Vlad_Empalador
Será en Octubre
Instituciones Penitenciarias priva desde 2008 al malo de las niñas de Alcàsser de la posibilidad de restar días a cambio de realizar actividades
El único condenado por el asesinato de los niñas de Alcàsser, Miguel Ricart, lleva un año privado de la posibilidad de realizar trabajos que le permitan redimir pena de manera extraordinaria. Desde diciembre de 2008, su contador de días que le permitirán salir antes de la prisión está parado. No suma nuevos dígitos, según confirmaron fuentes de Interior.
Instituciones Penitenciarias reforzó, con la entrada en la secretaría general de Mercedes Gallizo, algunos criterios para conceder estos beneficios penitenciarios. Por ejemplo, ahora ya no es suficiente que un interno se matricule en un curso, ahora se requiere que lo termine en aprobado.
En el mismo sentido, también se ha convertido en condición que se demuestre «una verdadera voluntad de reinserción». Muchos presos protestaron entonces ante estos criterios más restrictivos. Pero es que demasiados internos se aprovechaban de las bondades del sistema.
Los trabajos en los que participaba Ricart -ahora puede hacerlos pero sin ventajas- le permitían reducir su condena en una jornada por cada día de trabajo.
El límite de estos beneficios se sitúa en 175 días al año. Pero desde hace 13 meses se le cortó el grifo de manera definitiva. Pese a que ya en otras ocasiones a Miguel Ricart se le había restringido este privilegio, él había recurrido y se le había dado la razón.
No obstante, como el interno fue juzgado por el Código Penal de 1973 sí disfruta de los beneficios «ordinarios». Estos le permiten recortar un día de guandoca por cada dos de trabajos. Pero de este tipo de actividades disfrutan todos los presos condenados con la anterior normativa legal. En este apartado, no se puede recortar.
El Rubio, como era conocido cuando se cometieron los crímenes, se encuentra ya en segundo grado en la prisión de Herrera de la Mancha, en la provincia de Ciudad Real, adonde llegó hace más de un año. Su peregrinaje por diferentes penitenciarías ha sido constante. Ha estado preso en Galicia, en Zaragoza y, por supuesto, también en la guandoca de Picassent, cuando se celebró el juicio por el crimen.
El condenado permaneció durante muchos años como preso de primer grado, internos sobre los que se tiene un especial seguimiento dentro de las penitenciarías. No era un tipo fácil para tratar en prisión. Tampoco lo fue en la calle.
No obstante, los técnicos consideraron hace ya bastantes años que debía pasar al segundo grado. Era una forma de impulsar su normalización. Esto no implica ni mucho menos que salga de permiso. De hecho, nunca ha gozado de este privilegio. Para conceder una medida de estas características se tiene muy en cuenta la gravedad de los delitos, la alarma social que generaría su libertad y las posibilidades de reinserción. En todos los apartados su evaluación resulta negativa.
Tal y como está la situación actualmente, Ricart saldría de la prisión en abril de 2011. Sin embargo, la sección segunda de la Audiencia Provincial de Valencia dispone de un as en la manga: aplicar la doctrina parot del Supremo. Entonces, los beneficios penitenciarios no se aplican sobre el total del tiempo que puede pasar en prisión (30 años), sino sobre las condenas individuales de cada uno de los delitos. En este caso, la fecha de salida de la guandoca se sitúa en el 2023. La Justicia todavía no ha decidido. Tiene un año de plazo.
El único condenado por el asesinato de los niñas de Alcàsser, Miguel Ricart, lleva un año privado de la posibilidad de realizar trabajos que le permitan redimir pena de manera extraordinaria. Desde diciembre de 2008, su contador de días que le permitirán salir antes de la prisión está parado. No suma nuevos dígitos, según confirmaron fuentes de Interior.
Instituciones Penitenciarias reforzó, con la entrada en la secretaría general de Mercedes Gallizo, algunos criterios para conceder estos beneficios penitenciarios. Por ejemplo, ahora ya no es suficiente que un interno se matricule en un curso, ahora se requiere que lo termine en aprobado.
En el mismo sentido, también se ha convertido en condición que se demuestre «una verdadera voluntad de reinserción». Muchos presos protestaron entonces ante estos criterios más restrictivos. Pero es que demasiados internos se aprovechaban de las bondades del sistema.
Los trabajos en los que participaba Ricart -ahora puede hacerlos pero sin ventajas- le permitían reducir su condena en una jornada por cada día de trabajo.
El límite de estos beneficios se sitúa en 175 días al año. Pero desde hace 13 meses se le cortó el grifo de manera definitiva. Pese a que ya en otras ocasiones a Miguel Ricart se le había restringido este privilegio, él había recurrido y se le había dado la razón.
No obstante, como el interno fue juzgado por el Código Penal de 1973 sí disfruta de los beneficios «ordinarios». Estos le permiten recortar un día de guandoca por cada dos de trabajos. Pero de este tipo de actividades disfrutan todos los presos condenados con la anterior normativa legal. En este apartado, no se puede recortar.
El Rubio, como era conocido cuando se cometieron los crímenes, se encuentra ya en segundo grado en la prisión de Herrera de la Mancha, en la provincia de Ciudad Real, adonde llegó hace más de un año. Su peregrinaje por diferentes penitenciarías ha sido constante. Ha estado preso en Galicia, en Zaragoza y, por supuesto, también en la guandoca de Picassent, cuando se celebró el juicio por el crimen.
El condenado permaneció durante muchos años como preso de primer grado, internos sobre los que se tiene un especial seguimiento dentro de las penitenciarías. No era un tipo fácil para tratar en prisión. Tampoco lo fue en la calle.
No obstante, los técnicos consideraron hace ya bastantes años que debía pasar al segundo grado. Era una forma de impulsar su normalización. Esto no implica ni mucho menos que salga de permiso. De hecho, nunca ha gozado de este privilegio. Para conceder una medida de estas características se tiene muy en cuenta la gravedad de los delitos, la alarma social que generaría su libertad y las posibilidades de reinserción. En todos los apartados su evaluación resulta negativa.
Tal y como está la situación actualmente, Ricart saldría de la prisión en abril de 2011. Sin embargo, la sección segunda de la Audiencia Provincial de Valencia dispone de un as en la manga: aplicar la doctrina parot del Supremo. Entonces, los beneficios penitenciarios no se aplican sobre el total del tiempo que puede pasar en prisión (30 años), sino sobre las condenas individuales de cada uno de los delitos. En este caso, la fecha de salida de la guandoca se sitúa en el 2023. La Justicia todavía no ha decidido. Tiene un año de plazo.
ienso:
