paseoaleatorio
Madmaxista
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- 15 Mar 2007
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Todos cometemos errores. Yo el primero. A veces releo algún post mío y me cuesta comprender lo que dice. Pero me esfuerzo para que mis mensajes sean comprensibles y fáciles de leer. Por respecto al lector.
Las faltas de ortografía revelan, por un lado, una deficiente formación y por el otro poca consideración para con el lector. No esmerarse en tener una ortografía y expresión adecuadas es hacerse un flaco favor a sí mismo.
Hasta cierto punto se puede perdonar que un mensaje en un foro no sea todo lo correcto que sería deseable. Sabemos que en los foros de internet escribimos a veces víctimas de la indignación o llevados por las emociones espontáneas. Pero todo tiene un límite, y cada cual sabrá si es conveniente alardear de poca formación o cultura. Por mi parte, intento no ahondar demasiado en aspectos económico-financieros que no domino, sobre todo por respeto a los demás foreros, y también por un punto de amor propio. Y, sobre todo, acostumbro a consultar el diccionario con frecuencia. No se trata de que escribamos con la escrupulosidad de Lázaro Carreter ni que nos expresemos como Cela. Pero aspirar a un mínimo nunca está de más.
¿A qué viene este rollo? Cualquier consejo editorial es (o debería ser) consciente de que la tarjeta de presentación de sus publicaciones es el uso que hacen del idioma. En el Financial Times o The Economist las faltas tipográficas, no digamos ya las de ortografía, acostumbran a brillar por su ausencia. Si no se molestasen en escribir correctamente, ¿qué credibilidad iban a tener cuando comparten con nosotros su opinión o su visión del mundo? ¿De qué credibilidad iban a gozar cuando nos hablan de economías lejanas si ni siquiera se molestasen en dominar algo tan cercano a ellos como su propio idioma? Más bien poca.
Regresemos al País de los Polígrafos. Abramos un ejemplar de Expansión o, ya puestos, de El Economista. No hay día que no encontremos docenas de errores relativos al idioma. (El mismo idioma en defensa del cual algunos van machacando las lenguas periféricas, y ni siquiera ellos mismos se esfuerzan en conocer y preservar.) ¿Qué credibilidad nos deben merecer? Más bien escasa, sobre todo si, además, incurren en errores de contenido serios. Hace poco Miss Marple (muchas gracias) nos hacía ver un error de bulto sobre el efecto de la construcción en el PIB alemán, que tergiversaba totalmente el mensaje del artículo, debido seguramente a una deficiente interpretación del informe original.
Ahí tenéis un ejemplo de una de las diferencias entre un país civilizado y una monarquía bananera.
Perdón por el rollo.
Las faltas de ortografía revelan, por un lado, una deficiente formación y por el otro poca consideración para con el lector. No esmerarse en tener una ortografía y expresión adecuadas es hacerse un flaco favor a sí mismo.
Hasta cierto punto se puede perdonar que un mensaje en un foro no sea todo lo correcto que sería deseable. Sabemos que en los foros de internet escribimos a veces víctimas de la indignación o llevados por las emociones espontáneas. Pero todo tiene un límite, y cada cual sabrá si es conveniente alardear de poca formación o cultura. Por mi parte, intento no ahondar demasiado en aspectos económico-financieros que no domino, sobre todo por respeto a los demás foreros, y también por un punto de amor propio. Y, sobre todo, acostumbro a consultar el diccionario con frecuencia. No se trata de que escribamos con la escrupulosidad de Lázaro Carreter ni que nos expresemos como Cela. Pero aspirar a un mínimo nunca está de más.
¿A qué viene este rollo? Cualquier consejo editorial es (o debería ser) consciente de que la tarjeta de presentación de sus publicaciones es el uso que hacen del idioma. En el Financial Times o The Economist las faltas tipográficas, no digamos ya las de ortografía, acostumbran a brillar por su ausencia. Si no se molestasen en escribir correctamente, ¿qué credibilidad iban a tener cuando comparten con nosotros su opinión o su visión del mundo? ¿De qué credibilidad iban a gozar cuando nos hablan de economías lejanas si ni siquiera se molestasen en dominar algo tan cercano a ellos como su propio idioma? Más bien poca.
Regresemos al País de los Polígrafos. Abramos un ejemplar de Expansión o, ya puestos, de El Economista. No hay día que no encontremos docenas de errores relativos al idioma. (El mismo idioma en defensa del cual algunos van machacando las lenguas periféricas, y ni siquiera ellos mismos se esfuerzan en conocer y preservar.) ¿Qué credibilidad nos deben merecer? Más bien escasa, sobre todo si, además, incurren en errores de contenido serios. Hace poco Miss Marple (muchas gracias) nos hacía ver un error de bulto sobre el efecto de la construcción en el PIB alemán, que tergiversaba totalmente el mensaje del artículo, debido seguramente a una deficiente interpretación del informe original.
Ahí tenéis un ejemplo de una de las diferencias entre un país civilizado y una monarquía bananera.
Perdón por el rollo.