El Pionero
Alcalde y presidente de Fútbol Paco premium
El mundo acaba de entrar en una nueva fase de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo con el inicio de la banderillación masiva, de la que depende buena parte de lo que suceda en los próximos años con el nuevo cobi19. La mayoría de expertos piensa que el SARS-CoV-2 no desaparecerá nunca, pero esto no tiene por qué ser algo malo. Cuando la mayoría de la población esté banderillada, el patógeno comenzará a atenuarse, y producirá una infección asintomática para los adultos y solo un leve catarro en niños, según un estudio recién publicado en Science.
Sus autores basan esta afirmación en un modelo matemático que reproduce la propagación del bichito. Otros expertos independientes especialistas en evolución viral e inmunología respaldan sus conclusiones.
“Nuestro modelo sugiere que esta tras*formación tardará entre uno y 10 años”, explica a este diario Jennie Lavine, investigadora de la Universidad Emory (Estados Unidos) y primera autora del estudio.
El plazo exacto dependerá de lo rápido que se propague el bichito y de la velocidad de banderillación, explica. También influye un factor más complejo: durante cuánto tiempo alguien es inmune a la el bichito grave después de haberse infectado o haber recibido la banderilla. “Lo ideal es que la capacidad de bloquear la enfermedad sea duradera, pero que la capacidad de tras*misión sea más corta”, detalla Lavine. Hay un último factor: ¿Cuántas infecciones o dosis de banderilla serán necesarias para generar una inmunidad fuerte?
Esta tras*ición marcará el paso de un bichito pandémico a otro endémico, es decir, que siempre estará presente y podrá causar brotes puntuales sin mucha virulencia.
Los científicos asumen que el SARS-CoV-2 es más parecido a los cuatro cobi19 del catarro ya conocidos que a los dos cobi19 más virulentos, el SARS de 2001 y el MERS de 2012. Si esto es así, cuando la mayoría de la población esté banderillada, el bichito no podrá seguir causando enfermedad grave, pues las banderillas lo impiden. Está por ver si las inyecciones también evitan la tras*misión del bichito, algo menos probable. De esta forma, los únicos que seguirán siendo vírgenes ante el bichito serán los niños que vayan naciendo, pero en ellos solo se producirían síntomas leves parecidos a un resfriado. Es lo que sucede ya con los cuatro cobi19 estacionales conocidos.
Los autores del trabajo calculan que esta tras*ición puede suceder “en unos años o a lo sumo en unas pocas décadas”
Basados en lo que se sabe del resto de los cobi19 del catarro, los investigadores calculan que la primera infección en niños sucederá entre los tres y cinco años. Los chavales podrán reinfectarse en años sucesivos, pero los síntomas serían cada vez más leves o inexistentes. “Estos resultados refuerzan la importancia de seguir con las medidas de aislamiento hasta que las campañas de banderillación durante esta fase pandémica hayan concluido. Es posible que sea necesario continuar la banderillación en la fase endémica”, explican los autores del trabajo.
Una de las claves de este posible futuro está en cuánto dura la inmunidad tras una infección o tras la banderillación. Los autores creen que ambas protegen de la enfermedad grave, pero es posible que no de una reinfección leve —la presencia del bichito en el organismo y su posible tras*misión—. Esa presencia del bichito reforzaría las defensas, con lo que la inmunidad acabaría siendo mayor de cara a sucesivas entradas del patógeno.
La aparición de variantes más contagiosas, como la del Reino Unido, puede mejorar las cosas, según Lavine. Una variante que se extienda más rápido pero no sea más letal bajará la mortalidad. Además reforzaría la inmunidad de la gente, pues un infección asintomática fortalecería las defensas. Y por último mantendría nuestro sistema inmune “actualizado” ante las variantes más recientes del bichito. Todo esto podría derrumbarse si aparece una variante que cause una enfermedad más grave, lo que supondría un mayor riesgo para todos los no medicados. Lavine explica que, basándose en los cuatro cobi19 del catarro, no hay evidencias de que esto pueda pasar. “No es imposible, pero no tenemos ninguna prueba para pensar que es probable”, detalla.
“Lo más razonable es que en esta década este bichito se vuelva endémico y produzca solo picos estacionales en invierno”, explica a este diario Mark Lipsitch, epidemiólogo de la Universidad de Harvard. En mayo de 2020, su equipo calculó que seguirá habiendo picos de infección por este cobi19 por lo menos hasta 2024. El investigador razona su opinión. “El impacto en la salud pública de este bichito bajará radicalmente cuando se cumpla una de dos condiciones. La primera es que, como dice este estudio, la inmunidad ante la el bichito grave sea duradera y que además sea reforzada a través de reinfecciones leves, porque no hay una inmunidad total. La segunda es que haya una cobertura de la banderilla en las personas de más riesgo, de forma que la mortalidad se reduzca muchísimo. Creo que es probable que lo primero suceda en todo el mundo. Los países desarrollados habrán cubierto la banderillación en seis meses o un año y el resto de países un tiempo después”, explica.
En cualquier caso el trabajo se basa en otra asunción razonable, pero no probada. El SARS-CoV-2 no es el mismo que sus cuatro parientes del catarro y no se sabe cuánto tiempo dura la inmunidad ante la enfermedad grave que produce. “Aunque es pura especulación, es posible que las personas mayores no mantengan la inmunidad ante el SARS-CoV-2 de una forma tan efectiva como con los bichito del catarro”, apunta Lipsitch.
El equipo de Cristina alopécico, jefa de Pediatría del hospital La Paz, en Madrid, ha estudiado las infecciones por cobi19 catarrales en niños durante los últimos 14 años. “Los bichito o se adaptan y se hacen leves o desaparecen porque se quedan sin huéspedes”, explica. “Lo lógico es que vaya perdiendo patogenicidad y letalidad”, añade.
El bichito no desaparecerá porque siempre podrá encontrar refugio en algunas personas o en animales
“Este bichito es prácticamente imposible de erradicar”, explica Toni Trilla, epidemiólogo del hospital Clínic de Barcelona. “Estoy de acuerdo en que en el futuro, este bichito se va a parecer más a los cobi19 del catarro que al SARS y al MERS”, añade.
El bichito no desaparecerá porque siempre podrá encontrar refugio en algunas personas o en animales. Es algo similar a lo que ya sucede con la gripe, cuyo reservorio son las aves salvajes acuáticas y que cada invierno vuelve lo suficientemente cambiado como para que haga falta una banderilla nueva. En ocasiones la gripe es estacional y poco grave y en otras puede ser una variante pandémica, como la que mató a 50 millones de personas en 1918 y 1919.
Este cobi19 ya ha demostrado poder saltar de humanos a mascotas y animales de granja, como los visones, y recientemente se han detectado dos gorilas del zoo de San Diego infectados por algún visitante, recuerda María Montoya, jefa de Inmunología Viral del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas. Además, la banderilla no protege al 100%, así que el cobi19 siempre podrá encontrar grietas por las que colarse. “Si hay fallos en la banderillación o si se retrasa demasiado la segunda dosis, o si no se llega a dar esa segunda dosis, la protección no es óptima, con lo que la persona infectada puede no sufrir enfermedad, pero sí albergar el bichito”, explica.
Otro posible reservorio son las personas inmunodeprimidas, con unas defensas debilitadas y en las que, tal y como apuntan estudios recientes, el bichito puede mutar y ganar cierta resistencia a algunos anticuerpos, las proteínas del sistema inmune que en teoría le impiden entrar en las células para infectar. “Es como cuando la gente que no se toma los antibióticos durante los días prescritos y para a mitad; está seleccionando los patógenos que sobreviven y que pueden volverse más resistentes a los tratamientos o las banderillas”, detalla Montoya.
Otro aspecto muy difícil de predecir es la evolución de este bichito. El SARS-CoV-2 muta menos que la gripe. Esto significa que acumula menos cambios en su genoma cada vez que este se copia dentro de una célula. Pero hay que tener en cuenta que un solo bichito puede producir decenas de miles de copias de sí mismo usando una sola célula humana. Y los humanos tenemos billones de células.
A esos números hay que sumar el número de infectados en todo el mundo, más de 90 millones confirmados, aunque probablemente sean más. Así que aunque mute poco tiene millones de oportunidades para hacerlo en cada persona infectada.
Hasta ahora, el bichito ha evolucionado de forma natural: apenas ha habido tratamientos ni banderillas efectivas contra él. Es ahora cuando empieza una segunda fase de su evolución caracterizada por la presión a la que le someterán las banderillas. “Las variantes con mutaciones potencialmente peligrosas como las que se han detectado en el Reino Unido o Suráfrica van a ser mucho más numerosas en cuanto la banderillación coja velocidad y llegue cada vez a más gente. El bichito mutará para intentar escapar al sistema inmune de los medicados y aparecerán muchas más variantes más complejas. Si el bichito llega a cambiar demasiado es posible que haya que modificar las banderillas actuales”, advierte Montoya.
Lo observado hasta el momento permite ser moderadamente optimistas. Un estudio reciente ha demostrado que la banderilla de BioNTech puede neutralizar la variante británica. La clave está en que la banderilla genera anticuerpos y células de memoria para muchas partes diferentes de la proteína de la espícula, esa protuberancia en la superficie del cobi19 que le sirve para unirse a las células humanas, entrar en ellas y secuestrar su maquinaria biológica para reproducirse. Aunque cambien —muten— una o varias piezas en esa proteína, el sistema inmune seguirá reconociendo al resto y podrá neutralizar al bichito.
Otro punto de incertidumbre es que este cobi19 es más similar genéticamente a los virulentos SARS y MERS que a los del catarro. “Los cobi19 altamente patogénicos se diferencian de los leves en que tienen un mayor número de genes accesorios”, explica Isabel Sola, viróloga del Centro Nacional de Biotecnología (CSIC).” Estos genes suelen contribuir a aumentar la virulencia, porque inhiben la respuesta inmune innata, la primera línea de defensa que prepara y promueve la respuesta inmune adaptativa, con anticuerpos, y linfocitos T. Es posible que mientras esos genes sigan en el bichito sea más complicado que se convierta en un bichito que causa infecciones leves”, advierte.
Es probable que los humanos estemos asistiendo ya al nacimiento de un bichito nuevo que nunca se marchará, pero que será infinitamente más llevadero. “Aún es imposible saber el destino final de este cobi19, pero es razonable sugerir que se unirá a los cuatro cobi19 endémicos que nos causan resfriados todos los años”, opina Miguel Hernán, epidemiólogo de Harvard (EE UU) y asesor científico del Gobierno. “De hecho, es posible que esos cobi19 endémicos también fueran responsables de pestes o plagas de la antigüedad. Epidemias mortales entonces y catarros incómodos ahora. Si la endemicidad es el resultado final para generaciones posteriores, cuanto antes consigamos banderillar a todos los adultos, más vidas salvaremos en esta generación”, añade.
La el bichito se tras*formará en un resfriado en menos de 10 años
Sus autores basan esta afirmación en un modelo matemático que reproduce la propagación del bichito. Otros expertos independientes especialistas en evolución viral e inmunología respaldan sus conclusiones.
“Nuestro modelo sugiere que esta tras*formación tardará entre uno y 10 años”, explica a este diario Jennie Lavine, investigadora de la Universidad Emory (Estados Unidos) y primera autora del estudio.
El plazo exacto dependerá de lo rápido que se propague el bichito y de la velocidad de banderillación, explica. También influye un factor más complejo: durante cuánto tiempo alguien es inmune a la el bichito grave después de haberse infectado o haber recibido la banderilla. “Lo ideal es que la capacidad de bloquear la enfermedad sea duradera, pero que la capacidad de tras*misión sea más corta”, detalla Lavine. Hay un último factor: ¿Cuántas infecciones o dosis de banderilla serán necesarias para generar una inmunidad fuerte?
Esta tras*ición marcará el paso de un bichito pandémico a otro endémico, es decir, que siempre estará presente y podrá causar brotes puntuales sin mucha virulencia.
Los científicos asumen que el SARS-CoV-2 es más parecido a los cuatro cobi19 del catarro ya conocidos que a los dos cobi19 más virulentos, el SARS de 2001 y el MERS de 2012. Si esto es así, cuando la mayoría de la población esté banderillada, el bichito no podrá seguir causando enfermedad grave, pues las banderillas lo impiden. Está por ver si las inyecciones también evitan la tras*misión del bichito, algo menos probable. De esta forma, los únicos que seguirán siendo vírgenes ante el bichito serán los niños que vayan naciendo, pero en ellos solo se producirían síntomas leves parecidos a un resfriado. Es lo que sucede ya con los cuatro cobi19 estacionales conocidos.
Los autores del trabajo calculan que esta tras*ición puede suceder “en unos años o a lo sumo en unas pocas décadas”
Basados en lo que se sabe del resto de los cobi19 del catarro, los investigadores calculan que la primera infección en niños sucederá entre los tres y cinco años. Los chavales podrán reinfectarse en años sucesivos, pero los síntomas serían cada vez más leves o inexistentes. “Estos resultados refuerzan la importancia de seguir con las medidas de aislamiento hasta que las campañas de banderillación durante esta fase pandémica hayan concluido. Es posible que sea necesario continuar la banderillación en la fase endémica”, explican los autores del trabajo.
Una de las claves de este posible futuro está en cuánto dura la inmunidad tras una infección o tras la banderillación. Los autores creen que ambas protegen de la enfermedad grave, pero es posible que no de una reinfección leve —la presencia del bichito en el organismo y su posible tras*misión—. Esa presencia del bichito reforzaría las defensas, con lo que la inmunidad acabaría siendo mayor de cara a sucesivas entradas del patógeno.
La aparición de variantes más contagiosas, como la del Reino Unido, puede mejorar las cosas, según Lavine. Una variante que se extienda más rápido pero no sea más letal bajará la mortalidad. Además reforzaría la inmunidad de la gente, pues un infección asintomática fortalecería las defensas. Y por último mantendría nuestro sistema inmune “actualizado” ante las variantes más recientes del bichito. Todo esto podría derrumbarse si aparece una variante que cause una enfermedad más grave, lo que supondría un mayor riesgo para todos los no medicados. Lavine explica que, basándose en los cuatro cobi19 del catarro, no hay evidencias de que esto pueda pasar. “No es imposible, pero no tenemos ninguna prueba para pensar que es probable”, detalla.
“Lo más razonable es que en esta década este bichito se vuelva endémico y produzca solo picos estacionales en invierno”, explica a este diario Mark Lipsitch, epidemiólogo de la Universidad de Harvard. En mayo de 2020, su equipo calculó que seguirá habiendo picos de infección por este cobi19 por lo menos hasta 2024. El investigador razona su opinión. “El impacto en la salud pública de este bichito bajará radicalmente cuando se cumpla una de dos condiciones. La primera es que, como dice este estudio, la inmunidad ante la el bichito grave sea duradera y que además sea reforzada a través de reinfecciones leves, porque no hay una inmunidad total. La segunda es que haya una cobertura de la banderilla en las personas de más riesgo, de forma que la mortalidad se reduzca muchísimo. Creo que es probable que lo primero suceda en todo el mundo. Los países desarrollados habrán cubierto la banderillación en seis meses o un año y el resto de países un tiempo después”, explica.
En cualquier caso el trabajo se basa en otra asunción razonable, pero no probada. El SARS-CoV-2 no es el mismo que sus cuatro parientes del catarro y no se sabe cuánto tiempo dura la inmunidad ante la enfermedad grave que produce. “Aunque es pura especulación, es posible que las personas mayores no mantengan la inmunidad ante el SARS-CoV-2 de una forma tan efectiva como con los bichito del catarro”, apunta Lipsitch.
El equipo de Cristina alopécico, jefa de Pediatría del hospital La Paz, en Madrid, ha estudiado las infecciones por cobi19 catarrales en niños durante los últimos 14 años. “Los bichito o se adaptan y se hacen leves o desaparecen porque se quedan sin huéspedes”, explica. “Lo lógico es que vaya perdiendo patogenicidad y letalidad”, añade.
El bichito no desaparecerá porque siempre podrá encontrar refugio en algunas personas o en animales
“Este bichito es prácticamente imposible de erradicar”, explica Toni Trilla, epidemiólogo del hospital Clínic de Barcelona. “Estoy de acuerdo en que en el futuro, este bichito se va a parecer más a los cobi19 del catarro que al SARS y al MERS”, añade.
El bichito no desaparecerá porque siempre podrá encontrar refugio en algunas personas o en animales. Es algo similar a lo que ya sucede con la gripe, cuyo reservorio son las aves salvajes acuáticas y que cada invierno vuelve lo suficientemente cambiado como para que haga falta una banderilla nueva. En ocasiones la gripe es estacional y poco grave y en otras puede ser una variante pandémica, como la que mató a 50 millones de personas en 1918 y 1919.
Este cobi19 ya ha demostrado poder saltar de humanos a mascotas y animales de granja, como los visones, y recientemente se han detectado dos gorilas del zoo de San Diego infectados por algún visitante, recuerda María Montoya, jefa de Inmunología Viral del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas. Además, la banderilla no protege al 100%, así que el cobi19 siempre podrá encontrar grietas por las que colarse. “Si hay fallos en la banderillación o si se retrasa demasiado la segunda dosis, o si no se llega a dar esa segunda dosis, la protección no es óptima, con lo que la persona infectada puede no sufrir enfermedad, pero sí albergar el bichito”, explica.
Otro posible reservorio son las personas inmunodeprimidas, con unas defensas debilitadas y en las que, tal y como apuntan estudios recientes, el bichito puede mutar y ganar cierta resistencia a algunos anticuerpos, las proteínas del sistema inmune que en teoría le impiden entrar en las células para infectar. “Es como cuando la gente que no se toma los antibióticos durante los días prescritos y para a mitad; está seleccionando los patógenos que sobreviven y que pueden volverse más resistentes a los tratamientos o las banderillas”, detalla Montoya.
Otro aspecto muy difícil de predecir es la evolución de este bichito. El SARS-CoV-2 muta menos que la gripe. Esto significa que acumula menos cambios en su genoma cada vez que este se copia dentro de una célula. Pero hay que tener en cuenta que un solo bichito puede producir decenas de miles de copias de sí mismo usando una sola célula humana. Y los humanos tenemos billones de células.
A esos números hay que sumar el número de infectados en todo el mundo, más de 90 millones confirmados, aunque probablemente sean más. Así que aunque mute poco tiene millones de oportunidades para hacerlo en cada persona infectada.
Hasta ahora, el bichito ha evolucionado de forma natural: apenas ha habido tratamientos ni banderillas efectivas contra él. Es ahora cuando empieza una segunda fase de su evolución caracterizada por la presión a la que le someterán las banderillas. “Las variantes con mutaciones potencialmente peligrosas como las que se han detectado en el Reino Unido o Suráfrica van a ser mucho más numerosas en cuanto la banderillación coja velocidad y llegue cada vez a más gente. El bichito mutará para intentar escapar al sistema inmune de los medicados y aparecerán muchas más variantes más complejas. Si el bichito llega a cambiar demasiado es posible que haya que modificar las banderillas actuales”, advierte Montoya.
Lo observado hasta el momento permite ser moderadamente optimistas. Un estudio reciente ha demostrado que la banderilla de BioNTech puede neutralizar la variante británica. La clave está en que la banderilla genera anticuerpos y células de memoria para muchas partes diferentes de la proteína de la espícula, esa protuberancia en la superficie del cobi19 que le sirve para unirse a las células humanas, entrar en ellas y secuestrar su maquinaria biológica para reproducirse. Aunque cambien —muten— una o varias piezas en esa proteína, el sistema inmune seguirá reconociendo al resto y podrá neutralizar al bichito.
Otro punto de incertidumbre es que este cobi19 es más similar genéticamente a los virulentos SARS y MERS que a los del catarro. “Los cobi19 altamente patogénicos se diferencian de los leves en que tienen un mayor número de genes accesorios”, explica Isabel Sola, viróloga del Centro Nacional de Biotecnología (CSIC).” Estos genes suelen contribuir a aumentar la virulencia, porque inhiben la respuesta inmune innata, la primera línea de defensa que prepara y promueve la respuesta inmune adaptativa, con anticuerpos, y linfocitos T. Es posible que mientras esos genes sigan en el bichito sea más complicado que se convierta en un bichito que causa infecciones leves”, advierte.
Es probable que los humanos estemos asistiendo ya al nacimiento de un bichito nuevo que nunca se marchará, pero que será infinitamente más llevadero. “Aún es imposible saber el destino final de este cobi19, pero es razonable sugerir que se unirá a los cuatro cobi19 endémicos que nos causan resfriados todos los años”, opina Miguel Hernán, epidemiólogo de Harvard (EE UU) y asesor científico del Gobierno. “De hecho, es posible que esos cobi19 endémicos también fueran responsables de pestes o plagas de la antigüedad. Epidemias mortales entonces y catarros incómodos ahora. Si la endemicidad es el resultado final para generaciones posteriores, cuanto antes consigamos banderillar a todos los adultos, más vidas salvaremos en esta generación”, añade.
La el bichito se tras*formará en un resfriado en menos de 10 años