1387 palencia. cuando los ingleses fueron derrotados por mujeres.

little hammer

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PORQUE A LAS FEMINISTAS Y SUS GUSANOS LES GUSTA TANTO INVENTARSE HISTORIAS DE PRINCESITAS GUERRERAS E IGNORAN TOTALMENTE LOS MOMENTOS EN LA HISTORIA EN LOS QUE LAS MUJERES SÍ HAN COMBATIDO

LAS PALENTINAS, MARIA PITA, AGUSTINA DE ARAGON...




DEFENSA DE PALENCIA 1387 ¿QUE HUBO DE MITO Y QUE DE REALIDAD?
Mensaje 19 Jun 2020

Buenas tardes,

En la conocida defensa de la ciudad por parte de las mujeres palentinas, ¿que hay de mito y que de realidad?, dejo un breve relato explicativo de los hechos.

ELLAS SIEMPRE FUERON FUERTES. PALENCIA

Los rigores del calor, ya comenzaban a hacerse presentes en esa castellana mañana de mayo, en la que Elvira pastoreaba cayado en ristre, en las inmediaciones de la ciudad. La tarea se había convertido en habitual para ella, como tantas otras destinadas a los hombres, se habían convertido en quehaceres rutinarios para el resto de mujeres palentinas, los hombres brillaban por su ausencia, más allá de algún anciano o unos cuantos críos que aún no eran capaces de levantar la espada, lo suficiente como para ser reclutados en alguna de sus estúpidas guerras. Efectivamente hacía ya tiempo que los varones tenían una presencia escasa en la ciudad, desde aquel fatídico mes de mayo de 1385, en el que partieron enrolados en la filas del ejército castelllano de su majestad Juan I, con el fin de tomar Lisboa. Algunos ya nunca regresaron, aquella maldita batalla de Aljubarrota se los llevó, incluso los hubo que ni tan siquiera llegaron a la contienda, las emboscadas y la peste se lo impidieron, y a las palentinas no les quedaba sino plañidear su ausencia y apechugar con lo dispuesto, otra maldita guerra en la que este o aquel noble, reclamaba este o aquel derecho, sobre uno u otro territorio, pero eran sus esposos y sus hijos los que no regresaban. Esta vez la disputa se ceñía a la reclamación del rey castellano, por los derechos de su esposa Doña Beatriz a la regencia del trono portugués, muerto Fernando I, se debía respetar el pacto de matrimonio por el que el primogénito de Juan y Beatriz heredaría la corona portuguesa, pero los portugueses coronaron rey al hermano poco agraciado de Fernando, Juan de Avis. Las cosas aún se iban a complicar más, los 4.000 hombres perdidos en batalla y los 5.000 prisioneros que se dejó Castilla en tierras lusas, habían animado a Juan de Gante, Duque de Lancaster y antiguo pretendiente a la corona castellana por matrimonio con Doña Constanza, hija de Pedro I, a retomar su viejo anhelo. En Julio de 1386 desembarcó en La Coruña al mandó de 7.000 hombres de armas, tras asentarse en Santiago y Ourense, decidió que era el momento de tomar sus futuras posesiones. Llegada la primavera de 1387 se iniciaron las hostilidades, Juan I dispuso con los pocos efectivos que aún que le quedaban, una línea defensiva que iba de León a Zamora, Juan de Gante decidió atacar en Benavente, que vivamente defendida por Alvar Pérez Osorio resistió las acometidas inglesas. Los ingleses aún realizarían algún vil acto más en las próximidades, como la quema de Valderas, antes de retomar objetivos de enjundia, Palencia. Los pocos caballeros palentinos disponibles, se encontraban defendiendo el eje principal que había marcado Juan I, no quedaba en Palencia hombre que defendiera sus murallas, Juan de Gante se relamía, una ciudad defendida por mujeres y niños, por fin una presa fácil para levantar la jovenlandesal de sus tropas, y con ese fin encaminaron sus pasos hacia el río Carrión. Elvira intentaba prestar atención a los movimientos del ganado, no era la primera vez que se había perdido alguna res y no quería ser ella la responsable, lo que hiciera falta con tal de no escuchar los reproches de Doña Isabel, menudo genio se gastaba. Oteando en la lejanía le pareció divisar una polvareda poco habitual, agudizó su vista todo lo que pudo y consiguió observar algunos estandartes que creía no conocer, la inquietud se apoderó de ella, corrió todo lo velozmente que pudo hacía la entrada de la ciudad donde comunicó lo divisado a las allí presentes.


- Rápido, recojamos el ganado. No olvidéis las provisiones, tenemos que cerrar las puertas de la ciudad, nadie deberá queda más allá de los muros- organizaba María, esposa de Don Lope, hidalgo palentino caído en tierras portuguesas.


La voz corrió con inusitada rapidez, en pocos minutos las campanas de la catedral de San Antolín tañían con fuerza, corred insensatas, los ingleses vienen a arrebataroslo todo, parecía gritar. El estruendo de las puertas al cerrarse trajo una cierta calma, quizá solo ficticia, la que precede al miedo, a la ansiedad del que ve como le amenazan todo lo que tiene, todo lo que es. Las presentes se arremolinaban en lo alto de las murallas, las había que corrían como pollos sin cabeza, otras observaban como las tropas inglesas tomaban posiciones en un remanso del río, no parecían tener prisa, después de todo la ciudad ya era suya aunque las ocupantes aún no lo supieran. Manos temblorosas, voces quebradas y pupilas dilatadas acompañaban la escena que se vivía en las almenas, mientras los tonos ocres se apoderaban del cielo palentino y la luz comenzaba a huir entre los merlones de la fortificación - deberíamos hacer lo mismo-pensaba la menuda Beatriz. Todas saben a que se exponen, si toman la ciudad, esos malditos hijos de la pérfida albion se darán un festín, no habrá rendición honrosa, ni les concederán salir de la ciudad portando estandartes, todas ellas serán forzadas y sus hijos pasados a cuchillo. No hay tiempo para planificar una defensa ordenada, todo se resume en luchar o huir, en un primer momento se decantan por la huida, quizá la noche les de una oportunidad, pero son demasiadas, la columna sería muy visible y el ritmo lento, demasiados ancianos y niños, a campo abierto serán presa fácil. Surgen algunas voces discordantes, tal vez puedan hacerles frente, quien sabe si incluso resistir hasta que las noticias lleguen a las tropas castellanas y estas vuelvan grupas para acudir en su auxilio. Una joven voz se alza entre todas, suena recia, firme, sin atisbo del temblor que la situación impone.




- No huiremos, y no lo haremos por que no creo que ninguna de vosotras desee ser cazada como un animal, no resistiremos tras estas murallas, pues no conocemos el oficio y no llegarían las tropas castellanas a tiempo más que de recoger nuestros restos. Combatiremos, pero de la única forma en la que podemos vencer, haremos lo que no esperan, les atacaremos allí donde se sienten seguros y lo haremos con las únicas armas que todas nosotras sabemos manejar, ¿quién de vosotras no sabe utilizar un cuchillo? ¿quién no una azada? lo haremos por el mismo motivo por el que hemos luchado toda nuestra vida, lo haremos por nuestro hogar, lo haremos por nuestros hijos y por primera vez lo haremos por nosotras mismas.


Todas miran a la joven mujer de pelo cobrizo y ojos almendrados, ¿de donde surge esa fuerza? se preguntan, pero pronto empiezan a comprenderlo, la misma fuerza que tras*mite la joven pastora, comienza a crecer en sus estómagos, asciende hasta inflar sus pechos e insufla ánimos inusitados a sus cabezas. El miedo se ha tras*formado en rabia, en esperanza, quizá si exista una posibilidad. Rebuscan entre las herramientas intentado encontrar enseres con los que armarse, ante la ausencia de escudos y espadas todo vale, rastrillos, guadañas, cuchillos. Apenas una decena de mujeres quedan en lo alto de las murallas, aparentar normalidad y preparar la huida si las demás no regresan es la consigna, el resto avanzan ocultas en la oscuridad. Pañuelos anudados en sus cabezas para reconocerse en la refriega, mandiles y zuecos las visten, blanden con fuerza las herramientas encontradas en almacenes, cocinas y talleres. Sigilosas y metódicas, consumen paso a paso la distancia con el campamentos inglés en el que apenas perciben guardias, después de todo para que tenerla, solo tienen frente a ellos a un puñado de mujeres. Uno de los escasos guardias que protegen el perímetro,es abordado por Catalina, esa dócil esposa de pelo ralo y labios carnosos convertida en feroz asaltante, antes de poder decir Who is here?, o como carajo den el alto estos malditos ingleses, tiene un palmo de acero atravesado en el gaznate, el grito ahogado que emite al desplomarse alerta al siguiente guardia, pero ya es tarde, Isabel le ensarta con una horca en el estómago. Ya no hay orden, la disciplina y consignas dadas han dado paso a la locura y el frenesí, cada una lucha por su cuenta y riesgo, por defender lo suyo y por seguir teniendo la cabeza encima del cuello lo cual no es poco en tal escenario. Se suceden los tajos, golpes secos y furiosos cercenan brazos, los gritos, unos de rabia otros de dolor, acompañan al sonido de huesos quebrándose y al tintinear de armas chocando, los ingleses han sufrido numerosas bajas, pero se rehacen y comienzan a causar un considerable daño entre las valientes atacantes. Los hombres del Duque de Lancaster están confusos, con sus ojos ven mujeres atacándoles, pero no puede ser que ellas solas hayan diseñado la encamisada, ni que sin soporte varonil puedan sostenerla con tanto vigor, han estabilizado la sangría y ahora se baten en parejo duelo, pero la duda les inquieta, miran a sus espaldas esperando al grupo que deba darles la puntilla, si no fuera así sería un suicidio para esas mujeres, y en esas andan titubeando cuando llega la orden.


- ¡Behind! ¡Behind!- Gritan nerviosamente


Están retrocediendo, no quieren arriesgarse a que les envuelvan por la retaguardia, mañana será otro día deben pensar, pero mañana será tarde, las tropas castellanas han sido informadas y vienen en auxilio de la plaza.Y así fue, el resto de la campaña fue tan desastrosa , que el Duque de Lancaster se avino a negociarla paz y esta se alcanzó como de costumbre, el hijo de tal, casado con la hija de cual, y aquí paz y después gloria. En esta ocasión los afortunados fueron Enrique como heredero al trono de Castilla y Catalina hija del Duque, que dando cumplimiento al tratado de Bayona se casaron en Palencia y fueron los primeros príncipes de Asturias, título que desde entonces portan todos los herederos al trono de Castilla. Aquellas humildes palentinas, con arrojo y denuedo habían conseguido salvar la ciudad, sus hogares, sus hijos y ancianos y habría quién se sorprendería de la gesta, pero no ellas, ellas sabían que habían hecho lo mismo que llevaban haciendo todas sus vidas, solo que esta vez el destino tuvo a bien que fuera por diferentes cauces. Juan I concedió a aquellas entregadas mujeres el derecho de tocas, permitiéndoles llevar la banda dorada hasta ese momento exclusiva de los hombres y eximiéndoles de destocarse ante su presencia Derechos singulares para mujeres singulares.
 
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Cuando los hombres fallan o no estan, le toca a las mujeras hacer el rol y combatir, porque son sus uteros que traen el futuro de la humanidad.

Ver archivo adjunto 1993595
Díselo a las lechonas aztecas e incas, como combatieron a los conquistadores.... Abriéndose de piernas y de shishi aún más, que los ****** castellanos eran más grandes que las minipichas de sus hombres tira flechas.
 
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