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"Allanaba cabañas de verano y el campamento Pine Tree. A veces, las cabañas estaban abiertas. Otras, hacía palanca en una ventana, o forzaba una puerta. Solo en Pine Tree pudo llegar a entrar unas cien veces. Se llevaba todo lo que podía, pero no era mucho, así que siempre tenía que volver", narra Finkel.
"Las linternas fueron lo primero que muchas familias echaron en falta. En otros casos, fue un tanque de propano de repuesto. O libros de la mesita de noche o filetes congelados. No era lo suficientemente gracioso para ser un chiste ni lo suficientemente serio para ser un delito. ¿Ibas a llamar a la Policía para decirles que había habido un robo y que alguien se había llevado tus pilas alcalinas y tu novela de Stephen King?", se cuestiona. "Pero, la primavera siguiente, vuelves a la cabaña y te encuentras la puerta abierta. jorobar, alguien ha entrado en casa, y probablemente haya pisado el grifo al colarse por la ventana y después lo haya colocado todo para que parezca que no hay nada roto. Esta vez tampoco falta ningún objeto de valor, pero, ahora sí, llamas a la Policía".
"Un verano, una familia tuvo una idea. Pegaron un bolígrafo atado a una cuerda a la puerta principal y escribieron lo siguiente:
Por favor, no fuerce la puerta. Dígame qué necesita y se lo dejaré fuera. Y así empezó una moda", prosigue el periodista.
"Pronto, media docena de casas tenían notas pegadas a la puerta. Otros residentes colgaron de la puerta bolsas de plástico con libros, como donaciones para una campaña escolar. Las notas se quedaron sin respuesta. Nadie tocó las bolsas de libros. Los robos continuaron. Un cuarto de siglo después, la situación era totalmente absurda. Estaba el monstruo del Lago Ness, el
yeti del Himalaya y el ermitaño de North Pond", relata.
Al final, arrestaron a Christopher Knight, acusado de robo y hurto, y lo internaron en la
prisión del condado de Kennebec, en la capital de Augusta. No había sabido nada de su familia en 27 años. Para entonces, su padre estaba muerto, pero su progenitora, octogenaria, vivía todavía. A Chris le avergonzaba que supiera de su vida como ladrón. No le habían educado para vivir como un mangante.
Fue justamente por aquellas fechas cuando Michael Finkel se enteró de su existencia y logró contactarle. Fue el único periodista que lo hizo. Se intercambiaron cartas, se vieron en persona y viajó a los escenarios del retiro del ermitaño varias veces para escribir, primero, un reportaje y, luego, el mencionado libro, una pequeña joya que se lee del tirón.
"El ser humano ha buscado la soledad en todas las épocas y culturas, y por ese afán algunos han sido venerados y otros repudiados", afirma Finkel. "Ninguno de estos ermitaños estuvo retirado durante tanto tiempo como Knight, al menos no sin la ayuda de asistentes o sin recluirse en un convento o monasterio, como hicieron los padres y madres del desierto", añade. "Puede que hayan existido, o que aún existan ermitaños que estén más escondidos que Knight, pero, de ser así, nunca se han encontrado. Capturar a Knight fue el equivalente humano a atrapar un calamar gigante. Se podría decir que Christopher es
la persona más solitaria que se conoce en la historia de la humanidad", reflexiona.
Tras su detención, Knight aseguró que su escapada no debería tomarse como una crítica a la vida moderna. "No estaba juzgando conscientemente a la sociedad o a mí mismo. Solo elegí un camino diferente". Una vez ya en la guandoca, al ermitaño le preocupaba que le llamaran loco, porque esa es la clase de etiqueta que imposibilita una respuesta. Un
psicólogo forense del Estado de Maine ofreció tres diagnósticos: síndrome de Asperger, depresión y un posible trastorno esquizoide de la personalidad. Jocosamente, un experto en autismo,
Stephen M. Edelson, aventuró algo más osado. "Le diagnostico eremitismo", dijo.
Knight fue condenado a siete meses de prisión, que ya había cumplido en preventiva para cuando fue hecha pública su sentencia. Luego regresó a la casa de su familia. Finkel logró hablar con él en una ocasión, pero, tras la publicación del libro, desconoce qué ha sido de su vida. "¿Crees que fue feliz mientras anduvo solo por los bosques?", le pregunto.
"Yo no diría que fue feliz", me dijo. "Esa es la clase de palabra que a él no le gustaría usar. En cierta ocasión, me corrigió y me dijo que estaba contento".
Para Chris, Thoreau era un diletante. De hecho, incluso lo detesta. A Knight no le hacía su progenitora la colada y, además, jamás sintió el impulso de escribir para ensanchar su ego. Puestos a compararse con alguien, él se ve más reflejado en
Robinson Crusoe, aunque este tuviera a Viernes y no batiera su marca temporal de aislamiento. La ocupación en la vida del ermitaño de Little Pond era vivir. Él nunca lo expresó de una manera explícita y Finkel aparcó deliberadamente en su libro cualquier forma de especulación pero, con los datos que tenemos, bien podría aventurarse que Knight se fue a vivir al bosque porque no tenía nada mejor que hacer fuera de él.