El Reaccionario
Madmaxista
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«1804. Muera Napoleón, el invasor»: El desconcertante grafiti que se adelantó a la Guerra de la Independencia
El láser ha limpiado la piedra y las hendiduras de las letras apenas resaltan ahora. Solo los ojos de quienes conocen su existencia reparan en la insólita inscripción que una mano desconocida grabó en el claustro de la catedral de Pamplona hace más de dos siglos. «Muera Napoleón el invasor» escribió un rencoroso anónimo en la base de un pilar de la arquería, frente a la sacristía de los Canónigos. Y sobre el mensaje, para que quedara constancia, esculpió la fecha que tanto ha desconcertado a los historiadores: ¡1804! ¿Quién pudo haber inscrito aquel funesto deseo cuatro años antes de que las tropas napoleónicas entraran en España y se desatara la Guerra de la Independencia?
«En la isla de Cabrera y en el castillo de Bellver (Mallorca) se han localizado numerosos nombres y apellidos de soldados franceses prisioneros, destacando en este último un «Viva Napoleón» de 1813; también se han hallado inscripciones de soldados o desertores participantes en la Guerra de la Independencia en la Alcazaba de Badajoz y en el Castillo de Villena (Alicante), según recuerda José Ignacio Barrera Maturana, doctor en Historia y Artes por la Universidad de Granada. «Es frecuente la presencia de estos grafitos en castillos, fortalezas...», explica el autor del blog «El grafito histórico», pero todas las señaladas están datadas en 1808, 1810, 1811, 1812, 1813. Solo la inscripción de la catedral de Pamplona tiene una fecha tan temprana referida a Napoleón.
A Pablo Ozcáriz, el primero en publicar este grafito en un congreso en 2006, su descubrimiento le marcó. «Si yo me he dedicado a investigar grafitos fue precisamente porque en una visita al claustro de la Catedral con la profesora de Historia del Arte de la carrera, nos dijeron que por allí había un grafito contra Napoleón, y por casualidad lo encontramos», recuerda el profesor de Historia Antigua de la Universidad Rey Juan Carlos.
La primera hipótesis que contempló Ozcáriz fue que el número 4 podía ser en origen un 9, alterado por el desgaste del tiempo. «La inscripción adquiriría mayor sentido, sin tener que recurrir a explicaciones forzosas», indicó en el estudio que publicó en 2008 sobre «Los grafitos del claustro de la catedral de Pamplona». Sin embargo, «ahora creo, como defiende Quintanilla, que es un 4. Y entonces las fechas no cuadran», explica a ABC.
El historiador del Arte Emilio Quintanilla considera «fuera de duda» que la fecha que se quiso inscribir fue la de 1804. El actual director de la Fundación Miguel Echauri analizó el desconcertante graffiti decimonónico y comparó el número 4 con otros escritos en documentos de la época. En ellos, el dígito fue realizado de forma muy similar, con tres trazos bien definidos.
Confirmado este punto, Quintanilla se planteó la siguiente pregunta: ¿y si la fecha es una inscripción independiente del escrito inferior? Aunque el historiador no descarta la posibilidad, cree que los trazos fueron realizados por la misma mano. «La fecha está grabada con mayor profundidad, y el resto de forma menos cuidada, debido sin duda al cansancio de su autor y a la prisa provocada por el miedo a ser sorprendido», describe en su investigación, publicada en la obra «Memoria en la piedra: estudios sobre grafitos históricos» que coordinó Ozcáriz en 2012.
Quizá fuera obra de alguno de los huidos tras la Revolución Francesa que recalaron en Navarra, o de algún perjudicado por las invasiones de tropas francesas que llegaron casi a las puertas de Pamplona durante la guerra de la Convención, también conocida como del Rosellón (1793-1795). Los numerosos desmanes de los soldados en los valles y poblaciones fronterizos debieron de avivar el sentimiento antifrancés que ya existía entre países vecinos y que había crecido tras la Toma de la Bastilla, el Terror de Robespierre y después con las acciones de Napoleón. A Quintanilla no le extraña que esos sentimientos se plasmaran con un grafito en el claustro de la catedral, donde resonarían de forma especial.
En la guerra de la Convención, que acabó con la plaz de Basilea, la Iglesia tuvo que aportar el 75% de los gastos, «por lo que no debemos extrañarnos de la antipatía que sentirían en los ambientes clericales navarros contra la Francia revolucionaria en esos años, es decir, contra el invasor», subraya el historiador.
Napoleón y el Papa
Pero este sentimiento no explica la referencia explícita a Napoleón. «Ahí puede que se encuentre la clave» de la curiosa inscripción, a juicio de Quintanilla. Al entorno clerical navarro le tuvieron que llegar noticias de las campañas de Napoleón en Italia y de la entrada de las tropas francesas en Roma en 1798 y la oleada turística de los Estados Pontificios. El Papa Pío VI fue apresado y, tras ser recluido en Siena y en Florencia, fue deportado como prisionero de Estado a Francia, donde falleció en 1799.
En 1804, la fecha del grafito, Napoleón se saltaba todos los cánones y arrebataba la corona a Pío VII para colocársela él mismo y proclamarse emperador. Mientras, en Navarra, en aquel mismo año se hacía cargo de la diócesis de Pamplona el obispo Veremundo Arias Teixeiro, del que «no queda ninguna duda de su patriotismo y de su enfrentamiento con las autoridades invasoras napoleónicas», añade el experto.
Ése fue el contexto en el que algún viandante de los muchos que paseaban por el tras*itado claustro de la catedral de Pamplona en aquella época, o quizá algún miembro del personal contratado por la catedral para su mantenimiento o para el culto (sacristanes, músicos, mozos de coro...), grabó con un instrumento punzante las cuatro líneas en las que aún se lee (entre paréntesis con menor nitidez): «1804. Muera Napole(ón) e(l) inva(sor)». O al menos, así lo cree Quintanilla.
Ozcáriz no lo descarta, pero tampoco que pudieran ser dos inscripciones diferentes o que la fecha sea un error. «Es lo que pasa a menudo con los grafitos. No son inscripciones formales, donde se tienen mucho cuidado en qué se escribe y cómo, sino que el autor tiene total libertad para equivocarse», explica.
«Viva Mina»
En la catedral de Pamplona hay otros grafitos de la misma época, como los dos que dicen «Viva Mina» y que hacen referencia a uno de los dos guerrilleros así apellidados que lucharon en Navarra en la Guerra de la Independencia: Francisco Javier Mina, que se convirtió después en uno de los héroes de la independencia de México, o su tío Francisco Espoz y Mina, jefe de las partidas guerrilleras que lucharon contra Napoleón en Navarra.
Ayudado con filtros informáticos como el D-Stretch, que permiten ver con los dibujos superpuestos en una pared, Ozcáriz ha encontrado en el claustro más de mil grafitos, desde torres con banderitas medievales a escudos de diferentes épocas, de órdenes religiosas, tableros de juego, garabatos, nombres y fechas como uno que dice «Día del Concilio Vaticano II 11-10-1962» o el que refiere que «Fabiola se /casó el día / 15-12-60 / con Balduino». La reina consorte de los belgas tenía orígenes navarros y su boda se siguió con interés en la Comunidad Foral.
«Ahí ha quedado una sombra de las personas que pasaban por allí y esa sombra da muchísima información. Además, es una fuente con la que nadie contaba y es un tipo de arqueología muy novedosa», subraya el investigador, que ha completado el estudio de los grafitos del claustro antes de la restauración, indicando a los técnicos los más relevantes que se debían proteger.
«La limpieza es bastante respetuosa. La zona del grafito de Napoleón se limpió con tecnología láser, que desintegra la capa oscura de suciedad dejando la superficie de la piedra intacta», explica Violeta Romero, la técnico responsable de la restauración. Ahora las incisiones no contrastan tanto y el grafito se aprecia menos a simple vista, pero cuando terminen las obras financiadas por el Gobierno de Navarra, la Fundación CAN, La Caixa y el Arzobispado de Pamplona, está previsto que se dé a conocer a través de un recorrido, junto a las inscripciones más relevantes.
Los turistas podrán contemplar así esa «historia menor» que guarda el claustro, esos «testimonios de gente corriente, que no tenían cabida en los tratados internacionales, en las crónicas de los reinados o en los libros de Historia con mayúscula», como los describe Quintanilla. Y con los años, el insólito «1804. Muera Napoleón el invasor» volverá a apreciarse mejor. «De todas maneras, el grafito ya nunca podrá “desaparecer” porque se ha publicado su estudio», subraya este historiador.
«1804. Muera Napoleón, el invasor»: El desconcertante grafiti que se adelantó a la Guerra de la Independencia
El láser ha limpiado la piedra y las hendiduras de las letras apenas resaltan ahora. Solo los ojos de quienes conocen su existencia reparan en la insólita inscripción que una mano desconocida grabó en el claustro de la catedral de Pamplona hace más de dos siglos. «Muera Napoleón el invasor» escribió un rencoroso anónimo en la base de un pilar de la arquería, frente a la sacristía de los Canónigos. Y sobre el mensaje, para que quedara constancia, esculpió la fecha que tanto ha desconcertado a los historiadores: ¡1804! ¿Quién pudo haber inscrito aquel funesto deseo cuatro años antes de que las tropas napoleónicas entraran en España y se desatara la Guerra de la Independencia?
«En la isla de Cabrera y en el castillo de Bellver (Mallorca) se han localizado numerosos nombres y apellidos de soldados franceses prisioneros, destacando en este último un «Viva Napoleón» de 1813; también se han hallado inscripciones de soldados o desertores participantes en la Guerra de la Independencia en la Alcazaba de Badajoz y en el Castillo de Villena (Alicante), según recuerda José Ignacio Barrera Maturana, doctor en Historia y Artes por la Universidad de Granada. «Es frecuente la presencia de estos grafitos en castillos, fortalezas...», explica el autor del blog «El grafito histórico», pero todas las señaladas están datadas en 1808, 1810, 1811, 1812, 1813. Solo la inscripción de la catedral de Pamplona tiene una fecha tan temprana referida a Napoleón.
A Pablo Ozcáriz, el primero en publicar este grafito en un congreso en 2006, su descubrimiento le marcó. «Si yo me he dedicado a investigar grafitos fue precisamente porque en una visita al claustro de la Catedral con la profesora de Historia del Arte de la carrera, nos dijeron que por allí había un grafito contra Napoleón, y por casualidad lo encontramos», recuerda el profesor de Historia Antigua de la Universidad Rey Juan Carlos.
La primera hipótesis que contempló Ozcáriz fue que el número 4 podía ser en origen un 9, alterado por el desgaste del tiempo. «La inscripción adquiriría mayor sentido, sin tener que recurrir a explicaciones forzosas», indicó en el estudio que publicó en 2008 sobre «Los grafitos del claustro de la catedral de Pamplona». Sin embargo, «ahora creo, como defiende Quintanilla, que es un 4. Y entonces las fechas no cuadran», explica a ABC.
El historiador del Arte Emilio Quintanilla considera «fuera de duda» que la fecha que se quiso inscribir fue la de 1804. El actual director de la Fundación Miguel Echauri analizó el desconcertante graffiti decimonónico y comparó el número 4 con otros escritos en documentos de la época. En ellos, el dígito fue realizado de forma muy similar, con tres trazos bien definidos.
Confirmado este punto, Quintanilla se planteó la siguiente pregunta: ¿y si la fecha es una inscripción independiente del escrito inferior? Aunque el historiador no descarta la posibilidad, cree que los trazos fueron realizados por la misma mano. «La fecha está grabada con mayor profundidad, y el resto de forma menos cuidada, debido sin duda al cansancio de su autor y a la prisa provocada por el miedo a ser sorprendido», describe en su investigación, publicada en la obra «Memoria en la piedra: estudios sobre grafitos históricos» que coordinó Ozcáriz en 2012.
Quizá fuera obra de alguno de los huidos tras la Revolución Francesa que recalaron en Navarra, o de algún perjudicado por las invasiones de tropas francesas que llegaron casi a las puertas de Pamplona durante la guerra de la Convención, también conocida como del Rosellón (1793-1795). Los numerosos desmanes de los soldados en los valles y poblaciones fronterizos debieron de avivar el sentimiento antifrancés que ya existía entre países vecinos y que había crecido tras la Toma de la Bastilla, el Terror de Robespierre y después con las acciones de Napoleón. A Quintanilla no le extraña que esos sentimientos se plasmaran con un grafito en el claustro de la catedral, donde resonarían de forma especial.
En la guerra de la Convención, que acabó con la plaz de Basilea, la Iglesia tuvo que aportar el 75% de los gastos, «por lo que no debemos extrañarnos de la antipatía que sentirían en los ambientes clericales navarros contra la Francia revolucionaria en esos años, es decir, contra el invasor», subraya el historiador.
Napoleón y el Papa
Pero este sentimiento no explica la referencia explícita a Napoleón. «Ahí puede que se encuentre la clave» de la curiosa inscripción, a juicio de Quintanilla. Al entorno clerical navarro le tuvieron que llegar noticias de las campañas de Napoleón en Italia y de la entrada de las tropas francesas en Roma en 1798 y la oleada turística de los Estados Pontificios. El Papa Pío VI fue apresado y, tras ser recluido en Siena y en Florencia, fue deportado como prisionero de Estado a Francia, donde falleció en 1799.
En 1804, la fecha del grafito, Napoleón se saltaba todos los cánones y arrebataba la corona a Pío VII para colocársela él mismo y proclamarse emperador. Mientras, en Navarra, en aquel mismo año se hacía cargo de la diócesis de Pamplona el obispo Veremundo Arias Teixeiro, del que «no queda ninguna duda de su patriotismo y de su enfrentamiento con las autoridades invasoras napoleónicas», añade el experto.
Ése fue el contexto en el que algún viandante de los muchos que paseaban por el tras*itado claustro de la catedral de Pamplona en aquella época, o quizá algún miembro del personal contratado por la catedral para su mantenimiento o para el culto (sacristanes, músicos, mozos de coro...), grabó con un instrumento punzante las cuatro líneas en las que aún se lee (entre paréntesis con menor nitidez): «1804. Muera Napole(ón) e(l) inva(sor)». O al menos, así lo cree Quintanilla.
Ozcáriz no lo descarta, pero tampoco que pudieran ser dos inscripciones diferentes o que la fecha sea un error. «Es lo que pasa a menudo con los grafitos. No son inscripciones formales, donde se tienen mucho cuidado en qué se escribe y cómo, sino que el autor tiene total libertad para equivocarse», explica.
«Viva Mina»
En la catedral de Pamplona hay otros grafitos de la misma época, como los dos que dicen «Viva Mina» y que hacen referencia a uno de los dos guerrilleros así apellidados que lucharon en Navarra en la Guerra de la Independencia: Francisco Javier Mina, que se convirtió después en uno de los héroes de la independencia de México, o su tío Francisco Espoz y Mina, jefe de las partidas guerrilleras que lucharon contra Napoleón en Navarra.
Ayudado con filtros informáticos como el D-Stretch, que permiten ver con los dibujos superpuestos en una pared, Ozcáriz ha encontrado en el claustro más de mil grafitos, desde torres con banderitas medievales a escudos de diferentes épocas, de órdenes religiosas, tableros de juego, garabatos, nombres y fechas como uno que dice «Día del Concilio Vaticano II 11-10-1962» o el que refiere que «Fabiola se /casó el día / 15-12-60 / con Balduino». La reina consorte de los belgas tenía orígenes navarros y su boda se siguió con interés en la Comunidad Foral.
«Ahí ha quedado una sombra de las personas que pasaban por allí y esa sombra da muchísima información. Además, es una fuente con la que nadie contaba y es un tipo de arqueología muy novedosa», subraya el investigador, que ha completado el estudio de los grafitos del claustro antes de la restauración, indicando a los técnicos los más relevantes que se debían proteger.
«La limpieza es bastante respetuosa. La zona del grafito de Napoleón se limpió con tecnología láser, que desintegra la capa oscura de suciedad dejando la superficie de la piedra intacta», explica Violeta Romero, la técnico responsable de la restauración. Ahora las incisiones no contrastan tanto y el grafito se aprecia menos a simple vista, pero cuando terminen las obras financiadas por el Gobierno de Navarra, la Fundación CAN, La Caixa y el Arzobispado de Pamplona, está previsto que se dé a conocer a través de un recorrido, junto a las inscripciones más relevantes.
Los turistas podrán contemplar así esa «historia menor» que guarda el claustro, esos «testimonios de gente corriente, que no tenían cabida en los tratados internacionales, en las crónicas de los reinados o en los libros de Historia con mayúscula», como los describe Quintanilla. Y con los años, el insólito «1804. Muera Napoleón el invasor» volverá a apreciarse mejor. «De todas maneras, el grafito ya nunca podrá “desaparecer” porque se ha publicado su estudio», subraya este historiador.
«1804. Muera Napoleón, el invasor»: El desconcertante grafiti que se adelantó a la Guerra de la Independencia