Apocalipsis mi ojo ciego (y 3): El Himalaya de mentiras del cambio climático
Apocalipsis mi ojo ciego (2): la conspiración de los dementes
Apocalipsis mi ojo ciego (1): La gran estafa del calentamiento global
Pues ya la tenemos aquí, la Cumbre del Clima de este año, que se celebrará en Madrid entre los días 2 y 13 de diciembre, en el recinto ferial del IFEMA. Siempre me ha llamado la atención la manía de usar la metáfora de «cumbre» para las reuniones políticas de alto nivel, pero por fin he conseguido entender el porqué de esa poesía campestre: porque se celebran casi todas en el Himalaya… el Himalaya de las mentiras, ya me entienden.
Sin embargo, la cumbre climática tiene el honor Guinness de celebrarse en el picacho más alto de ese Himalaya, en el Everest de las mentiras tralará, rocachón antaño inaccesible que ahora es un correcalles, un bulevar de ecologistas aburridos y señoras ahítas de Tiffany’s… Uy, cuánto impacto ambiental en el colosal macizo que conquistara el neozelandés Hillary el 29 de mayo de 1953.
Si digo que la cumbre climática madrileña es el mismísimo Everest de los embustes es porque, según afirman contundentemente una pléyade ya bastante numerosa de afamados científicos, lo del calentamiento global es la mentira más colosal de la historia, la mayor estafa, el maldito bulo por antonomasia que ha engañado a más terrícolas desde que se inventaron los medios de comunicación. La falsedad no radica en el aumento de la temperatura, fenómeno constatable, sino en afirmar que se debe a la emisión de gases invernadero producidos por la acción humana, cuando en realidad su causa hay que buscarla en determinadas variaciones de la actividad solar y de la inclinación del eje axial de la Tierra. Ya hasta la misma NASA reconoce esto, y lo proclama, aunque sabía del embuste desde hace bastantes años.
En marzo de este año escribí ―bajo el título de «Apocalipsis mi ojo ciego»― dos artículos con la intención de poner al descubierto el pestilente hedor de esta gigantesca mentira, la cual, mira por dónde, se ha incubado en las mismas hediondas madrigueras de donde han salido los endriagos del feminismo de tercera ola, del emporio LGTBI, del multiculturalismo… Es decir, que el ecofascismo del cambio climático se ha elaborado en las retortas donde los lacayos del NOM apesebrados por la plutocracia globalista fabrican sus ingenierías sociales.
Basta investigar sobre el origen de esta teoría del calentamiento global para descubrir sus patita globalista, ya que el ecofascismo tuvo su primer aldabonazo con el llamado «Club de Roma», ONG fundada en Roma en 1968 por un reducido grupo de científicos y políticos, aparentemente preocupados por mejorar el futuro del mundo combatiendo los efectos colaterales del desarrollo. ¿Suena bien, verdad? Sin embargo, tras esta noticia buena viene la mala, porque ¿qué proponía para cumplir con ese objetivo tan loable?: pues reducir la población, por supuesto, como se afirmaba en el famoso informe «Los límites del crecimiento», basándose en la afirmación de que los limitados recursos del planeta no eran suficientes para abastecer a una población en constante aumento. Neomalthusianismo a tope. Si además a este hecho fatal de la escasez de recursos se le añade la destrucción del medio ambiente por la perversa acción humana, el apocalipsis está servido.
Ese informe se publicó en 1972, elaborado por 17 profesionales, dirigidos por una tal Donella Meadows, biofísisca y científica ambiental, especializada en una cosa que se llama «dinámica de sistemas». Y, ¿saben ustedes a qué institución pertenecían estos profesionales y la tal Donella?: pues al MIT ―«Instituto Tecnológico de Massachusset―, la Universidad privada más elitista del mundo, firmemente conectada con la plutocracia globalista, en especial con Rockefeller y cía ―lo mismo que el feminismo misándrico, incubado en Califonnia―, una parte importante de la cual se ha formado en sus claustros, de donde han salido 78 Premios Nobel, 52 Medallas nacionales de Ciencia, 45 Rhodes Scholars, y 38 Mc Arthur Fellows. Al ser casi imposible la admisión en el MIT, imaginen qué «pedigree» tendrán los admitidos.
Caso curioso el del MIT, presumiendo de ecología mientras los ingresos agregados de las empresas fundadas por exalumnos de MIT lo situaría como la undécima economía más grande del mundo, y no me parece que tal fortuna la hayan forjado respetando el medio ambiente, con ese insoportable mantra del «desarrollo» sostenible.
Así que ahí tenemos a los Rockefeller, que hicieron su imperio económico mediante las explotaciones petrolíferas, luciendo en sus pecheras las medallas del respeto ambiental.
Pero errar es humano, y globalista, porque las catastróficas previsiones del Club de Roma no se han cumplido, y hoy tenemos en el Planeta a 8.000 millones de seres humanos, que viven mejor que en los años en que se fundó el Club, y la Tierra sigue girando en su órbita, lejos de un colapso medioambiental.
Entonces, ¿por qué han urdido los poderes globalistas esta inmensa mentira? ¿Qué persiguen con esta patraña? Ya expliqué algunas causas de ello en mis artículos anteriores sobre el ojo ciego y el Apocalipsis, donde reseñaba que el objetivo fundamental es la reducción de la población mundial, que pretenden establecer en torno a los 500 millones, según se sugería en el «Georgia Guidestone», ya que esa cantidad poblacional es mucho más manejable de explotar y controlar por las voraces y sociopáticas jerarquías globalistas que los 8.000 millones actuales. Aunque lo más terrorífico no es ese afán obsesivo de enriquecimiento y dominio, sino el diabólico desprecio a las masas que sienten estos perturbados luciferinos, que les lleva a querer aniquilar a la gran mayoría de la población porque la gente les da repelús: ¡Ay, sí!: ¡qué horror!
Los millonarios Pablo Iglesias e Irene Montero, en la manifestación contra el cambio climático.
Tras este horizonte se esconden otros objetivos programáticos, que giran en torno al control de la población aplicando la dictadura ecologista, que, con la excusa de ser absolutamente necesaria para la pervivencia de la especie humana en un mundo amenazado por un apocalipsis ambiental, pretenden imponer a las masas engañadas, regulando lo que comen, descerrajando tarjetas de calorías, proclamando las maravillas de veganismo, dificultando al máximo el uso de nuestros vehículos, amenazando la misma caza… Y, por supuesto, injertando en las mentes lobotomizadas la imperiosa necesidad de establecer un Gobierno Mundial que faene por evitar la supuesta catástrofe planetaria en la que estamos ya inmersos, ya que un problema global que afecta al sistema mundo requiere también de un Gobierno autoritario a escala universal que tenga autoridad para imponer sus medidas coercitivas ambientales a escala planetaria. Bergoglio es un entusiasta de esta idea, como no podía ser menos, pues, dada la magnífica situación actual de la Iglesia Católica, ése es sin duda el problema que más afecta hoy día a los creyentes.
Otro horizonte decisivo de este Himalaya de mentiras climáticas es, por supuesto, dar a los gobiernos una excusa perfecta para aumentar su presión fiscal sobre los ciudadanos, gravando hasta el paroxismo todo aquello que emite CO2, y, como no podía ser menos, subvencionar generosamente a toda una marabunta de ONGs, talleres, laboratorios, observatorios, institutos, fundaciones, etc… de supuestos ecologistas, que viven de esta mamandurria, al igual que ocurre con las supuestas ONGs que constituyen la soldadesca del NOM: feministas, multiculturalistas, LGTBI…
El trasunto de todos estos Himalayas globalistas es el mismo: sembrar el miedo, crear el Kaos, corromper las sociedades desde dentro, creando artificialmente un conjunto de turbulencias que, trufadas de crisis económicas, atentados terroristas, enfrentamientos ideológicos,y amenazas medioambientales, lleven a las poblaciones a un estado tal de inseguridad, que acepten sin rechistar importantes restricciones de sus libertades, las cuales sacrificarán en aras de conseguir la seguridad amenazada. Tal fue el programa que diseñó Adam Weishaupt, el fundador de los «Illuminati», sobre el que podemos decir aquello de «que así se escriba, y así se cumpla».
Volviendo al Himalaya madrileño, la Cumbre está organizada por la COP, cuyo título significa «Conferencia de las Partes», órgano de la ONU… a mí eso de partes y órgano me sugiere algo de cuyo nombre no quiero acordarme, qué quieren que les diga. Y, si la organiza la ONU ―embrión del Gobierno Mundial, plataforma impositiva de la nefasta ideología globalista a escala planetaria―, pues no es difícil imaginar a qué intereses sirve.
Y ahí viene la Greta Thunberg, cruzando intrépida el Atlántico en su ecológico catamarán por aquello de no emitir los gases invernadero de un viaje en avión… ¿Qué pensará de este heroico gesto el Profanador, que falconea a su antojo por los cielos de España, expulsando gases contaminantes? Greta, tú sí que tienes Garbo, muñequita de ventrílocuo en manos de los plutócratas que te explotan.
Sin embargo, el clamor de muchos científicos ante la hedionda mentira climática es ya de tal magnitud, que el día 3 de diciembre se ha convocado en un famoso hotel de las afueras de Madrid una «contracumbre» climática, en la cual personajes de renombre en el mundo de la ciencia desmontarán las mentiras del cambio climático, subiendo el Everest por la otra cara, para clavar su pica en la cresta del coloso.
Cuando le preguntaron a Edmund Hillary por qué se decidió a escalar el Everest, su respuesta fue absolutamente flemática: «Porque estaba allí». Bien, en cuanto a la contracumbre, allí estaremos.
Autor: Laureano Benítez Grande-Caballero.
Apocalipsis mi ojo ciego (y 3): El Himalaya de mentiras del cambio climático
Apocalipsis mi ojo ciego (2): la conspiración de los dementes
Apocalipsis mi ojo ciego (1): La gran estafa del calentamiento global
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Apocalipsis mi ojo ciego (2): la conspiración de los dementes
Apocalipsis mi ojo ciego (1): La gran estafa del calentamiento global
Pues ya la tenemos aquí, la Cumbre del Clima de este año, que se celebrará en Madrid entre los días 2 y 13 de diciembre, en el recinto ferial del IFEMA. Siempre me ha llamado la atención la manía de usar la metáfora de «cumbre» para las reuniones políticas de alto nivel, pero por fin he conseguido entender el porqué de esa poesía campestre: porque se celebran casi todas en el Himalaya… el Himalaya de las mentiras, ya me entienden.
Sin embargo, la cumbre climática tiene el honor Guinness de celebrarse en el picacho más alto de ese Himalaya, en el Everest de las mentiras tralará, rocachón antaño inaccesible que ahora es un correcalles, un bulevar de ecologistas aburridos y señoras ahítas de Tiffany’s… Uy, cuánto impacto ambiental en el colosal macizo que conquistara el neozelandés Hillary el 29 de mayo de 1953.
Si digo que la cumbre climática madrileña es el mismísimo Everest de los embustes es porque, según afirman contundentemente una pléyade ya bastante numerosa de afamados científicos, lo del calentamiento global es la mentira más colosal de la historia, la mayor estafa, el maldito bulo por antonomasia que ha engañado a más terrícolas desde que se inventaron los medios de comunicación. La falsedad no radica en el aumento de la temperatura, fenómeno constatable, sino en afirmar que se debe a la emisión de gases invernadero producidos por la acción humana, cuando en realidad su causa hay que buscarla en determinadas variaciones de la actividad solar y de la inclinación del eje axial de la Tierra. Ya hasta la misma NASA reconoce esto, y lo proclama, aunque sabía del embuste desde hace bastantes años.
En marzo de este año escribí ―bajo el título de «Apocalipsis mi ojo ciego»― dos artículos con la intención de poner al descubierto el pestilente hedor de esta gigantesca mentira, la cual, mira por dónde, se ha incubado en las mismas hediondas madrigueras de donde han salido los endriagos del feminismo de tercera ola, del emporio LGTBI, del multiculturalismo… Es decir, que el ecofascismo del cambio climático se ha elaborado en las retortas donde los lacayos del NOM apesebrados por la plutocracia globalista fabrican sus ingenierías sociales.
Basta investigar sobre el origen de esta teoría del calentamiento global para descubrir sus patita globalista, ya que el ecofascismo tuvo su primer aldabonazo con el llamado «Club de Roma», ONG fundada en Roma en 1968 por un reducido grupo de científicos y políticos, aparentemente preocupados por mejorar el futuro del mundo combatiendo los efectos colaterales del desarrollo. ¿Suena bien, verdad? Sin embargo, tras esta noticia buena viene la mala, porque ¿qué proponía para cumplir con ese objetivo tan loable?: pues reducir la población, por supuesto, como se afirmaba en el famoso informe «Los límites del crecimiento», basándose en la afirmación de que los limitados recursos del planeta no eran suficientes para abastecer a una población en constante aumento. Neomalthusianismo a tope. Si además a este hecho fatal de la escasez de recursos se le añade la destrucción del medio ambiente por la perversa acción humana, el apocalipsis está servido.
Ese informe se publicó en 1972, elaborado por 17 profesionales, dirigidos por una tal Donella Meadows, biofísisca y científica ambiental, especializada en una cosa que se llama «dinámica de sistemas». Y, ¿saben ustedes a qué institución pertenecían estos profesionales y la tal Donella?: pues al MIT ―«Instituto Tecnológico de Massachusset―, la Universidad privada más elitista del mundo, firmemente conectada con la plutocracia globalista, en especial con Rockefeller y cía ―lo mismo que el feminismo misándrico, incubado en Califonnia―, una parte importante de la cual se ha formado en sus claustros, de donde han salido 78 Premios Nobel, 52 Medallas nacionales de Ciencia, 45 Rhodes Scholars, y 38 Mc Arthur Fellows. Al ser casi imposible la admisión en el MIT, imaginen qué «pedigree» tendrán los admitidos.
Caso curioso el del MIT, presumiendo de ecología mientras los ingresos agregados de las empresas fundadas por exalumnos de MIT lo situaría como la undécima economía más grande del mundo, y no me parece que tal fortuna la hayan forjado respetando el medio ambiente, con ese insoportable mantra del «desarrollo» sostenible.
Así que ahí tenemos a los Rockefeller, que hicieron su imperio económico mediante las explotaciones petrolíferas, luciendo en sus pecheras las medallas del respeto ambiental.
Pero errar es humano, y globalista, porque las catastróficas previsiones del Club de Roma no se han cumplido, y hoy tenemos en el Planeta a 8.000 millones de seres humanos, que viven mejor que en los años en que se fundó el Club, y la Tierra sigue girando en su órbita, lejos de un colapso medioambiental.
Entonces, ¿por qué han urdido los poderes globalistas esta inmensa mentira? ¿Qué persiguen con esta patraña? Ya expliqué algunas causas de ello en mis artículos anteriores sobre el ojo ciego y el Apocalipsis, donde reseñaba que el objetivo fundamental es la reducción de la población mundial, que pretenden establecer en torno a los 500 millones, según se sugería en el «Georgia Guidestone», ya que esa cantidad poblacional es mucho más manejable de explotar y controlar por las voraces y sociopáticas jerarquías globalistas que los 8.000 millones actuales. Aunque lo más terrorífico no es ese afán obsesivo de enriquecimiento y dominio, sino el diabólico desprecio a las masas que sienten estos perturbados luciferinos, que les lleva a querer aniquilar a la gran mayoría de la población porque la gente les da repelús: ¡Ay, sí!: ¡qué horror!
Los millonarios Pablo Iglesias e Irene Montero, en la manifestación contra el cambio climático.
Tras este horizonte se esconden otros objetivos programáticos, que giran en torno al control de la población aplicando la dictadura ecologista, que, con la excusa de ser absolutamente necesaria para la pervivencia de la especie humana en un mundo amenazado por un apocalipsis ambiental, pretenden imponer a las masas engañadas, regulando lo que comen, descerrajando tarjetas de calorías, proclamando las maravillas de veganismo, dificultando al máximo el uso de nuestros vehículos, amenazando la misma caza… Y, por supuesto, injertando en las mentes lobotomizadas la imperiosa necesidad de establecer un Gobierno Mundial que faene por evitar la supuesta catástrofe planetaria en la que estamos ya inmersos, ya que un problema global que afecta al sistema mundo requiere también de un Gobierno autoritario a escala universal que tenga autoridad para imponer sus medidas coercitivas ambientales a escala planetaria. Bergoglio es un entusiasta de esta idea, como no podía ser menos, pues, dada la magnífica situación actual de la Iglesia Católica, ése es sin duda el problema que más afecta hoy día a los creyentes.
Otro horizonte decisivo de este Himalaya de mentiras climáticas es, por supuesto, dar a los gobiernos una excusa perfecta para aumentar su presión fiscal sobre los ciudadanos, gravando hasta el paroxismo todo aquello que emite CO2, y, como no podía ser menos, subvencionar generosamente a toda una marabunta de ONGs, talleres, laboratorios, observatorios, institutos, fundaciones, etc… de supuestos ecologistas, que viven de esta mamandurria, al igual que ocurre con las supuestas ONGs que constituyen la soldadesca del NOM: feministas, multiculturalistas, LGTBI…
El trasunto de todos estos Himalayas globalistas es el mismo: sembrar el miedo, crear el Kaos, corromper las sociedades desde dentro, creando artificialmente un conjunto de turbulencias que, trufadas de crisis económicas, atentados terroristas, enfrentamientos ideológicos,y amenazas medioambientales, lleven a las poblaciones a un estado tal de inseguridad, que acepten sin rechistar importantes restricciones de sus libertades, las cuales sacrificarán en aras de conseguir la seguridad amenazada. Tal fue el programa que diseñó Adam Weishaupt, el fundador de los «Illuminati», sobre el que podemos decir aquello de «que así se escriba, y así se cumpla».
Volviendo al Himalaya madrileño, la Cumbre está organizada por la COP, cuyo título significa «Conferencia de las Partes», órgano de la ONU… a mí eso de partes y órgano me sugiere algo de cuyo nombre no quiero acordarme, qué quieren que les diga. Y, si la organiza la ONU ―embrión del Gobierno Mundial, plataforma impositiva de la nefasta ideología globalista a escala planetaria―, pues no es difícil imaginar a qué intereses sirve.
Y ahí viene la Greta Thunberg, cruzando intrépida el Atlántico en su ecológico catamarán por aquello de no emitir los gases invernadero de un viaje en avión… ¿Qué pensará de este heroico gesto el Profanador, que falconea a su antojo por los cielos de España, expulsando gases contaminantes? Greta, tú sí que tienes Garbo, muñequita de ventrílocuo en manos de los plutócratas que te explotan.
Sin embargo, el clamor de muchos científicos ante la hedionda mentira climática es ya de tal magnitud, que el día 3 de diciembre se ha convocado en un famoso hotel de las afueras de Madrid una «contracumbre» climática, en la cual personajes de renombre en el mundo de la ciencia desmontarán las mentiras del cambio climático, subiendo el Everest por la otra cara, para clavar su pica en la cresta del coloso.
Cuando le preguntaron a Edmund Hillary por qué se decidió a escalar el Everest, su respuesta fue absolutamente flemática: «Porque estaba allí». Bien, en cuanto a la contracumbre, allí estaremos.
Autor: Laureano Benítez Grande-Caballero.
Apocalipsis mi ojo ciego (y 3): El Himalaya de mentiras del cambio climático
Apocalipsis mi ojo ciego (2): la conspiración de los dementes
Apocalipsis mi ojo ciego (1): La gran estafa del calentamiento global
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