Antonio Turiel: "Algunas cosas han cambiado para siempre. Deberíamos abandonar la idea de volver a 'la normalidad', a 'lo de antes'"

M. Priede

Será en Octubre
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14 Sep 2011
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He saltado aquello que estropea lo que considero verdades esenciales, porque Antonio Turiel acusa de conspiranoicos a quienes no nos creemos la versión oficial del imperio al que pertenecemos (en China tienen otra, casi totalmente opuesta) y defiende la teoría de murciélagos en la sopa, que hace falta.... Sólo les faltó Drácula. Si el brote llega a suceder en Rumanía, lo meten; seguro que el brote habría comenzado en el castillo del Conde.

Cosas más increíbles hemos visto, y ahí están los rascacielos que se pulverizan a la vista de todo el mundo y cómo le echaron la culpa a unos pastores de cabras que viven en unos montes al otro extremo del mundo y que lo más avanzado que vieron en su vida es un fusil automático. Y la inmensa mayoría se lo cree.

La próxima epidemia será culpa de un zoofílico al que una gallina le metió una sífilis mutante. Apuesto a que será iraní.

Pero tampoco soy tan menso como para ignorar lo mucho de valor que se encuenta en la mayor parte de los asuntos que trata, en algunos de los cuales sabemos que es todo un experto.
Antonio Turiel:​
Todos creemos saber dónde estamos, pero lo cierto es que en cuestión de unos días el lugar donde vivimos ha cambiado de una manera radical y profunda. Parece mentira que una serie de cosas que conforman nuestro día a día, que nos han acompañado durante toda nuestra vida, hayan podido desaparecer, como por ensalmo, en cuestión de unos días. Y no estoy hablando de que las hayamos perdido de momento, de que esto sea un paréntesis como dijo hace dos días el Rey de España. Algunas cosas han cambiado para siempre. Deberíamos de abandonar la idea de volver a "la normalidad", a "lo de antes". Porque lo de antes, en cierto modo, ya no existe. Creíamos estar en un cierto lugar, pero no estábamos en tierra firme, sino en un barco al cual la deriva de los vientos ha llevado bastante más lejos de lo que nos pensábamos. Por eso es importante que fijemos la referencia de dónde estamos, porque si no no podremos emprender la marcha.​
Para empezar, ha habido un cambio importante en nuestro entorno y en nuestra percepción del entorno.
Hace no tanto nos decían que había cosas que simplemente no se podían hacer, y que ahora simplemente se han hecho. Después de varias décadas de discurso machacón del "No hay alternativa", de que hay que mejorar la eficiencia económica de todos los aspectos de la vida, de que lo público tiene que ser minimizado para dejarlo todo en manos de la iniciativa privada, de repente hemos descubierto que delante de una crisis real lo que funciona es lo público, que lo importante son servicios públicos esenciales, esos mismos que son denostados día sí y día también a través de informaciones sesgadas y venenosas que se vierten en medios de comunicación, cómo no, privados. De repente hemos entendido que la máxima eficiencia no es tener el número justo de camas de UCI de modo que por lo menos el 80% esté ocupado en todo momento, sino tener capacidad de reaccionar a crisis como ésta, cosa que solo se puede hacer mediante un sistema público sustentado por los impuestos de todos, que pueda mantener cierta capacidad excedentaria, "improductiva" a los ojos de los celotes neoliberales. De repente hemos vuelto a aprender que un servicio no es un negocio, que algo que es fundamental no puede estar sometido a lo que esa gente denomina "las reglas del mercado" basándose en un modelo falso y fallido, y que en realidad solo sirve para que se aplique la ley de la jungla.
Los guardianes de la ortodoxia económica han tenido que recular delante de estas innegables verdades en medio de la crisis actual, descontando que en cuanto pase esta crisis podrán volver a intoxicar con sus mentiras sobre la realidad económica. Confían en que podrán desvirtuar de nuevo la percepción del mundo que tiene la mayoría y así seguir con su plan de monetizar hasta los abrazos. Sin embargo, esa "normalidad" que necesitan para volver por sus fueros, ésa que tanto dinero les hizo ganar, ésa en la que todos, atentos, les escuchaban, ésa no volverá.
Si algo deberíamos de estar aprendiendo es que ninguna previsión se puede hacer ya sobre la base de una situación estacionaria. Estamos inaugurando la época de los imprevistos permanentes: ayer fue el temporal Gloria, hoy es el cobi19, mañana será la crisis económica y pasado la de la escasez de recursos. Ya no podremos planificar nada como se hizo durante la época geológica que abarca toda la Historia humana, el Holoceno, pues esta época ya está dejando paso a la siguiente, el Antropoceno, caracterizada por el caos y la impredicitibilidad. Hacer planes de la misma manera que antaño sería como intentar rellenar el mar con arena.​
(...)Es decir, que en la presente crisis sanitaria hay una interacción, y no pequeña, con factores ambientales, generalmente ninguneados, deliberadamente tomados aparte, como si las diferentes facetas de nuestros problemas de sostenibilidad se pudieran aislar. Este problema de interacción múltiple y retroalimentaciones que agravan los problemas se presenta en la mayoría de las crisis que nos aquejan hoy en día, y se amplifican por culpa de la presión excesiva que ejerce la actividad humana sobre la capacidad biofísica del planeta. Por eso hoy tenemos esta grave crisis, pero mañana podría ser literalmente cualquier otra cosa, con una fuerza incluso mayor. Pero en el discurso de nuestros líderes vemos, y en nuestro fuer interno seguimos pensando, que tenemos el control de la situación, de que volveremos a la "normalidad", cuando los indicios se acumulan de que la cosa se nos va cada vez más de las manos.
(...)La acumulación de contracciones y la fragilización de nuestro sistema tenían, inevitablemente, que llevarnos a este punto, más tarde o más temprano.​
(...)La compañía de petróleos de Arabia Saudí, Aramco, planea reducir un 24% su gasto en exploración y desarrollo de nuevos campos petroleros; y recordemos que esta contracción inversora se da cuando ya estaba previsto un retroceso en la producción de petróleo en los próximos años, justamente por su falta de rentabilidad, ya antes de esta crisis. Con el precio del barril del petróleo en mínimos de este siglo, las compañías de fracking norteamericanas reclaman ayudas al presidente Trump, aunque muchas voces importantes se oponen. El daño al sector petrolero ya es irreparable, sin embargo: veníamos de más de 5 años de caída de la inversión, y la situación actual es la puntilla. Entramos en un proceso de histéresis, en el que no es posible retroceder, y el único camino hacia adelante es la espiral de destrucción de oferta - destrucción de demanda, mientras la economía global irá progresivamente colapsando. Ya no volveremos a lo de antes.
Por supuesto, no se va a reconocer inmediatamente que el sistema se quebró y que no volverá a ser funcional. Durante los próximos años, desde las instancias económicas oficiales se dirá que la crisis del cobi19 creó una crisis de confianza, de la que "nos está costando recuperarnos", porque de hecho nunca nos recuperaremos. No se va a aceptar tan fácilmente que la fiesta se acabó. Se usará cualquier excusa antes que aceptar el fin del sistema capitalista. Pero está acabado. [Nota M. Priede: recuerdo que hace más de diez años vi una entrevista que Alex Jones le hacía al cineasta Aaron Russo, enfermo de cáncer y poco antes de que muriera, y éste, que tenía amistad con un miembro de la familia Rockefeller (el cual trataba de llevarlo al grupo de protegidos de la élite), le contaba a Alex Jones que ese individuo de la familia de banqueros le confesaba que el final de todo este proceso de engaño llevará "al socialismo". Deducimos que la élite no será dirigente de un partido marxista sino la propietaria de todos los bienes de producción. Es decir, es al feudalismo adonde vamos, no al comunismo, sino a comunidades pastoreadas por oligarcas, como el foro Menéame y Soros pero en el campo de la producción, algo que tampoco se aleja mucho del sueño de Huerta de Soto y sus mariachis, que quieren regresar a las ciudades-estado, o como Niño Becerra y sus cluster, por más que SNB también diga muchas verdades. Que no se haga ilusiones Turiel, que la vida de producción cooperativa nunca podrá ir más allá del barrio; en cuanto pretenda más alcance habrá de pagar tributo, por ejemplo a Amazon, que será el que imponga los precios de lo que quieras vender, y te facilite los préstamos necesarios para comprarle los productos que necesitas. Ya casi estamos en ello]
Ésa es otra de las motivaciones para escribir esta serie de posts. Para explicar cuál es el camino que tendríamos que seguir, para ofrecer una hoja de ruta, algunas direcciones útiles a pesar de tantas incertidumbres e incógnitas que tendremos que resolver. Y, sobre todo, para dar argumentos a oponer a la explicación oficial, que cada vez será más inoperante, desconectada de la realidad y ajena a las dificultades reales de la gente real.
La crisis del el bichito es lo que los especialistas de teoría de juegos denominan un "cisne neցro" (en honor del famoso libro de Nassim Nicholas Taleb): un evento de baja probabilidad pero que tiene un gran impacto. No he elegido la imagen que abre este post al azar: hay dos cisnes en ella. Porque después de la crisis del el bichito vendrá la crisis económica causada por la actual paralización de la actividad, y después de ésta vendrá una grave crisis con el petróleo, y ésta arrastrará otras crisis en las materias primas, y probablemente también generará una nueva crisis alimentaria global mucho mayor que las precedentes. Y cuando nos hayamos más o menos acostumbrado a esta "nueva normalidad", las diversas crisis ambientales largamente larvadas nos golpearán sucesivamente. Nuestros dirigentes, incompetentes para prepararse a un único evento de alto impacto, se verán incapaces de gestionar una sucesión de eventos, cada uno de un impacto mayor que el anterior. El Inicio del Fin del Capitalismo se va a parecer a un redoble de tambor.
En este contexto, ¿hay lugar para la esperanza?​
Sí. Rotundamente sí. Porque si algo ha demostrado estos días es que cuando se quiere, se puede reaccionar. Que se pueden introducir muchos cambios en nuestras vidas. Cambios que de momento se han hecho en la esperanza de volver pronto a la anormalidad cotidiana, pero que revelan una fuerza que se puede aprovechar en el futuro que nos viene para operar los cambios necesarios. Cambios que serán duros, y camino que será difícil y lleno de penurias, pero que se puede tras*itar, si tan solo tenemos la hoja de ruta.​
Por ejemplo, frente al discurso de la imposibilidad de oponerse a los intereses económicos de los grandes poderes, estos días han ejemplificado una lucha entre el amor y el dinero que ha ganado el primero. Si paramos ahora, no es tanto por el temor a perder la propia vida (poco probable para la mayoría de la población) como por el temor de que personas a las que queremos pierdan la vida. A pesar de todas las vacilaciones iniciales, todos los países van progresivamente frenando y confinando a sus poblaciones. China, un país comunista y una dictadura, se dice, despiadada, paró de golpe, sabiendo como sabía - en medio de su guerra comercial con EE.UU. - el coste económico que le supondría. Habrá quien diga ahora, viendo el éxito del confinamiento absoluto en China, que lo hicieron más por cálculo y pragmatismo que por altruismo y bondad, pero si hacen un poco de memoria se recordarán de las cosas que no hace ni un mes se decía sobre China - y cómo no pocos consideraban que los chinos "exageraban" y que no "valoraban las consecuencias de su reacción desmesurada". En Europa, con más o menos renuencia, vamos siguiendo progresivamente el camino chino, aunque el grado de confinamiento es aún insuficiente para ser eficaz (curiosamente, en Europa han sido los países de tradición católica los que más rápido han adoptado las medidas de contención extremas, mientras que los de tradición protestante han sido más reacios a hacerlo: algo que, llegado el momento, podría dar lugar a un intereante análisis sociológico). Como decía en una ocasión Jorge Riechmann, somos una especie biofílica: amamos la vida. Nos enternecemos al ver los cachorros de otros animales, y, a pesar de la crueldad que a veces demostramos con otras especies, nos mueve proteger a los animales. Amamos la vida, a pesar de que la alienante cultura occidental intente arrebatarnos ese instinto, tan primordial más que primario. Sabemos que nos abocamos a una crisis económica profunda, sabemos que muchos tendrán problemas para mantener el empleo de aquí unos meses, y, a pesar de eso, sabemos que nuestro deber - y lo que queremos hacer - es proteger a nuestros seres queridos, porque si sacrificamos eso nada tendría ya sentido.
La llegada de esta crisis también ha permitido darle un mejor uso a las TIC (sí, ésas mismas que tienen un neցro futuro). Al principio se usaron principalmente para enviar memes y chascarrillos (y algún que otro bulo). Lo cierto es que eso sigue más o menos igual, pero también los usos se han vuelto más prácticos y también más sociales: las familias hacen teleconferencias, los amigos y familiares hablan con frecuencia con aquellos que están confinados en soledad. Esta crisis nos ha hecho recordar que no solo somos individuos, sino también comunidad. Es ese espíritu el que vamos a necesitar en los años que vienen: recordar que somos comunidad, y que para prevalecer necesitamos trabajar juntos y para todos.
No vamos a volver a la "normalidad", que en realidad es la "anormalidad cotidiana". Esa anormalidad donde gente muere ahogada en medio del mar intentando huir del creciente caos en el Sur global, esa anormalidad donde algunos niños no comerían si no fuera por el comedor escolar, esa anormalidad donde los salarios se reducen a la par que los servicios mientras en otros países avanza la degradación ambiental y la desigualdad social es salvaje. Esa anormalidad, en suma, que nos estaba matando lentamente. Esa anormalidad ya no volverá. A partir de la semana que viene discutiremos qué tenemos que hacer para construir una nueva situación que no sea otra anormalidad, sino, por fin, algo verdaderamente humano. [???]
Salu2.​
AMT​
Hoja de ruta (I): El Cisne neցro​

NO OLVIDEMOS OTRO PROBLEMA ESENCIAL

 
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De profesión, sus armaguedones. Como el peak oil no viene tiene que cambiar de discurso, a ver si lo siguen llamando de las televisiones. Cobrando, claro.


Los seres humanos nos regimos por dos sentimientos básicos, la ambición y el miedo.

Y de los dos, el miedo es el que tiene más fuerza y el que proporciona mayores beneficios a los profetas del fin del mundo (estoy seguro que los que escribieron el Apocalipsis bíblico eran unos jetas del mismo calibre, y su negocio era similar)

Existe cénit del petróleo, y del mismo modo que la crisis de 2008 nunca se superó, sólo se encubrió con más deuda, ésta de ahora va a ser un verdadero cataclismo económico. ¿Sabes cómo se sale de él?, porque yo lo ignoro por completo.

Mejor espera a que pasen uno o dos meses más de arresto y luego nos lo cuentas. Por no hablar de que suceda como en la esa época en el 2020 de la que yo le hablo de 1918, que lo que en primavera era una mala gripe en otoño se llevó por delante más de 50 millones de personas, tantas como la segunda guerra mundial.
 
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