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Madmaxista
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'Y si se marcan los pezones, ¿qué pasa?': retrato de la generación que se ha liberado del sujetador
Para algunas jóvenes lo que empezó como un acto político ya no lo es: han sacado el sujetador de su imaginario (y de su armario) y ya ni se plantean volver a ponérseloEl largo confinamiento del 2020 también supuso un punto de inflexión para no pocas mujeres, que se acostumbraron a ir cómodas y...
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"Y si se marcan los galletaes, ¿qué pasa?": retrato de la generación que se ha liberado del sujetador
- Para algunas jóvenes lo que empezó como un acto político ya no lo es: han sacado el sujetador de su imaginario (y de su armario) y ya ni se plantean volver a ponérselo
- El largo confinamiento del 2020 también supuso un punto de inflexión para no pocas mujeres, que se acostumbraron a ir cómodas y se niegan a volver a opresiones pasadas
Cuatro amigas charlan sobre el uso del sujetador, este viernes en Barcelona. /MANU MITRU
Unanimidad absoluta en que se trata de una cuestión poliédrica, atravesada por un sinfín de condicionantes. ¿Se ha normalizado prescindir del sujetador? El entorno social importa. El tamaño del pecho, también. Influyen la moda y los contextos. Nada tiene que ver una mujer tras* que usa el sujetador como forma de empoderamiento y lucha con una joven que decide quitárselo emulando a Kendall Jenner u otra que lo haga para revelarse contra los mandatos de género, o por una cuestión simplemente práctica, tras probar la comodidad que le supuso no llevarlo durante el largo encierro del 2020. “Lo importante es que su uso no sirva para dividir entre buenas y malas feministas. Cada mujer tiene el derecho a ponérselo o no sin ser juzgada, algo que ha pasado durante toda la historia: que si la falda demasiado corta, que si demasiada larga”, señala como punto de partida para afrontar la cuestión la antropóloga feminista Livia Motterle, quien en esta ocasión, subraya, habla más como feminista que como antropóloga.
¿El sujetador ha muerto? Paula, gestora cultural de 33 años, responde a la pregunta -un sofocante lunes de julio a las nueve de la mañana- con una cordura pasmosa. “Bastante sí. De mi generación, nacidas a finales de los 80, principios de los 90, que nos hemos liberado de una forma más tardía, somos bastantes las que en muchos momentos no lo usamos”, expone. En su caso, tiene claro que el post confinamiento ha ayudado. “Estuvimos mucho tiempo usando ropa cómoda y de repente otra vez, buf, tejanos que aprietan, sujetador que aprieta. Aún así, es como con la depilación, todavía nos ponemos unos límites. Yo puedo ir a trabajar sin sujetador, pero si sé que llevo algo que me voy a agachar y se me va a ver todo, sí que me pongo; aunque sí percibo que las más jóvenes pasan más, algo que me alegra”, comenta antes de visibilizar otro factor: la salud mental. “Hay mucha gente que sufre de ansiedad, y el sujetador es de lo primero que prescindes, porque es una prenda que te está oprimiendo allí donde te duele”, apunta recordando también a las mujeres con pechos grandes, a quienes el sujetador “las ayuda, realmente”.
Bajo su punto de vista de cosmopolita en la primera mitad de la treintena, “lo que en cierta medida se ha superado es el hecho de que ya no da vergüenza ir sin él y que se te marquen los galletaes o se te muevan más”.
Simplemente una elección
A sus 24 años, Carme, editora de vídeo, ve claro que “hay tema”. “Para las chicas de mi edad el sujetador ya no es algo que te tengas que poner sí o sí. Ahora si no lo necesitas o no te gusta o el motivo que sea, no tienes por qué no llevarlo. Se ha normalizado bastante ir sin y que se noten los galletaes”, señala matizando que no cree que la pieza haya muerto, “ni mucho menos”, porque hay gente que lo necesita “sí o sí, porque si no le duele la espalda”. Ejemplifica la normalización de la que habla con un ejemplo: los vestidos que no quedan bien con sujetador. “Antes la gente se inventaba movidas para taparse los galletaes con silicona o con tiritas, ahora eso da igual; si se marcan los galletaes, ¿qué pasa?”.
Como para Paula, para Carme el confinamiento supuso un punto de inflexión: “Me acostumbré a ir sin y ahora no lo llevo nunca”, explica. Quizá sí salimos mejores en algo.
"Al final es estar cómoda"
Emma es la más joven de las tres. Tiene 20 años y un entorno -estudiante universitaria, vecina del barcelonés barrio de Gràcia- en el que el 90% de sus amigas no usa sujetador, “en general”. “Es cierto que es un ambiente muy deconstruido, feminista; de hecho el 10% que sí lo lleva, es porque tienen el pecho grande, y es una cuestión de comodidad”, destaca. A ojos de la joven, en el caso de sus círculos, librarse del sujetador empezó como un acto político, pero ya no lo es. “Ya los han sacado del vestuario y ni se lo plantean. Al final es estar cómoda”, prosigue la estudiante quien, en ese estar cómoda, señala un problema: la sexualización. “Si vas en el metro con ropa que marque mucho los galletaes sentirás más las miradas y a veces no te apetece”, asegura. Y, al otro lado de la balanza, apunta también lo positivo del efecto contagio: “Si voy por la calle y veo a una chica con un pecho que se aleja de los cánones que va sin sujetador hace que yo piense ‘¡si ella tiene la valentía de hacerlo, yo también!”.
Más allá de sus círculos, a sus 20 años Emma sí percibe que en los últimos años ha crecido la tendencia a prescindir del sujetador. “Ha pasado a ser algo que está de moda. Ya no es una cuestión de feminismo, sino por la influencia de la industria. Bella Hadid es fotografiada sin sujetador y marca tendencia en chicas menos deconstruidas, y está bien”, concluye
Un poco de memoria
La socióloga Pilar Soley-Beltran, premio de Ensayo Anagrama 2015 por ‘¡Divinas! Modelos, poder y mentiras’ se presenta con un “sabe más el diablo por viejo que por diablo”. “La memoria histórica se pierde con una rapidez increíble, y eso tiene una parte buena y una mala. Los jóvenes creen siempre que están inventando el mundo, y no. Y la industria se sirve de eso, basándose en la lógica producción, consumo, descarte, que fomenta una manera de ver la vida ahistórica, muy del presente, y de eso te das cuenta estudiando Historia o haciéndote mayor”, bromea desde la veteranía mostrando una imagen de una edición inglesa de ‘Vogue’ de principios de los 90 en la que aparece una jovencísima Kate Moss con una camiseta de tirantes rosa sin sujetador, sesión que levantó una gran polvareda.
“En los años 60 se empezó a decir no a los sujetadores y desde entonces no se ha parado”, considera la socióloga, quien recuerda, además, que esa ola de liberación ya venía de principios del siglo XX, cuando las mujeres se quitaron el corsé.
“De repente ahora está la moda de ir solo con sujetador, sin nada más; pero es que en los 90 ya íbamos así”, reivindica Soley-Beltran, quien recuerda que en los 70 su progenitora ya iba sin sujetador. “Eran las modernas del barrio, si quieres, de Barcelona, pero ya lo hacían”, zanja.