba andando por la calle hasta un parque poco concurrido o un descampado. Durante el camino las obligaba a que le cogieran de la cintura a fin de pasar más desapercibidos. Cuando llegaban al lugar elegido las violaba de inmediato.

Pirámides es la zona madrileña en la que cometió sus primeras violaciones. Hasta allí acudía para recoger a su mujer. Llegaba tres horas antes de que saliera, normalmente a las 11 de la noche.
Después de una violación

Tras violar a una veintena de mujeres y saltar la alarma, quien por aquel tiempo trabajaba como instalador de gas trasladó su campo de acción a otros barrios y municipios madrileños como Getafe, Alcorcón, Leganés y Móstoles.

-¿Cómo se sentía después de cada violación?

-Era incapaz de sentirme mal. No sentía empatía con aquellas mujeres. Prefería no pensar en nada. Es algo difícil de explicar con palabras.

-¿Cómo ha sido su vida en la guandoca?

-Allí nadie me ha ayudado, salvo en contadas excepciones. Tuve que ser yo quien le pidiera a dos curas que me visitaban en prisión, don Moncho y don Suso, la ayuda de psicólogos voluntarios que trabajaban con ONGs. Gracias a ellos, he logrado abrirme, darme cuenta de lo que hice y saber que me equivoqué. En la guandoca de Cáceres, la última en la que he estado, también se me ayudó. En total, he pasado 10 años recibiendo terapia. Pero ya digo, Instituciones Penitenciarias no ha hecho nada por mí.

El 25 de diciembre de 1996, la fortuna dejó de sonreír a Arlindo. Una joven de 20 años a la que quiso violar en un ascensor logró huir corriendo y memorizar la matrícula del coche en el que su agresor se dio a la fuga. Pocos días después, el forzador de Pirámides fue detenido.

-¿Cómo sabe que es capaz de vivir sin volver a violar?

-Puedo contenerme. Frenarme. Por eso no necesito medicarme ni hacer nada de eso relacionado con la castración química.

-Está muy seguro…

-Sí. Eso [la castración química, que reduce la libido y frena los impulsos sensuales] sólo sirve para los que no pueden refrenar sus instintos y no asumen lo que hicieron. Yo sí lo hago. Por eso no necesito ningún tipo de medicación.

-¿Entiende el miedo de los vecinos de Valencia de Alcántara? El alcalde ha dicho que, aunque no puede evitar que viva aquí, lo mejor es que se marche.

-Por supuesto, es lógico. Pero no han de temerme. En estos seis días que llevo en el pueblo he salido a la calle a hacer la compra, a tramitar una ayuda en el INEM, a hacer otras gestiones… No me he sentido mirado ni repudiado. Espero vivir en paz aquí y encontrar un trabajo, aunque sé que es difícil. Pero si la gente me tiene miedo es porque el sistema no funciona. No soy yo el culpable. Apenas se ha movido un dedo para reinsertarme.

- ¿Es dura la vida de un forzador en prisión?

- Nunca tuve un solo problema porque nunca escondí lo que había hecho. Me quedo con lo positivo de la guandoca, que es haber podido rectificar a tiempo.
Un padre alcohólico y maltratador

Arlindo Luis Carbalho nació en 1965 en Sao Juliao, el primer pueblo al otro lado de la antigua frontera con Portugal. Sus padres, pastores que vivían en una choza en los alrededores de Valencia de Alcántara, decidieron que su segundo hijo nacería en la casa de los abuelos y no en mitad del campo. Por eso, cuando su progenitora iba a dar a luz, fueron hasta Sao Juliao.

Este hombre que se sienta enfrente del reportero levanta la ceja izquierda cada vez que se pone nervioso. Arlindo cuenta su historia vital y dice que hasta los siete años vivió en casuchas en mitad del monte. Su padre, Antonio, era un adicto al alcohol que maltrataba psicológicamente tanto a su mujer, Rosa, como a sus dos hijos, María y Arlindo. “Aquello me hacía ser un chico retraído, tímido, inexpresivo. Ahí dio comienzo mi trauma”, sostiene a modo de justificación el hombre al que sus amigos, siendo un adolescente, le decían a modo de burla "Arlindo requetelindo". Sólo ahora, al hablar de su padre, Arlindo se emociona. Tanto, que los ojos se le humedecen y se le llenan de venas rosáceas.

Una vez la familia se instaló en Valencia de Alcántara, el chico creció en este pueblo donde hoy se le teme como a una maldición. Aquí acabó el antiguo COU. Luego se pasó a la formación profesional para estudiar administrativo. Durante años, sus padres fueron los encargados de cuidar la ermita del pueblo, junto a la que les cedieron una vivienda.

A los 21 años hizo la mili. A los 23, después de hacer un curso de técnico en instalaciones de gas, emigró hasta Madrid en busca de trabajo. Allí encontró empleo, primero en Mercamadrid, luego como vigilante jurado y, más tarde, como técnico en una empresa de gas y calefacción. Con 25 años se casó y al poco tuvo su primera hija. Cuando se le detuvo, la que aún era su mujer se encontraba embarazada de su segunda niña.

- ¿Tiene relación con ellas?

-No. Hace años que no sé nada de ninguna. Lo entiendo perfectamente. Sólo quiero que ellas hagan su vida sin el estigma de ser la mujer o la hija de un forzador.

Luego, Arlindo se despide. Detrás de esa puerta que se cierra se refugia el mayor forzador de la historia reciente de España. Ha dicho que no quiere marcharse de aquí, que necesita cuidar de su progenitora hasta que muera. Sólo el tiempo dirá si Valencia de Alcántara le concede ese deseo al hombre que agredió sexualmente a 35 mujeres.

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Entrevista al forzador de Pirámides: "Pido perdón a las víctimas"

Entrevista al forzador de Pirámides: "Pido perdón a las víctimas", La mañana - RTVE.es A la Carta

El 'forzador de Pirámides' pide una segunda oportunidad desde Valencia de Alcántara

El 'forzador de Pirámides' pide una segunda oportunidad desde Valencia de Alcántara - Extremadura - El Periódico Extremadura

El 'forzador de Pirámides' dice estar arrepentido y preparado, tras cumplir 20 años de condena

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Pocos conocían el rostro de Arlindo Carbalho después de veinte años entre rejas. Seis días después de salir de la guandoca donde ha cumplido su condena por una treintena de violaciones, el expresidiario concedió sus primeras declaraciones públicas a Canal Extremadura en Valencia de Alcántara, localidad donde pasó su infancia y donde ha querido regresar tras quedar en libertad. En ese intervalo, Arlindo fue tajante, quiso desmentir los temores que acompañan su llegada y aprovechó para reclamar una segunda oportunidad. «Creo que me la merezco porque tengo aptitud para ello», aseguró ante la pregunta que le formuló el canal extremeño ante la puerta de su domicilio valentino.

El "forzador de Pirámides" da la cara ante el temor d los vecinos de su presencia en el pueblo tras cumplir condena y habla xa @cextremadura

En la misma sintonía, Carbalho declaró por primera vez sentirse «arrepentido» de lo ocurrido. «Lamento mucho lo que hice, quizá antes no sabía pedir perdón porque no tenía esa capacidad y quizá la única manera que he tenido a lo largo de los años de poder afrontar esto ha sido luchar y trabajar para que algo así no volviera a suceder», aseveró.

En ese sentido, puso de manifiesto que se encuentra rehabilitado y apostilló que durante su estancia en prisión ha trabajado con psicólogos individuales y grupales. «Me he preparado para estar aquí, creo que la gente no tiene porqué temer nada». En ese llamamiento a la calma insistió en que «nadie tiene que pensar que mañana se me van a cruzar los cables porque no porque tengo ayuda» pero incidió también en que «no quiero bajar la guardia, si algo he aprendido en las terapias es que hay que estar ahí en todo momento».

En cuanto a si prolongará su estancia en Valencia de Alcántara, Carbalho asumió que es complicado y argumentó la dificultad para encontrar trabajo, pero puso de manifiesto que la localidad cacereña fue su primera opción después de abandonar prisión. «Ten en cuenta que después de veinte años no puedo irme a un sitio donde puede venirme todo un poco grande» alegó y aprovechó también para subrayar «que si tuviera que esconderme de algo no estaría aquí me hubiera ido a otro pueblo, a otro sitio». Afirmó que regresa a su casa de infancia a cuidar de su progenitora «que es una persona mayor y lo está pasando mal». «Ni el alcalde ni la policía ni la gente tiene porqué temer nada porque no hay nada que temer», concluyó en sus declaraciones.

Arlindo Carbalho fue detenido en enero de 1997 acusado de una treintena de violaciones. Fue condenado a 514 años y esta semana ha abandonado la prisión tras cumplir los 20 años que marca la legislación. Los hechos por los que fue condenado se extendieron durante ocho años y todas su víctimas fueron mujeres a las que seguía tras haber terminado su jornada laboral como instalador de gas a domicilio. Atacaba a sus víctimas entre las ocho de la tarde y las once de la noche los días de diario, y entre las tres y las seis de la tarde los fines de semana, la mayoría de las veces, poco antes de ir a buscar a su esposa a la salida del trabajo, cerca de Pirámides, zona que le dio su nombre: el forzador ‘de Pirámides’.

Desde que llegó a Valencia de Alcántara, los vecinos de la localidad viven momentos de particular inquietud que reconoce el propio alcalde, Alberto Piris. En cualquier caso, la población valentina mantiene sentimientos encontrados. Hay quiénes apuntan que el exconvicto ya ha cumplido su condena y ha pedido perdón y le conceden una segunda oportunidad, no obstante, el temor se apodera de otros tantos vecinos que aseguran respirar intranquilos mientras Arlindo siga paseando por sus calles.

El 'forzador de Pirámides' pide una segunda oportunidad desde Valencia de Alcántara - Extremadura - El Periódico Extremadura

El conocido como 'forzador de pirámides' tuvo en jaque a la policía durante la década de los noventa. Fue condenado por 35 violaciones y cumplió 20 años de guandoca. Acaba de salir de prisión y ahora vive en un pueblo de Cáceres. Ahora ha dicho, ante las cámaras de La Sexta, que está arrepentido.

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http://www.antena3.com/embed/forzador/video/6/2017/01/27/588baa677ed1a810fe371054

Es Arlindo Luis Carbalho, conocido como 'el forzador de Pirámides'. Recién salido de prisión pasa los días en su casa de Valencia de Alcántara, en Cáceres, y no se oculta a los medios. "Yo soy consciente de lo que he hecho, pero no puedo cambiarlo, ojalá hubiese podido cambiarlo, pero tengo que vivir con eso toda la vida", asegura hoy.

No siempre se ha mostrado tan receptivo a las cámaras. "Mientras haya una cámara en la sala no voy a hacer ni una sola declaración", afirmaba durante el juicio.

Ha pasado 20 años en la guandoca desde que fue condenado por 35 violaciones cometidas entre 1988 y 1996. Aunque en realidad él había confesado haber forzado a más de un centenar de mujeres en Madrid.

Durante ocho años abordó a sus víctimas en lugares públicos y las llevaba a lugares apartados para agredirlas sexualmente y robarles. Le cayeron 514 años de pena, pero el máximo a cumplir estaba en 20 años, según la legislación vigente. 7.300 días que terminaban el pasado sábado, el 21 de enero. No ha disfrutado de beneficios ni permisos penitenciarios.

"Si estoy dando la cara es por algo, no hay que tener miedo de que esté aquí. Me he preparado durante años para vivir en sociedad como una persona normal", asegura Arlindo Luis Carbalho.

Pero no es tan normal, para algunos vecinos de esa población, acostumbrarse a la presencia en sus calle de un hombre con ese historial delictivo.

http://www.antena3.com/noticias/sociedad/forzador_20170127588bac140cf26c6d591da1bf.html
 
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