Vlad_Empalador
Será en Octubre
"Hay un trabajo con un cliente. Son 50 euros": El mensaje que destapó la red de prespitación de menores de Almería
La red era dirigida por una veinteañera que prostituyó a su hermana y captó a otros cuatro menores en su entorno. "No pueden decir que no sabían qué edad tenían, porque algunas de ellas, hoy en día, aún tiene rostro de niña", comentan sobre los clientes fuentes de la investigación
Un policía local y un legionario, entre los 10 detenidos por prespitación infantil en Almería
En la cúspide de esta sórdida trama se situaba una veinteañera, que "no estudiaba ni trabajaba", criada en el seno de una "familia normal". "Clase trabajadora", resumen fuentes de la investigación, "de esas que no atienden a todos los caprichos, pero que trabajan para cubrir las necesidades de todos los componentes".
Una joven acusada de prostituir a su hermana pequeña a cambio de un puñado de euros, pero que se descompuso y, por recomendación de su defensa, desentrañó las claves de la red cuando se vio frente a los agentes de la unidad de Policía Judicial de la Guardia Civil de Almería.
La madama, tras iniciar a su familiar, captó en su entorno a otras tres menores y un adolescente, a los que inicialmente ofrecía a través de páginas web, redes sociales y aplicaciones de mensajería instantánea. No pedía mucho dinero, pero se quedaba con el porcentaje mayoritario. Era el precio por gestionar las citas, trasladar a las víctimas y negociar las tarifas.
"Su radio de acción era toda la provincia almeriense. Cuando era necesario, llevaba a los menores hasta los municipios en los que se encontraba el cliente. Una vez allí, los contactos sensuales se producían en casas, fincas, coches particulares...", afirman las fuentes consultadas, que explican que se han documentado encuentros desde al menos 2019 y que hubo alguna víctima que empezó a ser prostituida con 13 años de edad.
El coste del servicio normal solía ser bajo, sobre todo por lo cotizadas que están las menores en los ambientes más siniestros, pero se elevaba notablemente cuando el cliente quería "algo especial". "Parafilias como el sadomasoquismo y la coprofilia. Cosas con las que no nos hemos topado en investigaciones en las que todos los protagonistas eran adultos", comenta con cierto asqueo una de las fuentes, que explica que, a pesar del bombardeo informativo que reciben los más pequeños, las víctimas "no fueron conscientes de la gravedad de lo que estaban haciendo hasta que no intervenimos".
Habían "normalizado" esas prácticas aberrantes como mecanismo para obtener dinero y regalos. Vendían sus cuerpos por lucir un móvil de última generación o vestir ropa de marca. Esa fue la cruda realidad a la que se enfrentaron los agentes.
LA AGENDA DEL MÓVIL
La "agenda digital" del smartphone de la precoz madama fue la piedra de Rosetta del caso. La clave para llegar hasta los miembros más activos de su clientela, formada por individuos de "todo extracto social y cultural", que en ocasiones llegaban a requerir los servicios de las menores "hasta tres veces por semana" y que sabían perfectamente que se estaban acostando con adolescentes.
"No pueden decir que desconocían que edad tenían, porque algunas de ellas, hoy en día, aún tiene rostro de niña", comentan las fuentes consultadas, que recuerdan que uno de los acusados "incluso se llevó a merendar a una de las chicas tras recogerla en el punto fijado" con la proxeneta.
La investigación se vio entorpecida por los cambios de teléfonos de los distintos protagonistas -algunos de los cuales pudo ser recuperado y abrir nuevas líneas de trabajo-, el anonimato de las redes sociales y la falta de memoria de las víctimas. "Decían que había pasado mucho tiempo y que sólo recordaban detalles".
"El tonalidad de una puerta, un nombre de pila, un turismo o la huella borrosa de una calle", los investigadores del Equipo Mujer Menor (Emume) y sus compañeros en la unidad de Policía Judicial intentaron tirar del hilo de cada uno de los rastros que iban surgiendo para identificar a todos los implicados posibles.
Un trabajo silencioso, concienzudo, casi artesanal, para desenredar la madeja de un caso duro y complicado. De los que requieren estómago cuando hay que encarar a unos padres y explicarles el infierno en el que se ha adentrado su hija. "Fueron momentos muy difíciles, porque nadie está preparado para escuchar algo así", explican las citadas fuentes, que advirtieron de la difícil situación de la familia con dos hijas implicadas e interpretando roles antagónicos: la joven proxeneta y su primera víctima.
PSICÓLOGOS
En este contexto era obligatoria la intervención del Servicio de Atención a Víctimas en Andalucía (SAVA), cuyos psicólogos y otros expertos trabajan con las menores y sus familiares para tratar de restañar las posibles secuelas una vez han sido conscientes de la terrible experiencia por la que han pasado.
La investigación que desembocó en la operación 'Terciaria' arrancó en junio de 2020, después de que los padres de una de las menores descubriesen que tenía una tableta que ellos no le habían comprado y sobre cuya procedencia no daba una versión creíble. Ambos progenitores, intranquilos, revisaron las conversaciones de WhatsApp de su hija y allí encontraron el mensaje que desataría todas las alarmas: "Hay un trabajo con un cliente. Son 50 euros". Un ofrecimiento realizado por la joven proxeneta y que rápidamente pusieron en contacto de la Guardia Civil.
Una vez aseguradas las cinco víctimas, los agentes reventaron una primera fase del caso y, hace aproximadamente medio año, detuvieron a la veinteañera y a los dos clientes más activos. Los tres ingresaron en prisión preventiva, aunque pasados tres meses abandonaron la penitenciaria.
Las indagaciones posteriores se saldaron con siete arrestados más, entre los que se encuentran un policía local de Adra (Almería) y un cabo de la Legión, y que en la actualidad se encuentran en libertad con cargos.
Fuentes del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) han manifestado que la causa indaga en presuntos delitos de favorecimiento de la prespitación, agresión sensual y abusos sensuales y los investigados tienen, como medidas cautelares, la obligación de comparecer los días 1 y 15 de cada mes y la prohibición de acercamiento o comunicación con las víctimas.
La instrucción del caso está acabada y se ha trasladado a la Fiscalía para que presente informe de tras*formación a procedimiento de sumario. No obstante, fuentes cercanas al caso consultadas por este periódico han mostrado su convencimiento de que sigue habiendo material de investigación y han mostrado su malestar por la escasa colaboración que han encontrado en compañías con sedes en el extranjero -como WhatsApp o Skype- que "ni se han dignado en contestar peticiones de información" que ayudarían a identificar a más clientes. Los agentes confían en sortear estos obstáculos y poder retomar las pesquisas más pronto que tarde.
- PABLO D. ALMOGUERA
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La red era dirigida por una veinteañera que prostituyó a su hermana y captó a otros cuatro menores en su entorno. "No pueden decir que no sabían qué edad tenían, porque algunas de ellas, hoy en día, aún tiene rostro de niña", comentan sobre los clientes fuentes de la investigación
Un policía local y un legionario, entre los 10 detenidos por prespitación infantil en Almería
- La investigación. Una mujer descubre por los mensajes de Whatsapp de su hija que estaba siendo prostituida junto a otras cuatro menores desde hace dos años
- La redada. Un policía local y un legionario, entre los 10 detenidos por prespitación infantil en Almería
En la cúspide de esta sórdida trama se situaba una veinteañera, que "no estudiaba ni trabajaba", criada en el seno de una "familia normal". "Clase trabajadora", resumen fuentes de la investigación, "de esas que no atienden a todos los caprichos, pero que trabajan para cubrir las necesidades de todos los componentes".
Una joven acusada de prostituir a su hermana pequeña a cambio de un puñado de euros, pero que se descompuso y, por recomendación de su defensa, desentrañó las claves de la red cuando se vio frente a los agentes de la unidad de Policía Judicial de la Guardia Civil de Almería.
La madama, tras iniciar a su familiar, captó en su entorno a otras tres menores y un adolescente, a los que inicialmente ofrecía a través de páginas web, redes sociales y aplicaciones de mensajería instantánea. No pedía mucho dinero, pero se quedaba con el porcentaje mayoritario. Era el precio por gestionar las citas, trasladar a las víctimas y negociar las tarifas.
"Su radio de acción era toda la provincia almeriense. Cuando era necesario, llevaba a los menores hasta los municipios en los que se encontraba el cliente. Una vez allí, los contactos sensuales se producían en casas, fincas, coches particulares...", afirman las fuentes consultadas, que explican que se han documentado encuentros desde al menos 2019 y que hubo alguna víctima que empezó a ser prostituida con 13 años de edad.
El coste del servicio normal solía ser bajo, sobre todo por lo cotizadas que están las menores en los ambientes más siniestros, pero se elevaba notablemente cuando el cliente quería "algo especial". "Parafilias como el sadomasoquismo y la coprofilia. Cosas con las que no nos hemos topado en investigaciones en las que todos los protagonistas eran adultos", comenta con cierto asqueo una de las fuentes, que explica que, a pesar del bombardeo informativo que reciben los más pequeños, las víctimas "no fueron conscientes de la gravedad de lo que estaban haciendo hasta que no intervenimos".
Habían "normalizado" esas prácticas aberrantes como mecanismo para obtener dinero y regalos. Vendían sus cuerpos por lucir un móvil de última generación o vestir ropa de marca. Esa fue la cruda realidad a la que se enfrentaron los agentes.
LA AGENDA DEL MÓVIL
La "agenda digital" del smartphone de la precoz madama fue la piedra de Rosetta del caso. La clave para llegar hasta los miembros más activos de su clientela, formada por individuos de "todo extracto social y cultural", que en ocasiones llegaban a requerir los servicios de las menores "hasta tres veces por semana" y que sabían perfectamente que se estaban acostando con adolescentes.
"No pueden decir que desconocían que edad tenían, porque algunas de ellas, hoy en día, aún tiene rostro de niña", comentan las fuentes consultadas, que recuerdan que uno de los acusados "incluso se llevó a merendar a una de las chicas tras recogerla en el punto fijado" con la proxeneta.
La investigación se vio entorpecida por los cambios de teléfonos de los distintos protagonistas -algunos de los cuales pudo ser recuperado y abrir nuevas líneas de trabajo-, el anonimato de las redes sociales y la falta de memoria de las víctimas. "Decían que había pasado mucho tiempo y que sólo recordaban detalles".
"El tonalidad de una puerta, un nombre de pila, un turismo o la huella borrosa de una calle", los investigadores del Equipo Mujer Menor (Emume) y sus compañeros en la unidad de Policía Judicial intentaron tirar del hilo de cada uno de los rastros que iban surgiendo para identificar a todos los implicados posibles.
Un trabajo silencioso, concienzudo, casi artesanal, para desenredar la madeja de un caso duro y complicado. De los que requieren estómago cuando hay que encarar a unos padres y explicarles el infierno en el que se ha adentrado su hija. "Fueron momentos muy difíciles, porque nadie está preparado para escuchar algo así", explican las citadas fuentes, que advirtieron de la difícil situación de la familia con dos hijas implicadas e interpretando roles antagónicos: la joven proxeneta y su primera víctima.
PSICÓLOGOS
En este contexto era obligatoria la intervención del Servicio de Atención a Víctimas en Andalucía (SAVA), cuyos psicólogos y otros expertos trabajan con las menores y sus familiares para tratar de restañar las posibles secuelas una vez han sido conscientes de la terrible experiencia por la que han pasado.
La investigación que desembocó en la operación 'Terciaria' arrancó en junio de 2020, después de que los padres de una de las menores descubriesen que tenía una tableta que ellos no le habían comprado y sobre cuya procedencia no daba una versión creíble. Ambos progenitores, intranquilos, revisaron las conversaciones de WhatsApp de su hija y allí encontraron el mensaje que desataría todas las alarmas: "Hay un trabajo con un cliente. Son 50 euros". Un ofrecimiento realizado por la joven proxeneta y que rápidamente pusieron en contacto de la Guardia Civil.
Una vez aseguradas las cinco víctimas, los agentes reventaron una primera fase del caso y, hace aproximadamente medio año, detuvieron a la veinteañera y a los dos clientes más activos. Los tres ingresaron en prisión preventiva, aunque pasados tres meses abandonaron la penitenciaria.
Las indagaciones posteriores se saldaron con siete arrestados más, entre los que se encuentran un policía local de Adra (Almería) y un cabo de la Legión, y que en la actualidad se encuentran en libertad con cargos.
Fuentes del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) han manifestado que la causa indaga en presuntos delitos de favorecimiento de la prespitación, agresión sensual y abusos sensuales y los investigados tienen, como medidas cautelares, la obligación de comparecer los días 1 y 15 de cada mes y la prohibición de acercamiento o comunicación con las víctimas.
La instrucción del caso está acabada y se ha trasladado a la Fiscalía para que presente informe de tras*formación a procedimiento de sumario. No obstante, fuentes cercanas al caso consultadas por este periódico han mostrado su convencimiento de que sigue habiendo material de investigación y han mostrado su malestar por la escasa colaboración que han encontrado en compañías con sedes en el extranjero -como WhatsApp o Skype- que "ni se han dignado en contestar peticiones de información" que ayudarían a identificar a más clientes. Los agentes confían en sortear estos obstáculos y poder retomar las pesquisas más pronto que tarde.