He estado en el terreno, he visto que incluso en la última aldea perdida de la mano de Dios, existen dos mundos:
1. El 1%, la élite. Desde el “patriarca” Tuareg en un pueblito fronterizo de Mali, con sus kilos de oro bien guardados, su arsenal digno de una película de acción y su estructura de poder dentro del clan, hasta esos políticos-empresarios nigerianos que parecen tener más ceros en su cuenta bancaria que sentido común.
2. El 99% de la sociedad, que abarca desde quienes no tienen un plato en la mesa hasta el funcionario corrupto que se compra un coche robado de Europa para poder aparentar un estatus que ni él mismo se cree.
Y, por si fuera poco, solo Occidente—mejor dicho, Canadá y Europa—tienen más del 10% de su población con todas las necesidades básicas y comodidades bien cubiertas.