25 años del “Bad” de Michael Jackson

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25 años del “Bad” de Michael Jackson: regreso al futuro

11/09/2012

by Jorge Luis García

Se cumplen 25 años de “Bad”, el disco que confirmó a Michael Jackson como el gran dominador global de la década de los 80, el que significó su definitiva madurez y le afianzó como uno de los artistas más inventivos y revolucionarios de su tiempo. También es el disco de los cinco números uno en la lista de Billboard (en la época en que ser número uno tenía relevancia), el que corroboró que el videoclip podía ser algo más que unas meras imágenes de acompañamiento de la música y el que hizo correr ríos de tinta porque el artista que aparecía en su portada no se parecía al del LP anterior. Es el disco de las correas, los remaches y las hebillas, pero también el del sombrero y la chaqueta blanca de gangster. “Bad” es, en definitiva, uno de esos discos emblemáticos que podías encontrar en la estantería de un yuppie y un heavy, uno de esos extraños casos que logran poner de acuerdo a melómanos del más diverso pelaje y condición. “Bad” es mítico para los miembros de una generación que ya nos habíamos cagado la pata abajo con los zombis de “Thriller” y que habíamos sido cegados por el fulgor del guante de lentejuelas y el hipnótico “moonwalk”. Michael Jackson no era un artista más, era más bien un enigmático personaje de ciencia- ficción, como fugado de un cuento fantástico de los hermanos Grimm o de una película de Steven Spielberg, un cruce entre James Brown, Charles Chaplin, Marcel Marceau, Fred Astaire, Lon Chaney Jr., Bambi y un superhéroe callejero sin más poderes que una garganta privilegiada, un talento innato para el baile y una imagen ultracool. Por mucho tiempo que pase, nunca olvidaremos la magia pura e inasible que surgía en el escenario cada vez que Jacko hacía el número de “Billie Jean”.

“Bad” se publicó el 31 de agosto de 1987. La crítica musical especializada tiende a etiquetar el “mainstream” de los años 80 (y más especialmente su segunda mitad) como una época banal, intrascendente, artificial y decididamente superficial, pero una mirada limpia y desprejuiciada nos demuestra que en aquellos tiempos no dejaron de publicarse grandes discos de vocación comercial. 1987 es, por ejemplo, el año en el que aparecieron “ The Joshua Tree” de U2, “Tunnel of love” de Bruce Springsteen, “Actually” de Pet Shop Boys, “Faith” de George Michael, “Sign ‘O’ the times” de Prince, “Introducing the hardline according to…” de Terence Trent D’Arby, “Appetite for destruction” de Guns N’Roses o “Hysteria” de Def Leppard, todos ellos superventas y ,cada uno en su estilo, difícilmente cuestionable. ¿No está mal, verdad? Ya me gustaría en 2012 tener un “mainstream” como el de entonces. Yo firmaría donde fuese. En este contexto, un nuevo disco de Michael Jackson, cinco años después de la edición de “Thriller” (y cinco años en aquellos tiempos eran una eternidad), despertaba una expectación brutal.

Todos los que vivimos aquella época lo recordamos, pero es necesario remarcar que Michael Jackson en los 80, y especialmente tras la incomparable huella que “Thriller” dejó en todos los ámbitos de la cultura, era la mayor estrella pop del firmamento. Posiblemente la única que sería reconocible igualmente para niños, adultos y abuelos (como ejemplo, tomen el impacto actual de Lady Gaga y, no sé, multiplíquenlo por diez, o por cien). MJ era un fenómeno global sin parangón que ni siquiera el tras*curso de dos temporadas en blanco (desde el “We are the world” de USA for Africa y tras el “Victory Tour” con sus hermanos se había tomado un largo descanso de la actividad pública) había conseguido desinflar. Pero Jackson tenía ante sí una situación peliaguda. Para cualquier artista es complicado el paso siguiente tras lograr un gran éxito, así que ¿cómo enfrentarse a la presión de tener que dar continuidad al disco más vendido de la historia? ¿Cómo estar a la altura de un trabajo que ha trascendido su indudable calidad intrínseca para convertirse en algo mucho más grande que la vida, un mito, un icono? Para Jacko solo había una salida: poner todo su talento y esfuerzo en tratar de parir el mejor disco del que fuera capaz. Que a estas alturas no haya unanimidad entre la crítica y el público en decidir si “Thriller” es mejor que “Bad” es quizás el mejor elogio que puede recibir el séptimo trabajo en solitario de MJ. Yo tampoco lo tengo claro. Sé que no hay en “Bad” un “Billie Jean”, y pobablemente tampoco un “Beat it”, pero a cambio tampoco acusa la gran diferencia que había entre los picos y los valles de ”Thriller”. “Bad” es más redondo, más completo y menos irregular. Sus canciones más “flojas” son claramente superiores a las más débiles de “Thriller”.

“Bad” es un disco valiente y, a su modo, arriesgado. Una obra que tiende puentes hacia el futuro desde un respeto reverencial por el pasado. De la mano del gran Quincy Jones (en su tercera y, desgraciadamente, última colaboración), Michael Jackson se embarca en un cuidadísimo y ambicioso trabajo de laboratorio que, sin embargo, nunca queda ahogado por la tecnología de última generación, las programaciones o los sintetizadores, sino que desprende una fuerza y una imaginación indiscutibles. Es un disco plenamente adulto en el que propio MJ compone nueve de sus once temas (bueno, diez en la edición cassette que yo tenía; “Leave me alone” es un bonus track para el entonces incipiente soporte de CD), que bucean, amplificando el patrón seguido en “Thriller”, en un océano de pop, soul, funk, disco, góspel, rock e incluso heavy metal. La exuberante producción de Jones se beneficia de la colaboración de un elenco de músicos de postín, como Jimmy Smith, Greg Philinganes, el coro de Andrae Crouch, Paulinho da Costa o el mismísimo Stevie Wonder. El resultado es un torbellino de ideas arrebatadoras a las que el paso del tiempo apenas ha restado un ápice de su “punch” original.

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Y eso que el single de avance del disco, “I just can’t stop loving you”, una balada bonita pero un tanto edulcorada, no hace presagiar el tono de lo que vendría después. El tema es un dueto con la entonces desconocida Siedah Garrett (se barajaron los nombres de Whitney Houston, Barbra Streisand e incluso Aretha Franklin) que alcanza rápidamente el número uno en las listas de medio mundo pero que pronto es engullida por el auténtico single de presentación de “Bad”, su canción homónima y tema de apertura. Jackson realiza aquí una interpretación agresiva y cruda sobre una base musical electro-funk, una memorable línea de bajo y sendos solos inapelables de Hammond B-3 y sintetizador. La canción fue concebida como un dúo con Prince, pero el resultado final evidencia que la aportación del genio de Minneapolis no era necesaria. El vídeo o cortometraje dirigido por Martin Scorsese presenta una nueva imagen del ídolo más dura que se convertiría en otro icono de la cultura popular, objeto incesante de parodias e imitaciones (aunque la versión larga –de más de 16 minutos- pocas veces se llegó a proyectar completa en TV, al menos en España). Además, las imágenes confirman lo que ya dejaba entrever la portada del disco, que Jacko se ha sometido a cirugía estética (al menos nariz y pómulos) y que su piel es notablemente más clara. Es una lástima que MJ no parara aquí su tras*formación y terminara convirtiendo su rostro en una grotesca y aberrante caricatura de sí mismo con el paso de los años. El siguiente corte, y también tercer single, es “The way you make me feel”, un irresistible clásico rebosante de R&B de la vieja escuela, una deliciosa melodía propulsada por un loop contundente y embellecida por unos elegantes arreglos de viento. Su videoclip, centrado en los esfuerzos de MJ para conquistar a una chica en las calles del barrio, es igualmente memorable y corrobora el creciente interés del artista por el sesso más o menos explícito (las famosas pasadas a la entrepierna y el movimiento de caderas pelín grosero), algo inédito en su imaginería hasta ese momento.

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El tercer corte, “Speed demon”, es una de las dos únicas canciones del álbum que no salieron editadas como single, en una época en la que la carrera comercial de los discos era larga y los singles se convertían en éxitos de verdad (ahora Lady Gaga y Katy Perry también extraen singles a cascoporro de sus discos, pero, ejem, con todos los respetos, no es lo mismo). Musicalmente, “Speed demon” es de lo más vanguardista de “Bad”. Un rotundo patrón rítmico dirigido por un bajo sobrenatural, efectos sonoros innovadores, un electrificante solo de saxo midi y un glorioso puente en falsete enlazan en su “fade out” con la bellísima “Liberian girl”, una de las baladas más infravaloradas de MJ, provista de una sofisticada atmósfera entre tropical y nocturna y uno de los coros más perfectamente armonizados por el artista , que se multiplica en diferentes pistas y añade sorprendentes arreglos vocales. “Just good friends”, la otra gran olvidada de “Bad”, es el dueto con Stevie Wonder, una de las dos canciones no compuestas por Michael (acreditada a Terry Britten y Graham Lyle). Paradójicamente, el hecho de haber sido uno de los temas menos expuestos y radiados de Jackson contribuye a que ahora suene casi más fresca que en 1987, y desde luego, más chispeante con su sabor a Motown que aquel otro célebre dúo de Jacko, “The girl is mine”, con Paul McCartney.

La cara B del disco se abre con “Another part of me”, que simboliza muy bien la vocación crossover de la obra, entre el rock, el R&B y el pop, abriendo distancia con las sonoridades eminentemente neցroides de “Off the wall”. “Man in the mirror” es una de las grandes obras maestras de Jacko, aunque, curiosamente, no está escrita por él, sino por Siedah Garrett y Glen Ballard. Se trata de una inspiradora llamada al cambio personal y del mundo en el que vivimos y una de las interpretaciones más sobrecogedoras de Jackson, modulada desde una intensidad creciente y culminada por un estallido góspel de impresionante calado emocional. No es de extrañar que se convirtiese en el cuarto número uno consecutivo en EE.UU del álbum y en una de las piezas más recordadas de la discografía de Jacko. Tras la ya citada “I just can’t stop loving you”, que gana enteros situada en el contexto del álbum, llega el momento hard rock del disco, “Dirty Diana”. El “Beat it” de “Bad”, aunque la letra, la tensa y turbia atmósfera y el dramático arreglo de cuerdas pueden recordar más a “Billie Jean”. Steve Stevens, colaborador habitual de Billy Idol, se encarga esta vez del solo de guitarra, mientras que los estudiosos de la vida y obra del artista se preguntan si la Diana del título es la mismísima Diana Ross. Quinto y último número uno en USA de “Bad”.



Un sampler de un latido de corazón (acompañado de una respiración en la edición original que desaparece misteriosamente en la reedición de CD) introduce la excelsa “Smooth Criminal”, posiblemente el mejor tema del álbum, con su atómica melodía de bajo, su omnipresente “Annie are you OK?” y su estribillo sideral, otra exhibición de Jacko, que dobla su voz en decenas de pistas. El correspondiente videoclip (que formaba parte de esa oda a sí mismo que era la película “Moonwalker” (1988)) es otra de las cumbres audiovisuales de la década, todo un espectáculo de luz, tonalidad, coreografía, dirección artística y música a un nivel inalcanzable para el resto de contemporáneos. Finalmente, el bonus track, la fantástica “Leave me alone”, supone un furioso ajuste de cuentas con esa prensa sensacionalista que no dejaba de alimentar su imagen excéntrica y extravagante con rumores y leyendas urbanas peregrinas (que si había comprado el esqueleto del hombre elefante, que si dormía en una cámara hiperbárica…). El fenomenal y premiado videoclip de apoyo completa brillantemente el mensaje de la canción.

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“Bad” fue bien recibido por la crítica y aún mejor por el público, aunque evidentemente no logró las mismas cotas de éxito de “Thriller”, mientras que los Grammy, que en 1984 cubrieron de gloria a MJ, en esta ocasión se olvidaron de él pese a la gran actuación que hizo en la gala. Con todo, a día de hoy, se estima que puede haber alcanzado los 45 millones de copias vendidas en todo el mundo, cifra que se incrementará con esa edición 25 aniversario, cargada de temas inéditos (y no tan inéditos), peligrosas remezclas y un DVD con uno de los conciertos en Wembley pertenecientes al también exitoso “Bad Tour”, que presentaba a Jackson quizás en la mejor forma de su carrera en solitario y que no hizo sino extender la leyenda del artista. A partir de ahí comenzó otro periodo de descanso que concluyó con el estreno en 1991 de “Dangerous”, ya sin Quincy Jones, un disco audaz con el que reverdecería laureles y mantendría su posición hegemónica en la industria, aunque los problemas que terminarían dando al traste con su carrera ya se atisbaban a la vuelta de la esquina. Pero esa es otra historia que ahora no procede contar. Quedémonos con el Michael Jackson de los 80, posiblemente en aquel momento el mayor entertainer del mundo, y con la excepcional música que nos legó en aquellos años.

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Esta sobrevalorado artisticamente (que no empresarialmente) ya que dio mucho dinierín y pretenden segir ganando buenos pecunios con sus discos.

jorobar, que te fumas tío, debe ser muy bueno....

Decir que michael está sobrevalorado........yo diría que lo que estuvo es desaprovechado, sin tantos artificios de la industria y tirando más a sus referencias musicales (Jackie Wilson, James Brown) hubiese sido lo más.

Ten en cuenta que el talento natural que tenía (aunque influido, no lo niego, por un padre dictatorial) no lo tienen ni el 0,01% de los cantantes y eso es algo que se ve si eres algo observador.
 
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