Vlad_Empalador
Será en Octubre
Tribunas libres
Almeida no piensa dejarse barba
FERNANDO BAETA | 01/05/2020
Y como no le cierra del todo –al contrario que a Casado– quiere seguir por el mismo camino que marcara al decir que cuando hay muertos no se habla de otra cosa, que ya llegará el momento de pedir responsabilidades, y que es posible discrepar sin necesidad de apretar el gatillo permanentemente. Y este viernes volvió a demostrar, en un chat con los lectores de El Mundo, que se puede ser muy crítico y civilizado al mismo tiempo. Y por esa senda sigue y aún resuena su desesperanza cuando lamentó que en Madrid no daba tiempo a enterrar a todos los que se morían cada día. Quizá a Almeida le vinieran a la memoria, rodeado de tanta pérdida, las palabras de Elias Canetti –imprescindible su Libro contra la fin en estos momentos– cuando dijo que “ya no se tiene medida para nada desde que la vida del hombre no es la medida”.
Y hace mucho tiempo que aquí nos hemos dado cuenta de que la vida del hombre ya no es la medida. Ahora los cadáveres vuelan de trinchera a trinchera sin pudor y sin vergüenza. Pin-pan-pun. Unos los utilizan como armadura defensiva y como coartada y otros cual catapulta para conquistar la fortaleza. Quizá porque cuando hay 30.000 muertos en el aire todos tienen la perversos tentación de bajarlos a su terreno. Y en medio de todo este ardor de estomago repartido, el alcalde de Madrid, que nadie sabía que existía, va y demuestra a todos que hay otras maneras de hacer política. Cerró la ciudad, se ocupó de aquellos que estaban solos en casa, rebajó impuestos a los más afectados y se puso manos a la obra cuando hizo falta. Escribió ‘Gracias a todos’ en la enseña de España que preside el Ayuntamiento y ha dado la espalda a la confrontación pura y dura. Es Almeida, el nuevo héroe en unos tiempos que no son de historieta.
El alcalde de Madrid, que es lo único que quiere ser por muchos años, hizo añicos todo lo que pensaban de él los suyos y, especialmente, los que no lo son. Uno de éstos últimos señalaba esta semana que “de la nada ha salido un político de verdad, veremos cuanto dura”. Por el momento, su forma de ser, de hacer, de gestionar, de ponerse del lado del que sufre, de olvidarse de trincheras, de partidos y de ideologías le ha servido para confirmar, una vez más, que los peores momentos están hechos para aquellos que menos te lo esperas. Y el inesperado Almeida, el hombre que no existía aunque fuera abogado del Estado, se ha venido arriba cuando el camino se ha empinado, se ha puesto al frente de Madrid, ha dado la cara y la mano y ha hecho suya la bandera del todos juntos, todos, para salir de esto.
Y ésta forma de actuar ha levantado alguna suspicacia en el presidente de su partido, Pablo Casado, y en la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Ambos y con ellos un buen número de los altos cargos del PP están practicando, al contrario que el alcalde, una política de tierra quemada y de agresividad sin tregua contra el Ejecutivo de Pedro Sánchez. Agresividad extrema con la que otros nombres propios populares no están de acuerdo, aunque nadie se atreva a decirlo públicamente. Creen que no todo debería valer para echar a Pedro Sánchez, que el momento de la política vendrá más tarde y que abusar de la emotividad que provoca tanta fin puede ser un error mayúsculo.
Y Almeida es de los que piensa que ahora no toca, que la política volverá y tiempo habrá de repartir culpas; que el Gobierno de Sánchez responderá seguro en las urnas por su actuación y que ahora lo que sí toca es tener grandeza y estar con los que sufren. Pero aunque el alcalde ha demostrado que se desenvuelve perfectamente en la dialéctica y en el debate y que tiene esa altura de miras que tanto se echa de menos, no ha perdido el norte y sus pies siguen en el suelo; él es un hombre de partido y leal y no tiene intención de convertirse en el nuevo verso suelto de la derecha española. No tiene prisa, cuida al partido y no quiere que este lo atropelle y se lo lleve por delante.
Algunas señales de peligro ya está advirtiendo: que en un mismo mes, destacadas figuras de la izquierda española, tanto la política como la mediática, alaben sin disimulo su gestión de la crisis y que un editorial de ‘El País’ destaque su “actitud ejemplar” tras arremeter contra Casado y Ayuso, no puede traer nada bueno debe pensar el alcalde.
Y así es. A Díaz Ayuso, por ejemplo, “se la llevan los demonios” con Almeida y aunque rabie, calla. Ella, que es el ojito derecho de Casado, no soporta la buena imagen que desprende su compañero y que no tenga una mala palabra para el Gobierno de Sánchez. La presidenta lo achaca a que el alcalde no tiene competencias sobre ninguna de las materias clave de esta esa época en el 2020 de la que yo le hablo y que por lo tanto no le supone mucho esfuerzo poner buena cara a todo el mundo. El ambiente de colaboración entre Almeida y Ciudadanos también molesta, y mucho, en Sol. Begoña Villacís y Almeida parecen uña y carne mientras que la presidenta madrileña e Ignacio Aguado “viven para odiarse”, según una fuente de la comunidad. Este encontronazo entre la presidenta y el alcalde puede salir del patio oscuro de Génova 13 si los dos aspiran a controlar el PP de Madrid, actualmente en manos de una gestora, cuando el próximo año se celebre el congreso regional. A priori, Ayuso parte con una cierta ventaja, pero Almeida ha demostrado personalidad, capacidad de gestión en tiempos convulsos y un cierto carisma, por mucho que algunos consideren que su físico (sic) le impida ser considerado un rival con posibilidades.
Pero el tiempo y Telepizza parecen haber puesto a cada uno en su sitio. Y ahora todos tienen claro que de la dupla que conquistó Madrid, el bueno es él. Certeza a la que se ha llegado, todo hay que decirlo, gracias a la inestimable colaboración de su compañera, pizzas al margen, mucho más preparada para la algarabía que para la mesura que requiere el momento. Quienes lo han seguido de cerca antes y después de instalarse en Cibeles lo califican de listo, rápido de reflejos, bueno en el mano a mano, sencillo, discreto, pasional y amante de la vida. Al margen de la política, le vuelven loco el Atlético y las mujeres –tiene 45 años y sigue soltero– y no siempre por el mismo orden. En lo futbolístico es tan radical que si no fuera político sería, seguro, del Frente; en lo sentimental Villacís se comprometió a buscarle novia pero aún no se tienen noticias.
A muchos en su partido les gustaría saber si de verdad el alcalde de España ha venido para quedarse y tener voz propia dentro del PP o si por el contrario se va a dedicar en exclusiva al Ayuntamiento, a ir al Wanda y a salir con sus novias. Si que tiene claro que no volverá a ser “carapolla”. Y en cuanto a lo otro, el tiempo dirá si la barba le cierra del todo o no.