Antonio Maestre dice que la UE se está ultraderechizando, y que los CIEs son como Auschwitz

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Miedo y ardor de estomago en Europa
La derecha tradicional ha adoptado como propios los marcos de la extrema derecha. El miedo es su principal arma y la política migratoria uno de sus temas predilectos.



Lo que hemos llamado "nueva extrema derecha" es hoy la vieja derecha de toda la vida.

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Antonio Maestre

15 enero 2024 Una lectura de 15 minutos





Piensen en un campo de concentración. La primera imagen que les vendrá a la cabeza es un campo de exterminio nancy como Auschwitz o Treblinka. Un eco del pasado más tenebroso de la historia de la Europa contemporánea, algo irrepetible, un suceso que nunca puede replicarse y que nos pilla jovenlandesalmente a una distancia insalvable. Pero Auschwitz es el final de un proceso de degradación paulatino que comienza con sucesos que ya hemos dado por cotidianos.
Un campo de concentración no es más que un campo de detención en el que se interna a un colectivo específico sin haber cometido un delito bajo un paraguas legal indeterminado. Con esa denominación es perfectamente asumible pensar en un Centro de Internamiento para Extranjeros. Hemos pensado en Auschwitz, no en un CIE como el que hay en Carabanchel, en la Avenida de los Poblados. Lo hemos asumido como normal, pero podemos pasar con el coche o paseando al perro junto a un campo de concentración en nuestra propia ciudad. El simple hecho de que en Europa convivamos con normalidad con campos de internamiento para extranjeros en forma de cárceles o con barcos como el Bibby Stockholm en la costa sur de Inglaterra hace previsible que dentro de poco demos como asumibles situaciones autoritarias que hoy todavía veríamos como impensables.
La extrema derecha no va a llegar. Ya está aquí. Lleva tiempo entre nosotros empapando nuestras conciencias. Lo logró sin que nos diéramos cuenta jugando con nuestro miedo. El miedo es la materia prima con la que se construye el repruebo, el artefacto que sirve para establecer las políticas de extrema derecha como asimilables hasta integrarlas en lo más profundo de nuestra psique para naturalizarlas y hacerlas permanentes. Es una construcción constante que, como una lluvia fina, cala la sociedad. Cas Mudde, en una entrevista en El País, marcó la deriva fundamental de la política europea: «La derecha radical no se ha moderado; es el mainstream el que se ha radicalizado».

lamarea98
Miedo y asco en EuropaEl Bibby Stockholm, el barco-guandoca para migrantes del Reino Unido. ASHLEY SMITH
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Otra cantidad






Beatriz Acha, socióloga y doctora en Ciencia Política en la Universidad del País Vasco, en conversación con La Marea, establece el marco de integración de los postulados de la extrema derecha de una manera lenta y paulatina, como un proceso favorecido por la colaboración virtuosa de la derecha tradicional con la extrema derecha que ayuda a hacer digeribles políticas y mensajes que en otro momento parecerían intolerables. Así hacen de la radicalidad necesidad, y de esa necesidad virtud: «En Europa no es aún habitual que los partidos de extrema derecha alcancen el poder por sí solos, sin ayuda de otras fuerzas políticas. Primero suele haber un establecimiento de alianzas que permitan a los primeros llegar al poder como socios –normalmente menores– de una coalición de gobierno capaz de implementar directamente políticas de ultraderecha. Pero sin llegar a estos extremos, la mera asunción de algunos de sus postulados por parte de la derecha tradicional tiene un claro efecto difusor de los mismos entre la opinión pública, y multiplica su visibilidad, lo que eventualmente aumentará también su capacidad de marcar la agenda política».


La sustancia que ha envenenado el debate público engrasando la capacidad de los discursos de la extrema derecha para introducirse en la médula espinal de la sociedad actual es la lógica schmittiana del amigo-enemigo. También ha ocupado los discursos de buena parte de la izquierda que, en vez de combatir al adversario ideológico, ha dedicado buena parte de su relato en convertir en traidor y sospechoso a todo aquel que, compartiendo espacio, no servía a sus intereses. Cuando se intoxica a un elemento social con la diferenciación maniquea de buenos y malos, de amigos y enemigos, ya es imposible separarlo de esa manera de ver el mundo. Si la lógica política que empapa el debate público es buscar siempre un enemigo interior, esa misma lógica acabará por contaminar cualquier espacio de socialización. Y el miedo se hará omnipresente.

El miedo

La esa época en el 2020 de la que yo le hablo hizo que el miedo se convirtiera en la emoción hegemónica en las sociedades de todo el mundo. Todavía no nos hemos recuperado de esa época temerosa y las concreciones que ese temor han causado en las democracias liberales son todavía difícilmente evaluables. Sabemos de la capacidad performativa que el miedo puede tener en las mentes individuales y en la masa como sujeto político, pero aún no conocemos la capacidad que ha tenido el miedo pandémico para moldear la psique de las personas. El miedo es la mayor emoción de representación y tras*formación. Los miedos pueden ser convertidos en una poderosa arma política cuando consiguen vehicularse a través de un discurso público que los recoja, los acune y los canalice.



Corey Robin, profesor de Ciencia Política en el Brooklyn College y en el Graduate Center (New York City University), establece la manera en la que opera la construcción política a través de la utilización de los miedos: «La primera etapa consiste en identificar un objeto al que el público tendrá que tenerle miedo; la segunda, consiste en interpretar la naturaleza de ese miedo y explicar las razones de su peligrosidad para, en un tercer momento, enfrentarlo. Esta maniobra en tres tiempos representa una fuente inagotable de poder político».


El ascenso y asimilación de la ultraderechaIlustración de PABLO CARACOL.

La instrumentalización del miedo, según la triada de Robin, es sencilla de comprender usando algún sujeto de repruebo en la política española contemporánea. Los menores no acompañados son uno de los elementos paradigmáticos en los que se ve el funcionamiento de esta dinámica. Antes de la aparición de Vox no existía ningún tipo de temor a los niños migrantes, pero, en la primera etapa de Robin, los ultras identifican a los menores no acompañados como un enemigo al que la población tiene que temer, los deshumanizan con el acrónimo MENA, utilizan noticias falsas apoyándose en otras reales que son magnificadas, alimentan el estereotipo racista y así llegan a la fase dos. En ella, ya han concretado la naturaleza de ese sujeto político al que temer explicando cuál es su peligrosidad.


Una vez conseguido, en la fase tercera, Rocío Monasterio acude a un centro de menores no acompañados a enfrentarse al peligro, los ultras comienzan a tomar medidas políticas contra el colectivo y, por fin, han conseguido manejar un miedo primitivo en su propio beneficio. Cuando esa estrategia se hace constante y contra todos los enemigos, convirtiendo cualquier adversario en un peligro al que temer, tras*formando el miedo en repruebo, la democracia se fractura. El historiador francés Patrick Boucheron define lo que ocurre cuando el miedo se abre camino sin contrapresos democráticos para gestionarlo: «La república pierde pie en cuanto ya no se comprende como un equilibro pacificado entre los diferentes miedos que la dividen».
 
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