20-n. Señores. Hoy Estamos De Luto.

Lo que fue extraño es cómo murió Durruti. Enel mismo link que he puesto antes dice lo siguiente:

Sobre la fin de Durruti, Antonio Bonilla, hoy día residente en Zaragoza, mantiene una tesis nunca argumentada hasta ahora. En el número 80 del semanario «Posible», el antiguo compañero de Durruti confiesa a Pedro Costa Muste: «No cabe duda de que la bala que mató a Durruti salió del naranjero que portaba Manzana. Pudo ser casual o intencionadamente. Hoy, a la vista de lo que ocurrió después, opto por creer que fue intencionado el disparo». Lo que ocurrió después, según Bonilla, es que Manzana desapareció sin dejar rastro. Manzana se ha mantenido ilocalizable, desde entonces, en algún lugar de México, ignorándose si aún vive.

En cambio en el país ponía lo siguiente:

Así murió Durruti


El mítico lider anarquista fallecio por un accidente, y no en combate, segun los testigos

El mítico dirigente anarquista Buenaventura Durruti murió al disparársele fortuitamente su propio fusil mientras discutía con uno de sus ayudantes.El testimonio de quien fuera su chófer, Clemente Cuyás, contradice la versión oficial mantenida durante años de su fin en combate en la defensa de Madrid, a los pocos meses de comenzar la guerra civil. Cuyás, de 78 años, asegura ahora que él y los otros siete testigos del accidente se juramentaron entonces para mantener el secreto y no desmerecer el mito de uno de los líderes más carismáticos de la CNT.El día de su fin, Durruti (León, 1896-Madrid, 1936) se encontraba en una vía de la Ciudad Universitaria de Madrid, a pocos metros de la línea de fuego, empenado en evitar que los milicianos arrancaran las traviesas de los ferrocarriles para hacer fuego.

"El compañero Durruti estaba muy enojado con su centurión Bonilla por los destrozos en las vías, ya que creía que se cometía un sabotaje inútil a nuestros propios intereses", dice Cuyás. "Era media mañana del 19 de noviembre de 1936. En un momento de la discusión alzó el fusil y golpeó la culata contra el estribo de nuestro coche, sonó un tiro y cayó redondo al suelo, herido mortalmente". La bala le penetró por el pecho y le salió por la espalda. Durruti murió al poco tiempo en el hospital y la CNT trasladó su cuerpo en avión a Barcelona, donde se celebró un multitudinario funeral.

Cuyás afirma que los testigos que presenciaron el accidente, en contacto con el cuartel de la columna, acataron la recomendación de ser discretos para siempre. "Durruti murió en acto de guerra", explicaron para mantener su aureola y no erosiortar la jovenlandesal de las tropas republicanas. El chófer de Durruti, que después de la victoria de las tropas de Franco pasó ocho años entre campos de concentración, cárceles y destierro, visitó años después en León a los padres de Durruti. "Se encontraban en una situación deplorable", comenta, "en la más absoluta miseria. La CNT nunca contactó con e].los".

En plena guerra, en muchas publicaciones históricas, el suceso quedó sumido en una tormenta de dudas y versiones contradictorias. Clemente Cuyás, el mecánico catalán que servía de chófer a Durruti, estaba a cuatro metros de él cuando cayó herido de fin por una bala que salió del cañón de su arma. Cuyás llevaba más de dos meses al lado del líder cenetista, tras sumarse en Aragón a la columna anarquista. Durruti pretendía arrasar en la defensa de Madrid. Afincado en su casa de Palma de Mallorca, Clemente Cuyás cree que ahora, casi 60 años después, han desaparecido las causas del silencio y se pueden negar las versiones que atribuían la fin a un tiro disparado por rivales de su propio bando.

Cuyás, conocido entonces como Manitas, acompañó más adelante a otro gran personaje de la República, Indalecio Prieto. Fue un viaje corto, pero importante, el del camino del exilio final. Explica el ex conductor anarquista que Prieto se peleó con Juan Negrín en Barcelona y tomó un avión hacia el extranjero. En el aeropuerto, Prieto invitó a Cuyás a partir con él, y antes de marchar le dio todo el dinero que tenía. Cuyás no ha mitificado la figura de Durruti le traté más como amigo que como camarada"-, pero admira su autoridad jovenlandesal sobre los cenetistas, su dureza de carácter -"una vez salvó de un fusilamiento a un cura ante unas hordas"- y, ante todo, su generosidad en las trincheras. "Se quitaba los zapatos para dárselos a los soldados si era preciso", agrega.

Al volante de un automóvil Ford de ocho cilindros para recorrer el frente y un Packard para la ciudad, Clemente Cuyás compartió muchas horas de las gestas de Buenaventura Durruti.

Se sentaba a mi lado y, como curiosidad, sólo recuerdo que, a veces, por una carretera abierta, disparaba su arma por las ventanillas de ambos lados apuntando a los troncos de los árboles y al regreso verificaba su puntería".

Fuera como fuere lo cierto es que Durruti fue admirado incluso por sus propios enemigos.
 
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