Boba Fet II
Himbersor
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En febrero de 2021 comenzó la banderillación a trabajadores indispensables con Astrazeneca. Se citaba por colectivos coincidiendo así con tus propios compañeros de trabajo en día y hora lo cual otorgaba hasta cierto carácter festivo al hecho. Pocos eran quienes no acudían a la cita. Por convicción de que era la única solución ante la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, la confianza a que aquel producto no podía causar ningún mal o aún teniendo desconfianza, era mayor el temor a perder el empleo o a la presión laboral y social que podían sufrir. La gran mayoría acudía fiel a la cita.
Recordemos que el 15 de marzo en plena campaña de banderillación con Astrazeneca, está se paralizó durante 15 días al conocerse la noticia del fallecimiento de una docente de 42 años días después de la inoculación tras acudir varias veces a urgencias con fuertes dolores de cabeza. Aún así la banderillación con Astrazeneca se reanudó y los trabajadores esenciales que servían a la ciudadanía continuaron confianza porque así se pidió desde los atriles por parte del gobierno de España ante una llamada a la calma y confianza. No era obligatoria pero apelando a la responsabilidad de los y las trabajadoras pedían que nadie tuviera miedo y cumpliera como buen ciudadano. Para sorpresa de algunas personas los supuestos “efectos secundarios leves” no eran tan leves o continuaban más allá de las famosas 48 horas que todos los expertos auguraban como la franja de riesgo ante efectos graves.
Algunos de esos trabajadores esenciales comenzaron a padecer taquicardias y bradicardias incontrolables, tinnitus, miocarditis, pericarditis, parálisis, mareos, ahogos, disautonomía, parálisis, cefaleas, pérdida de memoria, hematomas, trombosis, Síndrome de Guillain-Barré… llegando a ser hospitalizados e incluso a pasar días en las UCI.
Un largo año desde aquellos meses de febrero y marzo de 2021 en los cuales las visitas a todo tipo de especialidades y pruebas médicas, las cuales no resultan concluyentes para diagnóstico, pero los síntomas, limitaciones y pérdida de calidad de vida son evidentes. Pasan los meses y nos encontramos en la tesitura de volver al trabajo tras un año se baja sin lograr la recuperación, pero tal y como el sistema de seguridad social marca hay que incorporarse al trabajo o ser valorado por un tribunal médico que podrá ampliar a seis meses más la baja laboral. Así pues nos encontramos casos de personal sanitario, docente, seguridad ciudadana, bomberos… que además de sufrir las consecuencias en primera persona, no se encuentran en condiciones idóneas para el desempeño de sus tareas al nivel de las capacidades óptimas con el consiguiente riesgo y responsabilidad ante terceros, ciudadanos usuarios de los servicios. En este texto vamos a repasar algunos de estos casos.
Las sanitarias Celia, Ainhoa y Lucila
Celia tiene 46 años y es veterinaria. El 30 de marzo hizo un año desde la banderillación con Astrazeneca y, el día 15 de abril un año de la baja. En su caso, nadie le ha informado de nada. Su limitación es brutal. No está de baja porque la haya pedido, sino porque la llevaron en ambulancia, de urgencias, al hospital. Ha tenido que volver a casa de sus padres para ser atendida por ellos e intentar recuperarse dejando su casa y trabajo a kilómetros en otra provincia. Su mayor objetivo durante este año ha sido entrenarse para poder aguantar una jornada laboral, dado que para ella, ¡su trabajo es su vida! y hoy ese día queda muy lejos. En su caso, no es viable el poder trabajar, ni tan sólo unas horas al día. No sabe qué va a pasar con ella ni a nivel de salud ni laboral.
Efectos secundarios Afectadas por la banderilla contra el el bichito-19: “Solo pedimos que se investiguen nuestros casos”
Sara Plaza Casares
14
Lucila tiene 46 años y es enfermera y profesora de universidad. Se contagió el 8 de marzo del 2020, posiblemente en el hospital. En cuanto tuvo el alta médica se puso a ayudar allí donde se necesitaba dado que la carencia de profesionales sanitarios era enorme. El 21 de febrero del 2021 acude a ponerse la banderilla de Astrazeneca que facilita el colegio de enfermeras de Madrid (CODEM). Ese día Lucila le comenta al médico del SUMMA responsable, que era trombofílica (produce trombos por problemas genéticos y ya lleva 5 tromboembolismos pulmonares por lo que tiene una discapacidad reconocida) a lo cual se le responde que da igual. La banderillan y por la tarde comienza un episodio muy severo de fiebre de 40 grados, vómitos, cefalea y demás síntomas típicos de la banderilla. Cuando empieza con sibilancias (broncoespasmo pulmonar severo) la ambulancia la recoger y la lleva al hospital de inmediato.
A partir de ese día la vida de esta mujer, progenitora, docente, enfermera, atleta de nivel medio alto y doctoranda a punto de leer su tesis doctoral, se desvanece y pasa a estar durante meses postrada en una cama con una astenia brutal que la incapacita para levantarse, fiebre de entre 37,5º y 38º todos los días sin excepción, cefaleas, dolor en los ojos constante. Ahí comienza su amarga andadura de médico en médico y de hospital en hospital cuando su estado se agrava.
Lucila a día de hoy no puede coger en brazos a su hija, no puede ejercer de enfermera por la incapacitación motriz en los miembros superiores, tiene grandes problemas para leer cualquier cosa y mucho menos artículos científicos (tuvo que paralizar la lectura de su tesis doctoral, evidentemente) y esto, en su trabajo en la universidad, es crucial. Sin embargo, al conocer los casos de desamparo laboral en estas circunstancias por otros compañeros, ella decide coger el alta voluntaria, a pesar de que sus médicos no lo avalan, ya que ahora la carga de trabajo a final de curso es mucho menor y aprovecharía a testarse física y cognitivamente. Sin embargo, la obligatoria incorporación por el INSS en septiembre con una carga de trabajo enorme podría empeorar rápidamente su situación.
Pilar, auxiliar de ayuda a domicilio
Pilar llevaba cuatro años trabajando como auxiliar de ayuda a domicilio. Cuidaba, atendía y hacía compañía a personas mayores y con problemas para valerse por sí mismas. Nunca pensó que a sus 46 años iba a ser ella quien necesitara las atenciones y cuidados que venía dando a otras personas. Menos aún que sus problemas de salud se dieran tras la banderilla de Astrazeneca que iba a protegerla a ella y a las personas con las que trabajaba. A los 15 días de poner la banderilla fue ingresada durante 15 días tras los cuales salió diagnosticada con mielitis tras*versa, una dolencia que le hace perder fuerza y movilidad. Se le duerme el lado izquierdo de su cuerpo y psicológicamente le cuesta encajar el día a día. Es una progenitora de 46 años que no llega a todo aquello que su rutina diaria le exige.
A los 6 meses de baja la médico de cabecera le propuso para una incapacidad laboral que le fue denegada por el INSS. En ese momento le dieron la baja hasta el 1 de abril. En estos momentos está a la espera de que le informen si amplían seis meses más de baja o le mandan incorporarse a un puesto para el que en estos momentos no está en plenas condiciones.
Yolanda tiene 45 años y es Educadora Infantil. En marzo de 2021 acudió a ponerse la banderilla. Desde ese momento las taquicardias y bradicardias, parestesias y otros síntomas no han desaparecido. Le dieron la baja y comenzaron las visitas a especialistas de todo tipo los cuales a día de hoy no dan un diagnóstico pero tampoco creen que ni que sean normales los síntomas que tiene desde su primera y única dosis de Astrazeneca, ni que pueda realizar las tareas propias de su puesto de trabajo, el cual lleva ocupando 19 años. Ahora está en un proceso de oposición para el cual tampoco se siente en plenas capacidades, ya que también tiene problemas a nivel neurológicos con pérdidas de memoria, lapsus mental y desorientación en determinados momentos.
En estos momentos se encuentra a la espera de recibir noticias desde el INSS para que le amplíen seis meses la baja o decidan que debe incorporarse aún teniendo dificultades y una pérdida de calidad de vida desproporcionada. Teme no poder presentarse a las pruebas para la plaza que ocupa casi veinte años o si lo hace no obtener unos resultados óptimos. Así pues podría quedar sin empleo y sin capacidad para optar al mercado laboral.
A día de hoy está acudiendo a un centro de rehabilitación neurológica donde realiza sesiones de fisioterapia, terapia ocupacional y neuropsicología. Confía en poder incorporarse pronto a su instituto aunque no sabe si estará en plenas condiciones laborales puesto que la enfermedad le ha afectado al aparato digestivo y al urinario y, de momento, no está totalmente recuperado.
Laura tiene 36 años y es profesora. Por su situación laboral ha de estar “preparada para todo” ya que forma parte del ejército de “profesorado sustituto”. No tiene contrato ni plaza fija, con lo cual no puede permitirse un mal bache de salud como el sufrido tras la banderillación con Astrazeneca. Desde el primer pinchazo empezaron unos fuertes dolores de cabeza y un cansancio extremo. Los médicos no creyeron que fuera nada grave e incluso la alentaron a acudir una segunda cita con Astrazeneca. Fue entonces cuando sus síntomas se agravaron, viéndose incapaz de terminar algunos días su jornada laboral, cogiendo unos días de reposo y, cuando era posible, periodos de baja. Su problema es que al ser profesora en sustitución no puede permitirse bajas laborales que le hagan perder contratos temporales, quedándose fuera de la bolsa.
En estos momentos se encuentra de baja, pero en cuanto esta situación cambie, deberá volver a la actividad por el riesgo de perder su puesto en la bolsa. A falta de un diagnóstico y con la incertidumbre de cómo afrontar la situación sobrevenida tanto a nivel de salud como laboral tras la banderilla, confía en que los fuertes dolores de cabeza inhabilitadores y el cansancio extremo cesen algún día y vuelva a ser esa profesora todoterreno que igual cubría dos días aquí que allá, llena de energía y recursos.
Víctor, el guardia civil
Víctor llevaba un estilo de vida saludable. El ciclismo de montaña era su afición, una semana antes de banderillarse con Astrazeneca subió El Veleta, el cuarto picó más alto de la península. El once de marzo de 2021 recibió la primera dosis de Astrazeneca y esa misma noche un fuerte dolor en el pecho y en la espalda le despertó. Acudió a urgencias y le enviaron a casa con analgésicos y omeprazol por posible reflujo. Tres días más tarde tuvo que volver al hospital y le detectaron miopericarditis aguda. Tras 15 días de tratamiento se recupera e intenta hacer deporte pero regresan las molestias y acude a urgencias, donde le recomiendan una prueba de esfuerzo que da como resultado una sospecha de una obstrucción. Finalmente termina en un quirófano donde le realizan un cateterismo en el cual se evidencia una obstrucción arterial del 90%.
Este Guardia Civil se ve, tras banderillarse con Astrazeneca, obligado a jubilarse prematuramente. Hasta dentro de 10 años no hubiera hecho esos planes. Para un padre de familia con proyectos e ilusiones esta situación supone una pérdida de ingresos que no puede permitirse. No sólo ha visto mermada su salud, sino que como le ha reconocido un cardiólogo “con tú miopericarditis y angina de pecho no deberíamos estar aquí hablando. Has tenido mucha suerte”. Tal vez su saludable vida haya ayudado.
Recordemos que desde julio de 2021 dejó de administrarse la banderilla de Astrazeneca en España y en otros países incluso antes.
Recordemos que el 15 de marzo en plena campaña de banderillación con Astrazeneca, está se paralizó durante 15 días al conocerse la noticia del fallecimiento de una docente de 42 años días después de la inoculación tras acudir varias veces a urgencias con fuertes dolores de cabeza. Aún así la banderillación con Astrazeneca se reanudó y los trabajadores esenciales que servían a la ciudadanía continuaron confianza porque así se pidió desde los atriles por parte del gobierno de España ante una llamada a la calma y confianza. No era obligatoria pero apelando a la responsabilidad de los y las trabajadoras pedían que nadie tuviera miedo y cumpliera como buen ciudadano. Para sorpresa de algunas personas los supuestos “efectos secundarios leves” no eran tan leves o continuaban más allá de las famosas 48 horas que todos los expertos auguraban como la franja de riesgo ante efectos graves.
Algunos de esos trabajadores esenciales comenzaron a padecer taquicardias y bradicardias incontrolables, tinnitus, miocarditis, pericarditis, parálisis, mareos, ahogos, disautonomía, parálisis, cefaleas, pérdida de memoria, hematomas, trombosis, Síndrome de Guillain-Barré… llegando a ser hospitalizados e incluso a pasar días en las UCI.
Un largo año desde aquellos meses de febrero y marzo de 2021 en los cuales las visitas a todo tipo de especialidades y pruebas médicas, las cuales no resultan concluyentes para diagnóstico, pero los síntomas, limitaciones y pérdida de calidad de vida son evidentes. Pasan los meses y nos encontramos en la tesitura de volver al trabajo tras un año se baja sin lograr la recuperación, pero tal y como el sistema de seguridad social marca hay que incorporarse al trabajo o ser valorado por un tribunal médico que podrá ampliar a seis meses más la baja laboral. Así pues nos encontramos casos de personal sanitario, docente, seguridad ciudadana, bomberos… que además de sufrir las consecuencias en primera persona, no se encuentran en condiciones idóneas para el desempeño de sus tareas al nivel de las capacidades óptimas con el consiguiente riesgo y responsabilidad ante terceros, ciudadanos usuarios de los servicios. En este texto vamos a repasar algunos de estos casos.
Las sanitarias Celia, Ainhoa y Lucila
Celia tiene 46 años y es veterinaria. El 30 de marzo hizo un año desde la banderillación con Astrazeneca y, el día 15 de abril un año de la baja. En su caso, nadie le ha informado de nada. Su limitación es brutal. No está de baja porque la haya pedido, sino porque la llevaron en ambulancia, de urgencias, al hospital. Ha tenido que volver a casa de sus padres para ser atendida por ellos e intentar recuperarse dejando su casa y trabajo a kilómetros en otra provincia. Su mayor objetivo durante este año ha sido entrenarse para poder aguantar una jornada laboral, dado que para ella, ¡su trabajo es su vida! y hoy ese día queda muy lejos. En su caso, no es viable el poder trabajar, ni tan sólo unas horas al día. No sabe qué va a pasar con ella ni a nivel de salud ni laboral.
Ainhoa tiene 37 años y es psicóloga general sanitaria. Tiene su propia consulta privada y colabora en una clínica. Llevar un negocio propio que le ha costado años de esfuerzo y sacrificio levantar, no es fácil de abandonar. Se vacunó con AstraZeneca en el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid el 9 de Marzo de 2021 y desde ese momento no ha levantado cabeza: ha tenido que reducir sus horas de trabajo a menos de la mitad, y poner en lista de espera a pacientes que le llamaban o derivarlos por no poder atenderlos, incluso cancelar días enteros porque no se puede ni levantar de la cama. En dos ocasiones ha pedido la baja durante el último año, una de 15 días y otra de casi un mes. Pedir la baja fue un auténtico calvario, principalmente porque su médico de cabecera no creía lo que le pasaba incluso siendo diagnosticada de disautonomía por medicina interna post el bichito. Por eso, después cuando ha tenido nuevos brotes y no podía trabajar, ni ha pedido la baja, ha corrido de su cuenta... No tiene fuerza para pelearse más ni tener que dar explicaciones.Pedir la baja fue un auténtico calvario, principalmente porque su médico de cabecera no creía lo que le pasaba incluso siendo diagnosticada de disautonomía por medicina interna post el bichito
Efectos secundarios Afectadas por la banderilla contra el el bichito-19: “Solo pedimos que se investiguen nuestros casos”
Sara Plaza Casares
14
Lucila tiene 46 años y es enfermera y profesora de universidad. Se contagió el 8 de marzo del 2020, posiblemente en el hospital. En cuanto tuvo el alta médica se puso a ayudar allí donde se necesitaba dado que la carencia de profesionales sanitarios era enorme. El 21 de febrero del 2021 acude a ponerse la banderilla de Astrazeneca que facilita el colegio de enfermeras de Madrid (CODEM). Ese día Lucila le comenta al médico del SUMMA responsable, que era trombofílica (produce trombos por problemas genéticos y ya lleva 5 tromboembolismos pulmonares por lo que tiene una discapacidad reconocida) a lo cual se le responde que da igual. La banderillan y por la tarde comienza un episodio muy severo de fiebre de 40 grados, vómitos, cefalea y demás síntomas típicos de la banderilla. Cuando empieza con sibilancias (broncoespasmo pulmonar severo) la ambulancia la recoger y la lleva al hospital de inmediato.
A partir de ese día la vida de esta mujer, progenitora, docente, enfermera, atleta de nivel medio alto y doctoranda a punto de leer su tesis doctoral, se desvanece y pasa a estar durante meses postrada en una cama con una astenia brutal que la incapacita para levantarse, fiebre de entre 37,5º y 38º todos los días sin excepción, cefaleas, dolor en los ojos constante. Ahí comienza su amarga andadura de médico en médico y de hospital en hospital cuando su estado se agrava.
Lucila a día de hoy no puede coger en brazos a su hija, no puede ejercer de enfermera por la incapacitación motriz en los miembros superiores, tiene grandes problemas para leer cualquier cosa y mucho menos artículos científicos (tuvo que paralizar la lectura de su tesis doctoral, evidentemente) y esto, en su trabajo en la universidad, es crucial. Sin embargo, al conocer los casos de desamparo laboral en estas circunstancias por otros compañeros, ella decide coger el alta voluntaria, a pesar de que sus médicos no lo avalan, ya que ahora la carga de trabajo a final de curso es mucho menor y aprovecharía a testarse física y cognitivamente. Sin embargo, la obligatoria incorporación por el INSS en septiembre con una carga de trabajo enorme podría empeorar rápidamente su situación.
Pilar, auxiliar de ayuda a domicilio
Pilar llevaba cuatro años trabajando como auxiliar de ayuda a domicilio. Cuidaba, atendía y hacía compañía a personas mayores y con problemas para valerse por sí mismas. Nunca pensó que a sus 46 años iba a ser ella quien necesitara las atenciones y cuidados que venía dando a otras personas. Menos aún que sus problemas de salud se dieran tras la banderilla de Astrazeneca que iba a protegerla a ella y a las personas con las que trabajaba. A los 15 días de poner la banderilla fue ingresada durante 15 días tras los cuales salió diagnosticada con mielitis tras*versa, una dolencia que le hace perder fuerza y movilidad. Se le duerme el lado izquierdo de su cuerpo y psicológicamente le cuesta encajar el día a día. Es una progenitora de 46 años que no llega a todo aquello que su rutina diaria le exige.
A los 6 meses de baja la médico de cabecera le propuso para una incapacidad laboral que le fue denegada por el INSS. En ese momento le dieron la baja hasta el 1 de abril. En estos momentos está a la espera de que le informen si amplían seis meses más de baja o le mandan incorporarse a un puesto para el que en estos momentos no está en plenas condiciones.
Yolanda, Pau y Laura: las docentesYolanda tiene 45 años y es Educadora Infantil. En marzo de 2021 acudió a ponerse la banderilla. Desde ese momento las taquicardias y bradicardias, parestesias y otros síntomas no han desaparecido.
Yolanda tiene 45 años y es Educadora Infantil. En marzo de 2021 acudió a ponerse la banderilla. Desde ese momento las taquicardias y bradicardias, parestesias y otros síntomas no han desaparecido. Le dieron la baja y comenzaron las visitas a especialistas de todo tipo los cuales a día de hoy no dan un diagnóstico pero tampoco creen que ni que sean normales los síntomas que tiene desde su primera y única dosis de Astrazeneca, ni que pueda realizar las tareas propias de su puesto de trabajo, el cual lleva ocupando 19 años. Ahora está en un proceso de oposición para el cual tampoco se siente en plenas capacidades, ya que también tiene problemas a nivel neurológicos con pérdidas de memoria, lapsus mental y desorientación en determinados momentos.
En estos momentos se encuentra a la espera de recibir noticias desde el INSS para que le amplíen seis meses la baja o decidan que debe incorporarse aún teniendo dificultades y una pérdida de calidad de vida desproporcionada. Teme no poder presentarse a las pruebas para la plaza que ocupa casi veinte años o si lo hace no obtener unos resultados óptimos. Así pues podría quedar sin empleo y sin capacidad para optar al mercado laboral.
Pau, de 44 años, es profesor de Secundaria de Lengua y Literatura. Llevaba una vida sana sin enfermedades previas y solía hacer deporte. Tras la banderilla Astrazeneca desarrolló mielitis tras*versa. Estuvo un mes y medio hospitalizado, primero encamado, después en silla de ruedas y poco a poco ha aprendido de nuevo a caminar. Un año después continúa con una sonda vesical, parestesias y con dolores a nivel dorsal y lumbar. Tiene en su poder un informe de alta médico en el que se indica que la enfermedad fue causada por la administración de la banderilla.Tras la banderilla Astrazeneca desarrolló mielitis tras*versa. Estuvo un mes y medio hospitalizado, primero encamado, después en silla de ruedas y poco a poco ha aprendido de nuevo a caminar. Un año después continúa con una sonda vesical, parestesias y con dolores a nivel dorsal y lumbar
A día de hoy está acudiendo a un centro de rehabilitación neurológica donde realiza sesiones de fisioterapia, terapia ocupacional y neuropsicología. Confía en poder incorporarse pronto a su instituto aunque no sabe si estará en plenas condiciones laborales puesto que la enfermedad le ha afectado al aparato digestivo y al urinario y, de momento, no está totalmente recuperado.
Laura tiene 36 años y es profesora. Por su situación laboral ha de estar “preparada para todo” ya que forma parte del ejército de “profesorado sustituto”. No tiene contrato ni plaza fija, con lo cual no puede permitirse un mal bache de salud como el sufrido tras la banderillación con Astrazeneca. Desde el primer pinchazo empezaron unos fuertes dolores de cabeza y un cansancio extremo. Los médicos no creyeron que fuera nada grave e incluso la alentaron a acudir una segunda cita con Astrazeneca. Fue entonces cuando sus síntomas se agravaron, viéndose incapaz de terminar algunos días su jornada laboral, cogiendo unos días de reposo y, cuando era posible, periodos de baja. Su problema es que al ser profesora en sustitución no puede permitirse bajas laborales que le hagan perder contratos temporales, quedándose fuera de la bolsa.
En estos momentos se encuentra de baja, pero en cuanto esta situación cambie, deberá volver a la actividad por el riesgo de perder su puesto en la bolsa. A falta de un diagnóstico y con la incertidumbre de cómo afrontar la situación sobrevenida tanto a nivel de salud como laboral tras la banderilla, confía en que los fuertes dolores de cabeza inhabilitadores y el cansancio extremo cesen algún día y vuelva a ser esa profesora todoterreno que igual cubría dos días aquí que allá, llena de energía y recursos.
Víctor, el guardia civil
Víctor llevaba un estilo de vida saludable. El ciclismo de montaña era su afición, una semana antes de banderillarse con Astrazeneca subió El Veleta, el cuarto picó más alto de la península. El once de marzo de 2021 recibió la primera dosis de Astrazeneca y esa misma noche un fuerte dolor en el pecho y en la espalda le despertó. Acudió a urgencias y le enviaron a casa con analgésicos y omeprazol por posible reflujo. Tres días más tarde tuvo que volver al hospital y le detectaron miopericarditis aguda. Tras 15 días de tratamiento se recupera e intenta hacer deporte pero regresan las molestias y acude a urgencias, donde le recomiendan una prueba de esfuerzo que da como resultado una sospecha de una obstrucción. Finalmente termina en un quirófano donde le realizan un cateterismo en el cual se evidencia una obstrucción arterial del 90%.
Este Guardia Civil se ve, tras banderillarse con Astrazeneca, obligado a jubilarse prematuramente. Hasta dentro de 10 años no hubiera hecho esos planes. Para un padre de familia con proyectos e ilusiones esta situación supone una pérdida de ingresos que no puede permitirse. No sólo ha visto mermada su salud, sino que como le ha reconocido un cardiólogo “con tú miopericarditis y angina de pecho no deberíamos estar aquí hablando. Has tenido mucha suerte”. Tal vez su saludable vida haya ayudado.
Ahora el dilema para estos trabajadores y trabajadoras indispensables a los que se les inyectó Astrazeneca, consiste en afrontar la vida laboral tras un año del inicio de efectos secundarios inhabilitadores y no estar recuperados. Y además, se enfrentan a no saber qué tiempo aproximado de recuperación queda, en los casos que la recuperación sea posible. Desconocen si la inspección de trabajo ampliará plazos en algunas bajas hasta los 18 meses, si algunos trabajadores indispensables se verán obligados a trabajar sin estar en condiciones favorables para sí mismos ni para aquellos a quien va destinado su desempeño o si por ello acarrean mayores problemas de salud. Tampoco saben si se concederán incapacidades por no poder desarrollar sus funciones de forma definitiva o perderán sus puestos de trabajo u opciones a conseguir una nueva plaza, ya que en muchos casos eran trabajadores interinos aún en procesos de oposición y están en procesos de promoción laboral.Ahora el dilema para estos trabajadores y trabajadoras indispensables a los que se les inyectó Astrazeneca, consiste en afrontar la vida laboral tras un año del inicio de efectos secundarios inhabilitadores y no estar recuperados
Recordemos que desde julio de 2021 dejó de administrarse la banderilla de Astrazeneca en España y en otros países incluso antes.