morritos perfectitos
Himbersor
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Al niño platano pudremita ya se lo han pulido.
Lo que saco en claro de todo esto es que el ALFEÑIQUE sobrecompensaba su aparente androginismo con una buena dosis de sadismo, ese tipo de amantes tiene su público femenino.
En plan se lo ama una, se siente sucia pero a la vez caliente al recordarlo, tiene que contarlo para librarse de la carga y asentar en su cabeza el relato de que el sesso bruto sucedió contra su voluntad. Luego lo cuenta, a lo mejor la amiga no se lo ama, pero se lo cuenta a su vez a otra a la que le pica la curiosidad y el shishi, y esta dice, "bueno por probar, de todas formas a lo mejor me llevo un carguito o a lo peor un buen argumento para chantajear", y así se forja la leyenda del amador.
Si habéis tenido trato íntimo con mujeres sabéis que en el tema sensual hay movidas que les generan una vergonzosa fascinación.
Le pasó a un chaval de mi clase en la uni que realmente calzaba un buen troncho de carne (se lo vi en las duchas en un torneo rector de esos): una fresca de la clase se lo intentó tirar (no le entró) en uno de los primeros botellones de primero de carrera, y cuando se corrió la voz (que no la fresca), el cabrón se ponía las botas. No porque fuera la alegría de la huerta, que era un soso de huevones, ni especialmente guapo. Pero todas querían catar el vergón como para poder contarlo.
Otro amigo mío, mulato pero nacido aquí, viviendo toda la vida en mi pueblo. Entre los 15 y los 20 años (es decir a principios de este siglo) se ***ó a medio pueblo, desde chortincitas con novio macarra, a treintañeras con hijos, universitarias centraditas, en fin de todo. A este no le he visto la platano pero por lo visto nada del otro mundo, eso si aparte del rollo exótico debía tener buen toque de cadera caribeño el me gusta la fruta, otra noticia que se propagó e hizo que alguna tragase sable moreno un martes por la mañana mientras el marido iba a arar.
Otro conocido era rollo errejoner, un cabrón flacucho pero guapito y dominante, maestro del tortazo y el agarrón de coleta para que se lo traguen todo, la loncha de pichu en el momento justo, el discursito ideológico para impresionar a las lelas bien aprendido. Este se movía por circulitos anarcas universitarios y underground musical local, no quedó un shishi de jipi sin tapar en la provincia, una escabechina, desfilaban hacia su platano. Acabó la carrera, se puso un peinado normal, se quitó los fierros, opositó y sobrevive como profesor progre de secundaria.
Resumiendo que aunque me cuadraría que el alfeñique fuera realmente un depredador chungo y mala gente, más me cuadra que no haya sometido a esas inocentes denunciantas, sino que todo fuera parte de una película consentida pero incómoda de recordar por las conclusiones que arroja sobre los protagonistas, "ahora que ya sé lo que eres, solo estamos negociando el precio".
Lo que saco en claro de todo esto es que el ALFEÑIQUE sobrecompensaba su aparente androginismo con una buena dosis de sadismo, ese tipo de amantes tiene su público femenino.
En plan se lo ama una, se siente sucia pero a la vez caliente al recordarlo, tiene que contarlo para librarse de la carga y asentar en su cabeza el relato de que el sesso bruto sucedió contra su voluntad. Luego lo cuenta, a lo mejor la amiga no se lo ama, pero se lo cuenta a su vez a otra a la que le pica la curiosidad y el shishi, y esta dice, "bueno por probar, de todas formas a lo mejor me llevo un carguito o a lo peor un buen argumento para chantajear", y así se forja la leyenda del amador.
Si habéis tenido trato íntimo con mujeres sabéis que en el tema sensual hay movidas que les generan una vergonzosa fascinación.
Le pasó a un chaval de mi clase en la uni que realmente calzaba un buen troncho de carne (se lo vi en las duchas en un torneo rector de esos): una fresca de la clase se lo intentó tirar (no le entró) en uno de los primeros botellones de primero de carrera, y cuando se corrió la voz (que no la fresca), el cabrón se ponía las botas. No porque fuera la alegría de la huerta, que era un soso de huevones, ni especialmente guapo. Pero todas querían catar el vergón como para poder contarlo.
Otro amigo mío, mulato pero nacido aquí, viviendo toda la vida en mi pueblo. Entre los 15 y los 20 años (es decir a principios de este siglo) se ***ó a medio pueblo, desde chortincitas con novio macarra, a treintañeras con hijos, universitarias centraditas, en fin de todo. A este no le he visto la platano pero por lo visto nada del otro mundo, eso si aparte del rollo exótico debía tener buen toque de cadera caribeño el me gusta la fruta, otra noticia que se propagó e hizo que alguna tragase sable moreno un martes por la mañana mientras el marido iba a arar.
Otro conocido era rollo errejoner, un cabrón flacucho pero guapito y dominante, maestro del tortazo y el agarrón de coleta para que se lo traguen todo, la loncha de pichu en el momento justo, el discursito ideológico para impresionar a las lelas bien aprendido. Este se movía por circulitos anarcas universitarios y underground musical local, no quedó un shishi de jipi sin tapar en la provincia, una escabechina, desfilaban hacia su platano. Acabó la carrera, se puso un peinado normal, se quitó los fierros, opositó y sobrevive como profesor progre de secundaria.
Resumiendo que aunque me cuadraría que el alfeñique fuera realmente un depredador chungo y mala gente, más me cuadra que no haya sometido a esas inocentes denunciantas, sino que todo fuera parte de una película consentida pero incómoda de recordar por las conclusiones que arroja sobre los protagonistas, "ahora que ya sé lo que eres, solo estamos negociando el precio".