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"¿Qué shishi le pasa a esto...?"
Y te levantabas para mirar si la aguja del toca-discos tenía pelusilla, o polvillo, o cualquier otra chuminá, que los vinilos eran muy delicados, no como los cedés, que son prácticamente indestructibles. Y además ahuyentan a los pájaros...¡ay, del destino de la cultura en las manos equivocadas! Como limpiarte el ojo ciego con un ejemplar del Quijote. Alguno lo habrá hecho. Seguro.
Era finales de 1991 y el Achtung Baby! fue el primer disco de U2 que compré en su lanzamiento, apenas llevaba unos meses siguiéndolos, colgadísimo del Joshua, por supuesto, un elepé histórico y...peligroso porque pudo haberles pasado lo mismo que a AC/DC. Pero se reinventaron. Y dieron en el centro de la diana, aunque eso fue algo que la inmensa mayoría supimos tiempo después.
De primeras no le gustó a nadie, quisir, a nadie que conociera, aquellos no eran los U2, se hablaba de traición, de su fin, de tremenda metedura de pata...los fanzines de los fanáticos echaban humo, se cagaban en Bono y su querida progenitora, ¿y qué era eso de que ya no tocaran Bad en directo, o solo una parte?. SACRILEGIO. La fidelidad hacia algo supone que pierdas la perspectiva correcta; por esto, cuando el ídolo cambia antes que tú, no lo entiendes y dices que ya no es lo que era, o que se ha vendido por un puñado de dólares, o mil patochadas más...y no. Tú no eres el dueño del creador, sino el pagano de su trabajo. Y el que paga solo tiene razón cuando tiene razón.
No era este el caso.
Los U2 de aquellos años estaban en la cima del negocio musical, donde todavía siguen, por otra parte, pero vistas las cosas desde la distancia no es difícil darse cuenta de que les faltaba algo para ser tomados en serio, para alcanzar el último escalón, y ese algo no era otra cosa que dar a conocer algo inesperado y bueno, y si no nuevo, que lo pareciera. Y ese último empujón se lo dio el Achtung.
Por entonces yo leía el Popular 1, una magnífica revista musical, y recuerdo que sacaron un monográfico sobre el disco en el que lo ponían por las nubes y más allá, al nivel (en comparativa a la importancia que iba a tener en su carrera) del White Album de los Beatles y algún que otro legendario más; y creo recordar que quien afirmaba tal cosa era Julián Ruiz. Y bien que me joroba reconocerlo...pero tuvo razón desde el primer momento.
La cosa era sencilla: no sonaba a U2 porque los viejos U2 estaban muertos, al igual que los viejos Kufistos o los viejos de entre vosotros que tengáis dos dedos de frente. La vida te cambia, y si no es así mejor deja de leer esto y ponte un episodio de Punto Farlopa: seguro que no te defraudarán.
Los chicos de Bono al fin se habían dado cuenta de que no podían cambiar el mundo, de verdad, y se aplicaron el cuento de aquella memorable frase hewsoniana en "Rejoice", del October, su otro gran trabajo (aunque esta sea una apreciación muy personal y que desarrollaré si llega la ocasión):
No puedo cambiar el mundo...pero puedo cambiar el mundo que hay dentro de mi...
La gira anterior, la del Rattle, la primera como campeones del mundo, la primera defensa del título, los llevó hasta la extenuación, como no podía ser de otra manera. Conocieron mundo, conocieron gente y conocieron cosas solo reservadas a cuatro elegidos, y una vez conocidas se dieron cuenta de algo importante: que la esperanza, mejor cuanto más lejos. Conocer es el primer paso hacia la desesperanza.
Y parieron el Achtung Baby!
Es un disco oscuro, luminoso, trágico, sensual, introspectivo, drogológico, desesperado...y veintipico años después sigue sonando bien, contemporáneo, nada menos que todo un clásico.
Para cuando los vi en el 93, en el Calderón, yo ya me había dado cuenta de ello, pero como esperaba tanto no lo disfruté todo lo que pude haberlo disfrutado, me quedó un poso de "¿y ya está?" al terminar el show con una vieja canción de Elvis, una balada que sucedió a Love is blindness, esa desgarradora canción...Muchas veces tú no te das cuenta, pero no exprimes bien los buenos ratos por esperar algo mejor, por la jodida esperanza que todo lo distorsiona. Y aquella noche en Madrid no lo conseguí porque juré no tomar nada hasta después que acabara, para apreciarlo todo mejor...error. Uno no puede disfrutar un concierto de rock si lo hace como si el estadio estuviera rodeado de picoletos con sus máquinas.
Como diría Nietzsche si hoy viviera...todavía era joshuatrero...demasiado joshuatrero.
Ya no.
Y después de una semana oscura, luminosa, trágica, sensual, introspectiva, drogológica y desesperada lo he escuchado de casualidad al salir a pasear la noche que cayó hace nada...y no le ha dado tiempo a terminar la primera cara cuando ya estaba en casa para escribir sobre algo que tenía que escribir.
Bueno, cara...el teléfono, que ya no tengo delicados vinilos, de esos que los tocabas por los bordes previa lavada de manos, aguantando la respiración, limpia la aguja, impoluta escobilla, aquel líquido, la tapadera para que no entrara nada indeseable...
Ya ni cedés manoseados y espantadores...
en el móvil...
ni los ves ni las recuerdas...
Mejón.
Pero siempre será huevonudo.
Y que zumbe la mosca mientras amamos como los monos del Zoo...
la pelusilla de nuestras agujas, que diría el viejo Federico, El Eccebono que se separó de Wagnedge y perdió su razón por encontrar la del porvenir.
También él tenía su parte joshuatreara...
pero mejor esta, sin duda.
La visión está en la punta de la aguja:
Y te levantabas para mirar si la aguja del toca-discos tenía pelusilla, o polvillo, o cualquier otra chuminá, que los vinilos eran muy delicados, no como los cedés, que son prácticamente indestructibles. Y además ahuyentan a los pájaros...¡ay, del destino de la cultura en las manos equivocadas! Como limpiarte el ojo ciego con un ejemplar del Quijote. Alguno lo habrá hecho. Seguro.
Era finales de 1991 y el Achtung Baby! fue el primer disco de U2 que compré en su lanzamiento, apenas llevaba unos meses siguiéndolos, colgadísimo del Joshua, por supuesto, un elepé histórico y...peligroso porque pudo haberles pasado lo mismo que a AC/DC. Pero se reinventaron. Y dieron en el centro de la diana, aunque eso fue algo que la inmensa mayoría supimos tiempo después.
De primeras no le gustó a nadie, quisir, a nadie que conociera, aquellos no eran los U2, se hablaba de traición, de su fin, de tremenda metedura de pata...los fanzines de los fanáticos echaban humo, se cagaban en Bono y su querida progenitora, ¿y qué era eso de que ya no tocaran Bad en directo, o solo una parte?. SACRILEGIO. La fidelidad hacia algo supone que pierdas la perspectiva correcta; por esto, cuando el ídolo cambia antes que tú, no lo entiendes y dices que ya no es lo que era, o que se ha vendido por un puñado de dólares, o mil patochadas más...y no. Tú no eres el dueño del creador, sino el pagano de su trabajo. Y el que paga solo tiene razón cuando tiene razón.
No era este el caso.
Los U2 de aquellos años estaban en la cima del negocio musical, donde todavía siguen, por otra parte, pero vistas las cosas desde la distancia no es difícil darse cuenta de que les faltaba algo para ser tomados en serio, para alcanzar el último escalón, y ese algo no era otra cosa que dar a conocer algo inesperado y bueno, y si no nuevo, que lo pareciera. Y ese último empujón se lo dio el Achtung.
Por entonces yo leía el Popular 1, una magnífica revista musical, y recuerdo que sacaron un monográfico sobre el disco en el que lo ponían por las nubes y más allá, al nivel (en comparativa a la importancia que iba a tener en su carrera) del White Album de los Beatles y algún que otro legendario más; y creo recordar que quien afirmaba tal cosa era Julián Ruiz. Y bien que me joroba reconocerlo...pero tuvo razón desde el primer momento.
La cosa era sencilla: no sonaba a U2 porque los viejos U2 estaban muertos, al igual que los viejos Kufistos o los viejos de entre vosotros que tengáis dos dedos de frente. La vida te cambia, y si no es así mejor deja de leer esto y ponte un episodio de Punto Farlopa: seguro que no te defraudarán.
Los chicos de Bono al fin se habían dado cuenta de que no podían cambiar el mundo, de verdad, y se aplicaron el cuento de aquella memorable frase hewsoniana en "Rejoice", del October, su otro gran trabajo (aunque esta sea una apreciación muy personal y que desarrollaré si llega la ocasión):
No puedo cambiar el mundo...pero puedo cambiar el mundo que hay dentro de mi...
La gira anterior, la del Rattle, la primera como campeones del mundo, la primera defensa del título, los llevó hasta la extenuación, como no podía ser de otra manera. Conocieron mundo, conocieron gente y conocieron cosas solo reservadas a cuatro elegidos, y una vez conocidas se dieron cuenta de algo importante: que la esperanza, mejor cuanto más lejos. Conocer es el primer paso hacia la desesperanza.
Y parieron el Achtung Baby!
Es un disco oscuro, luminoso, trágico, sensual, introspectivo, drogológico, desesperado...y veintipico años después sigue sonando bien, contemporáneo, nada menos que todo un clásico.
Para cuando los vi en el 93, en el Calderón, yo ya me había dado cuenta de ello, pero como esperaba tanto no lo disfruté todo lo que pude haberlo disfrutado, me quedó un poso de "¿y ya está?" al terminar el show con una vieja canción de Elvis, una balada que sucedió a Love is blindness, esa desgarradora canción...Muchas veces tú no te das cuenta, pero no exprimes bien los buenos ratos por esperar algo mejor, por la jodida esperanza que todo lo distorsiona. Y aquella noche en Madrid no lo conseguí porque juré no tomar nada hasta después que acabara, para apreciarlo todo mejor...error. Uno no puede disfrutar un concierto de rock si lo hace como si el estadio estuviera rodeado de picoletos con sus máquinas.
Como diría Nietzsche si hoy viviera...todavía era joshuatrero...demasiado joshuatrero.
Ya no.
Y después de una semana oscura, luminosa, trágica, sensual, introspectiva, drogológica y desesperada lo he escuchado de casualidad al salir a pasear la noche que cayó hace nada...y no le ha dado tiempo a terminar la primera cara cuando ya estaba en casa para escribir sobre algo que tenía que escribir.
Bueno, cara...el teléfono, que ya no tengo delicados vinilos, de esos que los tocabas por los bordes previa lavada de manos, aguantando la respiración, limpia la aguja, impoluta escobilla, aquel líquido, la tapadera para que no entrara nada indeseable...
Ya ni cedés manoseados y espantadores...
en el móvil...
ni los ves ni las recuerdas...
Mejón.
Pero siempre será huevonudo.
Y que zumbe la mosca mientras amamos como los monos del Zoo...
la pelusilla de nuestras agujas, que diría el viejo Federico, El Eccebono que se separó de Wagnedge y perdió su razón por encontrar la del porvenir.
También él tenía su parte joshuatreara...
pero mejor esta, sin duda.
La visión está en la punta de la aguja: