1300 niñes migrantes cumplen 18 años en catalunya y ya hay un plan para elles :)

Solidario García

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En medio de un debate político deshumanizante, casi 6.000 niños y niñas permanecen bloqueados en Canarias ante la falta de acuerdo para reformar la ley de Extranjería y derivar obligatoriamente a los menores entre el resto de comunidades autónomas en momentos de emergencia humanitaria como el que atraviesa Canarias.

La necesidad de traslado de estos niños que han migrado solos es urgente, como lo es también el desarrollo de un plan de emancipación cuando alcancen la mayoría de edad. En concreto, más de 1.300 migrantes tutelados en Catalunya cumplirán este año los 18, según datos de Drets Socials.

“Hemos de establecer un plan de emancipación juvenil real que garantice, en primer lugar, el acceso a la vivienda, así como a los estudios y al trabajo digno. Todo esto con una partida económica generosa que permita sostenerlos, también en el sentido emocional con un apoyo profesional y en red para que rompan con la soledad no deseada con la que afrontan la mayoría de edad”, expone Rita Grané, directora de la asociación Punt de Referència.

La vivienda no está garantizada para ninguno de los jóvenes —españoles o extranjeros— que salen del sistema de protección. A los 18, son adultos por ley, pero “siguen siendo niños muchos años más y no podemos pedirles que, de un día para otro, tengan la vida resuelta”.

Catalunya cuenta con un programa para apoyar la emancipación y autonomía de los jóvenes en su tras*ición a la vida adulta. La comunidad atiende a casi 7.000 niños y jóvenes que han migrado solos; entre ellos, más de 4.000 son mayores de edad.

De hecho, es de las pocas comunidades que brinda servicios de apoyo integral a los extutelados hasta los 23 años. El Àrea de Suport als Joves Tutelats i Extutelats (ASJTET) ofrece recursos de apoyo a la emancipación de jóvenes, entre los 16 y los 21 atendidos por la DGAIA, que incluyen prestaciones de carácter personal, habitacional, formativo/laboral, económico y jurídico.

Este programa consta de un seguimiento individualizado del joven por parte de un profesional durante un tiempo específico. La intervención se documenta en un Plan de Trabajo Individual (PTI), un itinerario para la integración social y laboral del joven.

“Desde una perspectiva estatal, Catalunya es una de las comunidades junto al País Vasco que más garantías ofrece a la juventud extutelada”, asegura Jordi Sàlvia, director de FEPA - Federación de Entidades con Proyectos y Pisos Asistidos. Sin embargo, cada vez más entidades catalanas “nos han trasladado que el sistema se está tensionando” por falta de fondos adecuados.

La directora de Punt de Referència va más allá y asegura que “Catalunya sufre una falta de recursos suficientes para poder garantizarles todos sus derechos”. Y añade: “Los recursos están desbordados, aunque se han habilitado más en función de la necesidad”. De hecho, la última encuesta de la Fundación Arrels sobre sinhogarismo migrante revela que el 41% de los menores de 25 años que viven en las calles de Barcelona han pasado por el sistema de tutela.

La edad de emancipación en España ya supera los 30 años (30,3), la cifra más alta de los últimos veinte. “No existe, en sentido amplio, un plan de emancipación para los jóvenes migrantes, teniendo en cuenta que en Europa oscila entre los 18 y 20 años”, expresa Grané. En este contexto, los jóvenes extutelados se ven obligados a emanciparse entre siete y nueve años antes que la media nacional por falta de apoyo institucional.

Rachid, un joven de 20 años, es la cara visible de esta realidad. Llegó a España con tan solo 17 años, tras abandonar su ciudad natal, Chauen (jovenlandia), conocida por sus características casas azules que atraen cada a año a miles de turistas. “Una noche, mientras mi progenitora preparaba la cena, decidí coger algo de ropa e irme. Le dije que iba a dar una vuelta, pero ya no volví”, cuenta el joven para La Vanguardia.

Aunque nunca había pensado en emigrar y no contaba con ningún apoyo en España, nadó durante quince horas desde la costa de Castillejos, en jovenlandia, hasta Ceuta. Rachid permaneció en las calles de la ciudad durante varios meses, sin recibir la tutela de la comunidad ni la ayuda de ninguna entidad. Desde Ceuta pudo partir en barco hasta Algeciras y, poco tiempo después, llegó a Barcelona.

Catalunya tuteló a Rachid y permaneció, hasta que alcanzó la mayoría de edad, en un centro de menores del que solo expresa palabras de agradecimiento: “Aprendí el idioma, me orientaron en mis estudios y me dieron el amor de la familia que no tengo”. Posteriormente, sus educadores lo derivaron a un piso asistido, gestionado por una entidad social y dependiente de la Generalitat, para que continuara con su proceso de emancipación.

El recurso habitacional, que es limitado en el tiempo (máximo 21 años), está sujeto al cumplimiento del plan de trabajo. Los pisos se financian también con las aportaciones de los mismos chicos y chicas, quienes reciben un prestación económica de 755,82€ mensuales más otras ayudas, igual a la que reciben los extutelados de origen español. Deben cumplir una serie de requisitos para recibir esta cuantía como residir legalmente en Catalunya, sufrir una situación de necesidad acreditada y seguir el plan individual de trabajo.

Rachid compartió piso con otros dos jóvenes extutelados procedentes de Gambia, y juntos aprendieron a cocinar, limpiar y gestionar sus recursos, mientras los educadores los visitaban regularmente. El joven recuerda esa época como especialmente complicada, ya que compaginaba sus estudios de cocina con su trabajo en un restaurante. “Llegaba a casa por la noche, cansadísimo, cogía un boli y un libro, y me tenía que poner a estudiar español”.

Apenas dormía dos horas al día, pero era consciente que debía continuar con su formación y su trabajo. “Si dejaba el curso, me iban a echar del piso y, si dejaba el trabajo, no podría conseguir mis papeles”. Poco a poco, aquel niño que se fue de jovenlandia acabó creciendo hasta convertirse en adulto a la fuerza. “En ese momento, tenía un trabajo y debía dejar el piso para dar la oportunidad a otro chico, '¿cómo lo voy a hacer?' ”, se preguntaba. Así fue como Rachid empezó su periplo para buscar habitación y empezar una nueva etapa.

Aunque todo el mérito fue suyo, reconoce que la ayuda que encontró en el programa de mentoría de Punt de Referència fue clave. La entidad gestiona un proyecto desde hace 27 años en el que fomenta relaciones de apoyo y confianza entre jóvenes tutelados y extutelados con voluntarias que quieran acompañarlos durante nueve meses en su proceso de emancipación.

Marina Montoya, coordinadora de programas de mentoría en Punt de Referència: “Estos jóvenes necesitan construir una red de apoyo y tener personas en su entorno con las que puedan vincularse. Contar con alguien que los acompañe de manera totalmente desinteresada y que crea en ellos tiene un impacto directo en su salud y bienestar emocional”.

Aunque tienen una duración determinada, la relación se va consolidando hasta resultar natural en la vida de las dos personas que de otro modo, difícilmente se habrían conocido. Esto es lo que le ocurrió a Marina Saura Olivella, de 48 años, que un buen día decidió picar a la puerta de la entidad e iniciar el voluntariado.

“Tenía la expectativa de que sería un joven africano, pero para mi sorpresa resultó ser una chica catalana”, confiesa la voluntaria. Acompañar a esta chica—admite— la ayudó a romper mitos y a conocer también la realidad de muchos jóvenes catalanes tutelados.

Las personas mentoras hacen una entrevista personal y reciben 10h de formación para sacar el máximo potencial de la colaboración. Además, durante todo el proceso, cuentan con el seguimiento del equipo de Punt de Referència para que la relación sea enriquecedora para ambas partes. “Es una formación que te ayuda a marcar límites y entender tu posición. Estamos presentes, escuchamos y damos de la mano, pero el camino es solo suyo”, detalla la voluntaria. Y añade: “Me gusta poder contribuir a mejorar su vida en la medida de lo posible”.

Por su parte, el apoyo para Rachid vino de Alba, una chica voluntaria que decidió no solo unirse al programa de mentoría, sino también participar muy activamente en la vida del joven. “Podía llamarla cuando estaba contento o triste. Me ha dado muchos consejos. Siempre le voy a estar agradecido”, expresa el joven, quien mantiene el contacto diario con la que fuera su mentora año y medio después.

Alba estuvo acompañándolo en un momento clave para su emancipación: la búsqueda de una habitación. “Me costó mucho. Estuve dos meses buscando. Todo iba bien hasta que me preguntaban: '¿De dónde eres?'. Me llegaron a descartar hasta 40 veces solo por decir que era de jovenlandia”.

Hoy, lleva cinco meses compartiendo piso y está feliz de trabajar como cocinero con un contrato a jornada completa. En este sentido, Rita Grané lamenta que los jóvenes extutelados pierdan la prestación económica en el momento en el que acceden a un trabajo a jornada completa porque se entiende que “ya no la necesitan”.

El camino de Rachid continúa. Asegura que quiere seguir trabajando y estudiando para abrir su propio negocio de cocina en un futuro. Pero, más allá del trabajo, sus ojos se le iluminan cuando recuerda las ganas de volver a su querido país y abrazar a su familia, a la que lleva tres años sin ver.

La organización Punt de Referència ha hecho un llamamiento para encontrar a 100 personas que quieran ejercer de mentores de jóvenes tutelados o extutelados que inician su proceso hacia la emancipación.

Las personas interesadas deben asumir un compromiso de nueve meses con encuentros semanales con el joven. Durante todo el proceso, se hace un seguimiento de la evolución de esta mentoría para fomentar que sea enriquecedora para ambas partes. Desde Punt de Referència insisten en que no es necesaria experiencia previa.
 
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En medio de un debate político deshumanizante, casi 6.000 niños y niñas permanecen bloqueados en Canarias ante la falta de acuerdo para reformar la ley de Extranjería y derivar obligatoriamente a los menores entre el resto de comunidades autónomas en momentos de emergencia humanitaria como el que atraviesa Canarias.

La necesidad de traslado de estos niños que han migrado solos es urgente, como lo es también el desarrollo de un plan de emancipación cuando alcancen la mayoría de edad. En concreto, más de 1.300 migrantes tutelados en Catalunya cumplirán este año los 18, según datos de Drets Socials.

“Hemos de establecer un plan de emancipación juvenil real que garantice, en primer lugar, el acceso a la vivienda, así como a los estudios y al trabajo digno. Todo esto con una partida económica generosa que permita sostenerlos, también en el sentido emocional con un apoyo profesional y en red para que rompan con la soledad no deseada con la que afrontan la mayoría de edad”, expone Rita Grané, directora de la asociación Punt de Referència.

La vivienda no está garantizada para ninguno de los jóvenes —españoles o extranjeros— que salen del sistema de protección. A los 18, son adultos por ley, pero “siguen siendo niños muchos años más y no podemos pedirles que, de un día para otro, tengan la vida resuelta”.

Catalunya cuenta con un programa para apoyar la emancipación y autonomía de los jóvenes en su tras*ición a la vida adulta. La comunidad atiende a casi 7.000 niños y jóvenes que han migrado solos; entre ellos, más de 4.000 son mayores de edad.

De hecho, es de las pocas comunidades que brinda servicios de apoyo integral a los extutelados hasta los 23 años. El Àrea de Suport als Joves Tutelats i Extutelats (ASJTET) ofrece recursos de apoyo a la emancipación de jóvenes, entre los 16 y los 21 atendidos por la DGAIA, que incluyen prestaciones de carácter personal, habitacional, formativo/laboral, económico y jurídico.

Este programa consta de un seguimiento individualizado del joven por parte de un profesional durante un tiempo específico. La intervención se documenta en un Plan de Trabajo Individual (PTI), un itinerario para la integración social y laboral del joven.

“Desde una perspectiva estatal, Catalunya es una de las comunidades junto al País Vasco que más garantías ofrece a la juventud extutelada”, asegura Jordi Sàlvia, director de FEPA - Federación de Entidades con Proyectos y Pisos Asistidos. Sin embargo, cada vez más entidades catalanas “nos han trasladado que el sistema se está tensionando” por falta de fondos adecuados.

La directora de Punt de Referència va más allá y asegura que “Catalunya sufre una falta de recursos suficientes para poder garantizarles todos sus derechos”. Y añade: “Los recursos están desbordados, aunque se han habilitado más en función de la necesidad”. De hecho, la última encuesta de la Fundación Arrels sobre sinhogarismo migrante revela que el 41% de los menores de 25 años que viven en las calles de Barcelona han pasado por el sistema de tutela.

La edad de emancipación en España ya supera los 30 años (30,3), la cifra más alta de los últimos veinte. “No existe, en sentido amplio, un plan de emancipación para los jóvenes migrantes, teniendo en cuenta que en Europa oscila entre los 18 y 20 años”, expresa Grané. En este contexto, los jóvenes extutelados se ven obligados a emanciparse entre siete y nueve años antes que la media nacional por falta de apoyo institucional.

Rachid, un joven de 20 años, es la cara visible de esta realidad. Llegó a España con tan solo 17 años, tras abandonar su ciudad natal, Chauen (jovenlandia), conocida por sus características casas azules que atraen cada a año a miles de turistas. “Una noche, mientras mi progenitora preparaba la cena, decidí coger algo de ropa e irme. Le dije que iba a dar una vuelta, pero ya no volví”, cuenta el joven para La Vanguardia.

Aunque nunca había pensado en emigrar y no contaba con ningún apoyo en España, nadó durante quince horas desde la costa de Castillejos, en jovenlandia, hasta Ceuta. Rachid permaneció en las calles de la ciudad durante varios meses, sin recibir la tutela de la comunidad ni la ayuda de ninguna entidad. Desde Ceuta pudo partir en barco hasta Algeciras y, poco tiempo después, llegó a Barcelona.

Catalunya tuteló a Rachid y permaneció, hasta que alcanzó la mayoría de edad, en un centro de menores del que solo expresa palabras de agradecimiento: “Aprendí el idioma, me orientaron en mis estudios y me dieron el amor de la familia que no tengo”. Posteriormente, sus educadores lo derivaron a un piso asistido, gestionado por una entidad social y dependiente de la Generalitat, para que continuara con su proceso de emancipación.

El recurso habitacional, que es limitado en el tiempo (máximo 21 años), está sujeto al cumplimiento del plan de trabajo. Los pisos se financian también con las aportaciones de los mismos chicos y chicas, quienes reciben un prestación económica de 755,82€ mensuales más otras ayudas, igual a la que reciben los extutelados de origen español. Deben cumplir una serie de requisitos para recibir esta cuantía como residir legalmente en Catalunya, sufrir una situación de necesidad acreditada y seguir el plan individual de trabajo.

Rachid compartió piso con otros dos jóvenes extutelados procedentes de Gambia, y juntos aprendieron a cocinar, limpiar y gestionar sus recursos, mientras los educadores los visitaban regularmente. El joven recuerda esa época como especialmente complicada, ya que compaginaba sus estudios de cocina con su trabajo en un restaurante. “Llegaba a casa por la noche, cansadísimo, cogía un boli y un libro, y me tenía que poner a estudiar español”.

Apenas dormía dos horas al día, pero era consciente que debía continuar con su formación y su trabajo. “Si dejaba el curso, me iban a echar del piso y, si dejaba el trabajo, no podría conseguir mis papeles”. Poco a poco, aquel niño que se fue de jovenlandia acabó creciendo hasta convertirse en adulto a la fuerza. “En ese momento, tenía un trabajo y debía dejar el piso para dar la oportunidad a otro chico, '¿cómo lo voy a hacer?' ”, se preguntaba. Así fue como Rachid empezó su periplo para buscar habitación y empezar una nueva etapa.

Aunque todo el mérito fue suyo, reconoce que la ayuda que encontró en el programa de mentoría de Punt de Referència fue clave. La entidad gestiona un proyecto desde hace 27 años en el que fomenta relaciones de apoyo y confianza entre jóvenes tutelados y extutelados con voluntarias que quieran acompañarlos durante nueve meses en su proceso de emancipación.

Marina Montoya, coordinadora de programas de mentoría en Punt de Referència: “Estos jóvenes necesitan construir una red de apoyo y tener personas en su entorno con las que puedan vincularse. Contar con alguien que los acompañe de manera totalmente desinteresada y que crea en ellos tiene un impacto directo en su salud y bienestar emocional”.

Aunque tienen una duración determinada, la relación se va consolidando hasta resultar natural en la vida de las dos personas que de otro modo, difícilmente se habrían conocido. Esto es lo que le ocurrió a Marina Saura Olivella, de 48 años, que un buen día decidió picar a la puerta de la entidad e iniciar el voluntariado.

“Tenía la expectativa de que sería un joven africano, pero para mi sorpresa resultó ser una chica catalana”, confiesa la voluntaria. Acompañar a esta chica—admite— la ayudó a romper mitos y a conocer también la realidad de muchos jóvenes catalanes tutelados.

Las personas mentoras hacen una entrevista personal y reciben 10h de formación para sacar el máximo potencial de la colaboración. Además, durante todo el proceso, cuentan con el seguimiento del equipo de Punt de Referència para que la relación sea enriquecedora para ambas partes. “Es una formación que te ayuda a marcar límites y entender tu posición. Estamos presentes, escuchamos y damos de la mano, pero el camino es solo suyo”, detalla la voluntaria. Y añade: “Me gusta poder contribuir a mejorar su vida en la medida de lo posible”.

Por su parte, el apoyo para Rachid vino de Alba, una chica voluntaria que decidió no solo unirse al programa de mentoría, sino también participar muy activamente en la vida del joven. “Podía llamarla cuando estaba contento o triste. Me ha dado muchos consejos. Siempre le voy a estar agradecido”, expresa el joven, quien mantiene el contacto diario con la que fuera su mentora año y medio después.

Alba estuvo acompañándolo en un momento clave para su emancipación: la búsqueda de una habitación. “Me costó mucho. Estuve dos meses buscando. Todo iba bien hasta que me preguntaban: '¿De dónde eres?'. Me llegaron a descartar hasta 40 veces solo por decir que era de jovenlandia”.

Hoy, lleva cinco meses compartiendo piso y está feliz de trabajar como cocinero con un contrato a jornada completa. En este sentido, Rita Grané lamenta que los jóvenes extutelados pierdan la prestación económica en el momento en el que acceden a un trabajo a jornada completa porque se entiende que “ya no la necesitan”.

El camino de Rachid continúa. Asegura que quiere seguir trabajando y estudiando para abrir su propio negocio de cocina en un futuro. Pero, más allá del trabajo, sus ojos se le iluminan cuando recuerda las ganas de volver a su querido país y abrazar a su familia, a la que lleva tres años sin ver.

La organización Punt de Referència ha hecho un llamamiento para encontrar a 100 personas que quieran ejercer de mentores de jóvenes tutelados o extutelados que inician su proceso hacia la emancipación.

Las personas interesadas deben asumir un compromiso de nueve meses con encuentros semanales con el joven. Durante todo el proceso, se hace un seguimiento de la evolución de esta mentoría para fomentar que sea enriquecedora para ambas partes. Desde Punt de Referència insisten en que no es necesaria experiencia previa.
Pues ojalá los metan a todos en tu fruta casa, pero bueno, igual eso es mucho pedír. Me conformo con que los lleven a tu barrio y los tengas de vecinos
 
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