Israel Gracia
Madmaxista
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FraujdeHistoriaHumanidadSars-Cov
MARCOS DEL MAZO VIA GETTY IMAGES
Por Luys Coleto.- La poderosa (y muy dolorosa) certidumbre de que el mundo en que vivimos se mueve sobre el andamiaje de la ocultación y el embuste. Sabido es que la solidez y permanencia de un mito (además de apoteósico timo) se fundamenta a menudo en la cantidad de veces que se le invoque. Esto lo supieron desde siempre los comunicadores, los propagandistas de todas las épocas, incluyendo al doctor Goebbels. Lo escribió con precisión Elias Canetti: «El mito es una historia cuya frescura aumenta con la repetición». Y todo lo acaecido desde hace quince meses con el coronamito, acción ejecutiva. En realidad, precisión, tenebrosa operación encubierta dentro de otra acción ejecutiva. Inteligencia militar, desde luego, por si cupieran remotas dudas. Operación psicológica militar de falsa bandera, bisturí. Experimento poblacional de tortura psicológica erigido sobre un falso culpable (las muertes de la presunta el bichito no pueden ser atribuidas a algo que no existe, como el aceite de colza no mató a nadie, lo mismo que Oswald no fue el tirador solitario: infinitos ejemplos, hasta aburrir). Y, desde luego, todo ello para acelerar o perfilar genocidas agendas pues.
Hacia la tiranía “global” y la ruina total
Sin guerra, al decir de las sociópatas élites, todo carece de sentido. Su autoridad, sin igual sobre la vida y la fin, inmejorables para perpetuar el miedo, argamasa de todo. Una nueva, cuasi-eugénica función de la guerra, en proceso de formación desde hace varios decenios. Y clave para cualquier proyecto de tras*ición. Hacia la tiranía y la extrema pobreza, obvio.
Entonces, pues, la guerra por otros medios. Y para sostener una suerte de estabilidad belicosa “pacífica” es absolutamente imprescindible una “amenaza”. Esta amenaza esencial ha de ser suficientemente aterradora y verosímil para ser suficientemente eficaz. El ´enemigo` debe implicar una amenaza de destrucción lo más inmediata, tangible y directamente percibida. Un bichito mola, pues. Y un bichito inventado, miel sobre hojuelas. En todos los sentidos, mejor bichito ficticio.
Hacia la esclavitud absoluta
Al fin y a la postre se trata de apuntalar una esclavitud aproximadamente sofisticada. Planetaria, faltaría más. Mediante las sórdidas tecnologías, aceleración de perturbadas agendas. Y el inexistente Sars-Cov-2, pretexto o coartada o alibi perfecto. Pero reiteremos, un bichito que no existe. Y si el bichito no existe, pues lo dicho, todo lo acaecido ( y por acaecer) descomunal fraude y montaje. Nada que a algunos nos sorprenda.
Ni una sola prueba que atestigüe la existencia de dicho bichito. Entonces, fraudulentos test (PCR, antígenos, anticuerpos), absurdos. Pero muy enjundiosos económicamente. Además de despiadado saqueo de nuestra sacrosanta información genética. Y absurdas e ilógicas las atroces y liberticidas medidas tomadas. Secuestros domiciliarios, cierres perimetrales, distancia social o mortíferos cubrebocas. Y qué decir de los letales tecno-matarratas tras*génicos, dizque banderillas. Si no hay bichito carecen de sentido. Todo carece de sentido, pues. Si la viga maestra de la farsa deviene ficticia, todo debe caer. O debería hacerlo. Obvio.
La descomunal farsa del “aislamiento” del bichito
Para afirmar con firmeza que un bichito existe (más allá de su patogenicidad, esa es otra historia) debe procederse a su aislamiento, purificación y, posterior, secuenciación. Fin del asunto. Y, por supuesto, quince meses después, el denominado Sars-CoV-2 continúa sin ser aislado.
¿Y cuándo dio comienzo la farsa del “aislamiento”? Pues con una mentira, faltaría más. “A Novel cobi19 from Patients with Pneumonia in China, 2019”. Y con la ayuda de dos biológos moleculares, rejoneé tamaña falacia científica. Pero, poco a poco, fue brotando la decencia. Recientemente Wu Zunyou, por ejemplo, máximo responsable de epidemiología de los CDC chinos (“inspiradores” de A Novel…) lo admitía abiertamente en un reportaje en la NBC yanqui de título Back to Wuham one year after world´s first el bichito lockdown. Literal. “They didn´t isolate the bichito. That´s issue” (Ellos NO aislaron el bichito. Ese el problema).
Más ejemplos. Michael Lane, jefe de la división de Microscopía óptica y Electrónica y del Laboratorio Consultor Nacional de Microscopía Electrónica de Diagnóstico de Patógenos Infecciosos del Instituto Robert Koch ha admitido recientemente que no tiene conocimiento de ningún trabajo científico describiendo estrictamente el aislamiento y purificación del Sars-Cov-2.
Más. Christine Massey, tras innumerables gestiones y esfuerzos, acabó aseverando en su web que “las leyes de libertad de información estadounidenses revelan que NINGUNA institución del mundo tiene registrado el aislamiento y purificación del Sars-Cov-2”.
Massey se vio auxiliada para efectuar y realizar y culminar su titánico esfuerzo indagatorio por un nutrido grupo de voluntarios. Querían saber. Y supieron. ¡¡¡46!!! instituciones gubernamentales, científicas y académicas comunicaron lo mismo Lo esperado, claro. NINGUNA poseía trabajo alguno sobre el aislamiento del Sars-Cov-2.
Dos británicos, Roberts y Sears, lo mismo. Exigieron información fehaciente de su gobierno. Nada. Un empresario alemán, Samuel Eckert, ídem de lienzo. Solicitó a las autoridades germanas y suizas información sobre el aislamiento del presunto cobi19. Nada.
Y detalle curioso de Eckert. Según aparece en su página web existe jugosa y suculenta recompensa de 225.000 dólares al día de hoy a quien pueda demostrar que el bichito está aislado, secuenciado y purificado correctamente. Y, por supuesto, por si lo dudaban, al día de hoy, NADIE ha presentado un estudio o análisis de un correcto aislamiento para poder reclamar tan importante suma de guita.
¿Entonces la secuencia genética o la micrografías?
Causalidad, sencillo de entender. Primero se aísla, después se secuencia. Y, como al día de hoy, NADIE ha podido demostrar la existencia de un supuesto nuevo cobi19 (dato importante, el resto de cobi19 continúan también sin aislarse, ergo no existen), la secuencia genética que pueda estar pululando por el orbe terrestre deviene total y rotundamente FALSA…
…Y las micrografías del Sars-Cov-2, más de lo mismo. Y eso sin olvidar un detalle fundamental de tales imágenes: bichito o retrovirus son absolutamente INDISTINGUIBLES de otras partículas celulares como las vesículas de tras*porte o los exosomas. Se pongan como se pongan los censores (se autodenominan “verificadores”, tan Orwell).
Además con el añadido pitorreo que lleva acompañando a toda la colosal y anterior engañifa, sucintamente descrita. Las micrografías que uno puede ver sobre el inexistente Sars-Cov-2 son tan distintas, incluso opuestas entre sí, que obviamente no pueden pertenecer al mismo bichito. Además de ser tan similares a otros bichito que no pueden diferenciarse con exactitud y rigor las diferencias entre sí.
Esto solo acaba de comenzar…
Pues eso, sin piedra angular (Sars-Cov-2), el edificio hace tiempo tenía que haber caído. Les da absolutamente igual la verdad. Y, recuerden, utilizando argot ciclista, tan solo nos hallamos en la etapa prólogo. El próximo pedo, probablemente “apagón” digital, etapa rompe-piernas. Y, no lo duden, nos falta todavía el ascenso a Alpe D’Huez y el Tourmalet. Si prefieren, el infernal y asturiano Angliru…
…Y les dejo con otra mujer decente. Y guapa. La doctora Sam Bailey. Y en escasos catorce minutos tritura el falsario y nuclear pilar de la tramoya. El bichito que jamás existió. Ni existe. Ni existirá. Por expresarlo en agudo e insuperable decir spinozista, la inexistencia del bichito queda demostrada según el orden geométrico de las cosas propuesto por el incomparable genio judío nacido en Amsterdam.
FraujdeHistoriaHumanidadSars-Cov
MARCOS DEL MAZO VIA GETTY IMAGES
Por Luys Coleto.- La poderosa (y muy dolorosa) certidumbre de que el mundo en que vivimos se mueve sobre el andamiaje de la ocultación y el embuste. Sabido es que la solidez y permanencia de un mito (además de apoteósico timo) se fundamenta a menudo en la cantidad de veces que se le invoque. Esto lo supieron desde siempre los comunicadores, los propagandistas de todas las épocas, incluyendo al doctor Goebbels. Lo escribió con precisión Elias Canetti: «El mito es una historia cuya frescura aumenta con la repetición». Y todo lo acaecido desde hace quince meses con el coronamito, acción ejecutiva. En realidad, precisión, tenebrosa operación encubierta dentro de otra acción ejecutiva. Inteligencia militar, desde luego, por si cupieran remotas dudas. Operación psicológica militar de falsa bandera, bisturí. Experimento poblacional de tortura psicológica erigido sobre un falso culpable (las muertes de la presunta el bichito no pueden ser atribuidas a algo que no existe, como el aceite de colza no mató a nadie, lo mismo que Oswald no fue el tirador solitario: infinitos ejemplos, hasta aburrir). Y, desde luego, todo ello para acelerar o perfilar genocidas agendas pues.
Hacia la tiranía “global” y la ruina total
Sin guerra, al decir de las sociópatas élites, todo carece de sentido. Su autoridad, sin igual sobre la vida y la fin, inmejorables para perpetuar el miedo, argamasa de todo. Una nueva, cuasi-eugénica función de la guerra, en proceso de formación desde hace varios decenios. Y clave para cualquier proyecto de tras*ición. Hacia la tiranía y la extrema pobreza, obvio.
Entonces, pues, la guerra por otros medios. Y para sostener una suerte de estabilidad belicosa “pacífica” es absolutamente imprescindible una “amenaza”. Esta amenaza esencial ha de ser suficientemente aterradora y verosímil para ser suficientemente eficaz. El ´enemigo` debe implicar una amenaza de destrucción lo más inmediata, tangible y directamente percibida. Un bichito mola, pues. Y un bichito inventado, miel sobre hojuelas. En todos los sentidos, mejor bichito ficticio.
Hacia la esclavitud absoluta
Al fin y a la postre se trata de apuntalar una esclavitud aproximadamente sofisticada. Planetaria, faltaría más. Mediante las sórdidas tecnologías, aceleración de perturbadas agendas. Y el inexistente Sars-Cov-2, pretexto o coartada o alibi perfecto. Pero reiteremos, un bichito que no existe. Y si el bichito no existe, pues lo dicho, todo lo acaecido ( y por acaecer) descomunal fraude y montaje. Nada que a algunos nos sorprenda.
Ni una sola prueba que atestigüe la existencia de dicho bichito. Entonces, fraudulentos test (PCR, antígenos, anticuerpos), absurdos. Pero muy enjundiosos económicamente. Además de despiadado saqueo de nuestra sacrosanta información genética. Y absurdas e ilógicas las atroces y liberticidas medidas tomadas. Secuestros domiciliarios, cierres perimetrales, distancia social o mortíferos cubrebocas. Y qué decir de los letales tecno-matarratas tras*génicos, dizque banderillas. Si no hay bichito carecen de sentido. Todo carece de sentido, pues. Si la viga maestra de la farsa deviene ficticia, todo debe caer. O debería hacerlo. Obvio.
La descomunal farsa del “aislamiento” del bichito
Para afirmar con firmeza que un bichito existe (más allá de su patogenicidad, esa es otra historia) debe procederse a su aislamiento, purificación y, posterior, secuenciación. Fin del asunto. Y, por supuesto, quince meses después, el denominado Sars-CoV-2 continúa sin ser aislado.
¿Y cuándo dio comienzo la farsa del “aislamiento”? Pues con una mentira, faltaría más. “A Novel cobi19 from Patients with Pneumonia in China, 2019”. Y con la ayuda de dos biológos moleculares, rejoneé tamaña falacia científica. Pero, poco a poco, fue brotando la decencia. Recientemente Wu Zunyou, por ejemplo, máximo responsable de epidemiología de los CDC chinos (“inspiradores” de A Novel…) lo admitía abiertamente en un reportaje en la NBC yanqui de título Back to Wuham one year after world´s first el bichito lockdown. Literal. “They didn´t isolate the bichito. That´s issue” (Ellos NO aislaron el bichito. Ese el problema).
Más ejemplos. Michael Lane, jefe de la división de Microscopía óptica y Electrónica y del Laboratorio Consultor Nacional de Microscopía Electrónica de Diagnóstico de Patógenos Infecciosos del Instituto Robert Koch ha admitido recientemente que no tiene conocimiento de ningún trabajo científico describiendo estrictamente el aislamiento y purificación del Sars-Cov-2.
Más. Christine Massey, tras innumerables gestiones y esfuerzos, acabó aseverando en su web que “las leyes de libertad de información estadounidenses revelan que NINGUNA institución del mundo tiene registrado el aislamiento y purificación del Sars-Cov-2”.
Massey se vio auxiliada para efectuar y realizar y culminar su titánico esfuerzo indagatorio por un nutrido grupo de voluntarios. Querían saber. Y supieron. ¡¡¡46!!! instituciones gubernamentales, científicas y académicas comunicaron lo mismo Lo esperado, claro. NINGUNA poseía trabajo alguno sobre el aislamiento del Sars-Cov-2.
Dos británicos, Roberts y Sears, lo mismo. Exigieron información fehaciente de su gobierno. Nada. Un empresario alemán, Samuel Eckert, ídem de lienzo. Solicitó a las autoridades germanas y suizas información sobre el aislamiento del presunto cobi19. Nada.
Y detalle curioso de Eckert. Según aparece en su página web existe jugosa y suculenta recompensa de 225.000 dólares al día de hoy a quien pueda demostrar que el bichito está aislado, secuenciado y purificado correctamente. Y, por supuesto, por si lo dudaban, al día de hoy, NADIE ha presentado un estudio o análisis de un correcto aislamiento para poder reclamar tan importante suma de guita.
¿Entonces la secuencia genética o la micrografías?
Causalidad, sencillo de entender. Primero se aísla, después se secuencia. Y, como al día de hoy, NADIE ha podido demostrar la existencia de un supuesto nuevo cobi19 (dato importante, el resto de cobi19 continúan también sin aislarse, ergo no existen), la secuencia genética que pueda estar pululando por el orbe terrestre deviene total y rotundamente FALSA…
…Y las micrografías del Sars-Cov-2, más de lo mismo. Y eso sin olvidar un detalle fundamental de tales imágenes: bichito o retrovirus son absolutamente INDISTINGUIBLES de otras partículas celulares como las vesículas de tras*porte o los exosomas. Se pongan como se pongan los censores (se autodenominan “verificadores”, tan Orwell).
Además con el añadido pitorreo que lleva acompañando a toda la colosal y anterior engañifa, sucintamente descrita. Las micrografías que uno puede ver sobre el inexistente Sars-Cov-2 son tan distintas, incluso opuestas entre sí, que obviamente no pueden pertenecer al mismo bichito. Además de ser tan similares a otros bichito que no pueden diferenciarse con exactitud y rigor las diferencias entre sí.
Esto solo acaba de comenzar…
Pues eso, sin piedra angular (Sars-Cov-2), el edificio hace tiempo tenía que haber caído. Les da absolutamente igual la verdad. Y, recuerden, utilizando argot ciclista, tan solo nos hallamos en la etapa prólogo. El próximo pedo, probablemente “apagón” digital, etapa rompe-piernas. Y, no lo duden, nos falta todavía el ascenso a Alpe D’Huez y el Tourmalet. Si prefieren, el infernal y asturiano Angliru…
…Y les dejo con otra mujer decente. Y guapa. La doctora Sam Bailey. Y en escasos catorce minutos tritura el falsario y nuclear pilar de la tramoya. El bichito que jamás existió. Ni existe. Ni existirá. Por expresarlo en agudo e insuperable decir spinozista, la inexistencia del bichito queda demostrada según el orden geométrico de las cosas propuesto por el incomparable genio judío nacido en Amsterdam.