Markkus
Madmaxista
Combates de Cagayán.
Sitio de Castelnuovo
Las siguientes lineas van dedicadas a todos aquellos españoles que han perdido su identidad: la identidad de lo que fuimos y de lo que somos; aquellos que ignoran ser hijos de unos pueblos valientes, aguerridos y abnegados como pocos empero solemnemente trágicos en su Historia al punto de henos aquí conducidos hasta la decadencia de un enorme secarral desindustrializado, corrupto, económicamente casi quebrado e indigno para con la Patria (Cádiz 1812; la Gloriosa del 68) e insensible para con su Pueblo. No permitáis que se os borre de la memoria que SOMOS ESPAÑOLES independientemente de pertenecer a tal o cual territorio o nacionalidad histórica. Un pueblo que no sabe de donde viene no sabe a donde va.
En la vida hay que espabilarse rápido, hacerse fuerte, atrincherarse como un puñetero emboscado (Jünger manda), mirar al abismo que sobre ella se erige de TÚ a TÚ y salir a presentar batalla sin replegarse ni un puñetero milímetro de la linea de batalla, como un Tercio Viejo: duro, impasible, temerario, batiéndose en minoría pero siempre movido por el orgullo y honra de saberse el invencible, el de mayor maestría, señorío y empaque tirando de ropera con muy mala leche. Debéis saber que aunque actualmente nuestro país es sinónimo de fútbol, telebasura, corrupción y paro estructural durante nuestro Siglo de Oro ser español significó ser un hombre valiente hasta el punto de despreciar la fin, decidido y determinado empero también muy orgulloso y altivo, violento y proclive a la pendencia.
Porque la vida es en esencia una constante toma de decisiones que hay que saber dirigir hacia la conquista de unos objetivos bien definidos por uno mismo tras los cuales no se esconde sino la GLORIA a alcanzar. Cuando no hay decisiones fuertes, resolutivas, determinadas e inteligentes es cuando surgen los lamentos, las evasiones, los lloros y las actitudes de fracasado que se caracterizan por ser incapaz de tomar bajo tus propias manos tu vida afrontando con huevones, instinto e inteligencia tu DESTINO, tu fruta MISIÓN. La MISIÓN es una cumbre que hay que coronar a como dé lugar aun cuando ello signifique supeditar la vida a su ascensión. Y sabe Dios que es una tarea ardua que te incita a abandonar, a retomar el sendero cómodo, empero no es sino ese placer que se experimenta durante la ascensión a través del dolor implícito a hacerse más fuerte, más viril y más guerrero el que tras*forma el organismo en una auténtica maquina de guerrear que va a por lo suyo alejado de cualquier veleidad fistro, temerosa, dependiente o débil. Así se crea una fisiología de hombre de presa (Nietzsche manda) creando arte a través de la propia existencia (Mishima manda) y experimentándola como un puñetero filósofo: como un Dios y como un animal.
Es que nuestro carácter español clásico ha sido de Quijotes. El Quijote no podía ser sino español. El carácter de idealistas, de bravura abnegada, de lucha sin concesiones, de heroísmo trágico es algo genuinamente nuestro y que hay que reivindicar para empezar a reparar la memoria de lo que fuimos y de lo que somos. Pocos pueblos pueden arengarse tamaña virtud independientemente de las consecuencias que pueda traer. En ese sentido pleno HONOR el acometer con unas atávicas esencias que a algunos nos identifican como español hijo de la inmi gración forzosa porque en el interior tu Patria te niega la GLORIA. El saberte en comunión con el espíritu de los veteranos de Flandes guerreando duro sobre el suelo que pisas, con la moderna ropera en el maletero, la Cruz de Borgoña bien tatuada y el empaque altivo y soberbio de aquellos que todo lo sufren en cualquier asalto, sólo no sufren que les hablen alto es nuestra divisa.
La escuela de Alfismo de los temibles TERCIOS VIEJOS DE INFANTERÍA ESPAÑOLA tiene un valor incalculable al que sólo se accede genética y espiritualmente. Y no somos sino nosotros sus legítimos herederos: recios, toscos, barbudos, inamovibles, impasibles, orgullosos, bravos, altivos, pendencieros. Los que tenemos ancestros castellanos bien lo sabemos. Esa es nuestra mayor virtud, somos españoles, portadores de una IDENTIDAD, continuadores de un LEGADO, herederos de una HISTORIA, con todo lo positivo y negativo que ello implica. El Gobierno debería de encargarse de recordarnos estas cosas tan básicas mas se dedica a algo diametralmente opuesto. A ver en qué puñetero país encontráis 40 veteranos de los Tercios haciendo correr a 1000 samurais. Díganme señores míos, qué país ha tenido un derroche tan extraordinario de valor, sangre y huevones entrando en combate sabiendo que o caían con la honra de los valientes o salían victoriosos demostrando que eran españoles. Al menos épica tenemos por decenas.
Y jamás fuimos los más grandes, ni tampoco los más ricos u opulentos. Pero teníamos una grandeza de espíritu y unos huevonES que nadie jamás tuvo: no más de 3.000 españoles con muy mala leche invocando a Santiago se bastaban para vencer a cualquier contingente enemigo o en peor de los casos morir matando. Porque era preferible morir en combate frente a la deshonra de capitular. Europa fue dominada a sangre y fuego con los Tercios Viejos de Infantería Española marcando el ritmo. Unidades de ÉLITE que se caracterizaban por ser los que tenían más huevonES, los que afrontaban en PRIMERA LINEA las misiones mas arriesgadas, los combates más arduos. Un Tercio de 3.000 barbudos con piernas como robles se bastaban a sí mismos para salir victoriosos de cualquier disputa tirando de pica, arcabuz y toledana con muy mala leche, despreciando la fin porque ellos peleaban por el ORGULLO de saberse los mejores, los imbatibles españoles, los de mayor empaque y maestría.
Nuestros admirados Tercios se componían de tíos peculiares, alfas de la época que a la mínima afrenta a su honra tiraban de ropera y luego preguntaban. Alfas con buenas pagas (cuando las había), buenos oros desvalijados a herejes, buena seda y buen vestir. El tipo de hombre que exportaba Castilla, aún admitiendo su connatural rebeldía, era el más adecuado para las vicisitudes de la guerra en un mundo donde el poderío de las naciones era equivalente a la fuerza sobrevenida de los huevonES que tanto es como decir la hombría.
El marrullerismo es así. Es una actitud ante la vida. Luego te los encontrabas durante la Tregua de los Doce Años malviviendo por Madrid, ora alquilados como Alatriste, ora siendo capos de la criminalidad de la época. Sus instintos no entendían otro modo de vida y ojito que eso no está reñido con la falta de cultura. Tener cultura no te convierte en un ser débil y amariconado. Los grandes cronistas de aquella época bien lo sabían: Calderón, Cervantes, Quevedo. La Hispanidad es eso.
En la actualidad todo es diferente, claro, pero la esencia se mantiene.
Tomad nota betas de cosa débiles que os cojo por banda y de la primera leche a los morros os arranco la poca o nila dignidad que tenéis que sois unos cosas indignos de nuestra condición de ESPAÑOLES.
TERCIO ESPAÑOL ENTRANDO EN COMBATE MANDA.
QUIJOTE ESPAÑOL platanoTATUADA MANDA.
Suspiros de España. A. Alvarez - YouTube
Sitio de Castelnuovo
Las siguientes lineas van dedicadas a todos aquellos españoles que han perdido su identidad: la identidad de lo que fuimos y de lo que somos; aquellos que ignoran ser hijos de unos pueblos valientes, aguerridos y abnegados como pocos empero solemnemente trágicos en su Historia al punto de henos aquí conducidos hasta la decadencia de un enorme secarral desindustrializado, corrupto, económicamente casi quebrado e indigno para con la Patria (Cádiz 1812; la Gloriosa del 68) e insensible para con su Pueblo. No permitáis que se os borre de la memoria que SOMOS ESPAÑOLES independientemente de pertenecer a tal o cual territorio o nacionalidad histórica. Un pueblo que no sabe de donde viene no sabe a donde va.
En la vida hay que espabilarse rápido, hacerse fuerte, atrincherarse como un puñetero emboscado (Jünger manda), mirar al abismo que sobre ella se erige de TÚ a TÚ y salir a presentar batalla sin replegarse ni un puñetero milímetro de la linea de batalla, como un Tercio Viejo: duro, impasible, temerario, batiéndose en minoría pero siempre movido por el orgullo y honra de saberse el invencible, el de mayor maestría, señorío y empaque tirando de ropera con muy mala leche. Debéis saber que aunque actualmente nuestro país es sinónimo de fútbol, telebasura, corrupción y paro estructural durante nuestro Siglo de Oro ser español significó ser un hombre valiente hasta el punto de despreciar la fin, decidido y determinado empero también muy orgulloso y altivo, violento y proclive a la pendencia.
Porque la vida es en esencia una constante toma de decisiones que hay que saber dirigir hacia la conquista de unos objetivos bien definidos por uno mismo tras los cuales no se esconde sino la GLORIA a alcanzar. Cuando no hay decisiones fuertes, resolutivas, determinadas e inteligentes es cuando surgen los lamentos, las evasiones, los lloros y las actitudes de fracasado que se caracterizan por ser incapaz de tomar bajo tus propias manos tu vida afrontando con huevones, instinto e inteligencia tu DESTINO, tu fruta MISIÓN. La MISIÓN es una cumbre que hay que coronar a como dé lugar aun cuando ello signifique supeditar la vida a su ascensión. Y sabe Dios que es una tarea ardua que te incita a abandonar, a retomar el sendero cómodo, empero no es sino ese placer que se experimenta durante la ascensión a través del dolor implícito a hacerse más fuerte, más viril y más guerrero el que tras*forma el organismo en una auténtica maquina de guerrear que va a por lo suyo alejado de cualquier veleidad fistro, temerosa, dependiente o débil. Así se crea una fisiología de hombre de presa (Nietzsche manda) creando arte a través de la propia existencia (Mishima manda) y experimentándola como un puñetero filósofo: como un Dios y como un animal.
Es que nuestro carácter español clásico ha sido de Quijotes. El Quijote no podía ser sino español. El carácter de idealistas, de bravura abnegada, de lucha sin concesiones, de heroísmo trágico es algo genuinamente nuestro y que hay que reivindicar para empezar a reparar la memoria de lo que fuimos y de lo que somos. Pocos pueblos pueden arengarse tamaña virtud independientemente de las consecuencias que pueda traer. En ese sentido pleno HONOR el acometer con unas atávicas esencias que a algunos nos identifican como español hijo de la inmi gración forzosa porque en el interior tu Patria te niega la GLORIA. El saberte en comunión con el espíritu de los veteranos de Flandes guerreando duro sobre el suelo que pisas, con la moderna ropera en el maletero, la Cruz de Borgoña bien tatuada y el empaque altivo y soberbio de aquellos que todo lo sufren en cualquier asalto, sólo no sufren que les hablen alto es nuestra divisa.
La escuela de Alfismo de los temibles TERCIOS VIEJOS DE INFANTERÍA ESPAÑOLA tiene un valor incalculable al que sólo se accede genética y espiritualmente. Y no somos sino nosotros sus legítimos herederos: recios, toscos, barbudos, inamovibles, impasibles, orgullosos, bravos, altivos, pendencieros. Los que tenemos ancestros castellanos bien lo sabemos. Esa es nuestra mayor virtud, somos españoles, portadores de una IDENTIDAD, continuadores de un LEGADO, herederos de una HISTORIA, con todo lo positivo y negativo que ello implica. El Gobierno debería de encargarse de recordarnos estas cosas tan básicas mas se dedica a algo diametralmente opuesto. A ver en qué puñetero país encontráis 40 veteranos de los Tercios haciendo correr a 1000 samurais. Díganme señores míos, qué país ha tenido un derroche tan extraordinario de valor, sangre y huevones entrando en combate sabiendo que o caían con la honra de los valientes o salían victoriosos demostrando que eran españoles. Al menos épica tenemos por decenas.
Y jamás fuimos los más grandes, ni tampoco los más ricos u opulentos. Pero teníamos una grandeza de espíritu y unos huevonES que nadie jamás tuvo: no más de 3.000 españoles con muy mala leche invocando a Santiago se bastaban para vencer a cualquier contingente enemigo o en peor de los casos morir matando. Porque era preferible morir en combate frente a la deshonra de capitular. Europa fue dominada a sangre y fuego con los Tercios Viejos de Infantería Española marcando el ritmo. Unidades de ÉLITE que se caracterizaban por ser los que tenían más huevonES, los que afrontaban en PRIMERA LINEA las misiones mas arriesgadas, los combates más arduos. Un Tercio de 3.000 barbudos con piernas como robles se bastaban a sí mismos para salir victoriosos de cualquier disputa tirando de pica, arcabuz y toledana con muy mala leche, despreciando la fin porque ellos peleaban por el ORGULLO de saberse los mejores, los imbatibles españoles, los de mayor empaque y maestría.
Nuestros admirados Tercios se componían de tíos peculiares, alfas de la época que a la mínima afrenta a su honra tiraban de ropera y luego preguntaban. Alfas con buenas pagas (cuando las había), buenos oros desvalijados a herejes, buena seda y buen vestir. El tipo de hombre que exportaba Castilla, aún admitiendo su connatural rebeldía, era el más adecuado para las vicisitudes de la guerra en un mundo donde el poderío de las naciones era equivalente a la fuerza sobrevenida de los huevonES que tanto es como decir la hombría.
El marrullerismo es así. Es una actitud ante la vida. Luego te los encontrabas durante la Tregua de los Doce Años malviviendo por Madrid, ora alquilados como Alatriste, ora siendo capos de la criminalidad de la época. Sus instintos no entendían otro modo de vida y ojito que eso no está reñido con la falta de cultura. Tener cultura no te convierte en un ser débil y amariconado. Los grandes cronistas de aquella época bien lo sabían: Calderón, Cervantes, Quevedo. La Hispanidad es eso.
En la actualidad todo es diferente, claro, pero la esencia se mantiene.
Tomad nota betas de cosa débiles que os cojo por banda y de la primera leche a los morros os arranco la poca o nila dignidad que tenéis que sois unos cosas indignos de nuestra condición de ESPAÑOLES.
TERCIO ESPAÑOL ENTRANDO EN COMBATE MANDA.
QUIJOTE ESPAÑOL platanoTATUADA MANDA.
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