El Pionero
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"Cuando dejé las oposiciones fue de los peores momentos de mi vida, te sientes vacía", recuerda Verónica. Esta joven sevillana siempre tuvo claro que, cuando terminara la carrera de Derecho, tenía dos opciones: "Ser jueza o trabajar para mí". Y se decantó por la primera. Durante dos años de su vida, se dedicó plenamente a las oposiciones de judicatura con la ayuda de un preparador. Hasta que un día dio un giro de guion y decidió que no quería continuar. "Tienes que buscar un 'plan b' y dejar de sentir que has perdido el tiempo, aprender a aceptar que, a pesar de todo, te ha servido a día de hoy", dice con determinación.
Cuenta que se sentía capaz de sacar la ansiada plaza de jueza, pero el proceso pasa factura y tuvo que plantearse si el esfuerzo merecía la pena. "A las 7 me levantaba, desayunaba y me ponía a estudiar", dice Verónica. Hacía paradas de cinco minutos cada hora y al mediodía para comer, pero luego seguía con los apuntes. En total pasaba 12 horas diarias estudiando, a veces en casa y otras en la biblioteca, a costa de su propia vida personal.
"A mí me llevó a dejarlo lo que llaman la crisis de los tres años. Llegas un punto ahí que no avanzas tan rápido", cuenta por su parte Natalia. Graduada en Derecho y Criminología, también se lanzó a probar con las oposiciones de judicatura nada más terminar los estudios universitarios.
Al principio, cuando todo es nuevo, parece más sencillo ir memorizando la infinidad de temas que tienes que "cantar" en el examen oral. Sin embargo, una vez pasados los primeros meses, el ritmo no es el mismo y parece como si "se fuese hacia atrás". Natalia no lograba avanzar tanto como ella esperaba. "Yo creo que era un poco por toda la ansiedad", reflexiona.
El difícil equilibrio de opositar y trabajar: "Todo lo tienes más complicado, son como piedras en la mochila"IRENE FEDRIANI
Además, se sentía estancada, un sentimiento compartido con otros opositores. "Mis amigos ya empezaban a trabajar, todo el mundo empezaba ya un poco su vida y yo seguía ahí. Creo que eso también psicológicamente me afectó mucho", señala.
Según cuenta Luis Ortiz Vigil, magistrado, preparador y miembro de la Asociación Judicial Francisco de Vitoria, opositar supone un esfuerzo muy importante a nivel personal, porque implica "paralizar tu vida durante unos años y no llevar un desarrollo convencional". "No haces lo mismo que hace la mayoría de la gente de tu generación", afirma Ortiz Vigil, que subraya que en muchos casos estos opositores son jóvenes que acaban de terminar la carrera, cuando no siempre se tiene tan claro el futuro como parece.
Incertidumbre y dudas ante un proceso sin fecha final
Cristina fue otra de esos recién graduados que optó por prepararse las oposiciones. En su caso, se presentó a las convocatorias del Servicio de Inspectores e Ingenieros Técnicos del SOIVRE, de los niveles A1 y A2. Pronto vio que eran extremadamente difíciles. Con numerosos exámenes, los aspirantes van cayendo fase a fase, hasta llegar al final solo unos pocos.
Ella lo estuvo intentando durante cuatro años, pero finalmente el desgaste hizo mella, porque a la presión de estudiar se sumó la incertidumbre por la llegada de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, que provocó el retraso en los exámenes. "No sabía si iban a volver las convocatorias, se estancó el proceso", indica Cristina.
Tras meses de espera, tuvo una nueva oportunidad en 2021, pero no salió como esperaba y, ante las dudas de un nuevo parón, decidió que era mejor dejarlo pasar. Además, se dio cuenta de que, en realidad, ya tenía una vida totalmente planeada y entraban en juego otros factores. "Yo tenía pareja y eso también hizo que parara, porque pensé que si aprobaba me tocaba irme lejos", añade.
Aunque cada persona es distinta, la necesidad de aguantar la presión se convierte al final en parte de la propia prueba, lo que, como le ocurrió a Natalia, dificulta mucho seguir avanzando.
Los efectos de la autoexigencia y la falta de actividad social
La psicóloga general sanitaria Lourdes Fernández explica que es normal que se desarrolle cierta dificultad de atención y concentración por el "peso psicológico" y por los síntomas físicos –fatiga, dolor de cabeza o cansancio, entre otros– que pueden aparecer durante el proceso.
"También es la autoexigencia de la propia persona, juega un papel fundamental", continúa la experta consultada por RTVE.es. "La mayoría de veces nos ponemos las expectativas inalcanzables. Es como una pescadilla que se muerde la cola, porque eso lo que te va a generar es frustración", añade.
Opositar, una carrera de fondo que puede pasar factura en la cartera y la salud: "Era incapaz de estudiar sin llorar"LAURA GÓMEZ SÁNCHEZ
Además, con las largas jornadas maratonianas de estudio, sin tiempo para ver a los amigos, sin descansos y, en algunos casos, sin poder trabajar, las relaciones sociales pueden verse afectadas. Como la propia Verónica define, durante las oposiciones todo se reduce "a cuatro paredes" y al final "tu mejor amigo es el silencio de tu casa", donde más tiempo pasas.
Esta falta de actividad social conllevó en ella unos efectos que no esperaba. Lugares con mucho trasiego de personas, como los centros comerciales, le empezaron a causar ansiedad. "Yo soy una persona muy extrovertida, me gusta salir, hablar… pero vi que ya no me relacionaba tanto, me agobiaba con la gente; yo estaba cambiando y no era para bien", confiesa Verónica.
Preguntada por esto, Fernández opina que la mayoría de los aspectos psicológicos que se señalan cuando hablamos de opositar no siempre vienen del propio acto de estudiar, sino por la ausencia de interacción y conciliación con el resto de ámbitos personales, junto a la autoexigencia y el perfeccionismo ya mencionados: "Al final estás rechazando el autocuidado de la vida social y somos personas gregarias que necesitamos esas interacciones".
Por ello, recomienda establecer una rutina que sea lo más coherente posible, con descansos y objetivos concretos, realistas y a corto plazo, pero sobre todo "saber perdonarse". "Tienes que contar con que a lo mejor hay un día que no vas a poder cumplir. Entonces, permitirme tener un descanso, pero siempre con coherencia", ejemplifica.
Ni fracaso ni pérdida de tiempo
Por otro lado, el miedo a defraudar o sentir que has perdido el tiempo si no logras llegar hasta el final genera una fuente inacabable de dudas en los estudiantes. Sin embargo, abandonar las oposiciones no significa que se haya fracasado ni que no haya servido para nada, y más allá de ellas hay infinidad de opciones.
Ortiz Vigil señala que el nivel de formación que consigue un opositor es, ante todo, muy valioso y difícil de conseguir solo durante la carrera. "Le permite tener una visión conjunta y general", asevera.
También se aprende a mantener la constancia y perseverancia a la hora de hincar los codos. Natalia y Cristina, por ejemplo, han continuado su propio desarrollo profesional sin alejarse tanto del camino de los estudios. La primera trabaja en un bufete, un puesto que compaginó con un máster de acceso a la abogacía, lo que le permite ahora ejercer en un sector que le apasiona.
La segunda, graduada en Química, se ha matriculado en un máster de profesorado para impartir clases de esa materia en los colegios. "No sé si luego me lo pensaré, pero de momento no quiero más oposiciones", asegura Cristina.
Verónica, por su parte, dio el paso, tomó la segunda vía que se había planteado y se convirtió en fiscalista por cuenta propia, un trabajo que le genera mucha satisfacción. "Me di cuenta de que me gustaban mucho los números", dice al otro lado del teléfono. Reconoce que al principio sentía que había perdido el tiempo, pero ahora echa la vista atrás y se da cuenta de la cantidad de conocimientos en materia de Derecho que tiene gracias a opositar. "Eso me ha convertido en una buena profesional", asegura.
Cuenta que se sentía capaz de sacar la ansiada plaza de jueza, pero el proceso pasa factura y tuvo que plantearse si el esfuerzo merecía la pena. "A las 7 me levantaba, desayunaba y me ponía a estudiar", dice Verónica. Hacía paradas de cinco minutos cada hora y al mediodía para comer, pero luego seguía con los apuntes. En total pasaba 12 horas diarias estudiando, a veces en casa y otras en la biblioteca, a costa de su propia vida personal.
"A mí me llevó a dejarlo lo que llaman la crisis de los tres años. Llegas un punto ahí que no avanzas tan rápido", cuenta por su parte Natalia. Graduada en Derecho y Criminología, también se lanzó a probar con las oposiciones de judicatura nada más terminar los estudios universitarios.
Al principio, cuando todo es nuevo, parece más sencillo ir memorizando la infinidad de temas que tienes que "cantar" en el examen oral. Sin embargo, una vez pasados los primeros meses, el ritmo no es el mismo y parece como si "se fuese hacia atrás". Natalia no lograba avanzar tanto como ella esperaba. "Yo creo que era un poco por toda la ansiedad", reflexiona.
El difícil equilibrio de opositar y trabajar: "Todo lo tienes más complicado, son como piedras en la mochila"IRENE FEDRIANI
Además, se sentía estancada, un sentimiento compartido con otros opositores. "Mis amigos ya empezaban a trabajar, todo el mundo empezaba ya un poco su vida y yo seguía ahí. Creo que eso también psicológicamente me afectó mucho", señala.
Según cuenta Luis Ortiz Vigil, magistrado, preparador y miembro de la Asociación Judicial Francisco de Vitoria, opositar supone un esfuerzo muy importante a nivel personal, porque implica "paralizar tu vida durante unos años y no llevar un desarrollo convencional". "No haces lo mismo que hace la mayoría de la gente de tu generación", afirma Ortiz Vigil, que subraya que en muchos casos estos opositores son jóvenes que acaban de terminar la carrera, cuando no siempre se tiene tan claro el futuro como parece.
Incertidumbre y dudas ante un proceso sin fecha final
Cristina fue otra de esos recién graduados que optó por prepararse las oposiciones. En su caso, se presentó a las convocatorias del Servicio de Inspectores e Ingenieros Técnicos del SOIVRE, de los niveles A1 y A2. Pronto vio que eran extremadamente difíciles. Con numerosos exámenes, los aspirantes van cayendo fase a fase, hasta llegar al final solo unos pocos.
Ella lo estuvo intentando durante cuatro años, pero finalmente el desgaste hizo mella, porque a la presión de estudiar se sumó la incertidumbre por la llegada de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, que provocó el retraso en los exámenes. "No sabía si iban a volver las convocatorias, se estancó el proceso", indica Cristina.
Tras meses de espera, tuvo una nueva oportunidad en 2021, pero no salió como esperaba y, ante las dudas de un nuevo parón, decidió que era mejor dejarlo pasar. Además, se dio cuenta de que, en realidad, ya tenía una vida totalmente planeada y entraban en juego otros factores. "Yo tenía pareja y eso también hizo que parara, porque pensé que si aprobaba me tocaba irme lejos", añade.
Ortiz Vigil señala que uno de los retos es precisamente la falta de certeza ante los plazos y la consecución de resultados. "Normalmente, tú estás acostumbrado a realizar una actividad, a prepararla y a obtener el éxito (...) pero en este caso tú te estás enfrentando a un precipicio donde no sabes si vas a caerte o no, y eso psicológicamente es realmente duro para las personas que lo hacen", subraya.“Te estás enfrentando a un precipicio donde no sabes si vas a caerte o no“
Aunque cada persona es distinta, la necesidad de aguantar la presión se convierte al final en parte de la propia prueba, lo que, como le ocurrió a Natalia, dificulta mucho seguir avanzando.
Los efectos de la autoexigencia y la falta de actividad social
La psicóloga general sanitaria Lourdes Fernández explica que es normal que se desarrolle cierta dificultad de atención y concentración por el "peso psicológico" y por los síntomas físicos –fatiga, dolor de cabeza o cansancio, entre otros– que pueden aparecer durante el proceso.
"También es la autoexigencia de la propia persona, juega un papel fundamental", continúa la experta consultada por RTVE.es. "La mayoría de veces nos ponemos las expectativas inalcanzables. Es como una pescadilla que se muerde la cola, porque eso lo que te va a generar es frustración", añade.
Opositar, una carrera de fondo que puede pasar factura en la cartera y la salud: "Era incapaz de estudiar sin llorar"LAURA GÓMEZ SÁNCHEZ
Además, con las largas jornadas maratonianas de estudio, sin tiempo para ver a los amigos, sin descansos y, en algunos casos, sin poder trabajar, las relaciones sociales pueden verse afectadas. Como la propia Verónica define, durante las oposiciones todo se reduce "a cuatro paredes" y al final "tu mejor amigo es el silencio de tu casa", donde más tiempo pasas.
Esta falta de actividad social conllevó en ella unos efectos que no esperaba. Lugares con mucho trasiego de personas, como los centros comerciales, le empezaron a causar ansiedad. "Yo soy una persona muy extrovertida, me gusta salir, hablar… pero vi que ya no me relacionaba tanto, me agobiaba con la gente; yo estaba cambiando y no era para bien", confiesa Verónica.
Preguntada por esto, Fernández opina que la mayoría de los aspectos psicológicos que se señalan cuando hablamos de opositar no siempre vienen del propio acto de estudiar, sino por la ausencia de interacción y conciliación con el resto de ámbitos personales, junto a la autoexigencia y el perfeccionismo ya mencionados: "Al final estás rechazando el autocuidado de la vida social y somos personas gregarias que necesitamos esas interacciones".
Por ello, recomienda establecer una rutina que sea lo más coherente posible, con descansos y objetivos concretos, realistas y a corto plazo, pero sobre todo "saber perdonarse". "Tienes que contar con que a lo mejor hay un día que no vas a poder cumplir. Entonces, permitirme tener un descanso, pero siempre con coherencia", ejemplifica.
Ni fracaso ni pérdida de tiempo
Por otro lado, el miedo a defraudar o sentir que has perdido el tiempo si no logras llegar hasta el final genera una fuente inacabable de dudas en los estudiantes. Sin embargo, abandonar las oposiciones no significa que se haya fracasado ni que no haya servido para nada, y más allá de ellas hay infinidad de opciones.
Ortiz Vigil señala que el nivel de formación que consigue un opositor es, ante todo, muy valioso y difícil de conseguir solo durante la carrera. "Le permite tener una visión conjunta y general", asevera.
También se aprende a mantener la constancia y perseverancia a la hora de hincar los codos. Natalia y Cristina, por ejemplo, han continuado su propio desarrollo profesional sin alejarse tanto del camino de los estudios. La primera trabaja en un bufete, un puesto que compaginó con un máster de acceso a la abogacía, lo que le permite ahora ejercer en un sector que le apasiona.
La segunda, graduada en Química, se ha matriculado en un máster de profesorado para impartir clases de esa materia en los colegios. "No sé si luego me lo pensaré, pero de momento no quiero más oposiciones", asegura Cristina.
Verónica, por su parte, dio el paso, tomó la segunda vía que se había planteado y se convirtió en fiscalista por cuenta propia, un trabajo que le genera mucha satisfacción. "Me di cuenta de que me gustaban mucho los números", dice al otro lado del teléfono. Reconoce que al principio sentía que había perdido el tiempo, pero ahora echa la vista atrás y se da cuenta de la cantidad de conocimientos en materia de Derecho que tiene gracias a opositar. "Eso me ha convertido en una buena profesional", asegura.
Abandonar la oposición tras "paralizar" la vida durante años: ni fracaso ni pérdida de tiempo
Abandonar la oposición tras "paralizar" la vida durante años: ni fracaso ni pérdida de tiempo
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