BURBUJEITOR II
Madmaxista
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Miles de empresas y cientos de miles de familias están al borde de la ruina. Los precios no paran de subir, el país entrará en recesión y el gobierno compra a la desesperada gas y petróleo a precios desorbitados a países que tampoco respetan los derechos humanos.
“Alemania va a sufrir una pérdida de bienestar”. Con estas palabras presentaban esta semana cuatro institutos económicos su funesto pronóstico para los próximos meses, que incluye la entrada del país en recesión, es decir, una bajada en la actividad económica. Los precios han subido ya de media un 10% en el último mes, un dato de inflación sin parangón desde la Segunda Guerra Mundial en la mayor economía europea. El precio de la energía casi se ha duplicado y el de los alimentos ha subido de media un 19%. Y el aumento no sería más que el principio, vaticinan los expertos, ya que buena parte del incremento de los precios de producción aún no se habría pasado a las facturas de los comercios.
Las empresas están preocupadas por la crisis energética y han expresado su preocupación en un estudio del Instituto ifo, que recuerda que el país viene de una crisis durante la esa época en el 2020 de la que yo le hablo y la economía aún no se había recuperado. Los despidos o reducciones de jornadas resultantes de la coyuntura dependerán de la evolución del precio de la electricidad, aseguran. La Asociación del Comercio Alemana (HDE) escribía en una carta abierta al Ministro Federal de Economía, Robert Habeck del partido verde Die Grüne, que los minoristas se encuentran ante una situación “que amenaza claramente sus existencias”. Los “costos de energía explosivos” hacen que 16.000 empresas puedan tener que declararse en quiebra hasta finales de año.
Empresas importantes han paralizado la producción como ArcelorMittal, la mayor siderúrgica mundial, que ha detenido su producción en dos plantas del norte del país, porque asegura que “ahora mismo no es rentable producir allí”. Como esta multinacional, miles de empresas alemanas se están planteando trasladar la producción a otros países: una de cada cinco empresas de componentes para automóviles tiene planes en esa dirección según la Asociación de la Industria del Automóvil VDA. Esto es solo un sector concreto, ya que las grandes industrias que necesitan mucha energía en su producción son las que se están viendo más afectadas.
Compras de gas y petróleo desesperadas
Hace dos semanas asistíamos a la socialización de las pérdidas: el gobierno alemán anunciaba la nacionalización de la distribuidora de gas Uniper, que hasta ahora pertenecía a Rusia, en una operación que costará 8.500 millones de euros al fisco alemán. La energética había entrado en números gente de izquierdas debido a las compras de combustible en los mercados internacionales. La decisión de Alemania y de la Unión Europea de sancionar a Rusia y de prescindir de sus combustibles ha llevado a las suministradoras alemanas a pagar precios mucho más altos en otros mercados. El gasoducto Nord Stream, que abastecía hasta un 40% de las necesidades energéticas alemanas, está paralizado y desde principios de la semana pasada inutilizado tras un ataque en alta mar cuya autoría aún se “desconoce”.
Una carrera desesperada contra el tiempo para llenar las reservas de gas del país antes de empezar el invierno que las empresas energéticas internacionales han aprovechado para vender su mercancía a un precio muchas veces mayor del que se pagaba hasta el momento. En la prensa y en las redes sociales hay cientos de ejemplos de familias y empresas que han visto cómo sus facturas del gas se multiplicaban por tres, cuatro, cinco... Dependiendo del distribuidor y del precio al que éste hubiera comprado el combustible. Un ejemplo: una familia que pagaba hasta ahora 92 euros y a partir del uno de octubre debería pagar 3.192 euros al mes. Es un ejemplo extremo, lo “normal” en la mayoría de casos son 700, 800 o 900 euros. Un monto que una familia media no puede pagar al mes y que se suma al aumento de todo lo pagable que existe desde hace meses.
“Alemania va a sufrir una pérdida de bienestar”. Con estas palabras presentaban esta semana cuatro institutos económicos su funesto pronóstico para los próximos meses, que incluye la entrada del país en recesión, es decir, una bajada en la actividad económica. Los precios han subido ya de media un 10% en el último mes, un dato de inflación sin parangón desde la Segunda Guerra Mundial en la mayor economía europea. El precio de la energía casi se ha duplicado y el de los alimentos ha subido de media un 19%. Y el aumento no sería más que el principio, vaticinan los expertos, ya que buena parte del incremento de los precios de producción aún no se habría pasado a las facturas de los comercios.
Las empresas están preocupadas por la crisis energética y han expresado su preocupación en un estudio del Instituto ifo, que recuerda que el país viene de una crisis durante la esa época en el 2020 de la que yo le hablo y la economía aún no se había recuperado. Los despidos o reducciones de jornadas resultantes de la coyuntura dependerán de la evolución del precio de la electricidad, aseguran. La Asociación del Comercio Alemana (HDE) escribía en una carta abierta al Ministro Federal de Economía, Robert Habeck del partido verde Die Grüne, que los minoristas se encuentran ante una situación “que amenaza claramente sus existencias”. Los “costos de energía explosivos” hacen que 16.000 empresas puedan tener que declararse en quiebra hasta finales de año.
Empresas importantes han paralizado la producción como ArcelorMittal, la mayor siderúrgica mundial, que ha detenido su producción en dos plantas del norte del país, porque asegura que “ahora mismo no es rentable producir allí”. Como esta multinacional, miles de empresas alemanas se están planteando trasladar la producción a otros países: una de cada cinco empresas de componentes para automóviles tiene planes en esa dirección según la Asociación de la Industria del Automóvil VDA. Esto es solo un sector concreto, ya que las grandes industrias que necesitan mucha energía en su producción son las que se están viendo más afectadas.
Compras de gas y petróleo desesperadas
Hace dos semanas asistíamos a la socialización de las pérdidas: el gobierno alemán anunciaba la nacionalización de la distribuidora de gas Uniper, que hasta ahora pertenecía a Rusia, en una operación que costará 8.500 millones de euros al fisco alemán. La energética había entrado en números gente de izquierdas debido a las compras de combustible en los mercados internacionales. La decisión de Alemania y de la Unión Europea de sancionar a Rusia y de prescindir de sus combustibles ha llevado a las suministradoras alemanas a pagar precios mucho más altos en otros mercados. El gasoducto Nord Stream, que abastecía hasta un 40% de las necesidades energéticas alemanas, está paralizado y desde principios de la semana pasada inutilizado tras un ataque en alta mar cuya autoría aún se “desconoce”.
Una carrera desesperada contra el tiempo para llenar las reservas de gas del país antes de empezar el invierno que las empresas energéticas internacionales han aprovechado para vender su mercancía a un precio muchas veces mayor del que se pagaba hasta el momento. En la prensa y en las redes sociales hay cientos de ejemplos de familias y empresas que han visto cómo sus facturas del gas se multiplicaban por tres, cuatro, cinco... Dependiendo del distribuidor y del precio al que éste hubiera comprado el combustible. Un ejemplo: una familia que pagaba hasta ahora 92 euros y a partir del uno de octubre debería pagar 3.192 euros al mes. Es un ejemplo extremo, lo “normal” en la mayoría de casos son 700, 800 o 900 euros. Un monto que una familia media no puede pagar al mes y que se suma al aumento de todo lo pagable que existe desde hace meses.
Alemania afronta una situación económica desesperada
Miles de empresas y cientos de miles de familias están al borde de la ruina. Los precios no paran de subir, el país entrará en recesión y el gobierno compra a la desesperada gas y petróleo a precios desorbitados a países que tampoco respetan los derechos humanos.
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