Clavisto
Será en Octubre
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- 10 Sep 2013
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El hombre en la silla de ruedas parecía necesitar ayuda y me levanté de la mesa tras dudarlo sólo un poco.
- ¿Necesita ayuda? -le dije
- Pues sí, la verdad...estas aceras
Estaba varado en las barras metálicas que protegen la esquina de un poco más arriba. Eran las tres de la tarde y mis vecinos de bar todavía tenían colocadas las mesas de la terraza junto a la pared y yo ya había devuelto las mías a su sitio legal. Se ve que el hombre vio demasiado scalextric para él solo. Era una silla de las manuales y entre la pendiente descendente de la acera y los obstáculos del camino no podía hacerse con ella. A la vista estaba que tras su bigotazo las fuerzas escaseaban en ese débil cuerpo.
- Venga, vamos.
Lo saqué de la chicane y una vez enfilado en la puerta de mi bar ya recogido dijo de ir a tomarse un café en la terraza del bar de la siguiente manzana que justo acababa de abrir. En un momento vi la situación y le dije que no se preocupara, que se lo tomara en este que era el mío aunque pareciera a punto de cerrar, como así era.
- Yo soy el camarero de esto. Siéntese aquí -le dije mientras lo colocaba en una de las mesas con sus sillas ya apiladas al mismo tiempo que me daba cuenta de la estupidez que acababa de decir. Eso es algo que me pasa muchas veces aún sin la primera cerveza- ¿Qué quiere? -le dije soltándolo
- ¡Que se te va! -dijo mi compañero de mesa y cerveza. Y efectivamente se iba. Esa fruta máquina no era tan buena como esas que a veces por ahí.
- me acuerdo de la fruta -dije sujetándolo antes que se estrellara con mi coche aparcado- ¿Pero esto no tiene un seguro o algo?
- Sí, espera -dijo él. Y accionó una manivela de color y quedó quieto.
- Bueno, estupendo. ¿Qué quiere?
- Un café
- ¿Como lo quiere?
- Cortado, por favor...Y si es tan amable de sacarme un paquete de tabaco...
- Claro
- Un Camel
Me dio el dinero. El tío apestaba más de lo aparente. Quizá hubiese sido por el esfuerzo hasta llegar allí. Pasé adentro, eché el café, compré el tabaco y salí afuera.
- Ahí tiene
- Gracias, gracias...Tengo que ir al hospital...
- ¿A este de al lado?
- Sí...a ese...-dijo un tanto tocado. Me dieron ganas de preguntarle el por qué iba en dirección contraria pero no lo hice.
- Ah, bueno, pues nada. Tómese el café tranquilamente, no hay prisa. Yo voy a cerrar ahora pero usted tranquilo.
- Gracias, gracias...
Y volví a sentarme con mi amigo.
- ¿Y no sabes la habitación de tu hermano? -dijo
- ¡Que no jorobar, que no! Espérate que cierre y ahora vamos los dos
- Pero es que la cocina del restaurante cierra a y media
- ¡me acuerdo de el copón! Pues vete tú, es la doscientos sesenta y no se cuantos, no será tan difícil dar con él
- ¡Cagüen Dios, ni recordar la fruta habitación de tu puñetero hermano!
- Pues no, no me acuerdo. Espera que voy a llamarle
- ¿A llamarle? me acuerdo de la fruta...¡Yo no sé qué shishi pasa con vosotros que ninguno cogéis el puñetero teléfono! ¡He llamado hasta a tu progenitora y nada! puñeteros kufistos
Discutimos un poco. Al final se levantó, cogió el ramo de flores que me había dejado al llegar una hora antes y se fue para allá no sin antes saber el número de la habitación de mi hermano tras una llamada mía.
Adentro sólo quedaba un cliente de confianza al que ya había advertido del tema y recogí la última mesa de la terraza. Y entonces pensé: "jorobar...si yo voy ahora al hospital y este hombre parece tener que ir al mismo sitio...¿por qué no lo llevo?"
- Oiga, amigo -le dije
- Dígame
- Mire...yo tengo que ir también al hospital para un asunto...¿Quiere que lo acerque?
- Pues si me hicieras el favor...
- No se preocupe
Pasé adentro y me eché otra cerveza helada mientras recogía los últimos retales. Es fantástico hacer eso cuando sabes que esa última, vacía y pesadísima hora no la vas a echar.
Quité la música y el televisor; barrí la barra y el salón; bajé las cortinas y apagué la máquina tragaperras; apagué el aire acondicionado y mi último cliente se fue como habías acordado. Es un gran tipo aunque parezca medio lgtb.
- Venga, vámonos -le dije al de la silla.
Y para allá nos fuimos.
Durante el trayecto fue señalándome los obstáculos del camino. Era como llevar un peso pluma. Hubiera podido llevarlo hasta Aranjuez.
- ¿Ves aquí? Pues antes casi me caigo.
Y yo lo veía sobre mis dos piernas y me parecía bastante posible en su situación.
- jorobar
- Sí...Y aquí me ha faltao el canto un duro para caer...
Y yo miraba eso y decía, "jorobar, pues sí. Si yo estuviera como él no habría llegado al bar"
- Y eso que ahora las cosas no son como antes -le dije- Ahora todo está accesible y tal...Aunque sí, si vas con una máquina de estas tiene que ser chungo, sí...¿como no pillas una de esas eléctricas?
- Sí, voy a tener que hacerlo, sí...
Con todas las ayudas arquitectónicas que hay hoy en día es imposible que alguien enfermo en pleno mes de junio manchego se maneje con una silla de ruedas manual. Imposible. Comprobado.
Tiré con él para adelante y enseguida, tras una leve ascensión, llegamos a nuestro destino.
- No -dijo- es un poco más adelante -señaló alzando su bracillo. Era otra puerta, otra entrada. Y allí lo llevé y lo entré tras dejar mi pito en un quicio que encontré.
- No, aquí no se puede fumar -dijo como de cachondeo
- No, claro que no
Pasamos y había gente esperando en sus asientos. Enfrente estaba recepción.
- ¿Llamo a un celador o algo?
- No, ya está bien. Ahora me pedirán una ambulancia para llevarme a casa. Muchas gracias. Volveré a ir a tu bar.
- Claro. Yo me llamo Kufisto.
- Y yo Jose Luis.
- Nos vemos, Jose Luis
- Nos vemos, Kufisto. Y muchas gracias por todo.
Doscientos sesenta y dos, la habitación de mi hermano. La recepcionista del otro edificio me indicó el camino desde otra puerta.
- Sales a la izquierda, coges el ascensor y vas a la segunda planta. Ya allí estás cerca.
Hice lo que me mandó y al salir me encontré con Antonio hablando con una pareja de viejos, quizá indicándoles el camino a alguna parte. Antonio está alopécico total y parece lo que es, un psiquiatra. De vez en cuando viene al bar a desayunar mientras mira el móvil y mea fuera de la taza, para sofocación de mi buen Josemari: "¡Ese es, Kufisto, ese es el cabrón que se mea fuera! hijomio". Es nuevo en el hospital y por lo que una vez le oí hablar con uno que parecía Mefistófeles aún sin pasar de vendedor de drojas legales parece ser que no está demasiado a gusto en el centro. Es un tipo extrañísimo que me cae de grandísima progenitora.
- ¡Antonio!
- ¡Kufisto! ¿Qué haces aquí?
- Vengo buscando la habitación de mi hermano, la 262...
- Ahhh, sí...-respondió como recuperándose de la impresión- Sigue recto y cuando ves una puerta con unos monos dibujados, entra.
Con mucho cuidado y más tensión llegué hasta la puerta de los monos. Por los números de las habitaciones me di cuenta de que estaba dentro, pero tuve que dar tres vueltas hasta dar con la 262
- Hola.
Estaban sólo ellos. Yo no sé por qué me esperaba una boda etniana. Pero estaban ellos dos. Ellos tres.
El niño estaba mamando de la berza derecha de su progenitora que recostada le daba la cara a su marido, el padre de la criatura, mi hermano. En la otra cama había alguien con nadie.
- Hola -dije en voz baja. Y le di dos besos a la progenitora, una risueña mujer que me miró como quien acaba de hacer lo que había venido a hacer.
Ya le había dos a mi hermano cuando esta mañana llegó al bar, así que no repetí.
- Hola, Kufisto -me dijo serio
- Hola, David...¿qué pasa? -le respondí pensando que se había muerto la última abuela que nos queda y que por esas cosas de la vida está a punto de morirse.
- ¿Que qué pasa...? Que eres tío
- jorobar, me acuerdo de la fruta...
Me mandó la foto de madrugada, como lo hizo otro hermano con el nacimiento de sus hijas. Nació hoy, 19 de junio de 2019 mientras yo estaba durmiendo. Anoche, antes de irme a dormir y apagar el wifi del teléfono, terminé por segunda vez la primera temporada de True Detective. Y Rust miraba el firmamento, las estrellas, y le decía a Woody que antes todo era oscuridad.
- Vamos ganando
Vamos ganando.
- ¿Necesita ayuda? -le dije
- Pues sí, la verdad...estas aceras
Estaba varado en las barras metálicas que protegen la esquina de un poco más arriba. Eran las tres de la tarde y mis vecinos de bar todavía tenían colocadas las mesas de la terraza junto a la pared y yo ya había devuelto las mías a su sitio legal. Se ve que el hombre vio demasiado scalextric para él solo. Era una silla de las manuales y entre la pendiente descendente de la acera y los obstáculos del camino no podía hacerse con ella. A la vista estaba que tras su bigotazo las fuerzas escaseaban en ese débil cuerpo.
- Venga, vamos.
Lo saqué de la chicane y una vez enfilado en la puerta de mi bar ya recogido dijo de ir a tomarse un café en la terraza del bar de la siguiente manzana que justo acababa de abrir. En un momento vi la situación y le dije que no se preocupara, que se lo tomara en este que era el mío aunque pareciera a punto de cerrar, como así era.
- Yo soy el camarero de esto. Siéntese aquí -le dije mientras lo colocaba en una de las mesas con sus sillas ya apiladas al mismo tiempo que me daba cuenta de la estupidez que acababa de decir. Eso es algo que me pasa muchas veces aún sin la primera cerveza- ¿Qué quiere? -le dije soltándolo
- ¡Que se te va! -dijo mi compañero de mesa y cerveza. Y efectivamente se iba. Esa fruta máquina no era tan buena como esas que a veces por ahí.
- me acuerdo de la fruta -dije sujetándolo antes que se estrellara con mi coche aparcado- ¿Pero esto no tiene un seguro o algo?
- Sí, espera -dijo él. Y accionó una manivela de color y quedó quieto.
- Bueno, estupendo. ¿Qué quiere?
- Un café
- ¿Como lo quiere?
- Cortado, por favor...Y si es tan amable de sacarme un paquete de tabaco...
- Claro
- Un Camel
Me dio el dinero. El tío apestaba más de lo aparente. Quizá hubiese sido por el esfuerzo hasta llegar allí. Pasé adentro, eché el café, compré el tabaco y salí afuera.
- Ahí tiene
- Gracias, gracias...Tengo que ir al hospital...
- ¿A este de al lado?
- Sí...a ese...-dijo un tanto tocado. Me dieron ganas de preguntarle el por qué iba en dirección contraria pero no lo hice.
- Ah, bueno, pues nada. Tómese el café tranquilamente, no hay prisa. Yo voy a cerrar ahora pero usted tranquilo.
- Gracias, gracias...
Y volví a sentarme con mi amigo.
- ¿Y no sabes la habitación de tu hermano? -dijo
- ¡Que no jorobar, que no! Espérate que cierre y ahora vamos los dos
- Pero es que la cocina del restaurante cierra a y media
- ¡me acuerdo de el copón! Pues vete tú, es la doscientos sesenta y no se cuantos, no será tan difícil dar con él
- ¡Cagüen Dios, ni recordar la fruta habitación de tu puñetero hermano!
- Pues no, no me acuerdo. Espera que voy a llamarle
- ¿A llamarle? me acuerdo de la fruta...¡Yo no sé qué shishi pasa con vosotros que ninguno cogéis el puñetero teléfono! ¡He llamado hasta a tu progenitora y nada! puñeteros kufistos
Discutimos un poco. Al final se levantó, cogió el ramo de flores que me había dejado al llegar una hora antes y se fue para allá no sin antes saber el número de la habitación de mi hermano tras una llamada mía.
Adentro sólo quedaba un cliente de confianza al que ya había advertido del tema y recogí la última mesa de la terraza. Y entonces pensé: "jorobar...si yo voy ahora al hospital y este hombre parece tener que ir al mismo sitio...¿por qué no lo llevo?"
- Oiga, amigo -le dije
- Dígame
- Mire...yo tengo que ir también al hospital para un asunto...¿Quiere que lo acerque?
- Pues si me hicieras el favor...
- No se preocupe
Pasé adentro y me eché otra cerveza helada mientras recogía los últimos retales. Es fantástico hacer eso cuando sabes que esa última, vacía y pesadísima hora no la vas a echar.
Quité la música y el televisor; barrí la barra y el salón; bajé las cortinas y apagué la máquina tragaperras; apagué el aire acondicionado y mi último cliente se fue como habías acordado. Es un gran tipo aunque parezca medio lgtb.
- Venga, vámonos -le dije al de la silla.
Y para allá nos fuimos.
Durante el trayecto fue señalándome los obstáculos del camino. Era como llevar un peso pluma. Hubiera podido llevarlo hasta Aranjuez.
- ¿Ves aquí? Pues antes casi me caigo.
Y yo lo veía sobre mis dos piernas y me parecía bastante posible en su situación.
- jorobar
- Sí...Y aquí me ha faltao el canto un duro para caer...
Y yo miraba eso y decía, "jorobar, pues sí. Si yo estuviera como él no habría llegado al bar"
- Y eso que ahora las cosas no son como antes -le dije- Ahora todo está accesible y tal...Aunque sí, si vas con una máquina de estas tiene que ser chungo, sí...¿como no pillas una de esas eléctricas?
- Sí, voy a tener que hacerlo, sí...
Con todas las ayudas arquitectónicas que hay hoy en día es imposible que alguien enfermo en pleno mes de junio manchego se maneje con una silla de ruedas manual. Imposible. Comprobado.
Tiré con él para adelante y enseguida, tras una leve ascensión, llegamos a nuestro destino.
- No -dijo- es un poco más adelante -señaló alzando su bracillo. Era otra puerta, otra entrada. Y allí lo llevé y lo entré tras dejar mi pito en un quicio que encontré.
- No, aquí no se puede fumar -dijo como de cachondeo
- No, claro que no
Pasamos y había gente esperando en sus asientos. Enfrente estaba recepción.
- ¿Llamo a un celador o algo?
- No, ya está bien. Ahora me pedirán una ambulancia para llevarme a casa. Muchas gracias. Volveré a ir a tu bar.
- Claro. Yo me llamo Kufisto.
- Y yo Jose Luis.
- Nos vemos, Jose Luis
- Nos vemos, Kufisto. Y muchas gracias por todo.
Doscientos sesenta y dos, la habitación de mi hermano. La recepcionista del otro edificio me indicó el camino desde otra puerta.
- Sales a la izquierda, coges el ascensor y vas a la segunda planta. Ya allí estás cerca.
Hice lo que me mandó y al salir me encontré con Antonio hablando con una pareja de viejos, quizá indicándoles el camino a alguna parte. Antonio está alopécico total y parece lo que es, un psiquiatra. De vez en cuando viene al bar a desayunar mientras mira el móvil y mea fuera de la taza, para sofocación de mi buen Josemari: "¡Ese es, Kufisto, ese es el cabrón que se mea fuera! hijomio". Es nuevo en el hospital y por lo que una vez le oí hablar con uno que parecía Mefistófeles aún sin pasar de vendedor de drojas legales parece ser que no está demasiado a gusto en el centro. Es un tipo extrañísimo que me cae de grandísima progenitora.
- ¡Antonio!
- ¡Kufisto! ¿Qué haces aquí?
- Vengo buscando la habitación de mi hermano, la 262...
- Ahhh, sí...-respondió como recuperándose de la impresión- Sigue recto y cuando ves una puerta con unos monos dibujados, entra.
Con mucho cuidado y más tensión llegué hasta la puerta de los monos. Por los números de las habitaciones me di cuenta de que estaba dentro, pero tuve que dar tres vueltas hasta dar con la 262
- Hola.
Estaban sólo ellos. Yo no sé por qué me esperaba una boda etniana. Pero estaban ellos dos. Ellos tres.
El niño estaba mamando de la berza derecha de su progenitora que recostada le daba la cara a su marido, el padre de la criatura, mi hermano. En la otra cama había alguien con nadie.
- Hola -dije en voz baja. Y le di dos besos a la progenitora, una risueña mujer que me miró como quien acaba de hacer lo que había venido a hacer.
Ya le había dos a mi hermano cuando esta mañana llegó al bar, así que no repetí.
- Hola, Kufisto -me dijo serio
- Hola, David...¿qué pasa? -le respondí pensando que se había muerto la última abuela que nos queda y que por esas cosas de la vida está a punto de morirse.
- ¿Que qué pasa...? Que eres tío
- jorobar, me acuerdo de la fruta...
Me mandó la foto de madrugada, como lo hizo otro hermano con el nacimiento de sus hijas. Nació hoy, 19 de junio de 2019 mientras yo estaba durmiendo. Anoche, antes de irme a dormir y apagar el wifi del teléfono, terminé por segunda vez la primera temporada de True Detective. Y Rust miraba el firmamento, las estrellas, y le decía a Woody que antes todo era oscuridad.
- Vamos ganando
Vamos ganando.