Activismo verde contra Van Gogh: ayudando a China a socavar los valores de Occidente

kozioł

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Reflexionemos, los que queráis podéis dejar vuestras deposiciones e insultos. Incluso podéis dejar vuestras chorradas sobre cómo un Mesías como pilinguin acabará con esta locura.






Activismo verde contra Van Gogh: ayudando a China a socavar los valores de Occidente

Todas las vertientes del progresismo parten del victimismo y en tal cosa se hermanan: víctimas del capitalismo, de la contaminación, de la explotación, del patriarcado, entre otras


El ataque de unas activistas «progresistas» con rasgos de ideología maoísta (que muy seguramente desconocen) contra el cuadro “Los Girasoles” del famoso Van Gogh, en la National Gallery de Londres, revela aspectos del trasfondo de lo que pudiera calificarse como supremacismo ecologista, aquel que visualiza al ser humano como un bichito que ha derruido y contaminado todo a su paso: el hábitat de los animales e insectos, los mares y ríos, el aire, la tierra.

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¿Por qué tales activistas verdes no atacan directamente a las empresas de petróleo o de gas, o bien a las instalaciones del gobierno que les permiten operar? ¿Por qué dañar el arte, el legado histórico, el patrimonio de la humanidad? (Twitter)​

Las jóvenes se preguntaban si valía más esa obra a la que le arrojaron sopas de lata como protesta contra el uso de petróleo y gas en el Reino Unido y más allá, que la vida, como si eso fuera una pregunta válida y como si eso justificara el ir destruyendo el patrimonio artístico de la humanidad por la causa que fuera, por buena que sea.


Los talibanes en su momento hicieron explotar, en marzo de 2001, dos estatuas de Budas gigantes, una de cerca de 55 metros de altura y la otra de 38 metros, que representaban a los budas Vairocana y Gautama,
y que habrían sido construidas entre los siglos VI y VII DC, sobreviviendo 1500 años, hasta que estos fundamentalistas llegaron y querían regresar su territorio gobernado a la prehistoria, argumentando “razones” religiosas.

No muy lejos de tales razonamientos –si se les puede llamar así– están los fundamentalistas progresistas de la religión climática y planetaria, los progresistas que con estrategia maoísta desearían borrar toda la cultura occidental cristiana, a la que consideran un despropósito que ha resultado en un “capitalismo extremo” y en el “calentamiento global”.

Si dos jóvenes son capaces de buscar destruir un óleo de calidad reconocida, independientemente que está valuada en el mercado en más de 84 millones de dólares, sus mentores o compañeros de «lucha», con mayor «experiencia», podrían sin problemas intentar bombardear la Catedral de Notre Dame en París, o la Basílica de San Pedro en el Vaticano, con tal de captar reflectores para su agenda verde.

No importa para esta gente el esfuerzo de otras personas, su religión, su arte, sus tradiciones, sino sólo su propia interpretación facciosa y «progresista» de la realidad, su pensamiento único –correcto e incuestionable– según el cual vale más destruir cualquier cosa, que ver «sucumbir», presuntamente, a la Tierra, por el uso de combustibles fósiles.

Entonces el cristianismo, lo mismo que el arte, o las empresas, pueden ser destruidas en orden de un bien supuestamente mayor, como «salvar al planeta».

¿Por qué tales activistas verdes no atacan directamente a las empresas de petróleo o de gas, o bien a las instalaciones del gobierno que les permite operar? ¿Por qué dañar el arte, el legado histórico, el patrimonio de la humanidad?

Sus ataques van mucho más en un encuadre altamente simbólico, según el cual se debe analizar si vale más la vida planetaria y la ecología, o los frutos de la cultura. Como la respuesta lógica es que vale más el planeta que cualquier cosa en particular, entonces está automáticamente permitido destruir la cultura occidental, con lo que alfombran el camino a la hegemonía cultural de China. ¿Lo desconocen? ¿O incluso se podría probar de dónde viene parte del financiamiento de estos progres-verdes?

Mientras esto es investigado, China seguirá siendo el país que más contamina en el mundo, gracias a lo cual, en mucho, debe su crecimiento económico sin pausas.
Activistas progres-verdes hacen al Dragón Rojo frotarse las manos. Trabajan para el adversario comunista. Que para ellos no es adversario, sino padrino maoísta.

Los comandos de «liberación animal» van en esta misma línea, la del supremacismo ecoanimalista, que no tiene reparos en ir a las granjas y abrir las jaulas de gallinas o los corrales de los cerdos y las vacas, dándoles paso a su «libertad», sólo conduciéndolas a una fin segura, ya que tales animales no saben vivir fuera del entorno en el que fueron producidos.

Por ejemplo, en agosto de 2022 un grupo de estos activistas de «liberación animal» fueron a la tienda lujosa Harrods, para derramar botellas de leche en protesta por la «emergencia climática y animal».

Este 15 de octubre volvieron a la carga, pero esta vez en decenas de establecimientos comerciales, en al menos cuatro ciudades de Inglaterra, tirando leche al piso, y otros productos, en protesta por el maltrato animal y buscando un futuro «basado en plantas», en no comer carne de ningún animal.

«Los supermercados tiran aproximadamente 80 millones de pintas de leche cada año. ¡Creemos que derramar algunas en protesta por los mayores problemas que enfrenta la humanidad en este momento está justificado y lo mantenemos! Llevar a cabo acciones climáticas y de justicia animal más pacíficas y necesarias», se justificaron estos activistas este 17 de octubre.

Se trata del mismo tipo de argumentación: su causa está por encima de todo y se vale destruir, afectar económicamente, a quien sea, con tal de llamar la atención, hacer propaganda y llevar agua a su molino.


Exactamente lo mismo que pensó Mao Tse Tung en su revolución cultural china, en la que persiguió a sus opositores, a los derechistas, a los acaudalados, a los conservadores, para golpearlos, apresarlos o matarlos, mediante las Guardias Rojas.

También Mao quiso borrar la historia, las tradiciones milenarias y las costumbres, pero sobre todo, la religión, para ponerse él mismo como un dios para el pueblo chino, y al Estado como la nueva religión, donde la ideología marxista era la liturgia y el credo.

Y si eso era en el marxismo clásico, en el marxismo de ahora, el posmoderno, las técnicas maoístas se siguen aplicando, sólo que los sujetos revolucionarios ya no son los «proletarios», sino los activistas ecologistas, animalistas, indigenistas, feministas, o LGBT, cuyos lobbies buscan acabar ahora como antes con el capitalismo, y el cristianismo, para sustituirlo por el socialismo y el progre-globalismo.

Este 9 de octubre, otros dos activistas en Australia, más exactamente en Melbourne, pegaron sus manos al cuadro conocido como «Masacre en Corea», que es parte de una exposición temporal sobre Pablo Picasso, en la Galería Nacional de Victoria, en protesta por la «crisis climática».

Llevaban estos activistas, de 49 y 59 años, una pancarta que decía: «Caos climático = guerra + hambruna». Ante tal perspectiva real o ficticia que manejan, todos los ataques son pocos, contra los objetivos que sea, con tal de, una vez más, «salvar al planeta».

Estos activistas alineados con una especie de marxismo posmodernos verde han hallado una causa que está por encima de todo interés religioso, comercial, empresarial, artístico, deportivo, por lo que bien se pueden esperar cientos de más ataques, la multiplicación de estas embestidas altamente viralizables en redes sociales y fáciles de ser imitadas.

No crea el lector que no hay puentes tendidos entre estos supremacistas verdes y el feminismo o la agenda LGBT, y con la ideología de género y el supremacismo indigenista y neցro (en Estados Unidos): a todos les estorba el capitalismo, odian la libre empresa, a la que por tradición marxista consideran útil únicamente para explotar al ser humano, pero ahora se preocupan mucho más por la explotación animal.

El «marxismo posmo-verde» ha pasado de tener como víctima al proletariado, para pasar a poner en su lugar a los animales, explotados por enormes corporativos inescrupulosos, sin rostro, que los someten a condiciones infernales en toda su pobre vida, con tal de obtener más y más dinero.

Ya los obreros a nadie conmueven y además son reemplazados por robots: ahora importan más los animales, seres indefensos por los que hay que darlo todo. Y si eso es por los animales, qué será por el planeta, la progenitora de todos los animales, incluyendo al ser humano.

La calidad ontológica y el valor sociológico revolucionario del obrero está en decadencia, o ha desaparecido. En cambio los animales ahora son «personas no humanas», con lo que su nivel ontológico se ha elevado al del ser humano, esa «persona humana».

El petróleo y el gas destruyen al ecosistema, hogar de cientos de miles de especies, muchas de las cuales hoy están en peligro de extinción, por eso estos activistas ecológicos son capaces de agredir el legado artístico universal, pensando que con ello salvan un bien mucho mayor –y nada mayor que él–, al planeta.

Todos las vertientes del progresismo parten del victimismo y en tal cosa se hermanan: víctimas del capitalismo, de la contaminación, de la explotación, del patriarcado, del varón, del matrimonio, de la heterosexualidad, del cristianismo, de los blancos.

Por eso el marxismo posmoderno produce un «perfil psicosocial» específico: debe ser todo menos varón heterosexual, blanco, cristiano, capitalista y contaminador, a lo que habría que añadir hispanista y taurino.

El perfil entonces es el de una persona preferentemente gays, anticristiana (y vemos muchos Wicca, por ejemplo), progresista, socialista, indigenista, de color, ecologista, animalista y vegana.
Este perfil necesariamente lucha por un mundo socialista y progresista, sin hijos, pro aborto, con animales en libertad, sin uso de combustibles fósiles, y donde el cristianismo esté prohibido, pero no el adoctrinamiento a los niños, en la ideología de género.

Estos marxistas verdes son capaces de lo que sea por los animales, pero si se trata de salvar fetos humanos, entonces no mueven un dedo, porque vale más la vida de un gato callejero o un pollo de granja, que la de un bebé en gestación en el vientre de su progenitora: no son humanistas, son inhumanos. No luchan por el ser humano, sino por «la progenitora tierra», la Pachamama.

A Naomi Klein (No Logo) podrá importarle la explotación laboral infantil en países pobres asiáticos o jovenlandeses, desde una perspectiva, faltaba más, de izquierda, pero a esos eco-activistas ferozmente progresistas les interesa mucho más la comodidad de una vaca en los pastizales del Reino Unido.

Así las cosas, el mundo luce como partido en dos: hay que escoger entre la defensa de los valores de la Cristiandad, o su destrucción. La lucha no es por algo abstracto como «el planeta», sino por la supervivencia del hombre como tal, con fundamento bíblico.
 
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Puedes criticar a China y no pasa nada. Todos los medios Occidentales importantes critican a China y no ponen noticias positivas chinas desde la llegada de Xi Jinping al poder. Antes China molaba, ahora no.

Para saber quién manda sobre ti mira a quién no puedes criticar.

Hipótesis: no le habría pasado nada a Kanye West si hubiera pasado a defcon 3 en Klaus Schwab o Bill Gates.

Hasta ahora, Ye tiene:

• Prohibido de Instagram
• Prohibido de Twitter
• Prohibido de Fox News
• Cortado por JP Morgan Chase Bank
• Cortado por Balenciaga
• Cortado por Vogue
• Cortado por Adidas
• Cortado por Gap
• Perdió a su familia
• Perdió a sus amigos
• Perdió a su asistente
• Perdió a su diseñador principal
• Perdió a su agente de talentos
• Perdió a sus abogados

Hollywood Reporter: Ari Emanuel pide a los socios comerciales de Kanye West que dejen de trabajar con él archive.ph (2022)


Así que ya puedes empezar a centrar tus obsesiones en la alubia*da, que son los que revientan Occidente. Por cierto, todas las ciudades que habitan se llenan de crimen y multiculturalidad. De California a Nueva York, Miami, Paris. Es curioso.
 
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