Zipotako
Madmaxista
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El confidencial.es (seguramente el diario digital más creíble y serio que surca el mundo digital español en este momento) a primera hora destacaba en portada una noticia inquietante: “El Estado se gasta en el primer semestre el doble de lo que ingresa”. Una vez leída la noticia se percibe que el titular es irreprochable: el Estado ha ingresado 44.879 millones y ha contraído obligaciones por 97.967 millones, algo más del doble. De esta cantidad el pago de intereses es ya de 12.239 millones. Si tenemos en cuenta que en ese mismo período se han gastado 9.953 millones en el pago a los empleados públicos, quizás empecemos a percibir que las medidas adoptadas por el gobierno (reducción de salarios de la función pública y eliminación de la paga extra) no van a servir para gran cosa. Lo esencial del pago de la deuda hoy lo constituye el propio pago de la deuda y de los intereses que genera.
Quienes hayan trabajado en alguna empresa o hayan tenido algún negocio saben perfectamente que cuando se produce una situación de ese tipo, la empresa está condenada a la quiebra. Por mucha ayuda que reciba, por nuevos créditos que contraiga, hay un momento en el que, incluso con unos intereses bajos, resulta imposible pagar las deudas. Especialmente si los ingresos van bajando. Y esto es lo que le está ocurriendo al Estado Español: los ingresos tributarios están cayendo un 1,4%, especialmente la recaudación del IVA que ha descendido 525 millones. El aumento de los impuestos sobre el tabaco y el petróleo han devengado apenas 45 millones y solamente se ha recaudado más en IRPF y en el Impuesto de Sociedades (1.503 y 940 millones respectivamente)… pero a todas luces insuficiente, no solo para pagar la deuda, sino para pagar los intereses que se van acumulando y, lo que es peor, completamente imposible para generar empleo. Una vez más, son las rentas derivadas del trabajo (el IRPF) las que se llevan la peor parte. Para colmo, las perspectivas para el final de este año con sombrías y para el año que viene se reiterará el desastre del 20112 (¿quién dijo que en el 2013 vendría la recuperación?). Se da por seguro que acabaremos el año con 1,7% menos de PIB y que el año que viene descenderá un 1,1%... pero son estimaciones que, en cualquier caso, de ser ciertas supondrán la pérdida de 300.000 empleos más y un 25,2% de paro.
Pero hay algo peor: la sensación de que el país se está parando. Este verano será para muchos el más triste de su vida. Los niños han dejado de ir a colonias, las familias no pueden ir de veraneo sino les invita algún familiar, el turismo ha descendido un 10% con todo lo que ello implica para un país al que la única “industria” que le queda en pie es la turística. Todos permanecemos con el corazón ahíto a la espera de la subida inevitable del impuesto sobre el alcohol que encarecerá la caña, el último placer que le queda a la ciudadanía… El país destila tristeza y desesperanza. A esto se une que Zapatero desde 2007 hasta 2011 solamente fue diestro en una cosa: suscitar esperanzas. Rajoy, ni eso. No es raro: se ha visto obligado a aplicar medidas (bajo presión de “los mercados” y de la UE) como antes lo hizo, tarde y mal, Zapatero. Las exigencias apuntan ante todo a pagar la deuda. Luego ya veremos, pero primero se paga la deuda. No hay después, esa es la triste realidad…
Y no hay después porque un país acogotado por el pago de la deuda jamás de los jamases dispondrá de liquidez para generar empleo, ni siquiera para plantearse en qué sectores económicos podría generarlo. Porque la triste realidad –lo venimos diciendo desde hace cuatro años- el gran problema de España es que no existe modelo económico de sustitución al modelo frustrado creado por la locura de José María Aznar y su cuadrinomio ladrillazo-salarios bajos-crédito fácil-inmi gración masiva… Durante años hemos repetido esta realidad: no hay futuro porque no hay modelo económico y lo que es peor, porque en una economía globalizada en la que la UE situó a España en la periferia como “país de servicios”, el margen de maniobra de nuestro país es excepcionalmente limitado en todos los terrenos, incluso en el de la planificación de un nuevo modelo económico. Por otra parte, la globalización impide que se pueda planificar un modelo a corto plazo por el simple hecho de que… no existe.
Así pues, cuando se nos anuncian “brotes verdes”, “recuperación del PIB” para dentro de X años, “cifras macroeconómicas esperanzadoras” (¿para cuándo?) y creación de puestos de trabajo cuando el PIB supere el 2,4%, nosotros contestamos: MENTIRA, no habrá nada de todo esto porque, simplemente, nadie explica en función de qué actividades la economía podría invertir su trayectoria: crecer en lugar de menguar. Así pues, mientras persistan las actuales circunstancias (obsesión por el pago de la deuda, aplicación de medidas liberales para salir de la crisis, aceptar la globalización y mantener sin reformas estructurales la UE y la economía mundial en sus actuales configuraciones), no habrá ni un solo “brote verde”, y cualquier recuperación del PIB será coyuntural y no resolverá ningún problema ni a corto, ni a medio, ni a largo plazo. Dicho de otra manera: mientras persistan las actuales circunstancias, abandonad toda esperanza. Este país se irá extinguiendo como se extinguen los velones y como se extingue el día. Solo que no podremos tras*ferir la llama a otro cirio, ni a la noche seguirá un día renovado. Las leyes de la economía liberal y el sentido común indican que así será. Y ningún economista liberal podrá convencernos de lo contrario mientras no nos diga explícitamente en qué sectores se podría basar una recuperación económica. Como máximo si este país sobreviviera al pago de la deuda –que no sobrevivirá porque la deuda es de tal calibre que el agujero resulta demasiado profundo para poder cubrirlo incluso para evitar que vaya creciendo más y más- no sobrevivirá a la imposibilidad de hacerse un hueco en la economía mundial globalizada. Y con la clase política que tenemos, portento de mediocridad y de falta de estatura, pensar en que algún día nos recuperaremos es pensar en imposibles metafísicos o, como se dice en Cataluña “somniar truitas”…
Estamos como estamos, lo hemos dicho en varias ocasiones, por errores garrafales de los últimos cuatro presidentes de gobierno: dos del PP y dos del PSOE. Estamos como estamos porque la “banda de los cuatro” (PP+PSOE+PNV+CiU) han constituido una partidocracia tan inamovible como ineficiente que ha generado redes clientelares por las que se esfuma nuestro presupuesto, unido a su incapacidad para prever, su electoralismo a ultranza (y poco importa que sea pan para hoy y hambre para mañana) y que precisa especialmente de “instituciones-florero” (autonomías, diputaciones, senado, monarquía) para poderse lucrar alegando el estandarte de la legalidad constitucional. Y esa partidocracia ni se irá, ni los medios de comunicación (amamantados por la “banda de los cuatro”) jalearán ninguna opción ajena a este club de perversoss.
Puestas así las cosas este país se enfrente con pocas posibilidades:
1) Languidecer mediante una clase política que eternamente nos diga que el pago de la deuda es esencial, que encubrirá su incapacidad para elaborar un modelo económico y que callará en los foros internacionales y no levantará la voz ante el sinsentido de la globalización.
2) Perecer de fin súbita en el momento en el que la Unión Europea intervenga la economía española (lo que debería ocurrir como máximo en octubre) y acometa medidas drásticas que ningún gobierno español se atrevería a acometer (disolución de las diputaciones provinciales, reducción de los presupuestos de educación y sanidad, reducción de los presupuestos autonómicos, despidos masivos de funcionarios, reducción de pensiones y venta de los últimos bocados del sector público todavía en manos de la administración.
3) Promover un “gran acuerdo nacional” entre los partidos, los medios de comunicación y los sectores sociales, promoviendo una política de creación de empleo (y, por tanto, de elaboración de un nuevo modelo económico) antes que de sacrificarlo todo al pago de la deuda, y
4) Dictadura Nacional, un gobierno de técnicos y expertos, apoyados por las Fuerzas Armadas y por sectores anti-partido del país que se hayan convencido de que el modelo político establecido en 1978 será legal, pero no es legítimo (la legitimidad se adquiere por la eficacia de la gestión, no por el origen).
Vaya por delante que somos particularmente pesimistas respecto al futuro de este país. Tenemos muy poco margen de maniobra y un pueblo fundamentalmente apático, obtuso en relación al diagnostico de sus propias carencias y frívolo que no reacciona ni siquiera cuando se está deslizando por un barranco, con un bajo nivel educativo y en el que la “banda de los cuatro” han bastardizado a los medios de comunicación, al sistema educativo, a la capacidad de razonamiento y a los impulsos primarios de la población. Con un pueblo así hay que descartar las soluciones 3 y 4. Así pues lo que tenemos ante la vista es una agonía lenta (1) o bien una fin súbita (2). Y más bien nos inclinamos por esta segunda opción.
Estamos ante una crisis nacional de duración incalculable. En 2008, cuando Zapatero terminó reconociendo que estábamos en recesión, se pensaba que la crisis duraría entre dos y tres años, acabados los cuales, “volvería a lucir la primavera”. Y fue por eso por lo que ZP adoptó las peores medidas que podía adoptar y que están en el origen del agujero neցro del déficit: los planes E y E2010 que mantuvieron las comisiones a los amigos de los concejales de urbanismo a costa de sembrar España de obras inútiles, rotondas y poco más; el plan de ayuda a la banca, el Plan VIVE y poco mas: en total casi medio billón de euros, a los que se sumaría otro medio billón en los años siguientes cuando los ingresos se iban en pago de intereses, pago de subsidios a parados, mantenimiento de 5.000.000 de pagapensiones completamente improductivos (1.500.000 más trabajando por las franjas salariales más bajas y 500.000 jubilados europeos en zonas de sol, los únicos que aportaban mediante su nivel de consumo una fuente de ingresos notable) y con unos niveles de irresponsabilidad (gastos absurdos en función del 0’7% de ayuda al desarrollo) o simplemente de corrupción. Con medidas como estas era evidente que la deuda iría en aumento y que llegaría un momento en el que –como ocurre en las empresas o en las familias que gastan más de lo que ingresas y viven un cierto tiempo del crédito- la deuda de convertiría en impagable. Ese momento ya ha llegado.
Y hace falta que comprendamos la gravedad de la situación: tenemos una clase política incapaz, sin otra idea nada más que sobrevivir, sin iniciativas, con una calidad ínfima (¿Es diferente Soraya de Viviana Aído? ¿hay diferencia entre Leyre Pajín y Ana Mato?), incapaces de chistar a los “señores del dinero” en los foros internacionales, pobres invitados en las reuniones de Bildelberg, donde apenas balbucean un “hola”, un “adiós” y, sobre todo el “gracias amo”, mediocres que se saben invulnerables mientras sigan amamantando a tertulianos y periodistas de cámara. Con este ganado dirigiendo a la manada y sin pastor posible, estamos abocados a la ruina total del país. En realidad ahora solamente queda que los enviados de la UE cuando se produzca la intervención, certifiquen la defunción de España como país. La lápida sepulcral dirá: “España. País que pereció por incapacidad de su clase política y por apatía de su población. Descanse en paz”.
Es inevitable que nos sintamos contagiados por el pesimismo generalizado. La diferencia es que en estos momentos intentamos mantener la objetividad –obligación de quienes se sienten en pie entre las ruinas como nos enseñó Evola- y esa objetividad nos dice que no hay salida. Muchas cosas deberían cambiar para que hubiera algo parecido a una salida y lo primero de todo sería arrojar el humanismo ingenuo por el WC: aquí en este país se han producido negligencias y responsabilidades y quienes han sido los responsables DEBEN PAGAR. Y es falso que en democracia se pagan las responsabilidades políticas en las elecciones. Este país solamente podría revivir si se instalara un patíbulo en cada esquina, si en las picotas instaladas en las plazas públicas se exhibieran a los políticos que hasta ahora nos han llevado por donde nos han llevado y si en los paredones la sangre de los corruptos los hubiera tachonado. Dado que nuestro nivel de civilización nos impide incluso pedir “responsabilidades políticas” a los responsables políticos, no insistimos en la necesidad de CASTIGOS EJEMPLARES.
Sabemos que los responsables de lo que está ocurriendo son PP y PSOE y, sin embargo, aun hoy, estas siglas malditas siguen ostentando el favor electoral de la población, de esa misma población que agoniza gracias a la gestión de esos mismos partidos a los que entrega su voto… ¿Se puede ser optimista cuando un comportamiento absurdo como éste se prolonga durante tres décadas? En absoluto: lo que falla es el sustrato antropológico del país. El “macizo de la raza” (ver la serie de artículos que consagramos a este tema) sigue siendo la apatía, la irresponsabilidad, la falta de cultura, el desinterés de los españoles por su propio destino. Con un pueblo así ser “patriota” es ser otra ensoñación más, una cobertura al hecho de que lo que está pasando pasa porque este país no es un país maduro ni siquiera para verse a sí mismo como agonizando y, por tanto, en ser incapaz de levantarse y pelear por su futuro.
Sí, este artículo es de pura protesta por lo que ocurre cada día, por la falta de perspectivas y por la somnolencia del pueblo español. ¿Para qué preocuparnos por ser constructivos? Para construir algo hace falta una voluntad colectiva y eso es algo de lo que España carece en absoluto desde hace siglos, acaso desde el término de la Reconquista. Así pues, permítasenos expresar en voz alta nuestra amargura. No hay nada que hacer, decir otra cosa sería engañarse.
Para colmo, en un país frívolo y con una autoestima oscilante que depende de los éxitos deportivos mucho más que de la calificación de las agencias de ratting, el hecho de que cuando concluye el cuarto día de Olimpiadas, España no haya obtenido ninguna medalla e incluso el equipo de fútbol haya sido eliminado, es algo que contribuye a aumentar esa sensación de tristeza, frustración y abatimiento que se respira en el ambiente, acaso mucho más que la noticia de que gastamos el doble de lo que ingresamos.
Lo dicho, este país no tiene remedio.
© Ernesto Milá – Ernesto.mila.rodri@gmail.com
Quienes hayan trabajado en alguna empresa o hayan tenido algún negocio saben perfectamente que cuando se produce una situación de ese tipo, la empresa está condenada a la quiebra. Por mucha ayuda que reciba, por nuevos créditos que contraiga, hay un momento en el que, incluso con unos intereses bajos, resulta imposible pagar las deudas. Especialmente si los ingresos van bajando. Y esto es lo que le está ocurriendo al Estado Español: los ingresos tributarios están cayendo un 1,4%, especialmente la recaudación del IVA que ha descendido 525 millones. El aumento de los impuestos sobre el tabaco y el petróleo han devengado apenas 45 millones y solamente se ha recaudado más en IRPF y en el Impuesto de Sociedades (1.503 y 940 millones respectivamente)… pero a todas luces insuficiente, no solo para pagar la deuda, sino para pagar los intereses que se van acumulando y, lo que es peor, completamente imposible para generar empleo. Una vez más, son las rentas derivadas del trabajo (el IRPF) las que se llevan la peor parte. Para colmo, las perspectivas para el final de este año con sombrías y para el año que viene se reiterará el desastre del 20112 (¿quién dijo que en el 2013 vendría la recuperación?). Se da por seguro que acabaremos el año con 1,7% menos de PIB y que el año que viene descenderá un 1,1%... pero son estimaciones que, en cualquier caso, de ser ciertas supondrán la pérdida de 300.000 empleos más y un 25,2% de paro.
Pero hay algo peor: la sensación de que el país se está parando. Este verano será para muchos el más triste de su vida. Los niños han dejado de ir a colonias, las familias no pueden ir de veraneo sino les invita algún familiar, el turismo ha descendido un 10% con todo lo que ello implica para un país al que la única “industria” que le queda en pie es la turística. Todos permanecemos con el corazón ahíto a la espera de la subida inevitable del impuesto sobre el alcohol que encarecerá la caña, el último placer que le queda a la ciudadanía… El país destila tristeza y desesperanza. A esto se une que Zapatero desde 2007 hasta 2011 solamente fue diestro en una cosa: suscitar esperanzas. Rajoy, ni eso. No es raro: se ha visto obligado a aplicar medidas (bajo presión de “los mercados” y de la UE) como antes lo hizo, tarde y mal, Zapatero. Las exigencias apuntan ante todo a pagar la deuda. Luego ya veremos, pero primero se paga la deuda. No hay después, esa es la triste realidad…
Y no hay después porque un país acogotado por el pago de la deuda jamás de los jamases dispondrá de liquidez para generar empleo, ni siquiera para plantearse en qué sectores económicos podría generarlo. Porque la triste realidad –lo venimos diciendo desde hace cuatro años- el gran problema de España es que no existe modelo económico de sustitución al modelo frustrado creado por la locura de José María Aznar y su cuadrinomio ladrillazo-salarios bajos-crédito fácil-inmi gración masiva… Durante años hemos repetido esta realidad: no hay futuro porque no hay modelo económico y lo que es peor, porque en una economía globalizada en la que la UE situó a España en la periferia como “país de servicios”, el margen de maniobra de nuestro país es excepcionalmente limitado en todos los terrenos, incluso en el de la planificación de un nuevo modelo económico. Por otra parte, la globalización impide que se pueda planificar un modelo a corto plazo por el simple hecho de que… no existe.
Así pues, cuando se nos anuncian “brotes verdes”, “recuperación del PIB” para dentro de X años, “cifras macroeconómicas esperanzadoras” (¿para cuándo?) y creación de puestos de trabajo cuando el PIB supere el 2,4%, nosotros contestamos: MENTIRA, no habrá nada de todo esto porque, simplemente, nadie explica en función de qué actividades la economía podría invertir su trayectoria: crecer en lugar de menguar. Así pues, mientras persistan las actuales circunstancias (obsesión por el pago de la deuda, aplicación de medidas liberales para salir de la crisis, aceptar la globalización y mantener sin reformas estructurales la UE y la economía mundial en sus actuales configuraciones), no habrá ni un solo “brote verde”, y cualquier recuperación del PIB será coyuntural y no resolverá ningún problema ni a corto, ni a medio, ni a largo plazo. Dicho de otra manera: mientras persistan las actuales circunstancias, abandonad toda esperanza. Este país se irá extinguiendo como se extinguen los velones y como se extingue el día. Solo que no podremos tras*ferir la llama a otro cirio, ni a la noche seguirá un día renovado. Las leyes de la economía liberal y el sentido común indican que así será. Y ningún economista liberal podrá convencernos de lo contrario mientras no nos diga explícitamente en qué sectores se podría basar una recuperación económica. Como máximo si este país sobreviviera al pago de la deuda –que no sobrevivirá porque la deuda es de tal calibre que el agujero resulta demasiado profundo para poder cubrirlo incluso para evitar que vaya creciendo más y más- no sobrevivirá a la imposibilidad de hacerse un hueco en la economía mundial globalizada. Y con la clase política que tenemos, portento de mediocridad y de falta de estatura, pensar en que algún día nos recuperaremos es pensar en imposibles metafísicos o, como se dice en Cataluña “somniar truitas”…
Estamos como estamos, lo hemos dicho en varias ocasiones, por errores garrafales de los últimos cuatro presidentes de gobierno: dos del PP y dos del PSOE. Estamos como estamos porque la “banda de los cuatro” (PP+PSOE+PNV+CiU) han constituido una partidocracia tan inamovible como ineficiente que ha generado redes clientelares por las que se esfuma nuestro presupuesto, unido a su incapacidad para prever, su electoralismo a ultranza (y poco importa que sea pan para hoy y hambre para mañana) y que precisa especialmente de “instituciones-florero” (autonomías, diputaciones, senado, monarquía) para poderse lucrar alegando el estandarte de la legalidad constitucional. Y esa partidocracia ni se irá, ni los medios de comunicación (amamantados por la “banda de los cuatro”) jalearán ninguna opción ajena a este club de perversoss.
Puestas así las cosas este país se enfrente con pocas posibilidades:
1) Languidecer mediante una clase política que eternamente nos diga que el pago de la deuda es esencial, que encubrirá su incapacidad para elaborar un modelo económico y que callará en los foros internacionales y no levantará la voz ante el sinsentido de la globalización.
2) Perecer de fin súbita en el momento en el que la Unión Europea intervenga la economía española (lo que debería ocurrir como máximo en octubre) y acometa medidas drásticas que ningún gobierno español se atrevería a acometer (disolución de las diputaciones provinciales, reducción de los presupuestos de educación y sanidad, reducción de los presupuestos autonómicos, despidos masivos de funcionarios, reducción de pensiones y venta de los últimos bocados del sector público todavía en manos de la administración.
3) Promover un “gran acuerdo nacional” entre los partidos, los medios de comunicación y los sectores sociales, promoviendo una política de creación de empleo (y, por tanto, de elaboración de un nuevo modelo económico) antes que de sacrificarlo todo al pago de la deuda, y
4) Dictadura Nacional, un gobierno de técnicos y expertos, apoyados por las Fuerzas Armadas y por sectores anti-partido del país que se hayan convencido de que el modelo político establecido en 1978 será legal, pero no es legítimo (la legitimidad se adquiere por la eficacia de la gestión, no por el origen).
Vaya por delante que somos particularmente pesimistas respecto al futuro de este país. Tenemos muy poco margen de maniobra y un pueblo fundamentalmente apático, obtuso en relación al diagnostico de sus propias carencias y frívolo que no reacciona ni siquiera cuando se está deslizando por un barranco, con un bajo nivel educativo y en el que la “banda de los cuatro” han bastardizado a los medios de comunicación, al sistema educativo, a la capacidad de razonamiento y a los impulsos primarios de la población. Con un pueblo así hay que descartar las soluciones 3 y 4. Así pues lo que tenemos ante la vista es una agonía lenta (1) o bien una fin súbita (2). Y más bien nos inclinamos por esta segunda opción.
Estamos ante una crisis nacional de duración incalculable. En 2008, cuando Zapatero terminó reconociendo que estábamos en recesión, se pensaba que la crisis duraría entre dos y tres años, acabados los cuales, “volvería a lucir la primavera”. Y fue por eso por lo que ZP adoptó las peores medidas que podía adoptar y que están en el origen del agujero neցro del déficit: los planes E y E2010 que mantuvieron las comisiones a los amigos de los concejales de urbanismo a costa de sembrar España de obras inútiles, rotondas y poco más; el plan de ayuda a la banca, el Plan VIVE y poco mas: en total casi medio billón de euros, a los que se sumaría otro medio billón en los años siguientes cuando los ingresos se iban en pago de intereses, pago de subsidios a parados, mantenimiento de 5.000.000 de pagapensiones completamente improductivos (1.500.000 más trabajando por las franjas salariales más bajas y 500.000 jubilados europeos en zonas de sol, los únicos que aportaban mediante su nivel de consumo una fuente de ingresos notable) y con unos niveles de irresponsabilidad (gastos absurdos en función del 0’7% de ayuda al desarrollo) o simplemente de corrupción. Con medidas como estas era evidente que la deuda iría en aumento y que llegaría un momento en el que –como ocurre en las empresas o en las familias que gastan más de lo que ingresas y viven un cierto tiempo del crédito- la deuda de convertiría en impagable. Ese momento ya ha llegado.
Y hace falta que comprendamos la gravedad de la situación: tenemos una clase política incapaz, sin otra idea nada más que sobrevivir, sin iniciativas, con una calidad ínfima (¿Es diferente Soraya de Viviana Aído? ¿hay diferencia entre Leyre Pajín y Ana Mato?), incapaces de chistar a los “señores del dinero” en los foros internacionales, pobres invitados en las reuniones de Bildelberg, donde apenas balbucean un “hola”, un “adiós” y, sobre todo el “gracias amo”, mediocres que se saben invulnerables mientras sigan amamantando a tertulianos y periodistas de cámara. Con este ganado dirigiendo a la manada y sin pastor posible, estamos abocados a la ruina total del país. En realidad ahora solamente queda que los enviados de la UE cuando se produzca la intervención, certifiquen la defunción de España como país. La lápida sepulcral dirá: “España. País que pereció por incapacidad de su clase política y por apatía de su población. Descanse en paz”.
Es inevitable que nos sintamos contagiados por el pesimismo generalizado. La diferencia es que en estos momentos intentamos mantener la objetividad –obligación de quienes se sienten en pie entre las ruinas como nos enseñó Evola- y esa objetividad nos dice que no hay salida. Muchas cosas deberían cambiar para que hubiera algo parecido a una salida y lo primero de todo sería arrojar el humanismo ingenuo por el WC: aquí en este país se han producido negligencias y responsabilidades y quienes han sido los responsables DEBEN PAGAR. Y es falso que en democracia se pagan las responsabilidades políticas en las elecciones. Este país solamente podría revivir si se instalara un patíbulo en cada esquina, si en las picotas instaladas en las plazas públicas se exhibieran a los políticos que hasta ahora nos han llevado por donde nos han llevado y si en los paredones la sangre de los corruptos los hubiera tachonado. Dado que nuestro nivel de civilización nos impide incluso pedir “responsabilidades políticas” a los responsables políticos, no insistimos en la necesidad de CASTIGOS EJEMPLARES.
Sabemos que los responsables de lo que está ocurriendo son PP y PSOE y, sin embargo, aun hoy, estas siglas malditas siguen ostentando el favor electoral de la población, de esa misma población que agoniza gracias a la gestión de esos mismos partidos a los que entrega su voto… ¿Se puede ser optimista cuando un comportamiento absurdo como éste se prolonga durante tres décadas? En absoluto: lo que falla es el sustrato antropológico del país. El “macizo de la raza” (ver la serie de artículos que consagramos a este tema) sigue siendo la apatía, la irresponsabilidad, la falta de cultura, el desinterés de los españoles por su propio destino. Con un pueblo así ser “patriota” es ser otra ensoñación más, una cobertura al hecho de que lo que está pasando pasa porque este país no es un país maduro ni siquiera para verse a sí mismo como agonizando y, por tanto, en ser incapaz de levantarse y pelear por su futuro.
Sí, este artículo es de pura protesta por lo que ocurre cada día, por la falta de perspectivas y por la somnolencia del pueblo español. ¿Para qué preocuparnos por ser constructivos? Para construir algo hace falta una voluntad colectiva y eso es algo de lo que España carece en absoluto desde hace siglos, acaso desde el término de la Reconquista. Así pues, permítasenos expresar en voz alta nuestra amargura. No hay nada que hacer, decir otra cosa sería engañarse.
Para colmo, en un país frívolo y con una autoestima oscilante que depende de los éxitos deportivos mucho más que de la calificación de las agencias de ratting, el hecho de que cuando concluye el cuarto día de Olimpiadas, España no haya obtenido ninguna medalla e incluso el equipo de fútbol haya sido eliminado, es algo que contribuye a aumentar esa sensación de tristeza, frustración y abatimiento que se respira en el ambiente, acaso mucho más que la noticia de que gastamos el doble de lo que ingresamos.
Lo dicho, este país no tiene remedio.
© Ernesto Milá – Ernesto.mila.rodri@gmail.com