A prisión un celador del Hospital de Guadalajara por eyacular en la boca de una paciente

david53

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A Julia no le pareció extraño que, después de la comida, el celador A. pasara por detrás de ella, en el pasillo, y, tras tocarle la espalda, fuera bajando la mano distraídamente hasta darle un cachete en las nalgas. "No le di más importancia". A la chica, de 18 años e ingresada en el Hospital Universitario de Guadalajara por anorexia aquel 23 de junio de 2020, aquello tampoco le pareció exactamente normal, pero se metió en su habitación como si nada hubiera sucedido.

Lo que pasa es que, minutos después, cuando Julia ya se había tomado su "batido" -estaba ingresada por trastorno de la conducta alimentaria-, el mismo celador, de 30 años en el momento de los hechos, entró en la habitación en la que ella estudiaba el código de la circulación, para sacarse el carnet cuanto antes, y "se puso de cuclillas y me dio un pico". Le dio, sin consentimiento ninguno y sorpresivamente, un beso en la boca, y salió del lugar.

Pocos minutos después, en un contexto de clara superioridad por parte del trabajador, por estar Julia enferma, se produciría la agresión sensual. A. apareció de nuevo en la habitación, con las manos en los bolsillos, y según la joven le dijo: "Me la vas a absorber y me voy a correr en tu boca"

Julia se quedó, típicamente en el caso de muchas víctimas de violencia sensual, totalmente paralizada. El agresor, según el relato que ahora ha dado por auténtico le abrió la boca lentamente, empujando con el pulgar de su mano derecha la parte inferior de su mandíbula, y le introdujo el miembro.

Eyaculó en apenas unos segundos, con Julia completamente congelada, aterrada. Y le dijo, antes de salir y siempre en versión de la chica: "No le digas nada a nadie o te hundo la vida".

Julia pasa tres días inerme y paralizada. Su carácter, activo en un entorno complicado, se oscurece. Es una auxiliar de enfermería la que se da cuenta. Emerge lo sucedido. Julia, cuenta ella misma ahora al diario El Mundo, se va a hablar el domingo con una de las psiquiatras del centro, "y me dice que yo veré lo que hago, que puedo contarlo o callarme". ¿Perdón? "Sí, que si quería contarlo o no, que eso era cosa mía". Además, "me cuenta que las cámaras del pasillo son de vigilancia"

La joven sale del despacho de la profesional enrabietada. Esa rabia va a desatascarlo todo. Julia le pega un fenomenal abrazo a la pared del pasillo, se hace un daño enorme en la mano, se marea, cae redonda al suelo con tal mala suerte que se revienta la dentadura al caer. Sus padres son llamados en el acto y la chica se lo cuenta todo al llegar.

Tras irse a buscar al celador por su cuenta y riesgo, el padre de Julia se va a hablar con el responsable en ese momento del centro, Aurelio Zapata, director de gestión. Zapata se pone a su disposición, pero no denuncia los hechos. "Nos dice que lo único que puede hacer es separar al trabajador de ese servicio, cambiarle de planta, y eso es lo que hace... Pero nunca llega a denunciar los hechos".

Es la familia la que lo hace. El pasado 16 de marzo llega la sentencia, a la que ha tenido acceso El Mundo. El celador, A., es condenado a cuatro años de prisión por abusos sensuales. Aunque no hay más prueba que el testimonio de cada cual, la Audiencia Provincial de Guadalajara da toda la credibilidad al testimonio de Julia, y entiende que el contexto apoya su veracidad. La chica sufre tras los hechos un estrés agudo, una crisis de ansiedad con agitación psicomotriz, hiperventilación, síncopes y el mareo y la caída antedicha.

Y es ahora cuando llega la segunda denuncia de la familia, no ante la Justicia, sino ante los medios de comunicación: "Es una vergüenza que el hospital no se personara en nada, ni denunciara los hechos. Esto queremos decirlo muy alto, ahora que ya tenemos sentencia, para que no le pase a más gente. Y es una vergüenza también que una psiquiatra del centro intentara que mi hija no lo contara. Esto no puede ser".

Aurelio Zapata, que fue director de gestión del Hospital de Guadalajara hasta septiembre de 2021, defiende lo hecho: "Nosotros no podíamos denunciar nada, por la presunción de inocencia. Lo que podíamos hacer era tomar medidas cautelares para evitar problemas entre un trabajador y una paciente, como hice al separarle de ese servicio, y desde luego ponernos a disposición de la familia, como hicimos también. Pero no podíamos denunciar, eso debían hacerlo ellos".

El centro, en todo caso, nunca se personó tampoco en la causa contra el trabajador, que siempre negó haber cometido el abuso sensual. En la sentencia, que es aún recurrible, se condenó igualmente al Servicio de Salud de Castilla La Mancha a indemnizar a la joven por los daños en la dentadura sufridos al caer tras su mareo. Julia, por cierto, no es su nombre real, porque la víctima prefiere proteger su intimidad.

Fuente original: El Mundo

 
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